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Manuel Saco
Publicado en 20 Minutos
Los psicólogos nos explican que la muerte es un ratito, no más, y que si a la humanidad nos angustia es porque dedicamos toda una vida, demasiado tiempo, a pensar en ella. Los fisiólogos, por su parte, aseguran que la muerte no es para tanto, que incluso una enorme descarga de adrenalina socorre nuestro cerebro en el momento final para que el tránsito sea feliz, como un gran premio a esta mierda de vida, en forma de gran chute de opiáceos que estallan en una cascada de fuegos neuronales. Por eso si he decidido no matar a mis enemigos, no es por miedo a la ley sino por no darles el gustazo.
Que se sepa, el hombre es el único animal que conoce de antemano su destino fatal, razón por la que es capaz de lo peor con tal de dilatar lo más posible el día de su muerte. Si no eres nadie, como yo, lo más que consigues es hacer la vida imposible a los de tu alrededor. Pero si eres un presidente de Gobierno, pongamos por caso, tu muerte política puede ser una agonía lenta que acabamos sufriendo todos los que estamos alrededor de tu lecho mortuorio del Consejo de Ministros.
En Galicia, la derecha está tan incardinada en la sociedad como los percebes en sus acantilados. Por ello, en las manifestaciones por el Prestige, la gente no se molesta en pedir el cese de Manuel Fraga, porque como es sabido los manifestantes son gente descreída y no confían en los milagros. No. Los manifestantes cantan una alegre letanía, sólo comprensible a través del prisma del humor galaico: 'Hay que ir morrendo, Manoliño, hay que ir morrendo'. Hay que ir muriendo: una forma delicada de pedirle el cese a don Manoliño.
Cuando los políticos ven cercana su muerte política se vuelven extremadamente peligrosos y derrotan como los toros moribundos. El último Gobierno de Franco se despidió matando. El último socialista fue un sinvivir, bronco, desagradable y torpe. El último del hombrecillo insufrible nos ha llevado hasta la invasión de Irak, donde nuestros hombres pierden la vida mientras él alarga mezquinamente la suya. Nuestros muertos son sus méritos para asegurarse un puesto de lacayo en los futuros despachos del petróleo. Así es la estatura moral del patriota insufrible.
Ignacio Escolar | Diciembre 3, 2003 12:47 PM
No sé si lo habéis visto, y no me acuerdo dónde lo encontré, pero lo guardé porque me parece muy informativo
Aquí:
http://www.milinkito.com/prestige/prestige.html
Remember, that if thou marry for beauty, thou bindest thyself all thy life for that which perchance will neither last nor please thee one year; and when thou hast it, it will be to thee of no price at all; for the desire dieth when it is attained, and the affection perisheth when it is satisfied.