El funeral
El otro día, buscando por Internet información para otro reportaje, me encontré con un viejo artículo que publiqué hace ya cinco años a cuenta de la dimisión de Juan Villalonga como presidente de Telefónica. Es una bonita historia de desamor entre esos dos viejos amigos que salen en la foto que conviene recordar en estos días. Que la disfruten.
El funeral: los últimos días de Juan Villalonga
Ignacio Escolar. Publicado originalmente en Gsmbox el 30 de julio de 2000.
El lunes Juan Villalonga comenzaba una semana que, probablemente, recuerde como la más amarga de su vida. Desde Miami, ciudad donde ha fijado su residencia la estrella más famosa de los negocios españoles, volaba en su jet privado “GulfStream 4” hasta Madrid. En su cabeza, según han confesado sus más íntimos colaboradores, ya rondaba la idea de dimitir desde hace varios días. Pero el vuelo a España se había adelantado dos días a la fecha de su último consejo en Telefónica por motivos personales. Su madre, Pilar Navarro, fallecía ese mismo lunes por la tarde en la Clínica La Luz de Madrid. Nadie sabe hasta qué punto este acontecimiento melló las garras del ejecutivo más agresivo que ha conocido la economía española, pero dos días después Villalonga se rendía por primera vez ante las presiones del gobierno y presentaba su dimisión al frente de Telefónica.
El entierro de Pilar Navarro se celebró al día siguiente, el martes. Villalonga tuvo que renunciar al que habría sido su último acto público como presidente de la operadora: la firma de un convenio con el Instituto Cervantes. Uno de sus hombres, Manuel García Durán, fue quién se ocupó de leer el discurso: “Es importante el criterio de la política y la cooperación de las empresas con los gobernantes”, decía el texto preparado por el propio Villalonga. Mientras tanto, en el funeral desfilaban gran parte de la flor y nata de los negocios y la política española. Ana Botella, esposa del presidente del Gobierno, José María Aznar, acudió a dar el último adiós a Pilar Navarro, acompañada por la mujer del presidente de Caja Madrid, Miguel Blesa. Pilar era uno de los pocos lazos que quedaban de la amistad entre el matrimonio Aznar-Botella y el ex presidente de Telefónica.
Juan Villalonga y José María Aznar se conocieron durante su infancia en el Colegio del Pilar, el centro educativo de los hijos de la oligarquía empresarial y política madrileña. Hace cuatro años, cuando Aznar alcanzó la presidencia del Gobierno, premió a su antiguo compañero de pupitre con el sillón más preciado de entre las compañías controladas por el Estado. Villalonga accedió a la presidencia de Telefónica el 7 de junio de 1996. El 18 de febrero del año siguiente terminaba la privatización de la operadora con la venta del 21 por ciento que aún estaba en manos públicas.
Durante los primeros años del mandato de Aznar, Villalonga devolvió el favor creando un enorme entramado de medios de comunicación afines al ejecutivo. En noviembre de 1996 comenzó el desembarco en el cuarto poder con el lanzamiento de la plataforma de televisión por satélite Vía Digital En julio de 1997 compró el 25 por ciento de la que era la televisión privada líder en audiencia, Antena 3. Después cayeron en la órbita de Telefónica las cadenas radiofónicas Onda Cero y Radio Voz y el grupo Recoletos, editor del diario económico Expansión y del deportivo Marca y accionista importante del periódico El Mundo.
Pero la relación entre ambos comenzó a deteriorarse. En el terreno personal, el distanciamiento fue motivado por la ruptura del matrimonio de Juan Villalonga con Concha Tallada, amiga íntima de la esposa de Aznar, Ana Botella. El presidente de Telefónica se cambió el corte de pelo e inició una relación sentimental con Adriana Abascal, viuda del empresario mexicano Emilio Azcárraga, ex actriz de telenovelas y ex miss México, con la que el pasado mes de mayo tuvo una hija: Paulina.
Desde su separación de Concha Tallada, Villalonga dejó de frecuentar las cenas en el palacio presidencial de La Moncloa y trasladó su residencia a Miami, una ciudad que se convirtió también de manera oficiosa en la segunda sede de Telefónica. Hasta tal punto se alejó de Madrid que muchos consejos de administración, como aquél en el que se vetó la fusión con KPN, fueron presididos por un Villalonga virtual que asistía desde Estados Unidos mediante videoconferencia.
En el ámbito político, las horas de Villalonga comenzaron a estar contadas a partir del escándalo de las “stock options”. El presidente de Telefónica aprobó un plan de incentivos para sus altos cargos. Telefónica ofrecía 307.339 acciones a 100 directivos a la cotización de la empresa en 1997, a 3.500 pesetas cada una. Estos ejecutivos se repartirían un dinero en función de lo que se hubiera revalorizado la acción en tres años. El plan fue ejecutado el 25 de febrero de 2000, semanas antes de las elecciones generales. Las espectaculares cantidades que se repartieron los altos directivos de Telefónica fueron utilizadas como arma electoral por el principal partido de la oposición, el PSOE. Aznar pidió a Villalonga que renunciase a ese dinero. El presidente de Telefónica se negó. La amistad entre los antiguos compañeros de pupitre estaba rota.
Tras las elecciones, en las que Aznar consiguió mayoría absoluta, el ejecutivo comenzó una campaña contra Villalonga valiéndose de la influencia en los principales accionistas de la operadora: el Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA) y La Caixa. Primero bloqueó una alianza entre Telefónica y el propio BBVA, impidiendo que Villalonga consiguiese la vicepresidencia del banco y, en mayo, presionó para que el consejo de administración vetase la fusión con la holandesa KPN. Pero Villalonga resistió ambos envites.
Al entierro de Pilar Navarro faltó otro antiguo amigo de Villalonga que también le ha dado la espalda en los últimos meses: Pedro J. Ramírez, director del diario El Mundo. El periodista y el presidente de Telefónica se conocían de los tiempos en los que el ejecutivo trabajaba en el banco de negocios Credit Suisse-First Boston. Durante los primeros años al frente de la operadora, Pedro J. fue uno de los más firmes defensores de la gestión de Villalonga. No era extraño que ambos viajasen juntos al extranjero o que se escapasen en jet privado para cenar al Trasévere romano o al Quartier Latin de París. Pero la relación se acabó cuando, según asegura el periodista Luis del Olmo, Villalonga no nombró a Pedro J. presidente de Telefónica Media, responsable máximo de todos los medios de comunicación controlados por la operadora. Finalmente, el director de “El Mundo” ha sido su verdugo.
Hace unas semanas, en una de sus últimas apariciones públicas, Pilar Navarro compartió mesa con Pedro J. y su compañera, la popular diseñadora de moda Ágata Ruiz de la Prada. La madre de Villalonga preguntó a Pedro por qué ya no se llevaba bien con su hijo, “con lo amigos que erais”. El periodista respondió, “sí, lo éramos”. Apenas unos días antes, el 16 de junio, su periódico había publicado en portada una información que involucraba a Villalonga en una operación bursátil con información confidencial en 1998. El presidente de Telefónica había ganado especulando con opciones sobre acciones de su propia compañía 21,3 millones de pesetas. La Comisión Nacional del Mercado de Valores (CMNV), el organismo que se ocupa de vigilar el correcto funcionamiento de la bolsa, ya había investigado en su momento aquella operación sin apreciar nada ilegal. Sin embargo, unas declaraciones de Aznar unos días más tarde hizo que la CNMV reabriese la investigación. La acción de Telefónica comenzó a caer.
Aunque según la legislación vigente en aquel momento, la operación entraba dentro de la legalidad, el acoso de la CNMV, un organismo que depende indirectamente del Gobierno, ha sido la puntilla que ha forzado a Villalonga a presentar la dimisión.
El ya ex presidente de Telefónica, horas antes de su último consejo de administración, se entrevistó con los representantes sindicales en su despacho. Según ha relatado después uno de los asistentes a esa reunión, Alejandro Llano, Villalonga se va porque “se siente enormemente presionado por el Gobierno ante la imposibilidad de sacar adelante determinados proyector, al verse vetado continuamente”.
Pero Villalonga, pese a su salida de la operadora, aún no está enterrado. Su futuro está, casi con seguridad, en Estados Unidos. La indemnización que ha cobrado de Telefónica asciende a casi cinco mil millones de pesetas que, junto con la herencia que cobrará su compañera sentimental de su difunto marido, le garantizan una envidiable situación financiera de por vida. Sin embargo, los que le conocen, dudan mucho de que se conforme ahora con vivir de las rentas.
Publicado por Ignacio Escolar a las Febrero 25, 2005 12:12 AM | TrackBack