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Iñigo Sáenz de Ugarte
A su salida de la prisión donde pasó 85 días, Judith Miller entró en el hotel Ritz-Carlton de Georgetown para descansar, un día antes de su comparecencia ante el gran jurado. Disfrutó de un masaje y una manicura, y, antes de cenar, se tomó un martini. Lógicamente, su periódico, The New York Times, corrió con los gastos.
No ha sido la única factura que el periódico ha tenido que costear por culpa de una reportera que fue, en una de las muchas paradojas de esta historia, la mejor aliada periodística del Pentágono en los meses anteriores a la invasión de Irak. Su negativa a declarar ante el gran jurado sobre la revelación del nombre de la agente de la CIA Valerie Plame le llevó a la cárcel y dejó al periódico en una posición vulnerable.
Después de leer el largo reportaje publicado este domingo por el periódico y el testimonio de la propia Miller, queda bastante claro hasta qué punto esta controvertida periodista secuestró al diario, minó su credibilidad y atizó el malestar interno en la redacción.
Los que pensaron que Miller era una víctima de un abuso contra la libertad de expresión y el secreto profesional (incluidos esos intelectuales europeos como Almodóvar y Maruja Torres que firmaron un manifiesto en su honor) deberían leer el reportaje aparecido el pasado domingo en el NYT.
Y después deberían echarse a llorar.
Ignacio Escolar | Octubre 19, 2005 09:50 AM
Formularé una pregunta que cualquier juez consideraría capciosa e impertinente, pero para eso esto es Escolar.net, donde existe la libertad de expresión que no encontraríamos ni en NYT ni en IT5.
¿Se ha sentado alguna vez Iñigo Sainz de Ugarte en un banquillo? ¿Alguna vez su libertad personal ha estado en peligro por escribir lo que piensa?
Gracias anticipadas por no contestar.
otra pregunta: ¿la libertad de expresión no tiene límites? ¿y si cometes un delito por decir lo que piensas/opinas? ¿todo vale?
resulta interesante este artículo:
http://www.elpais.es/articulo/elpporint/20051019elpepiint_2/Tes
Nemo, yo también pensaba que era un caso de libertad de expresión, pero si he entendido bien la sucesión de hechos y esta es cierta, estamos no ante ninguna amenaza a la libertad de expresión, sino ante la estupidez supina de una reportera que no ha comprobado sus fuentes, cuyas notas son un desastre y que interpreta cosas del modo más peregrino:
¿Por qué entonces no declaró ante el gran jurado? Porque Miller sostiene que Libby no le dio permiso para hacerlo, no le liberó de la promesa de confidencialidad que todo periodista debe a una fuente ante la que se ha comprometido a no revelar su identidad.Falso, según el abogado de Libby. Éste comunicó hace un año a los abogados del NYT que Miller era libre de testificar. También dijo que Libby había declarado ante el gran jurado que él ni había revelado a Miller el nombre de Valerie Plane ni su posición en la CIA. La periodista lo interpretó por su cuenta como un deseo de Libby de que no testificara, se supone que para no dejarle en evidencia.
Es decir, interpreto que un alto cargo del gobierno había cometido perjurio delante del gran jurado, y que ese perjurio significaba que no quería que testificara, a pesar de que los abogados de ese alto cargo ya habían dado autorización a los abogados de su periódico para que lo hiciera... Vamos, un sinsentido de tomo y lomo.
Encima hay que escuchar cosas como “Si tus fuentes se equivocan, tú te equivocas”, dicho por la Miller, que parece que no sabe lo que es la contrastación y la comprobación de la veracidad de información sensible con diferentes fuentes, y más cuando la fuente original pueden tener intereses políticos para que publiques dicha información. Primero de Periodismo, vamos...
Menudo culebrón, no me he enterado de nada. Al final, ¿de qué acusan a la Miller esta?
De torpe, de marisabidilla y de imbécil.
De inútil integral, vamos. Y encima sus jefes parece que lo sabían, así que el NYT se merece el descrédito que se ha ganado.