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Umberto Eco
Al aproximarnos al final del primer quinquenio del tercer milenio es obligado hacer un pequeño balance. En un comentario del milenio anterior, observaba ya que, en los últimos tiempos, se han alcanzado avances tecnológicos que representan auténticos pasos atrás.
La comunicación en profundidad entró en crisis a finales de los años 70, cuando la televisión todavía nos sometía a una fruición pasiva y emitía sonidos capaces de molestar al vecindario. El primer paso hacia una comunicación ligera se dio con la invención del mando a distancia. Con él, el espectador podía subir o bajar el volumen y hacer zapping, entrando así en una fase de libertad creativa, llamada la fase de los Blob. La liberación de la televisión llegó con el vídeo, con el que se evolucionaba hacia el cine.
Por lo que a los viejos programas televisivos se refiere, dado que los propios canales de televisión ponían rótulos escritos bajo las imágenes, se podían ya proyectar programas en los que, mientras dos se besan en silencio, se ve un recuadro con la siguiente inscripción: Te amo.
De esta forma, la tecnología ligera inventó por fin el cine mudo. En parte, esta fase había sido anticipada por Internet, donde el usuario podía recibir sólo imágenes inmóviles sin necesidad alguna de sonido. Por otra parte, Internet, con una comunicación eminentemente alfabética, ya nos había hecho retroceder a la Galaxia Gutenberg.
Llegados a este punto, se podían eliminar incluso las imágenes, inventando una especie de caja tonta que emitiese sólo sonidos, y que no necesitase ni siquiera mando a distancia, dado que el zapping se podría hacer directamente moviendo un botón. No piense que estoy inventando la radio con mi fantasía: sólo estoy vaticinando la llegada del iPod.
Y el último estadio se alcanzó cuando, junto a las transmisiones vía éter, se dio comienzo a la nueva era de la transmisión a través del cable telefónico con las televisiones por cable, pasando de la telegrafía sin cables a la telefonía con cables, superando a Marconi y volviendo a Meucci.
Que estábamos dando pasos hacia atrás estaba ya claro tras la caída del Muro de Berlín, cuando los editores tuvieron que tirar a la papelera todos sus mapas (obsoletos con la presencia de la Unión Soviética, Yugoslavia, Alemania del Este y otras monstruosidades parecidas). Afortunadamente habían podido recuperar los mapas publicados antes de 1914, con su Serbia, su Montenegro, sus Estados bálticos, y así sucesivamente.
La historia de la involución no se detiene aquí, y este comienzo del tercer milenio ha sido pródigo en probarlo. Tras el cincuentenario de la Guerra Fría, asistimos con Afganistán y con Irak al retorno triunfal de la guerra de verdad o guerra caliente, incluso recuperando los memorables ataques de los astutos afganos casi medievales en el Kyber Pass. Una nueva era de las Cruzadas con el enfrentamiento entre el islam y la cristiandad, incluidos los asesinos suicidas del viejo de la Montaña, volviendo así a los fastos de Lepanto (y algunos acontecimientos de los últimos años podrían resumirse con el grito de «mamá, los turcos»).
Han vuelto a aparecer los fundamentalismos cristianos, que parecían pertenecer a la crónica del siglo XIX, con el regreso de la polémica antidarwiniana, y ha vuelto a surgir (aunque sólo sea de una forma demográfica y económica) el fantasma del Peligro Amarillo.Desde hace tiempo, nuestras familias albergan a nuevos siervos de color, como en Lo que el viento se llevó, y han reaparecido las grandes migraciones de los pueblos bárbaros, como en los primeros siglos después de Cristo.
Y regresa triunfante el antisemitismo con sus protocolos. Y tenemos los fascistas (por mucho que algunos se llamen posfascistas, siguen siendo los mismos) en el Gobierno. Se ha reabierto el contencioso poscavouriano entre Iglesia y Estado y, para dejar constancia de esos retornos que casi parecen devoluciones de correo, está volviendo, de diversas formas, la Democracia Cristiana.Además, parece que nos estamos acercando a la época de antes de la Resistencia. Y con la Liga del Norte nos estamos aproximando a una Italia pre Garibaldi. Parece como si la Historia, inquieta por los saltos de los dos milenios precedentes, se esté enrocando sobre sí misma y volviendo a los fastos confortables de la Tradición.
Se me podría objetar que también hubo algo nuevo, al menos en Italia: la instauración de una forma de populismo de tipo tercermundista, perpetrada por una empresa privada dedicada a servir a su propio interés privado. Se trata de un fenómeno ciertamente nuevo, al menos en el escenario europeo.
Si no fuese porque, para confirmar la tendencia retrógrada de los acontecimientos, ha aparecido la figura del monarca del Bajo Imperio, que se tapa la cabeza con ínfulas, se embellece el rostro y se unge la cabellera, cantando con su lira sobre la Roma que arde.
Traducción de José Manuel Vidal. Publicado en El Mundo el 30-12-2005
Ignacio Escolar | Enero 7, 2006 12:48 PM
No hay pasos atrás ni adelante. El tiempo es circular. Todo cambia y todo permanece. Cambia el collar, pero los perros son siempre los mismos.
Inquietante proclama heraclito-nietzscheana acerca de la circularidad del tiempo.
Me he quedado frio, voy por una manta.
¿heraclito-nietzscheana? Esto es mucho más antiguo. La mayor parte de los pueblos antiguos tenían una concepción circular del tiempo. Lo del progreso y el tiempo lineal es cosa moderna.
Yo hablaría más de una espiral que de un círculo o, como dirían Hegel y Marx, "La historia se repite, primero como tragedia y luego como parodia".
"populismo de tipo tercermundista" ja! como si en el primer mundo no se tragaran ningun cuento...
De la segunda mitad histórico-política se podría hablar largo y tendido, pero de la tecnofóbica primera tengo que decir que mi admirado Eco mea fuera del tiesto: ni la televisión se cargó al libro, ni el fonógrafo (no digo el iPod) a las orquestas, y el modem es la herramienta de silex de finales del siglo XX. Ninguna ola tecnológica acabó con la anterior; la pregunta es si los movimientos políticos del s.XXI se cargarán a algunos reductos del XX o los reavivarán.
"ni la televisión se cargó al libro, ni el fonógrafo (no digo el iPod) a las orquestas, y (...)"
Ya, ya. Esto hay que entenderlo dentro de su contexto. Todo el artículo no es más que el intento literario de forzar el argumento para asentar una hipótesis, dejar luego asomar una posible excepción y resolver finalmente la excepción incluyéndola como el más sólido de todos los argumentos expuestos:
QUE BERLUSCONI ES UN ENDIOSADO TIRANO TARDORROMANO.
Único propósito de todo el artículo; todo lo demás es un mero ejercicio literario.
heraclito-nietzscheana? Esto es mucho más antiguo. La mayor parte de los pueblos antiguos tenían una concepción circular del tiempo. Lo del progreso y el tiempo lineal es cosa moderna.
Publicado por: Anonymouse a las Enero 7, 2006 06:39 PM
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Pues me podria usted ilustrar, si no le es molestia. Para mi el Sr. Heraclito era de los antiguos, pero espero sus datos para aumentar mi escaso conocimiento filosofico.
Agradecido.
Por cierto, veo que pablojota ha sido de los pocos capaces de comprender el texto. Mi mas sincera enhorabuena.
"Pues me podria usted ilustrar, si no le es molestia. Para mi el Sr. Heraclito era de los antiguos, pero espero sus datos para aumentar mi escaso conocimiento filosofico.
Agradecido."
Vale, el término "Antiguo" es ambiguo. Los tipos de los que hablo están mas en los libros de antropología que en los de filosofía.
Heráclito es del sigo 6 A.C. Ayer, como quien dice.
Para pablojota y sus amigos:
Mira que sois prosaicos y simplistas.
"Y con la Liga del Norte nos estamos aproximando a una Italia pre Garibaldi."
Sin embargo esto aquí, en España, "aproximaciones" de este tipo son puro progresismo y vanguardia. Los "garibaldianos" (mutatis mutandis), ya se sabe: españolistas, fachas. Todos. Sin excepción.
No entiendo como puede ser simplista la lectura de Pablojota, que es, precisamente, aguda y atinada. De lo único que podría acusársele, a lo sumo, es de haber reventado el chiste por explicarlo.