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Marta Peirano
Hace más de diez años, mi amigo Jose Luis Pumarega comenzó una serie de cuentos con un personaje central: el Increíble Poeta Intergaláctico. En honor a la verdad, el Increíble Poeta Intergaláctico no era poeta sino traficante: viajaba de planeta en planeta vendiendo poemas de distintos autores, que estaban prohibidos en todas las galaxias por sus efectos intoxicantes sobre la población. En el mercado negro intergaláctico existía una jerarquía de autores, una escala de pureza. Un poema de Ruben Darío te hacía flotar durante varias horas; una elegía de Rilke colocaba mucho más. A los gobernantes de dichas galaxias no les interesaba que sus ciudadanos se colocaran porque se volvían difíciles. Los que no quedaban tan ensimismados que ya no soportaban su trabajo diario se volvían violentos y contestatarios y todos, sin excepción, quedaban enganchados de por vida. Con su pequeña obra cómica de ciencia ficción y sin preverlo siquiera, mi amigo le dio la razón a los lobbys del copyright: la poesía ofrece un beneficio inmenso a aquellos que la consumen. Les ayuda a pensar.
Ignacio Escolar | Noviembre 2, 2006 08:43 AM
Pensar no está de moda queridos todos. Lo está aborregarse, aturdirse en la nada.
Vaya, hoy nos hemos puesto todos de acuerdo sobre qué artículo enlazar :-)
ainsss Marta....poesia eres tú!
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Qué pocos comentarios para una entrada tan interesante.
La entrada es tan buena que no hay mucho que añadir.