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EL PAÍS - Opinión - 19-12-2004. Malén Aznárez.
Varios lectores se han dirigido a esta Defensora pidiendo la aclaración de unos hechos que consideran sumamente graves. "¿Se ha apartado al crítico Ignacio Echevarría del suplemento Babelia? Si es así, ¿tiene esto algo que ver con el hecho de que su crítica a la última novela de Bernardo Atxaga, El hijo del acordeonista, se dirigiera contra uno de los lanzamientos estrella para el otoño de una editorial, Alfaguara, que pertenece al mismo grupo empresarial de este periódico?", pregunta desde Vitoria Javier Berasaluce Bajo. "Me parece que los lectores de EL PAÍS y de Ignacio Echevarría merecemos una explicación de lo ocurrido", dice E. L. de Cegama. "Creo que el asunto es lo suficientemente grave y afecta a la credibilidad del periódico para que la carta abierta de Echevarría al director adjunto se despache con un 'sin comentarios", añade Segundo Saavedra. Es el resumen de casi una veintena de quejas.
La redactora jefe de Babelia, María Luisa Blanco, da su versión de lo sucedido: "El libro de Bernardo Atxaga se programó a finales de julio para que protagonizara la primera portada de Babelia de septiembre. La crítica del libro se le pidió a Ignacio Echevarría. Rafael Conte y Echevarría se reparten la crítica de los libros considerados más importantes, que suelen coincidir con aquellos a los que se les dedica una portada. La de Atxaga se decidió en el contexto de potenciar valores literarios actuales que no habían tenido hasta el momento un excesivo subrayado dentro de las páginas del suplemento. En esa línea se ha dado portada a autores como Ray Loriga, Belén Gopegui o Mario Onaindía.
Desde un punto de vista informativo se consideró interesante hacer una entrevista a Bernardo Atxaga por las expectativas generadas en torno a una novela esperada desde hacía siete años, premio de la Crítica cuando el libro se publicó en euskera. Atxaga venía avalado, además, por su trayectoria literaria; fue, por tanto, una apuesta explícita por el autor. Como es frecuente en el periodismo, no siempre coincide la opinión de un crítico o un columnista con un despliegue informativo concreto. En Babelia hay otros precedentes: Sarah Waters, escritora británica, avalada por un enorme éxito, salió en una doble página con entrevista y una crítica negativa de José María Guelbenzu. El respeto a la libertad e independencia de la crítica lleva a este tipo de divergencias. Después de la publicación de la crítica de Atxaga, el director, Jesús Ceberio, me pidió públicamente que comunicara al crítico que este periódico no utiliza 'bombas atómicas' contra nadie. Así se lo comuniqué y le reclamé la reseña de dos libros pendientes desde julio. A las dos semanas envió la crítica de uno de ellos, El bosque sagrado, de T. S. Eliot, que el director adjunto, Lluís Bassets, guardó hasta nueva orden. Dos meses y medio después se recibió la carta abierta de Ignacio Echevarría".
Esta Defensora ha planteado al director adjunto, Lluís Bassets, responsable de Opinión y del suplemento Babelia, y destinatario de la carta abierta de Echevarría (en la que le pedía explicaciones por la crónica retenida, hablaba de censura y aseguraba que el periódico había defendido a ultranza los intereses del grupo empresarial), las siguientes preguntas:
1. ¿Por qué Echevarría no ha publicado ninguna crítica en Babelia desde hace más de tres meses? ¿Tiene algo que ver con el hecho de que la última que publicara fuera una crítica muy negativa del libro de Bernardo Atxaga editado por Alfaguara? ¿Tiene razón el crítico cuando afirma que ha sido objeto de una represalia por culpa de esa nota negativa?
2. ¿No queda en entredicho, como señalan algunos lectores, la credibilidad de EL PAÍS, cuando entran en colisión los intereses del grupo empresarial al que pertenece con una crítica independiente?
3. ¿Por qué no se ha publicado la carta abierta de Echevarría?
Éstas son sus respuestas de Bassets:
1. "Resulta difícil sobreponerse al estupor que suscita la lectura de esta novela. Cuesta creer que, a estas alturas, se pueda escribir así'. Hago mías estas palabras con las que empezaba Echevarría su crítica, pero aplicada a lo que él escribe. No me parece razonable que en un diario de información general, que pretende hacer un servicio al mayor número posible de lectores, se ataque personalmente a un escritor y se haga utilizando además una forma tan cruel. (La versión original ni siquiera le ahorraba al autor una referencia despectiva a su competencia moral, frase que aceptó suprimir a sugerencia de la Redacción de Babelia). Creo que un diario como EL PAÍS es ecléctico y plural por definición en cuestiones estéticas, lo cual no significa que sus críticos no lleguen al fondo de las cosas ni tengan libertad para expresar sus reservas o su enmienda a la totalidad de una obra, independientemente de quién sea el editor. Su artículo contra Atxaga llevó a interrogarnos sobre el papel de este crítico y decidimos congelar por el momento su colaboración. Envió semanas más tarde una crítica cuya publicación fue aplazada. Entiendo que la dilación molestara a un crítico tan reconocido y valorado, y no tengo inconveniente en reconocer que podía y debía publicarse. Lamento de verdad que él mismo haya decidido dar por terminada su relación con el periódico. No ha habido censura. No ha habido despido ni rescisión por nuestra parte de una relación. Ha sido Echevarría quien la ha roto sin tantear ninguna otra posibilidad. ¿Ha habido limitación al derecho a la información y a la libertad de expresión? Creo sinceramente que no y que en este bloque de derechos y libertades se incluye el de los lectores a elegir el diario que quieren leer y por parte de las empresas periodísticas el de contratar los artículos que desean ver publicados en sus páginas".
2. "Un periódico tiene la credibilidad que le dan sus lectores. Que la crítica está mediatizada por los intereses editoriales del grupo empresarial es una opinión que no comparto. Como mínimo expresada en estos términos".
3. "No creo que una carta abierta dirigida a mí sea la forma más adecuada de resolver el conflicto. Cuando la recibí y pensé que sólo la había dirigido al periódico -al director, a Babelia y a mí mismo-, expresé mi deseo de verla publicada. Me convenció de lo contrario su divulgación inmediata y masiva en Internet sin conceder siquiera 24 horas al diario para su publicación. No creo que EL PAÍS deba prestarse como plataforma para una acción contra el propio diario".
Son explicaciones que el director de EL PAÍS, Jesús Ceberio, "comparte y respalda de principio a fin", al tiempo que subraya que "en modo alguno puede hablarse de censura, puesto que la crítica se publicó". El pasado viernes, Ceberio reconoció haber gestionado "muy mal" este "conflicto". Ante la inquietud del Comité de Redacción por la carta de más de un centenar de críticos, colaboradores y redactores de EL PAÍS -publicada ayer en Cartas al Director-, Ceberio lamentó que "este conflicto, que ya reconocí haber gestionado muy mal, dé pie a conclusiones que me parecen desmesuradas y que tratan de extender una sospecha general sobre el periódico. EL PAÍS lleva más de 28 años ejercitando la libertad de expresión y de crítica, como bien saben los firmantes de la carta que frecuentan sus páginas. Por encima de posibles errores, ése es un compromiso permanente de la dirección con los profesionales que hacen el periódico y con los lectores".
Esta Defensora está de acuerdo en que el periódico tiene derecho a escoger los artículos que quiere publicar en sus páginas. El caso es que Echevarría había escrito, este mismo año, otras críticas en idéntico tono implacable. Y antes había fustigado con dureza a escritores de la talla de Javier Marías, sin que -como el propio crítico dice en su carta- hasta ahora eso hubiera sido "motivo de reprobación". Echevarría también había criticado distintos libros de Alfaguara. Cuatro en este mismo año, entre ellos Delirio, de Laura Restrepo, último premio Alfaguara de Novela. Nunca hubo quejas de censura por parte del crítico, quien siempre escribió con absoluta libertad lo que creyó conveniente y así se publicó.
No se puede hablar, por tanto, de censura. Pero esta Defensora cree que más que una "muy mala gestión" de lo que la dirección asume como un "conflicto", el desarrollo del mismo ha sido un auténtico disparate. No sólo debían haberse extremado todo tipo de precauciones para evitar el conflicto y las sospechas, sino que antes que nada debió de hablarse con Echevarría en vez de mantener silencio durante tres meses. Si, como ha asegurado Jesús Ceberio, la decisión no fue prescindir del mismo, "sino congelar la relación durante un tiempo", parece de locos haber llegado a una situación que ha desembocado en la pérdida de un crítico de prestigio, y dado pie a graves repercusiones para la credibilidad del periódico.
La discusión que se podría plantear, a juicio de esta Defensora, es si ha existido conflicto de intereses, porque es cierto que dentro de los grandes conglomerados periodísticos existe siempre esa sospecha. Y consecuencias derivadas de ese conflicto.
El Libro de estilo señala que la mejor forma de evitar el conflicto de intereses "es la transparencia interna que este periódico se compromete a mantener". Asimismo dice que, por encima de cualquier otro, prevalecerá el interés del lector; y añade que "en las informaciones relevantes de contenido económico o financiero referidas a cualquier empresa integrada o participada por el Grupo Prisa se hará constar que se trata del grupo editor de EL PAÍS". En este caso, el Libro de estilo no ayuda a aclarar el problema planteado, porque publicar que la editorial pertenece al Grupo Prisa -que no se hizo- no hubiera resuelto nada. Esta Defensora cree que, de alguna forma, habría que establecer unos principios rotundos que, en casos de sospecha de conflicto de intereses por productos relacionados con el grupo empresarial, dejaran bien a resguardo la independencia de las informaciones, especialmente las críticas. Nada dudoso que pueda impedir, en palabras de Bassets, que los críticos de EL PAÍS no puedan llegar "al fondo de las cosas ni tengan libertad para expresar sus reservas o su enmienda a la totalidad de una obra, independientemente de quién sea el editor".
Porque si los lectores están por encima de todo, es precisamente en casos como éste cuando el cuidado ha de ser exquisito. La credibilidad es difícil de alcanzar, pero se pierde con facilidad. Y ya se sabe que la mujer del César no sólo tiene que ser honrada, sino también parecerlo.
Más sobre este tema en Preocupación, Arcadi y la guerra de los mundos y Críticas de destrucción masiva.
Ignacio Escolar | Diciembre 19, 2004 02:46 PM
que significa eso de "congelar la relación durante un tiempo"?
Yo creía que la vieja escuela (ABC, vanguardia, etc) eran las interesadas en el toreo pero veo que las nuevas generaciones dominan todas las suertes. Vaya naturales que nos ha metido esta buena señora. Ese pase de pecho, esa manoletina... estocada no dan porque son ecologistas pero el resto de la lidia, ejemplar.
Esa frase tópica final me resulta repugnante.
De hecho siempre me ha resultado indigestible, pero relacionada con la credibilidad de un medio apesta.
Menos mal, al menos, que no la ha puesto en latin.
M.
Razones para la guillotina:
En folio y medio, Antonio Muñoz Molina
EL PAIS, 9 de octubre de 1996, página 38
Es cuando menos misterioso el modo en que se adquiere en España el estatuto
de crítico literario. No es que para ser novelista (o porque lo llaman a uno
novelista en los periódicos y en los programas de variedades de la
televisión) haga falta mucho esfuerzo o talento, pero siquiera es preciso
inventar unos cuantos nombres y un cierto número de peripecias, así como
tomarse el trabajo de escribir unos noventa o cien folios.
Para ser crítico basta folio y medio. Uno publica folio y medio hoy, otro
folio y medio la semana que viene, aprende a graduar y a repetir la coba y
el desprecio, y en menos de un mes las editoriales ya le mandan todas sus
novedades y lo invitan a fastuosos almuerzos y cenas de presentación de
libros en las que la cuenta. de licores es libre y ni siquiera es necesario
prestar la menor atención al medroso autor gracias a cuyo trabajo están
comiendo y bebiendo todos gratis.No es imprescindible saber nada de la
historia de la literatura, ni española ni universal, y desde luego no
conviene mostrar entusiasmos que no rindan un beneficio inmediato, ni
pararse en ridículos términos medios. Aquí una novela o es la mejor de los
últimos diez años o es una tontería.
Al crítico lo que más le entusiasma es pensar que su folio y medio puede
canonizar o cargarse un libro. Este verbo, cargarse, con sus sugerencias de
hampa y defunción, es un verbo que se usa mucho en las incesantes y
gratuitas comidas literarias. Una tarde, hace años, recién publicado un
libro mío, me encontré en un aeropuerto con un crítico al que se le notaba
enseguida, por el rojo encendido de la cara y por el aliento, que acababa de
pasar unas horas de intensa actividad intelectual. Señalándome con un dedo
entre episcopal y jupiterino me informó de lo siguiente:
-Mañana me cargo tu libro en mi periódico.
Vaya si se lo cargaba, con una saña, una vehemencia y una extensión del todo
desproporcionadas a . la modestia del libro y a la nula relevancia que él
mismo le concedía. El sábado pasado, en el suplemento literario de este
periódico, un presunto crítico llamado Ignacio Echevarría dedicaba su folio
y medio a cargarse, entre despectiva y paternalmente, la novela que acaba de
publicar Rafael Chirbes, que se titula La larga marcha, y constituye, aparte
de un libro extraordinario, escrito con dosis idénticas- de entusiasmo y
solvencia técnica, de elegía y de rabia, la culminación del progreso de un
novelista, ese libro en el que se resumen y estallan en plenitud todos los
libros anteriores, todas las historias y los personajes que uno ha ido
inventando a lo largo de su vida, todas las voces que ha escuchado, dentro y
fuera de sí mismo.
Ahora, cuando tanta moneda falsa pasa por literatura y a tanto rufián con
ganas de trepar se le expide a toda velocidad el certificado del genio, las
novelas de Rafael Chirbes son un ejemplo de dignidad solitaria, e
aprendizaje y talento, de absoluto empeño de escritor al margen de cualquier
reclamo de alta o baja moda, que de las dos hay. Lo que su lector asiduo
encuentra en La larga marcha es la suma de lo que ya estaba en Mimoun, en la
nunca considerada ni entendida En la lucha final, y sobre todo en esas dos
novelas breves, entremecedoras y perfectas que son La buena letra y Los
disparos del cazador: el arte para contar las vidas y los sentimientos de
los trabajadores, la proyección de los destinos de los personajes en el
tiempo de la historia contemporánea de España, los efectos. del paso de los
años, la desilusión y la pérdida de lo mejor que hubo en cada uno, el modo
en que el mundo de los hijos sucede y borra al de los padres. También una
percepción singular de las formas más escondidas de la ternura, entre
mujeres y hombres y entre hombres y hombres, una ternura más difícil de
precisar y contar porque quienes la sienten carecen del lujo, de las
palabras más selectas y no siempre saben explicarse a sí mismos.
Cada vez que yo abro una novela de Rafael Chirbes no puedo dejarla hasta el
final. Cuando son breves, la última página se me convierte en el anticipo
del regreso a 1,a primera, . y con suerte consigo apagar la luz a las dos de
la madrugada. Cuando tienen tantas páginas como- La larga marcha, ya sé que
estoy condenado al insomnio, porque la novela se, apodera de mí, me
envuelve, me sumerjo en ella, en su caudal del tiempo, y quiero saber un
poco más, y me concedo otro capítulo, y cuando quiero acordarme son las
cuatro de la mañana y estoy leyendo el final de la novela, que en La larga
marcha es tan poderoso como el principio: el arranque de otro tiempo, de
otra novela no escrita, porque aquí se ve aquello que decía Galdós, que
dondequiera que vaya el hombre lleva consigo su novela, y que contarla no es
sólo un empeño técnico, sino una decisión moral, la de ponerse en el lugar
de los otros, de cualquiera de ellos, un peón de albañil o un médico
represaliado, un cerillero fascista con las piernas cortadas o la hija rubia
y roja de una familia bien de la calle Serrano.
Nada de esto ha rozado al crítico Echevarría, que pertenece a esa escuela
del desdén para la cual la literatura española es Juan Benet y el campo
magnético de Juan Benet, y la universal Thomas Bernhardt y tal vez Céline.
Con calculada mala fe, con extraordinaria bajeza intelectual, Echevarría
compara la novela de Chirbes con las de José María Gironella, le aconseja
afectuosamente, paternalmente, que no tenga tantas ambiciones, que se
dedique a tareas más humildes, a sus labores, casi, incluso le reprocha
aquello que para los adeptos al señoritismo intelectual resulta
imperdonable: Rafael Chirbes es un vetusto, ha escrito no una novela sobre
la posguerra, sino (obsérvese la sutileza) una novela de posguerra, padece,
(sic) "un primitivo envaramiento".
Que en sólo folio y medio lo comparen a uno con Gironella, con Cela y con un
muralista mexicano es sin duda una experiencia de la que Rafael Chirbes
podrá, aprovecharse, gracias a la bondad pedagógica del crítico Echevarría.
Cuando todas y cada una de las gacetillas de folio y medio de este celebrado
experto sean menos que cagadas de moscas en papel viejo de periódico, las
novelas de Rafael Chirbes, las que ya ha escrito y las que aún faltan por
escribir, seguirán alimentando la imaginación y la inteligencia de esos
lectores que no dejan de buscar el fulgor de la vida y la pasión moral en la
literatura.
Desde que estalló el asunto "Echevarría" he dejado de comprar El País. Este tema me recuerda a los tiempos del "hermanísimo" y a las reuniones hasta altas horas de los "altos redactores" para ver cómo demonios "titulaban/abordaban" la "corrupción rampante socialista" de mediados de los noventa. Y además, lo de Babelia cantaba más que Bisbal en el Real.
En fin, ni uno más. Aunque lo que más me fastidia es cómo termino la colección de música clásica?
Bueno, era de esperar este comunicado.
En cualquier caso, sean o no intereses del grupo empresarial, ¿alguien llegó a pensar que en el comunicado que tarde o temprano tendrían que publicar iban a admitir haberselo cargado por intereses económicos del grupo empresarial?
Quiero decir que esta es "la respuesta", tanto si es verdad como si no. No pueden dar otra.
Pero lo que me hace gracia es que la gente se rasgue las vestiduras. Por supuesto que les mueven los intereses empresariales, como a todas las empresas. Pero no es que Prisa sea distinta a Vocento, o a cualquier otro grupo empresarial.
Me resulta realmente increible que alguien se crea que existe algún medio de comunicación, y menos aún entre los de masas, que defienda algo que no sea su propio interés, la mayoría de las veces meramente económico.
En primer lugar, de la crítica de Echevarría destaco esta frase:
"Hasta cierto punto, ello podría servir de atenuante de la tibieza y de la confusión que rodean la percepción que Atxaga tiene de la realidad vasca."
¿Es eso crítica literaria o pura soberbia?, ¿Quién es Echevarría para decidir si Atxaga percibe con confusión o sin ella la realidad vasca?
En segundo lugar, queda por ver si EL PAIS habría retenido la siguiente crítica de su colaborador si el autor atacado, y la editorial afectada, fuera otro.
EL PAIS ha reaccionado mal ante una mala actuación de uno de sus colaboradores.
Echevarría se fue. Otros, tan malos como él, se quedan.
Vaya mala leche que se gastaba Muñoz Molina... con esa carita de tranquilito.
La metedura de pata de El Pís es antológica. El asunto se les ha escapado de las manos, y es que con la internete las cosas ya no son lo que eran. No hay por donde cogerlo, ni por donde arreglarlo. Sí, señora defensora del lector, añadir explícitamente que Alfaguara forma parte del tinglado PRISA como el Pís, sería honrar a la transparencia de la que habla el libro de estilo.
Lo que resulta desolador es que un éxito editorial (que no literario) dependa en buena medida de lo que media docena de elegidos sean capaces de escribir en lo que perfectamente Muñoz Molina define como folio y medio. De lo que se desprende que el autor está de más y que todo es vendible con una campaña de promoción adecuada, donde los críticos no son más que una parte de ella.
Sigo pensado que hay excesivo consumo de obra reciente en tapa dura, y defecto de lectura de clásicos (lease "éxitos literarios") en rústica.
http://www.lajiribilla.cu/2004/n188_12/188_24.html
nacho, seguro que lo conoces, pero este enlace es una entrevista con ignacio echeverría comentando el caso.
Se me ocurren algunas preguntas: si el estilo duro de Echevarría era sobradamente conocido, si ya había escrito críticas demoledoras contra otros autores de Alfaguara, algunos de tanto prestigio como Javier Marías, y no había pasado nada ¿Por qué ahora? ¿Qué tiene Bernardo Atxaga que le convierte en "intocable"? ¿Es realmente el hecho de pertenecer su libro a la editorial Alfaguara lo que ha provocado la reacción de Bassets? ¿Se nos oculta algo en todo este asunto?
¿Es tan dificil entender que Echevarría ha metido el remo?.
La cagó. Se equivocó. Se cargó a Atxaga y su libro sin leerlo. Solo porque pertenece a la militancia irracional de savaterismo. ¿Es que no lee su propio diario?. ¿No sabe que el rollo peperiano antinacionalista se acabó?. ¿Por qué intenta pasar esa mierda de "crítica" como critica literaria y un caso de "censura"?.
Ahora sus amiguitos de la izquierda de sillón, sobre todo barcelonesa, a los cuales les pasó la cartita de marras como si fuera un platillo salen en su defensa.
Pero ¿de qué?. ¿De la "libertad de expresión?. ¿Para que no le despidan?. ¿Harán lo mismo cuando pongan de patitas en la calle a un linotipista?.
El País es un derechoso diario. Y una empresa. Y ese tipo, el Echevarría, es un inútil que se pasó de listo y se pone a enviar cartas por Internet para "hacer ruido" y "calentar" su salida del diario.
!Ojalá los miles de despedidos en este país tuvieran esa posibilidad mediática de queja!.
Y ojalá tuvieran tantos amiguetes en los "medios".
Parece que esos mismos firmantes les costó un huevo firmar el comunicado que encabezaba la Gopegui sobre la matanza de Faluya.
Debían estar ocupadísimos.
A la mierda con ellos.
A la mierda todos los que no opinen como tu. Si señor, eso es talante.