abr 25 2009

El pelota

Tag: La semana,PPIgnacio Escolar @ 23:18

Tragicomedia en dos llamadas

Álvaro ‘el bigotes’: Presidente.
Francisco Camps: Feliz Navidad, amiguito del alma.
Álvaro: Oye… que te sigo queriendo mucho.
Camps: Y yo también.

Cuentan en Valencia que la primera persona que advirtió a Eduardo Zaplana de que su delfín se la jugaría, que le traicionaría en cuanto alcanzase la presidencia de la Comunidad Valenciana, fue su mujer, Rosa Barceló. “Alguien tan pelota no es de fiar, no puede ser leal”, dicen que le dijo Rosa a su marido a la vuelta de unos días en familia, durante las fiestas de Cartagena, en los años en los que Zaplana aún presidía Valencia pero sólo pensaba en Madrid. Durante aquel viaje, Camps no paró de piropear a Zaplana, a su señora y a Cartagena –qué hermosa eres– hasta llegar a ese punto de incómoda genuflexión permanente que sólo agrada al señor presidente, al insigne peloteado, pero que produce repulsión al que contempla la escena sin ser el blanco principal de tanto elogio, el único ciego. El halago debilita, pues pocas personas son sus mejores críticos; por exagerados que sean los elogios, en el elogiado siempre suenan como más que merecidos.

Camps: Ya, ya lo sé, pero sobre todo para decirte que te quiero un huevo.
Álvaro: Bueno, qué… contarás durante muchos años con mi lealtad, ¿vale?
Camps: Perdona, ¿durante muchos años? No, hijo de puta, durante toda tu vida. Ja, ja…

capms-bigote.jpg “Para llegar lejos en política, lo importante es cuidar al elector; al que te elige para que vayas en la lista o en el Gobierno”, suele bromear entre obscenas carcajadas un vicepresidente autonómico del PP que aspira a heredar. Su chiste muestra bien lo poco que respetan determinados políticos la soberanía popular, hasta qué punto algunos ponen por delante del servicio público su propia supervivencia, entendida como mantener el coche oficial, que sin el chofer muero. Pero la broma es certera en su realismo sucio. A Paco Camps le ha funcionado muy bien lo de cuidar al elector. Le valió con Eduardo Zaplana, que sólo años después, cuando su dócil protegido se rebeló contra él y fumigó implacable a los suyos, descubrió hasta qué punto el instinto de su ex mujer era acertado. Pero también le ha servido con Mariano Rajoy, un elector que es hoy su mayor soporte, pues le debe las muchas atenciones que le sostuvieron en su sillón cuando media derecha conspiraba contra él, tras la derrota en las generales.

Dice Mariano Rajoy que un presidente no se vende por tres trajes, como si la tarifa afectase al delito o fuese una prueba de inocencia. El presidente del PP paga sus deudas, y se equivoca. Rajoy sabe, o alguien debería decírselo, que el gesto que hizo Camps hace un año para protegerlo de las hienas no fue fruto de una lealtad sincera sino de un cálculo interesado: al barón de la buena percha, que ni es diputado ni está en Madrid, no le interesaba que el sillón de Génova se quedase vacío tan pronto, pues habría supuesto entregárselo a otro. ¿Se merece ahora Camps que Rajoy le proteja y una así su destino al de alguien que se despeña, traje abajo? El presidente del PP cree que sí, aunque puede que más tarde descubra lo mismo que ya sabe Zaplana: que si Camps sobrevive a los costurones y no corre la suerte de su amiguito del alma, antes o después le traicionará. Está en su naturaleza.

Álvaro: Por eso, tío, es que espero que sean muchos.
Camps: Ya, pero bueno, no tienes que decir durante muchos, porque eso tiene un límite, una caducidad, durante toda tu vida…
Álvaro: No, llevas razón, siempre me tienes que… ¿ves? Es la ventaja de estar todos los días delante de un micro.
Camps: Exacto.
Álvaro: Tu caudal de palabras, tu facilidad de palabras… Te quiero mucho a ti y a tu familia. ¿Vale?

De igual forma que aquellos que son maltratados durante la infancia tienen más posibilidades para convertirse después en maltratadores, en el peloteo también se pasa con facilidad de víctima a verdugo, y viceversa. El pelota se convierte así en la presa más fácil para otro pelota más arrastrado que él, y también exige a su vez más atenciones y elogios de sus palmeros. Lo lógico sería pensar lo contrario: que nadie mejor que un pelota, alguien que se aprovechó de la debilidad que provoca el halago para matar a su peloteado, para detectar el mismo veneno en su copa. Pero la realidad demuestra que el más servil con el fuerte es también el más cruel con el débil, que no hay peor amo que un esclavo con látigo. El pelota, en su esencia sadomasoquista –a ratos dominante, a ratos sumiso–, es también aquel que sólo entiende las relaciones sociales en un eje vertical, el del poder. Por eso suele ser tan generoso en sus superlativos elogios para su jefe como sensible a los halagos y prebendas que recibe de los que considera sus inferiores. Él cree saber mejor que nadie que el mundo funciona así.

Álvaro: ¿Has leído mi tarjetón?
Camps: Muchísimas gracias, ¿eh?
Álvaro: Bueno, escucha, tu… ¿Has leído mi tarjetón?
Camps: Sí, sí, sí…
Álvaro: Bueno, pues fíjate, fíjate si te debo…
Camps: No, no, nada.
Álvaro: Sí, sí, sí.
Camps: Bueno, yo quiero que nos veamos con tranquilidad para hablar de lo nuestro… que es muy
bonito.

Francisco Camps, milano bonito, agradeció el tarjetón y lo que lo acompañaba el 7 de enero de 2009, al día siguiente de Reyes. ¿Qué le regaló Álvaro, el bigotes? ¿Oro, incienso, mirra? Si los Reyes Magos son los padres, ¿es acaso el bigotes el padre de Camps? Si el halago es un regalo para los oídos, el obsequio es también un halago material, su forma en átomos. Es parte del ciclo natural del pelota: quien con halagos mata, con regalos muere.

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Ilustración de Pepe Medina


abr 19 2009

Cuando el PP rescató a Jiménez Losantos

Tag: La semanaIgnacio Escolar @ 19:26

Federico, “¿qué dicen sus hijos cuando le escuchan?”, le preguntaron a Jiménez Losantos en una entrevista, hace tres años, en El Mundo. Su respuesta es de las frases que mejor define al personaje: “Cuando alguno lo hace me dice: ‘¿Y no puedes decir eso de otra manera?’. Yo le respondo: ‘Ya, e ibas a estudiar tú en una universidad americana si lo digo de otra manera”.

Calumnia tras calumnia, condena tras condena, Jiménez Losantos ha conseguido que su hijo David Jiménez Torres, el ingenuo que le pedía otras maneras, no sólo haya podido estudiar en Estados Unidos: ahora también completa su formación universitaria en la exclusiva Cambridge, Inglaterra. Entre examen y examen, Jiménez Torres escribe también una columna semanal para el diario online de su progenitor, Libertad Digital. Su última entrega está dedicada a la crisis: “ A mis amigos del insti (sic) no les contratan en ninguna parte, a mi padre le han despedido después de quince años en la misma empresa, mi hermana y su novio se habían comprado un piso pero no pueden pagar la hipoteca”.

Además de universitario internacional, el hijo de Federico es también escritor, así que habrá que tomarse lo del despido de su padre como una licencia poética. Sí, Losantos lleva en la COPE sus buenos años, pero el liberal defensor del despido libre no ha sufrido ningún ERE ni le han exigido una reducción del sueldo ni es probable que sufra los problemas de los amigos del insti de su hijo para encontrar quien le contrate. Los obispos sólo le han ofrecido un cambio de horario, de la mañana a la noche. Ante tal provocación, Losantos ha decidido atrincherarse en la emisora, y utilizar los micrófonos de la propia COPE para cargar contra sus patrones, pues ya toca romper la baraja y pasarse, hecho una víctima de la libertad de expresión, a esa nueva cadena de radio que prepara con Pedro J. Ramírez. Su probable tocata y fuga no tiene nada que ver con ningún giro ideológico o sentimental de la COPE. El estilo de la casa, que marcó en su momento el difunto Antonio Herrero, seguirá siendo el mismo con Ignacio Villa a los micrófonos: la crispación ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.

A los obispos no les ofenderían las cinco condenas por injurias que ya suma el radiopredicador de no ser porque Losantos le ha birlado a la COPE una licencia FM en Madrid para Unidad Liberal Radio: una alianza nueva y eterna entre El Mundo y Libertad Digital, santificada por Esperanza Aguirre, que es quien regala la licencia a una empresa que aún no emite ni música ambiental.
Con todo, los obispos tienen un consuelo. Los doctores que tiene la Iglesia no son los primeros en aprender, por las malas, los perjudiciales efectos secundarios que conlleva la cría de cuervos. El PP, que preside Mariano Rajoy, también ha probado esa misma medicina.

El episodio que ahora tanto lamentan en la calle Génova sucedió en otoño de 2004. Libertad Digital S.A., la empresa capitaneada por Losantos, hacía aguas. Después de casi cuatro años en la Red, este diario online se encontraba en una situación crítica. La derrota del PP en las elecciones de 2004 había mermado tanto sus ingresos como sus expectativas, y el panorama que aparecía por delante no aparentaba ser mucho mejor.

El 9 de septiembre de 2004, a la desesperada, la junta de accionistas de la compañía decidió lanzar una ampliación de capital para intentar conseguir 5,34 millones de euros con los que superar el bache. La empresa pretendía captar ese dinero a través de lectores rumbosos, la oferta se presentaba más como una donación a la causa que como una inversión con visos de convertirse en negocio. “La ampliación de capital (…) comporta riesgos, pues a la excepcionalidad del medio hay que sumar la posibilidad de pérdidas de ingresos futuros que podría provocar nuestra defensa de un ideario liberal-conservador”, aseguraba Libertad Digital en la comunicación que presentó ante la CNMV: “No podemos dar garantías económicas de rentabilidad futura del proyecto”.

Las acciones en venta valían para bien poco, pues la empresa no cotizaba ni cotiza en bolsa, por lo que eran después difíciles de vender. Tampoco aportaban control sobre el proyecto, que sigue en manos de sus fundadores. Con todo, Jiménez Losantos confiaba en que su indiscutible tirón popular serviría para recaudar el dinero necesario entre sus fieles seguidores. No fue así.

Losantos decidió entonces pasar al plan B. Durante el fin de semana del 23 al 24 de octubre de 2004, se reunió con dos de sus principales aliados en la derecha: Ángel Acebes, entonces secretario general del PP, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. Según explican fuentes del PP, Losantos quería que el partido utilizase su influencia entre empresarios afines para ayudarle a colocar lo mucho que quedaba por cubrir de la ampliación de capital. El plazo era muy corto, apenas una semana. Ambos políticos le dieron su apoyo, pero Aguirre argumentó que sería más eficaz si la petición de respaldo salía del PP en Génova, y no del Gobierno de Madrid. Ángel Acebes se ocupó así de la tarea, que gestionó junto con varias personas más del aparato del partido. Gracias a la ayuda del PP, Losantos y su socio Alberto Recarte, presidente de Libertad Digital y también consejero de Caja Madrid, lograron cerrar por los pelos la ronda de generosos inversores. Libertad Digital, un medio que dice ser defensor del pensamiento liberal, que reclama la no intervención de los gobiernos y los partidos en la empresa privada, se salvaba así gracias al PP. El liberalismo bien entendido empieza por uno mismo.

Pero la historia no acaba ahí, el final es aún peor. En Génova aseguran que Mariano Rajoy no se enteró de la operación ‘salvad al soldado Losantos’ hasta hace apenas unos meses, que Acebes se lo ocultó. Para que encima Federico le llame siempre maricomplejines.


abr 11 2009

La mujer que mandó apagar el puro al rey

Tag: La semanaIgnacio Escolar @ 20:51

004_12-copia.jpg En los aviones no se fuma. Ni siquiera en el Airbus que usa la Casa Real: un A-310 forrado de madera y cuero, lujoso como un coche Aston Martin, pero que cuenta con un sistema antimisiles y telecomunicaciones codificadas, como el Aston Martin de James Bond. Antes de entrar al servicio de su real majestad, el AirBorbón pasó un exigente remozado en la fábrica de Airbus en Toulouse: estilo art decó, madera de olmo y cuero en colores crema y gris. No olvidaron los ceniceros, aunque ya se usan poco. En el avión real ya no fuma ni el rey. Al menos no lo hace si está delante la ministra Elena Salgado.

Fue hace casi tres años, durante un viaje en el A-310 con varios miembros del Gobierno de Zapatero. El rey pidió permiso para encenderse un puro y la entonces ministra de Sanidad, Elena Salgado, le recordó al monarca que la ley contra el tabaquismo ni hace excepciones ni permite fumar en los aviones. El rey protestó: “¡Pero si es mi avión!”. Pero Salgado insistió, tan firme como educada en la defensa de la ley. El rey tuvo que envainarse el puro y esperar hasta después del aterrizaje, como un españolito más.

La nueva mujer fuerte del Gobierno está acostumbrada a pelear por la ley y por sus derechos en un mundo de hombres con puro. Durante años, cuando estudiaba Ingeniería Industrial, fue la única mujer en el aula. Uno de sus profesores de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales tenía la machista costumbre de girarse desde la pizarra, nada más terminar alguna compleja ecuación, para dirigirse siempre a la única chica de la clase: “¿Lo ha entendido usted, señorita Salgado”. La señorita Salgado lo entendía más que de sobra, y después de acabar con nota su ingeniería se licenció en Económicas. Ahora llega a la cátedra más importante del país: la vicepresidencia económica del Gobierno.

No es verdad que Salgado fuese una propuesta de Solbes, afirma una persona del equipo saliente de Economía: “Zapatero le comunicó su nombre y a él no le pareció mal, pero no era su candidata”. Solbes fue de los primeros en saber del martes de pasión. El presidente le dio la fecha de su salida hace ya tres semanas, aunque el desenlace se veía venir desde hace meses. La lógica política dictaba esperar hasta que la crisis económica tocase fondo, y ésa era la estrategia prevista. Pero la enorme distancia creada entre Zapatero y Solbes ha acelerado el cambio.

Los reproches mutuos aparecen a poco que se rasque. “Solbes estaba pasota, apático. Como no le dejaban hacer todo lo que él quería, iba a su aire tanto en público como en privado”, afirma una fuente cercana al presidente. “No ha tenido autonomía, las injerencias desde la Moncloa han sido constantes”, responden desde el equipo del ex vicepresidente: “Después de haber resuelto las primeras urgencias, la obsesión de Solbes era el medio plazo: que no se disparase la deuda, que la economía española no quedase hipotecada para el futuro”. “Es verdad que él se opuso a algunas medidas –admite la misma fuente–, pero fue porque las consideraba inadecuadas, y también propuso una serie de reformas de las que el presidente no ha querido oír hablar porque son impopulares: la del mercado laboral, la de las pensiones o la del sector energético”.

En el entorno de la Moncloa también preocupaba algo a lo que Zapatero da mucha importancia: los gestos; esa imagen de agotamiento y hartazgo que transmitía Pedro Solbes en muchas de sus intervenciones públicas. La más sonada fue aquella vez, el 23 de febrero, cuando dijo envidiar la condición de ex ministro del recién cesado Mariano Fernández Bermejo. Aquel sarcasmo escondía otro matiz más íntimo: horas más tarde, el mismo 23 de febrero, murió la madre de Solbes, que agonizaba desde hacía días. A la mañana siguiente estaba prevista una rueda de prensa que el vicepresidente canceló para asistir al velatorio. Su equipo no explico el motivo: Solbes les había prohibido revelar el fallecimiento de su madre.

Pero la imagen poco entusiasta y resignada del vicepresidente durante los últimos meses no ha sido el origen de la crisis de Gobierno sino uno de sus síntomas. El mayor reproche es otro: su excesiva ortodoxia económica y la falta de rapidez en la pequeña gestión. “Las iniciativas contra la crisis tardaban demasiado en aplicarse”, asegura una persona del equipo de la Moncloa.
Zapatero tiene sobre su mesa, desde hace dos semanas, una carta del presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, quejándose de que Solbes no permitía a Fomento acogerse a un ventajoso crédito a 20 años que concede el Banco Europeo de Inversiones para nuevas infraestructuras. Ni el ex vicepresidente ni sus colaboradores veían con buenos ojos aumentar excesivamente la obra pública contra la crisis. “Ese dinero se gasta y no vuelve, tiene poca incidencia en el empleo y gran parte de él acaba en empresas de fuera de España”, defendía el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, cada vez que alguien le citaba a Keynes.

Tras Solbes, y con Pepe Blanco en Fomento, la receta será otra: más new deal y menos ortodoxia. “Zapatero quiere que la recuperación llegue lo antes posible y no se conforma con esperar sentado”, dicen desde su equipo. El presidente lo verbalizó el martes, al comunicar el cambio de Gobierno: “Imprimir un nuevo ritmo con energía renovada”.

Elena Salgado se ganó el maletín de Solbes gracias a la rápida aplicación del fondo de ayudas para los Ayuntamientos: 8.000 millones que se han invertido en polideportivos, piscinas, rotondas y en tapar baches. Su nuevo reto es veinte veces mayor: gestionar los 157.607 millones de euros que gastará el Estado este año de vacas flacas. Para ello es posible que venga bien un nuevo ritmo renovado. Pero también ayudarán otras habilidades, ya probadas en Elena Salgado: entenderlo todo a la primera y saber decir que no, aunque el que pida permiso sea el que más manda.

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Ilustración de Pepe Medina


abr 04 2009

Mojar pan en aceite

Tag: La semanaIgnacio Escolar @ 22:30

La pregunta del secretario del Tesoro de EEUU descolocó a Rodrigo Rato: “¿Y para qué quiere España entrar en el G8 si nunca propone nada?”. Así es la diplomacia estadounidense, entendida como el arte de decir lo conveniente en cada negociación, no lo que el otro quiere oír. En castellano, “ser diplomático” se interpreta como ser educado, respetuoso, no ofender ni molestar. La diplomacia yankee es diferente, y empieza por llamar a las cosas por su nombre. Rato habla un buen inglés. Si hubiese llegado a presidente del Gobierno, habría sido el primero de la historia de España con esa mínima medalla. Pero sus modos son de castellano viejo; la sombra del imperio perdido, la maldición del hidalgo.

Aquella reunión secreta se celebró en Washington, en el año 2001. De un lado de la mesa, el secretario del Tesoro estadounidense, Paul O’Neill. Con él, tres sherpas, esos asesores que acompañan a los líderes en su ascenso durante las cumbres internacionales. Del otro, Rodrigo Rato, en aquel momento vicepresidente económico del Gobierno, acompañado por otras tres personas de su equipo a las que convocó a la reunión en el último momento, al enterarse de que O’Neill no iría solo. Rato tenía un encargo de José María Aznar: negociar el apoyo estadounidense para que España pudiese sentarse en el G8. “¿Por qué tenéis tanto interés en estar ahí?”, decía O’Neill. “Si España nunca plantea nada en ninguna cumbre y se limita a sumarse a lo que dice un país o el otro”.

La reunión empezó mal y tampoco acabó bien. Los resultados nunca llegaron. A pesar de la foto de las Azores y de los pies de Aznar sobre la mesa del rancho texano de George W. Bush, España no logró entrar en el club. EEUU al final dio su apoyo, aunque no sirvió de nada. Aznar peloteó al sheriff, pero olvidó que en el G8 hay siete socios más. De propina, perdió el tren para ser miembro del G20: Aznar no peleó por formar parte de este grupo porque temía que el premio de consolación le cerrase el paso hacia el G8. El bigote que siempre estará al lado de Bush se la jugó a todo o nada. El resultado fue nada de nada para España. Hasta que llegó Zapatero.

El propio Mariano Rajoy, el lunes en Tengo una pregunta para usted, reconoció entre los méritos del presidente del Gobierno el haber logrado que España se sentase en las últimas cumbres del G20. Aquella apuesta de Zapatero fue tan valiente como arriesgada. Puso sobre el tapete gran parte de su capital político en una jugada generosa: si ganaba lo hacía España y si perdía sólo él pagaba con su prestigio.

El salto salió bien, a pesar del pánico de muchos de sus colaboradores, que temían que se tratase de uno de sus habituales ataques de optimismo antropológico; esa inquietante imagen que da a veces Zapatero de ser como un niño que cree que un deseo se hará realidad si cierra los ojos, aprieta los puños y lo pide en voz alta con todas sus fuerzas. Y el presidente acierta cuando dice que querer es poder (el otro extremo es peor aún, algo muy español: no atreverse a nada por miedo al ridículo). Pero, como cantan los Stones, no siempre puedes conseguir lo que deseas.

Esta vez el deseo se cumplió y España ha estado ahí, en la cumbre. Pero la vieja pregunta de Paul O’Neill a Rodrigo Rato aún permanece en el aire. ¿Y para qué quería España sentarse en el G20 si no ha propuesto nada y sólo se ha sumado a la postura de otros? ¿Qué ha aportado al texto final?

Zapatero, en la rueda de prensa del jueves en Londres, dejó ver su orgullo porque España se cuente entre los vencedores en uno de los debates más espinosos de la cumbre, el de los paraísos fiscales. Y también presumió de que él siempre había estado a favor de terminar con el secreto bancario. Sin embargo, en el documento oficial de propuestas que España presentó para la cumbre de Londres no figuraba ni una línea sobre estas cuevas piratas, no vaya a ser que molestase a alguien. Y el verdadero mérito de que los paraísos fiscales estén hoy más acosados que nunca corresponde al que de verdad lanzó el órdago: el presidente francés, Nikolas Sarkozy. España tuvo un papel en este tema, es cierto, pero fue el de un buen secundario, ocupado en intermediar para que el francés que tiraba de la cuerda no la rompiese.

Hay una anécdota del periodista José Antonio Martínez Soler que ilustra muy bien en qué consiste la mejor tradición de las relaciones internacionales de los distintos gobiernos de España. Fue en 1995, durante la visita del presidente estadounidense Bill Clinton a España, en un importante encuentro a solas con Felipe González en la Moncloa. Mientras esperaba para la rueda de prensa posterior, a Martínez Soler le entraron ganas de orinar, así que se puso a buscar un baño. Por error, acabó abriendo la puerta de la sala donde estaban sentados Clinton y Felipe, junto con los dos embajadores y un par de asesores más. “Me los encontré frente a unos platos de aceite, en una degustación. Felipe le estaba enseñando a Clinton cómo mojar pan en aceite”, recuerda Martínez Soler, que dio una vuelta a la sala rodeando la mesa con cara circunspecta, saludó a un Felipe que le miraba anonadado y salió después por la misma puerta, abandonando la trascendental cumbre bilateral.

Clinton, Bush, Obama: las últimas décadas de política exterior española se pueden resumir según la relación frente a Estados Unidos, una variable que fija todas las demás posturas. Después de que Felipe mojase pan en aceite con Clinton, Aznar pasó a poner los pies encima de la mesa con Bush, y ahora, cuando Obama dice ven a Afganistán, Zapatero lo deja todo. Y está bien que los presidentes presuman de aceite, se pongan cómodos en el rancho del rey del mundo y se sienten con los que mandan. Pero si España quiere pintar algo en la política internacional del nuevo orden mundial, también hace falta una voz propia, independiente de lo que diga EEUU o de que gobiernen republicanos o demócratas. Aunque para eso no basta con decir “sí” o “no” a lo que inventen ellos.


mar 29 2009

Afganistán: de entrada, no

José Bono, 20 de enero de 2005: “La reorganización en Afganistán no supondrá un aumento de las tropas”. José Antonio Alonso, 28 de noviembre de 2007: “No habrá más tropas”. José Luis Rodríguez Zapatero, 30 de enero de 2007: “El Gobierno no va a aumentar la presencia militar en Afganistán”. Carme Chacón, 12 de octubre de 2008: “El aumento de tropas no está en el horizonte”. Miguel Ángel Moratinos, 10 de noviembre de 2008: “El debate no debe ser enviar más tropas, sino cómo llevar a cabo una estrategia que ponga fin a la inestabilidad”. Carme Chacón, 13 de noviembre de 2008: “Esa cuestión no está ahora mismo sobre mi mesa”. José Luis Rodríguez Zapatero, 26 de diciembre de 2008: “De entrada, no”.

No está claro si esta última declaración del presidente del Gobierno fue una casualidad, un despiste, un sarcasmo o un pronóstico. El lema es socialista, pero de hace muchos años. Lo acuñó aquel PSOE de principios de los ochenta que se oponía al ingreso de España en la Alianza Atlántica. “OTAN, de entrada no”, decía Felipe, decía Guerra, decía el mismo Javier Solana que, con los años, acabó siendo secretario general de la alianza durante el bombardeo de Yugoslavia. El camino desde aquel “de entrada, no” al referéndum de la OTAN fue el mayor símbolo de la transformación del felipismo desde las chaquetas de pana a los despachos con moqueta.

En el caso de Zapatero, la distancia recorrida es otra, más práctica que ideológica: la que va desde el anuncio de la salida de Irak al más que seguro aumento de tropas en Afganistán, el abismo que separa la presidencia de Bush y la de Obama. En el Gobierno hace semanas que trabajan en cómo dar ese paso, que temen que pueda ser delicado después del último tropiezo de la política exterior española: el de Kosovo.

“Ha sido un error monumental, porque cuando anunciemos que vamos a aumentar tropas en Afganistán dirán que es para contentar a Obama”, asegura un asesor de La Moncloa. La gestión política sobre el asunto kosovar ha sido mala desde el principio, desde que el Gobierno –asustado, en pleno periodo electoral– se negó a reconocer hace un año la independencia de Kosovo por si España se rompía en los Balcanes. El PSOE, con este mal paso, no sólo hacía suyas las tesis de la derecha y los nacionalistas, a pesar de que cualquier parecido entre Kosovo y Catalunya o Euskadi es, por fortuna para catalanes y vascos, pura coincidencia. También convertía un problema de política exterior en un asunto interno. Deslizándose por esa misma pendiente, normal que el problema interno haya acabado transformándose después en un conflicto diplomático para España.

La gestión posterior de aquel error inicial jamás rectificado ha sido aún más desastrosa, y ni uno sólo de los protagonistas ha quedado bien parado. Para Moratinos, es la prueba de que o bien no cuenta porque no se le informó, o bien no cuenta porque no pudo imponer algo de cordura en un anuncio que no se pudo hacer peor. No está claro si el ministro de Exteriores sabía lo que pensaba decir Carme Chacón antes de verla en los telediarios, pero lo que parece claro es que los embajadores no estaban informados, y algo va muy mal cuando los que tienen que dar las explicaciones diplomáticas se enteran de las noticias por la prensa.

Para Carme Chacón el trago también es amargo no sólo por ser ella la protagonista en pantalla del anuncio. Lo peor es que su primera gran metedura de pata llega cuando los rumores de una inminente crisis de Gobierno parecen cada vez más veraces (hoy mismo podría haber un anuncio oficial muy relevante, aunque Zapatero niega que se trate de un cambio de Gobierno) y no es su gestión de la retirada de Kosovo la mejor carta de presentación para justificar su ascenso a una vicepresidencia tantas veces apuntada en las quinielas.

Pero el peor parado es Zapatero, que se ha visto obligado a viajar contra pronóstico a Chile para poder así zanjar el tema con el vicepresidente estadounidense, Joseph Biden. Ayer, tras la reunión, la Casa Blanca le dio dos noticias a Zapatero, una buena y una mala. La buena, que Obama se reunirá con él el día 5 en Praga, durante la cumbre de EEUU con la UE. La mala, que finalmente Obama no acudirá al Foro de la Alianza de Civilizaciones en Turquía, donde el presidente español ejerce de anfitrión.
Aunque la cita más importante será antes de Estambul y de Praga, esta semana en Londres: la cumbre del G20. La Europa continental y el bloque anglosajón –EEUU más Reino Unido– llegan al encuentro con dos posturas distintas y ambas partes tendrán que ceder. Mientras Obama reclama más dinero público contra la crisis, la zona euro pide que aumenten las regulaciones y los sistemas de vigilancia internacional contra los excesos que han provocado estas facturas.

Las ONG y los movimientos sociales, junto con los países en desarrollo, están presionando a los gobiernos para que de Londres también salgan dos medidas más: el veto a los paraísos fiscales y que el FMI no supedite sus créditos al cumplimiento estricto de esa sacrosanta ortodoxia económica ahora quebrada. Ambas peticiones son justas y sensatas. Sería hipócrita por parte del primer mundo seguir recetando ayuno a los hambrientos –que reduzcan su gasto público, su educación o su sanidad, si quieren ayudas– cuando son hoy las potencias mundiales las primeras en saltarse la dieta neoliberal.

La regulación de los paraísos fiscales también se puede. “Es posible que Obama, que necesita una respuesta económica contundente ante el escándalo de las primas de AIG, consiga que de Londres salga alguna medida al respecto”, asegura uno de los asesores económicos del Gobierno.

Las próximas semanas serán críticas. Está en juego el modelo socioeconómico que dibujará el futuro del planeta: un mundo que será mejor si los países pobres reciben más ayudas y menos tropas.


mar 21 2009

El precio del ninot indultat

Pasó la noche del fuego, la nit de la cremá, y en las cenizas de las Fallas Mariano Rajoy enterró el pasado. El líder del PP hizo la mili en Valencia. Dos veces. A los veinte años, cuando por primera vez sintió en su pecho el tamborileo trepidante de los petardos de una mascletá. Y la segunda el año pasado, cuando del congreso del PP en Valencia salió como el Cid, vencedor después de muerto.

Las Fallas, como casi todas las fiestas, nacieron como una celebración pagana, la del gremio de los carpinteros, que una vez al año limpiaban a fondo sus talleres y quemaban los despojos en grandes hogueras. A uno de ellos, un visionario, se le ocurrió vestir con ropa a una de las piezas y colgarle un cartel irónico. Y así, de la sátira, del deseo de la hoguera, nació la tradición. Más tarde, algún obispo, algún Borja, cuadró el santoral y pasó la noche de las hogueras a la noche del 19, al día de San José, patrón de los carpinteros.

El ninot indultat es un invento moderno: de 1934. Desde esa fecha, cada año hay un muñeco que se salva de la quema, que sobrevive a la nit de la cremá para pasar a la historia. Es uno, sólo uno, y se libra del fuego por votación popular. El ganador oficial de este año se llama “queridas mascotas” y es una niña vestida de fallera que juega con un perro, su mascota. El ganador extraoficial va vestido de Milano, con ceñidor italiano, y es un presidente autonómico imputado por aceptar sobornos. No ha sido la votación popular sino su mascota, Mariano Rajoy, quien le ha salvado de la quema, aunque su indulto dista mucho de durar para toda la historia.

De todos los argumentos que ha usado la derecha política y mediática para defender a Francisco Camps desde que Garzón enseñó algunas de sus cartas, desde que el famoso sastre explicó su historia, el más tramposo es el del precio. Un presidente autonómico no se vendería por algo tan barato, por sólo 12.783 euros en trajes y chalecos de fantasía, repiten sus defensores. Camps no es tan tonto como para dejarse comprar por tres trapos cuando además los trajes le podrían salir gratis igual como gastos de protocolo, dicen ahora los mismos que en su día criminalizaron a Pilar Miró. ¿A quién vas a creer? ¿A un sastre que ni siquiera es sastre o a todo un presidente autonómico, con su camisita y su canesú?, repiten desesperados.

Busquemos guía y luz en el marxismo, en los hermanos Marx. Preguntaba Groucho en uno de sus diálogos más celebrados: “Señorita, ¿se acostaría usted conmigo por un millón de dólares?. “Por supuesto”, respondía ella. “¿Y por un dolar”, repreguntaba Groucho. “Qué se cree usted que soy”, contestaba la dama, ofendida. “Eso ya ha quedado claro con la primera pregunta, ahora estamos negociando el precio”.

“Putos no faltan, lo que faltan son financistas”, decía Ricardo Darín en la genial Nueve Reinas. “No hay santos, lo que hay son tarifas diferentes”, recalcaba en la misma escena Darín haciendo una versión argentina de un dicho universal: todo el mundo tiene un precio. ¿Lo tiene Camps?

De demostrarse las gravísimas acusaciones que se le imputan, que su precio fuese popular, a la medida de todos los corruptos –tarifa Dacia Logan, no Jaguar V8– sería un agravante, no un eximente político: todo el mundo tiene un precio y el de Camps es de sólo 12.783 euros. Todo el mundo tiene un precio y el del presidente de la Generalitat valenciana sería tan barato que a saber qué no haría si la propuesta indecente fuese mayor. Todo el mundo tiene un precio y los había en Valencia que pasaban factura al Ministerio de Trabajo hasta de los chicles Trident. De las facturas de los trajes de Camps, sin embargo, nada se sabe.

El president de la Generalitat, que lleva semanas esquivando las preguntas de los periodistas, no sólo no aclara nada, no explica si pagó o no pagó esos trajes, sino que obliga con ello a la pobre Soraya Sáenz de Santamaría a elucubrar magistrales teorías económicas sobre la vida y la moneda. “Hay cosas que se pagan en metálico, cosas que se pagan con tarjeta, con transferencia… ¡es la vida misma!”, dice la mala Soraya, que no concreta a cuál de los tres subconjuntos de la vida misma pertenecen los 12.783 euros de Camps. Como dice otro presidente autonómico, Miguel Ángel Revilla, “si se probase que esos trajes se los han regalado sería terrible: quién coge poco, coge mucho”.

Mientras la Justicia aclara si Camps tiene una tarifa alta, baja o inexistente, el precio político que ha pagado Rajoy con su indulto resulta evidente. Por parecidas imputaciones, el PP ha suspendido de militancia o ha obligado a dimitir a la mayoría de los acusados por Garzón. A todos menos a dos: a Camps y a su número dos, el hermano de Kennedy, Ricardo Costa. Rajoy cubre así, con lealtad a la medida, las deudas de su segunda mili: el crucial apoyo de Camps cuando la lideresa amagó con asaltar el congreso de Valencia.

El indulto a Camps no le sale barato a Rajoy: no sólo liga su imagen política a la de un maniquí que puede acabar condenado por su buena percha, sino que también le ha obligado a ser igual de magnánimo con otros a los que no deseaba perdonar. De la misma nit de la cremá han salido indultados otros ninots de cara menos amable para el PP de Génova: los muñecos de la corte de Aguirre. Rajoy ha aprovechado el puente madrileño de San José –con festivalidad y alevosía– para dar carpetazo a la investigación interna sobre el espionaje en la villa y corte.

En Génova, más que por los anacletos, se muestran preocupados por las sombras de corrupción que manchan el gobierno de Aguirre: de la mansión de Granados al profesor de pádel de Ignacio González. En Madrid, donde la policía judicial no descansa, inquieta que la Operación Gürtel crezca aún más y el incendio suba a las plantas donde se pisa moqueta. Es lo malo del fuego: una vez encendida, la hoguera es muy difícil de frenar.


mar 14 2009

Rajoy siempre pestañea primero

Jueves, 12 de marzo. La Asamblea de Madrid celebra un pleno inusual. Poco después de empezar, todos los diputados regionales del PSOE y de IU se levantan de sus escaños y abandonan el hemiciclo. Es otro gesto de protesta ante el carpetazo a la comisión de investigación del espionaje en Madrid. Sólo quedan en las bancadas de la izquierda las portavoces de ambos grupos, mudas de rabia ante el nuevo atropello: Maru Menéndez e Inés Sabanés. Frente a ellas, entre risas, el grupo popular. ¿Todos? No. Hay una ausencia notable, no es un cualquiera. El escaño vacío pertenece nada menos que al que fuera vicepresidente segundo del Gobierno de Aguirre. Se trata de uno de los espiados, Alfredo Prada. El día antes, en la última sesión de la comisión de investigación, su sucesor al frente de la Consejería de Justicia, Francisco Granados, lo ha tachado de mentiroso. No es que secundase la protesta, aunque pocas veces Prada ha estado tan de acuerdo con la izquierda madrileña como en su valoración política sobre el apresurado cierre a la comisión. Pero el ex vicepresidente no estaba allí por otra razón: a esa misma hora, tenía una cita mucho más importante en Génova 13.

Prada llegó tres horas más tarde al pleno, pero llegó. Se sentó en su escaño a las siete de la tarde, después de una larga reunión con Mariano Rajoy a cuenta, precisamente, del carpetazo al caso de espionaje. Aguirre se había comprometido con Rajoy a abrir una comisión en la Asamblea de Madrid a cambio de que el PP nacional parase la investigación interna que había iniciado el partido. Pero esa comisión, en la que nadie había puesto tampoco muchas esperanzas, ha resultado ser aún peor de lo poco previsto: un paripé, una burla, una comedia tan mala que Esperanza Aguirre la aguantó sólo tres días en cartel, y al cuarto la clausuró. El PP de Madrid no sólo bloqueó la mayoría de las peticiones de documentación de la oposición, sino que también impidió que declarasen ante ella los principales afectados: los espiados. Ni Alfredo Prada ni el vicealcalde de Madrid, Manuel Cobo, ni la diputada regional del PP Carmen Rodríguez Flores han podido testificar. Ni siquiera Ignacio González, el único espiado que el PP de Madrid reconoce como tal, declaró en ella.

La conversación entre Alfredo Prada y Mariano Rajoy, a solas en el despacho del presidente del PP, fue larga. Tenían cosas de que hablar. Rajoy le transmitió su apoyo y respaldo ante lo ocurrido, ante la persecución que está sufriendo por parte de sus supuestos compañeros de partido en Madrid. Prada se ha reafirmado en público sobre la veracidad de los partes del espionaje que le atañen, tendrá que enfrentarse el miércoles 18 a una decisión difícil en el pleno de la Asamblea de Madrid: qué votar sobre las conclusiones de la comisión de investigación, un aparente trámite cuyo marcador final admite apuestas; podría haber sorpresas.

Prada el jueves tendrá tres opciones. Votar sí, lo que supondría admitir unas conclusiones que le calificarán implícitamente como mentiroso, pues el PP pretende negar que ese espionaje haya siquiera existido. Votar no, lo que implicaría saltarse la disciplina de voto y abrir una nueva batalla interna. O no acudir al pleno ese día con cualquier excusa. La misma difícil decisión atenaza también a Carmen Rodríguez Flores, la otra espiada que se sienta en la bancada popular en la Asamblea. Rodríguez Flores protagonizó el 12 de febrero una tensa reunión interna del grupo popular en la Asamblea, en la que exigió a Aguirre que le ayudase a descubrir quién le había espiado. Ahora se siente decepcionada y, según parlamentarios cercanos a ella, parece estar dispuesta a votar no. Pronto se verá.

Lo que todos en el PP dan por seguro, tanto en Génova como en la Comunidad de Madrid, es que Mariano Rajoy no reabrirá esa investigación interna, que seguirá suspendida en el limbo de los justos. Su raquítico apoyo mediático no le deja mucho más margen, pues los medios que marcan la opinión entre sus votantes están cada vez más entregados a la lideresa. Sólo si Gallardón insiste mucho, la comisión interna tendría alguna posibilidad de revivir, y ni aún así. Los marianistas justifican la probable decisión de Rajoy argumentando que ahora no es el momento para otra guerra interna, que hay que mirar al futuro, a las europeas. Y la paz en el mundo.

Rajoy también tiene otra excusa: que el caso está aún en manos de la Justicia, pues existe una denuncia de Alfredo Prada y otra de Manuel Cobo en los tribunales, que está investigando el fiscal de Madrid, Manuel Moix. Alguno de los espiados no descarta incluso elevar el tono de su respuesta judicial y pasar de la denuncia a la querella criminal.

Más allá de las europeas, de la coartada judicial y de su natural pacífico, Mariano Rajoy tiene otro buen argumento para esconder el sucio asunto de los espías bajo la alfombra: la investigación de Garzón sobre la Operación Gürtel. En Génova, y más aún en Valencia, preocupa mucho esa segunda declaración del sastre de Francisco Camps, que habló este viernes de nuevo con Garzón. El sastre de Milano, de nombre José Tomás (nada que ver con el torero) se juega el ser o no ser imputado, y en el PP temen que su condición final cuando llegue el juicio sea sólo la de testigo, lo cual implicaría que está colaborando con el juez. El sastre es la clave en la trama de Valencia, pues es él quien puede demostrar que las facturas de los trajes a Camps y otros en su corte corresponden de verdad a sobornos de Correa y sus chicos o si, como cuentan desde el PP valenciano, los trajes en cuestión nunca han existido y las facturas eran falsas, un truco de Correa para defraudar a Hacienda.

En el PP también circula otro rumor sobre el sastre: que podría haber hablado con un medio de comunicación, lo que inquieta casi tanto como su nueva declaración ante Garzón.

Con sastre o sin él, lo que está claro es que Esperanza Aguirre le tiene tomada la medida a Rajoy. En el enésimo duelo al sol, es de nuevo el gallego el que pestañea primero. Si sus enfrentamientos se tuviesen que resolver como en la carrera hacia la muerte de Rebelde sin causa, ésa en las que ambos conductores circulan a toda velocidad en dirección a un acantilado hasta que uno de los dos –el que pierde– echa el freno, el presidente del PP ni siquiera se atrevería a subirse al coche frente a la lideresa kamikaze. Aguirre es capaz de despeñarse con tal de no dar su brazo a torcer. O al menos eso cree Rajoy.

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Actualización, 15-3-09, 8:05: El temor del PP estaba fundado, el sastre de Camps ha hablado


mar 08 2009

El misterio del área 124

El mayor pelotazo de Paco Correa no fue en Pozuelo ni en Boadilla ni en Valencia ni en la sastrería Milano. Uno no se hace millonario instalando la iluminación de un escenario o con los stands de turismo de Valencia. El gran negocio de Correa, de todos los que hasta ahora ha desvelado Garzón, fue en Arganda del Rey, tiene el ladrillo por bandera y un número por clave secreta: el 124. Y dicen en el PP que Esperanza Aguirre lo sabía.

Hace más de cuatro años, en noviembre de 2004, Esperanza Aguirre fue convocada a una reunión en la planta noble de Génova 13 por varios dirigentes del PP, entre ellos el propio Mariano Rajoy. Había llegado hasta el partido una protesta de varios constructores por la fórmula elegida por el alcalde de Arganda para desarrollar la Unidad de Ejecución 124: la mayor parcela del plan urbanístico. Más de 100.000 metros cuadrados, con permiso para edificar 2.676 viviendas, que el alcalde, Gines López, adjudicó a finales de 2004 a la constructora Martinsa por 77 millones de euros. El precio y las condiciones pactadas fueron tan ventajosos que, un par de años después, Martinsa recuperó 73 de los 77 millones pagados vendiendo la tercera parte del botín a otra constructora; una ganga.

Las plusvalías fueron tan generosas como las comisiones. Según el auto de Garzón, el alcalde, Ginés López, se llevó algo más de medio millón de euros y otro tanto fue para el entonces presidente de la empresa pública de gestión del suelo de Arganda, Benjamín Martín Vasco, ahora diputado del PP en la Asamblea de Madrid. ¿La parte de Correa? Aún no se sabe, pero no tuvo que ser pequeña, pues tanto Martín Vasco como López, alias el gafitas, no dejaban de ser sus empleados en este negociado.

Correa, además de una probable comisión en dinero negro, también presentó factura como asesor técnico, lo cual no deja de ser meritorio para un vendedor de viajes sin experiencia en el ramo urbanístico. Según las grabaciones de la investigación, el pelotazo 124 fue de tal calibre que a Martín Vasco le dio después para pedir otros dos millones y medio de euros más a cuenta de la extorsión y su silencio, por no incriminar al resto de la banda.

Visto el sumario de Garzón, aquella preocupación de Génova en noviembre de 2004 sobre Arganda no era un temor infundado. Pero no todos los nombres que se discutieron en esa reunión han salido ya a la luz: entre las sospechas que manejaba entonces el PP nacional sobre la operación 124 se señalaba a Martín Vasco y a Ginés López, pero también a Ignacio González, vicepresidente del Gobierno de Madrid. Según decía Ginés López al PP nacional, era González y no otro, quien le había dado instrucciones sobre cómo adjudicar esa parcela. La reunión con Aguirre sirvió de poco. Esperanza se hizo la ofendida, puso la mano en el fuego por todos ellos, negó la mayor y salió de Génova con la cabeza bien alta. Y unos días más tarde, el 3 de diciembre de 2004, la adjudicación a Martinsa de la parcela 124 se realizó tal y como estaba previsto, sin que las gestiones de la dirección nacional del PP pudiesen hacer nada para evitarlo.

“Cómo va a ser corrupto Martín Vasco, si yo he sido testigo de su boda”, decía tiempo después Esperanza Aguirre, cuando de nuevo desde Génova le recriminaban el evidente pelotazo, ya obvio cuando Martinsa vendió una tercera parte del suelo casi por el mismo precio por el que se había quedado todo el paquete. En efecto, la relación de la presidenta de Madrid con el ahora acusado por Garzón era tan estrecha que la lideresa lo usó como excusa para dejar plantado en una ocasión a Gallardón. Esperanza no acompañó al alcalde de Madrid a un concierto con motivo del aniversario de la matanza del 11-M para acudir a la boda de Martín Vasco; un convite, por cierto, que también pagó Correa, como el viaje de novios de la feliz pareja.

Pero la relación entre la Comunidad de Madrid y la parcela 124 no acaba aquí. Según fuentes del PP, existe al menos una posible conexión entre el caso de los espías de la Comunidad de Madrid y la operación Gürtel que investiga Garzón. Ignacio González viajó hasta Colombia en compañía de dos personajes relacionados con el enigma del área 124 en aquella excursión que apareció tiempo después reflejada en un dossier que incluía fotos con cámara oculta, aquel famoso viaje de las bolsas blancas con contenido no identificado que se perdían por oficinas de Cartagena de Indias. El primero de los ilustres acompañantes de González es José Manuel Serra Peris, ex secretario de Estado de Industria en los años de Josep Piqué, abogado del Estado y consejero de Martinsa, la empresa que se llevó cruda la parcela. El segundo es otro abogado que, según fuentes del PP, también participó en la rentable área 124. Se llama Javier Soler, es experto en urbanismo y consejero de Canal Extensia, la empresa pública que gestiona las misteriosas inversiones latinoamericanas del Canal de Isabel II, que preside Ignacio González.

Soler, junto con su amigo Edmundo Rodríguez –otro de los abogados que viajaron a Colombia en la misma expedición y que preside Canal Extensia–, es una de las personas más cercanas a González en su gestión del Canal y otros negocios particulares. Cada consejo de administración de Canal Extensia sale a cuenta para Soler y Rodríguez: cobran por cada uno 12.000 euros en dietas. A Soler le ha ido bien en estos últimos años. Tiene un bonito chalet en el centro de Madrid, en la misma calle donde la mujer de Ignacio González explota su rentable negocio de compraventa de piezas de arte, capaz de entrar en beneficios en su primer año: Subastas Segre. Y también es habitual de los veranos en Marbella, en la misma lujosa urbanización donde pasa sus vacaciones el vicepresidente de Madrid y su familia en compañía, en ocasiones, de María Dolores de Cospedal.

“Y mientras Paco Granados se construye una mansión del tamaño de un centro de salud, el pobre Paco Camps está pillado por una chaqueta fantasía”, se lamenta un dirigente nacional del Partido Popular. Entre los críticos del PP, hay quien pone en cuestión la estrategia seguida por Mariano Rajoy frente a la operación Gürtel. “No hemos sabido reaccionar bien, la semana pasada salimos a por el juez Garzón y ésta a por los nuestros; no es coherente”, dice uno de ellos. También preocupa en el partido el doble rasero frente a la corrupción: que Víctor Campos haya sido dado de baja como militante por un regalo de 4.850 euros y que en su misma provincia, Castellón, Carlos Fabra siga siendo un ciudadano ejemplar a pesar de sus muchas imputaciones. Mariano Rajoy, dos palmos más alto desde la victoria gallega, ha dejado la ira de Dios en manos de María Dolores de Cospedal, que es quien se ocupó personalmente el viernes de pedir la dimisión a los acusados por la Audiencia Nacional.

El pastel de Garzón ha sido agridulce en el PP: por un lado se alegran de que el tesorero Luis Bárcenas no aparezca finalmente imputado, por el otro les preocupan los trajes a medida de la trama de Valencia y la corrupción cada vez más rampante que asoma por Madrid. En Génova 13, ante el misterio del área 124, tienen una pregunta sin repuesta. Si Esperanza Aguirre lo sabía, ¿por qué razón no hizo nada para evitarlo?

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feb 28 2009

Los regalos secretos de Correa

Tag: La semana,PPIgnacio Escolar @ 22:21

El tesorero del PP, Luis Bárcenas, aún no ha declarado ante ningún juez, pues todavía no ha sido imputado. Pero cuando lo haga piensa confesar al menos dos cosas. La primera, que el principal acusado en la trama de corrupción que investiga Garzón, su amigo Francisco Correa, le regaló unos gemelos de oro. Y que él los aceptó. La segunda, que Francisco Correa le regaló un viaje a Nueva York para dos personas. Y que él también lo aceptó.

“Cuando recibió esos regalos, consultó en Génova si era pertinente quedarse con ellos y se le dijo que sí las dos veces”, asegura una fuente del PP. “Los gemelos de oro no eran muy caros y Correa ofreció a Bárcenas el viaje a Nueva York como una oportunidad inesperada, con el argumento de que una pareja se había descolgado en el último momento de un vuelo que montaba una de sus empresas”, afirma la misma fuente. Bárcenas no fue el primero en el PP que obtuvo generosos obsequios de Francisco Correa, ni tampoco el único que preguntó sobre la conveniencia de aceptarlos. Javier Arenas también recibió de Correa un reloj de pulsera, “de acero, pero de una buena marca, valorado en unas 250.000 pesetas”. También preguntó si podía aceptarlo. También le respondieron que sí.

Eran los tiempos previos al euro en los que Correa era de la familia y montaba todos los actos del partido, los años de Aznar. “La relación más estrecha la tenía con Luis Bárcenas, que entonces era el gerente, el que se ocupaba de contratar los viajes o los escenarios de los mítines. Pero Correa hablaba con todos e intentaba agradar a todos”, asegura un miembro de la actual dirección del PP.

Luis Bárcenas se puso a buscar un buen abogado el mismo día en el que el nombre de Paco Correa apareció por primera vez en los papeles, hace ya tres semanas. Aquel 6 de febrero, tras las primeras detenciones de la operación Gürtel, el tesorero del PP aún no tenía la certeza de que su nombre estaría en el sumario que instruye el juez Garzón. Pero sí la sospecha de que su relación de amistad con Correa, con el que ha llegado incluso a veranear en familia, le traería problemas.

Mariano Rajoy desconfiaba de Correa y su gente, pero no de Luis Bárcenas, al que años después, en el congreso de Valencia del pasado junio, ascendió de gerente a tesorero, en sustitución de su mentor, Álvaro Lapuerta. Rajoy hoy sigue confiando en él, en su honorabilidad. Pero que su nombre aparezca en el sumario del caso Gürtel le ha cambiado el paso en su guerra por el liderazgo del PP. Aunque para que Rajoy siga en el partido tiene antes que ganar un match point, el que hoy se juega en Galicia.

Para Rajoy el resultado de las gallegas es todo o nada. “Si logramos la mayoría absoluta, podrá ser el candidato en el 2012 si él lo desea”, reconoce un crítico con el actual líder del PP. ¿Y si Feijóo pierde? Al día siguiente volverá la guerra por el poder en el PP, aunque esta vez no será Esperanza Aguirre, muy tocada, la que lidere la revuelta. Un importante grupo de diputados, la vieja guardia, tiene ya escrito un manifiesto para pedir “la regeneración del PP”: un congreso extraordinario o la vuelta de José María Aznar para refundar el partido al modo en el que lo hizo Fraga tras el fracaso de Hernández Mancha. Son los sospechosos habituales, los que comparten pasillo en una zona de despachos del Congreso a la que en el propio Grupo Popular llaman “el valle de los caídos”: Juan Costa, Carlos Aragonés, Ángel Acebes, Cayetana Álvarez de Toledo, Vicente Martínez Pujalte…

Entre los partidarios de Rajoy también preocupan los nuevos movimientos de Rodrigo Rato. Su decisión de acudir hoy a Euskadi como interventor en las elecciones ha obligado a Javier Arenas y a María Dolores de Cospedal a seguir su ejemplo para no dejarle solo en el papel del héroe.

Pero los críticos con Rajoy no son los únicos que se mueven de cara a la próxima semana. Sus partidarios también preparan las espadas para el otro panorama, ese donde se cumplen los buenos presagios para el PP de las últimas encuestas, Rajoy recupera Galicia y puede cobrar las facturas pendientes. El primer objetivo es Esperanza Aguirre, tocada por muchos frentes: por la trama de Correa, por la de los espías, por las sospechosas adjudicaciones de Ignacio González y por la curiosa forma con la que Francisco Granados redecora su vida con una mansión en Valdemoro. Varios de los cargos del PP que han sido espiados por personas a sueldo de la Comunidad de Madrid también se mueven por su cuenta. Están decepcionados por esa tomadura de pelo llamada comisión de investigación de la Asamblea de Madrid. No se les ha citado siquiera a declarar y tampoco han recibido ni una llamada por parte del equipo de Aguirre, que no acepta más espionaje que las fotos a Ignacio González en Colombia, por lo que estudian otras vías para aclarar el caso. No descartan incluso denunciar el espionaje en un juzgado.

A Rajoy, la presión sobre Aguirre, que había preparado para después de las vascas y gallegas, se le ha complicado. La imputación de Bárcenas, sus inoportunos regalos y las conversaciones grabadas a Correa le impiden ahora forzar la dimisión del consejero de Interior de Aguirre, Francisco Granados, y de su vicepresidente, Ignacio González, pues también tendría que entregar la cabeza de Bárcenas y una pieza mucho más importante: Francisco Camps. Al presidente valenciano, un regalo de 30.000 euros en trajes le puede costar el puesto. No sería la primera vez que pasa. Tanto Aguirre como Camps deberían tener muy presente un nombre: José Marco. Fue presidente de Aragón por el PSOE a mediados de la pasada década y tuvo que dimitir por dos escándalos: por espiar a sus rivales políticos y por un sillón de apenas 70.000 pesetas que pagó con dinero público y se llevó a su casa. La honorabilidad de los políticos, al igual que el valor de un regalo, nunca se calcula por su precio.


feb 14 2009

Guerra nuclear en el PP

En el grupo popular de la Asamblea de Madrid les cuesta recordar otra reunión más tensa. Jueves, 12 de febrero. Esperanza Aguirre habla a sus discípulos. Se sienta con el resto de los parlamentarios del PP en las Cortes de Madrid, en la habitual reunión antes del pleno de la Asamblea. Nada extraordinario en otra semana de pasión para un PP que descubre, con miedo, que lo peor siempre está por venir. Habla Aguirre y expone su análisis: “El PP está siendo víctima de una persecución socialista”. Para Aguirre, todo forma parte del mismo plan: Garzón, los espías, los dosieres… Los diputados regionales asienten. ¿Todos? No. La diputada regional Carmen Rodríguez Flores pide la palabra. Si el PP lleva un 2009 difícil, su racha personal ha sido aún peor. Su nombre apareció en la prensa, en uno de los informes de espionaje que –según las pruebas caligráficas– realizó personal a sueldo de la Consejería de Interior de Madrid. En el parte que publicó el diario El País aparecía incluso la matrícula de su coche, en una nota manuscrita. Y Carmen Rodríguez Flores, por motivos de seguridad, se ha visto obligada a vender su coche para comprar uno nuevo con una matrícula menos publicitada. Rodríguez Flores acusa. “No sé por qué he sido espiada, no sé por quién, pero quiero una explicación”, le espeta a Aguirre, que interrumpe su alocución: “Carmen, ¿dónde quieres llegar?” Carmen duda un segundo, pero continúa: “Presidenta, pido simplemente que me ayudes a descubrir al culpable”.

Su posición es firme: si Aguirre cree que El País mintió con la publicación de los partes de espionaje o con el peritaje caligráfico, debería haber puesto una demanda y también encargar un informe caligráfico propio. “No sé quiénes son los señores Gamón o Pinto”, prosigue Rodríguez Flores. “No sé tampoco a qué departamento pertenecen. Lo único que sé es que he sido espiada y por eso pido el amparo de mi presidenta, ya que hasta el día de hoy no he recibido ni una llamada de apoyo. Algunos compañeros no quieren ni hablar conmigo por si se les espía”. El resto de los diputados guardan silencio; es un mano a mano entre Esperanza Aguirre y Carmen Rodríguez Flores, que no se calla: “Yo siempre hablo claro, nunca he hecho daño a nadie, pero he sido espiada y quiero saber por qué”. Aguirre intenta responder, pero Carmen mantiene la palabra: “Te recuerdo, presidenta, que siempre has hecho gala de defender los derechos de las personas, de defender la libertad y la transparencia, y sólo es eso lo que pido para mí”. Tras varios minutos de discusión, Esperanza Aguirre cede: “Carmen, te aseguro que cuentas con mi ayuda, que aparecerá la persona que te siguió, confía en mí”. El secretario que transcribe la reunión propone, “para agilizar el papeleo”, resumir la discusión entre ambas. Carmen Rodríguez Flores se niega: “Quiero que conste en acta”.

Consta en acta. Carmen Rodríguez Flores, a llamadas de este periodista, no ha querido comentar esta tensa reunión, que sí confirman punto por punto varios diputados del PP de Madrid, un grupo de 67 personas con la espada de Garzón sobre su cabeza. La intervención de la diputada Rodríguez Flores es sólo un ejemplo más del estado de descomposición que sufren todos los liderazgos en el PP, un partido que hoy sólo se puede mirar en el espejo histórico del PSOE post-felipista de Borrell y Almunia. Sí, existe una persecución contra el PP. Pero no la lidera el PSOE ni Garzón, sino las propias facciones internas del propio PP, a las que no les importa bombardear el edificio de Génova con tal de heredar el solar. El caso de los espías, las sospechosas adjudicaciones del Gobierno de Madrid, la corrupción destapada por Garzón o los dosieres cruzados tienen un denominador común: todos ellos han llegado a los juzgados o a la prensa gracias a políticos del PP, por la propia guerra interna, un conflicto nuclear.

Si el escándalo de los espías ya era lo bastante terrible como para que el PP temblase, el terremoto posterior ha resquebrajado todas las torres. “Nadie se atreve a usar su propio teléfono móvil”, asegura una persona del Comité Ejecutivo Nacional: “No hay nadie inmaculado en el PP, a casi todos los que llevamos en esto unos cuantos años nos pueden relacionar con Correa y su gente”. Garzón ha mordido en parte blanda y es difícil que suelte su presa. El jueves pidió un informe a la Fiscalía para ver si puede seguir con parte del caso pese a los aforados.

El juez cazador ha conseguido varios imposibles. El primero: que Pedro J. Ramírez y Mariano Rajoy hagan las paces. El lunes ambos líderes de la derecha comieron juntos en Madrid. El segundo: demostrar una vez más la torpeza política de Mariano Bermejo, al que le falta estética y le sobran monterías. Varios miembros del Gobierno están muy descontentos con la falta de prudencia del ministro de Justicia, que ha entregado en la cacería de Sierra Morena una perfecta metáfora (uno señala, otro dispara) a la que el PP, sin razón, se agarra como un clavo ardiendo. El tercero: unir a la derecha, aunque sea sólo por un rato. Nada como un enemigo exterior para apretar las filas en una foto histórica: por primera vez todos los que son alguien en el PP posaron juntos tras su supuesto líder, de cuerpo presente en el funeral. Por primera vez Esperanza Aguirre no se puso en primera línea. Por primera vez Esteban González Pons, prudente, se colocó en un extremo de la esquela; en ese sitio que no salió en la edición final de la foto que publicaron en portada casi todos los diarios.

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Dentro del Congreso de los Diputados, hace semanas que un grupo de parlamentarios del PP trabajan para los idus de marzo, para forzar la dimisión de Mariano Rajoy tras la probable derrota en Galicia y País Vasco. Pero la investigación de Garzón ha cambiado el paso de la revuelta permanente contra Rajoy. Aunque el líder del PP está “escandalizado” por el nivel de golferío que asoma, la corrupción en Madrid y Valencia le ha obligado a posponer el ajuste de cuentas interno hasta después de las urnas. En Génova, a pesar de los escándalos de los cabezas de lista de Ourense y A Coruña, aún creen que con Feijoo es posible. En el PSOE, que está elaborando una encuesta diaria con 800 llamadas telefónicas, no las tienen todas consigo. “La corrupción nos perjudica siempre, aunque no seamos nosotros los corruptos”, dicen desde la dirección del PSOE: “Nuestro votante es mucho más sensible que el del PP a este tipo de casos y corremos el riesgo de que se quede en casa con el argumento de que son todos iguales”. Según sus encuestas, la victoria de la izquierda en Galicia está en apenas dos escaños, un margen muy escaso como para vender ya la piel del oso. Y si el PP recupera Galicia, a Rajoy no le caza ni Garzón.

Pero si cae Rajoy, ¿después qué? La guerra está siendo tan cruenta que todos están heridos. Esperanza Aguirre tiene hoy más posibilidades de acabar jurando en un juzgado que en La Moncloa. Lo mismo le pasa a Camps. Gallardón está saliendo tan limpio del barro que es como para sospechar y Rato está demasiado preocupado por sus negocios. ¿Y Aznar? También preocupado por sus negocios, y por su yerno. Las fotos de la boda de su hija son las únicas de la historia de El Escorial que han pasado, en apenas siete años, del papel cuché del Hola a las hojas amarillentas de un sumario de la Fiscalía Anticorrupción.


feb 07 2009

La banca y el dilema del prisionero

Es un juego del matemático estadounidense Albert W. Tucker, aunque bien podría ser el argumento de una película de Quentin Tarantino. La policía arresta a dos sospechosos de un crimen. Sabe que han sido ellos, pero no puede probarlo, así que intenta dividirlos para romper su resistencia. Primero pone a cada uno de ellos en una celda y después les hace una oferta que no podrán rechazar: confesar a cambio de una reducción de la pena. Si uno canta y el otro no, el chivato saldrá libre, mientras que el otro prisionero cumplirá la máxima condena: diez años. Si ambos confiesan, ambos serán condenados, aunque con una rebaja en la pena: cinco años para cada uno. Pero si los dos permanecen con la boca cerrada, en seis meses estarán en la calle. Sin embargo, cada prisionero tiene que decidir por sí mismo, y no sabe qué escogerá el otro. ¿Qué hacer? ¿Qué harías tú?

Para Tucker y sus ecuaciones, la respuesta es sencilla: aunque a ambos prisioneros les iría mucho mejor si colaborasen, los incentivos de cada uno van por separado, y no en conjunto. Juegan solos, no en equipo. Así que lo más probable y racional, lo más lógico si se analiza la situación desde un punto de vista egoísta, es confesar. Se corren menos riesgos: en el mejor de los casos el chivato quedará en libertad y, en el peor, al menos evitará cumplir la máxima condena. Lo más probable, de hecho, es que ambos prisioneros confiesen.

Cambiemos de delincuentes. La banca también se enfrenta hoy a su propio dilema del prisionero: abrir o no abrir el grifo del crédito. Saben que existe un riesgo real de colapso económico, que si bloquean en exceso el acceso a los créditos, la economía puede paralizarse. Y que si eso sucede, ellos también saldrán condenados: les caerán sus buenos años de recesión. Si toda la banca colaborase entre sí y ayudase a las empresas con el crédito, la crisis sería más corta. Pero en el mundo financiero, como en el dilema del prisionero, cada banco se mueve según su propio interés egoísta. Si sólo un banco abre la mano, mientras el resto ejerce de chivato tacaño, el valiente puede acabar en la quiebra, por generoso.

En el dilema de la banca el personaje clave también es el carcelero. En España es el Gobierno y aún no se aclara, no sabe qué papel jugar: si hacer de poli bueno o de poli malo. De poco sirve poner a los banqueros en el pupitre, en vez de en el sofá, si más allá de la foto y del gesto no hay nada.

Si el Gobierno quiere que las decenas de miles de millones que ha inyectado en la banca lleguen de verdad a las empresas, el camino no es tan complicado: ya hay ejemplos que copiar. Tendrá que entrar en el accionariado para participar en las decisiones y no sólo poner dinero y una vela a santa Rita para ver si así se cumple el imposible. O al menos atajar algunas malas prácticas. En muchas entidades financieras, por ejemplo, se está utilizando el dinero del ICO para sustituir líneas de crédito privadas que ya estaban concedidas, en vez de gastarlas en abrir esos préstamos a nuevos clientes. Y, a pesar de que el Euribor ya está por debajo del 2,5%, exigen intereses del 15% y hasta el 18%, incluso con todos los avales y garantías necesarias.

Al menos ya no se confía en el milagro. “Un banco es un negocio, no es una ONG, y el negocio del banco es prestar dinero”, decía en octubre Zapatero cuando se le preguntaba cómo iba a garantizar que las ayudas a la banca llegasen al crédito. El Gobierno optó entonces por el modelo menos intervencionista de entre todo el abanico de posibilidades que ofrecía el marco común pactado en Europa. Y sí, en España aún no ha sido necesario salvar ningún banco de la quiebra y Botín puede presumir de los mayores beneficios del mundo mundial (y sin saber inglés). Pero no todos los países de la UE tienen que lidiar al mismo tiempo con el estallido de la burbuja inmobiliaria, ese milagro ibérico. Además, el tejido empresarial español es mucho más sensible que el de otros países al parón en el crédito. En el mundo civilizado, las empresas no pagan a sus proveedores a los seis meses –en el caso de la Administración, con suerte al año–, ni tampoco tanto empleo depende de Pymes, hoy ahogadas por la falta de financiación.

Pero el peor drama de esta prisión llamada crisis es que, en cualquier caso, los que pagarán la condena más dura no serán precisamente los banqueros. El panorama económico de España ha empeorado a una velocidad aterradora. No son sólo los más de tres millones de parados. No es sólo el ladrillo. No es sólo el parón mundial en la venta de coches, la primera exportación española. No es sólo que la producción industrial haya caído en España cerca de un 20% (por ponerlo en contexto, en tiempos de la gran depresión la media mundial fue del 25%). Es el futuro, o la ausencia de él. Y después de la crisis, ¿qué?

Entre los asesores económicos del Gobierno circula una percepción preocupante: España puede sufrir una portugalización de su economía. “La crisis pasará, más tarde o más temprano”, explica uno de ellos. “Pero mientras los países ricos de Europa rebotarán de nuevo hacia el crecimiento, España corre el riesgo de quedarse estancada o incluso retroceder en términos de convergencia, como le ha pasado a Portugal durante la última década”. Son las consecuencias de la falta de un modelo económico alternativo al ladrillo, ahora hundido.

La banca, mientras tanto, tiene que añadir un factor más a su dilema. “En menos de un año es probable que la banca mundial esté parcialmente nacionalizada”, afirma un importante empresario español. En el Gobierno hay algunos que comparten el pronóstico y es muy probable que pronto Obama dé el primer paso en Estados Unidos, donde el debate casi es sólo semántico. Allí la palabra nacionalización huele a azufre, como los comunistas. Pero la ortodoxia económica está hoy tan muerta como el Muro de Berlín.


ene 31 2009

Comunidad de Madrid: las sumas de todos

Una rectificación: hace cuatro días publiqué que Pedro Antonio Martín Marín –ex secretario de Comunicación de Aznar y compañero de viajes a Suráfrica de Ignacio González– tiene una hija que trabaja en el Canal de Isabel II. No es exacto. En realidad son dos los hijos de Martín Marín colocados en el entorno de Aguirre: una en el canal, otro en Caja Madrid; como dice el eslogan de la Comunidad de Madrid, “la suma de todos”. También está sumado en el Canal, por ejemplo, un primo de Esperanza Aguirre, Francisco Javier Aguirre Pemán, como subdirector de marketing. O un hermano de Francisco Granados, el consejero de Interior de Madrid.

El Canal de Esperanza II and friends lo preside Ignacio González, vicepresidente de la Comunidad de Madrid. El director gerente del Canal es Ildefonso de Miguel, amigo y compañero de aventuras de Martín Marín, que también tiene sumada a su mujer, Concepción Ruano, como consejera de la Cámara de Cuentas de la Comunidad de Madrid. También suma lo suyo el cuñado de Ildefonso, Fernando Ruano, consejero delegado de la empresa que difunde la señal de las emisoras de TDT que adjudicó Aguirre. O Pablo González González y José Juan Caballero Escudier, un hermano y un cuñado de Ignacio González, que, casualmente, son socios de uno de los beneficiados por la concesión de un campo de golf sobre los depósitos del Canal en Madrid.

Ildefonso de Miguel también suma en su patrimonio reciente una bodega en la Ribera del Duero que, entre otros milagros espiritosos, consiguió que Caja Madrid comprase un pedido de varios cientos de miles de euros en botellas para regalar por Navidad, hace un año. Aunque de regalos comprados o inspirados desde el Gobierno de Madrid, la que más suma es Carmen Cafranga, consejera de Caja Madrid y accionista de una empresa de subastas de arte que preside Lourdes Cavero, la mujer de Ignacio González. Las distintas empresas propiedad de Cafranga no sólo han recibido más de dos millones de euros en subvenciones y contratos de la Comunidad, sino que también son proveedoras habituales de regalos de empresa del Gobierno madrileño, un tipo de compras que requiere menos papeleo. Esperanza Aguirre se cuenta entre sus mejores clientes. Al rentable negocio del arte y las antigüedades también se dedicaba otra señora del vicepresidente, la ex mujer de Rodrigo Rato, Ángeles Alarcó, que ahora es vicepresidenta ejecutiva de Turismo de Madrid por obra y gracia de Esperanza Aguirre.

Aquí el que no suma es porque no quiere, o porque no tiene familia que le quiera. La cuñada de Ignacio González, Carmen Cavero, es también una de las consejeras ‘independientes’ que se ha sumado junto a otros expertos economistas, como Ángel Acebes o Manuel Lamela, al consejo de administración de Cibeles, la nueva corporación financiera de Caja Madrid. El sueldo por este ‘trabajo’, que no exige dedicación exclusiva, ronda los 150.000 euros anuales, más tarjeta de crédito y coche. Acebes ha preguntado al Congreso si además puede mantener el sueldo de diputado. ¿Se pierde usted con tanto cero, tanto hermano y tanto cuñado? ¿Se siente un poco primo? Pues me dejo familia en el tintero; esto sólo acaba de empezar.

Hace cuatro días, uno de los principales bufetes de abogados de Madrid envió a varias redacciones un burofax donde aconsejaba a los medios que se abstuviesen de publicar informaciones relacionadas con la vida privada de los familiares y allegados del vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González. Queridos abogados: gracias por el consejo. Pero no es una cuestión de vida privada sino de responsabilidad pública; que el César, y su mujer, hagan lo que quieran con su honra, pero que no se forren con los terrenos del acueducto. A estas alturas de la película, lo que empezó pareciendo una comedia de espías ha terminado siendo un thriller de terror: un remake de Huevos de oro de Bigas Luna mezclado con La escopeta nacional de Berlanga. No es por quitarle importancia a algo tan grave como que un gobierno utilice su poder para espiar a sus rivales políticos –en el país modelo de los liberales, EEUU, eso le cuesta el puesto al presidente–. Pero viendo el resto del iceberg, la forma de gestionar el Gobierno de Madrid como si fuese un ultramarinos familiar y, sobre todo, las fundadas sospechas sobre muchas de las adjudicaciones, lo que menos se entiende es que la Justicia española tenga tiempo y recursos para investigar al ejército israelí en Gaza –que también–, pero no mire lo que pasa en la Puerta del Sol. ¿A qué espera la Fiscalía Anticorrupción para actuar? ¿A qué espera el PSOE de Madrid para pedirlo? Lo que con tamayazo empieza, muy mal acaba.

Papelón también el de Mariano Rajoy, que ha encargado la investigación interna sobre los espías a la imparcial María Dolores de Cospedal, ex consejera de Aguirre y compañera de vacaciones en Marbella de González. Y, lo que más molesta a muchos en el PP, ha permitido con su silencio que la versión que quedase en los medios del enfrentamiento entre Ignacio González y el histórico tesorero de Génova, Álvaro Lapuerta, fuese la que filtró el equipo de Aguirre. La reunión entre Lapuerta y González no fue en Génova, sino en la Puerta del Sol. “Quiero que nos veamos en tu despacho y así grabas lo que te tengo que decir”, le espetó Lapuerta a González. ¿Su denuncia? Unos constructores –una UTE liderada por una familia de Sevilla y un empresario de Madrid– le habían pedido que intercediese porque les querían cobrar una comisión tras haber quedado primeros en el informe de los técnicos para la concesión de la obra de una carretera de la Comunidad. ¿El resultado? González lo negó todo, el concurso quedó primero desierto y después lo ganó otra constructora… y Lapuerta comenzó a ser espiado.

Esperanza Aguirre, tremendamente preocupada por los acontecimientos, lleva toda la semana buscando un pacto con Rajoy para al menos parar la investigación interna. El consejero de Sanidad, Juan José Güemes, que está al mismo tiempo en el Gobierno de Madrid y en la ejecutiva de Rajoy (su suegro, el afortunado Carlos Fabra, obró el milagro), ha hecho intentos de acercamiento, entre otros, con Alfredo Prada, uno de los espiados. Güemes le telefoneó el lunes, Prada despachó la llamada con frialdad y transmitió el recado a Rajoy, que tampoco se fía.

En Génova, después de haberse lanzado a investigar, creen que el asunto no se puede cerrar sin que haya al menos un cabeza de turco. Desde la Comunidad de Madrid juegan a que la guillotina no llegue muy arriba y que la testa que ruede sea, como mucho, la de Francisco Granados, el consejero de Interior al que todos puenteaban. Pero en Génova piden también la salida de Ignacio González, algo inaceptable para Aguirre, que prefiere afrontar una guerra total antes que matar a un poderoso número dos que tiene alma de cualquier cosa menos de mártir. La situación cada vez se parece más al chiste del dentista, ése al que su paciente agarra de los testículos mientras le dice: “¿Verdad que no nos queremos hacer daño?” Sólo que aquí hay una docena de dentistas, una veintena de pacientes y cientos de testículos en mano y dossier ajeno. Y todos quieren hacer la tortilla de siempre, pero sin romper ni un huevo.


ene 24 2009

Todos los hombres de la presidenta

Ignacio González. Vicepresidente de la Comunidad de Madrid, presidente del Canal de Isabel II y número dos de Esperanza Aguirre. A González le han espiado, le han pillado acompañando a unos señores que perdían enormes bolsas blancas de contenido desconocido en una oficina en Colombia, y también de carísimo viaje por Sudáfrica en compañía de un empresario que tiene a la Comunidad de Madrid entre sus mejores clientes. Sus andanzas por el mundo mundial aparecen en dos dosieres, que no parecen obra de aquellos que siguieron a los otros principales espiados que de momento se conocen, el vicealcalde de Madrid, Manuel Cobo, y el ex consejero de Justicia, Alfredo Prada. Tanto Cobo como Prada comparten un denominador común del que González carece: ambos están en bandos rivales al de Aguirre en la guerra del PP.

No es el único indicio que apunta a que podrían ser dos los equipos de espionaje que se mueven en las alcantarillas de Madrid, ciudad sin ley. Si se confirman los datos revelados por el periodista Francisco Mercado en el diario El País, uno de esos equipos parapoliciales –el que espió a Cobo y a Prada durante los momentos más delicados de la crisis del PP– está a sueldo de la Comunidad de Madrid. ¿Y el otro? Aún no se sabe, pero sí su objetivo: sacar a la luz la supuesta corrupción del Gobierno de Madrid por motivos probablemente igual de oscuros, como la venganza.

En el PP comentan que González se está dejando otra vez la barba porque le ha vuelto a salir una erupción cutánea que le impide afeitarse con normalidad: “Tal vez cosa de los nervios”.

Sergio Gamón. Actual director del Área de Seguridad de la Consejería de Interior, ex director general de Seguridad Ciudadana, ex inspector de Policía, ex jefe de escoltas de la vicepresidencia del Gobierno, jefe de los supuestos espías que siguieron a Cobo y Prada: tres personas de su confianza que él mismo fichó y tres ex Guardias Civiles de Valdemoro, el pueblo de Francisco Granados. Aguirre le ascendió a director general en el año 2006, cuando Alfredo Prada aún era el consejero de Justicia e Interior, pero ya se conocían de mucho antes. Gamón también fue su jefe de seguridad en el Senado, cuando ella era la presidenta.

La relación de Gamón y su familia con Aguirre es muy cercana, según explican fuentes del PP de Madrid. Su mujer también trabajó a sus órdenes en el Senado como secretaria, y hace unos años, con la bendición de Aguirre, sustituyó en el puesto a la secretaria que denunció por acoso sexual a Manuel Soriano, el primer director general de Esperanza Aguirre en Telemadrid. La hija de Sergio Gamón, María del Carmen Gamón, es concejal del PP en Fuenlabrada y presidenta de Nuevas Generaciones en este municipio de Madrid. Gamón fue destituido como director general de Seguridad Ciudadana después de que su antecesor en el cargo, Juan Carlos Fernández, le denunciase por robar el ordenador de su despacho justo al día siguiente de que Esperanza Aguirre echase del gobierno regional a Alfredo Prada. Tras este escándalo, Aguirre le colocó con un nuevo cargo en la Consejería de Interior de Madrid, dónde aún trabaja.

Enrique Sánchez González. Presidente del grupo Sagital, ex diputado y portavoz en la Diputación de Madrid por la UCD, ex portavoz del Real Madrid y compañero de avión hacia Sudáfrica de Ignacio González en el famoso viaje. Según declaró González a El País, “El empresario era amigo de la persona que me organizó el viaje. Pero no es amigo mío, ni le adjudiqué nada”. Sin embargo, tal y como ha desvelado Manolo Rico en Público esta semana, el Canal de Isabel II adjudicó un contrato de 33 millones de euros por dos años a Segurisa, una de las empresas de Enrique Sánchez. No es el único contrato de Sagital con la Comunidad de Madrid.

Pedro Antonio Martín Marín. Empresario y político, compañero de Sánchez en UCD, ex presidente del Consejo Superior de Deportes, ex directivo del Real Madrid y sucesor de Miguel Ángel Rodríguez al frente de la Secretaría de Estado de Comunicación de José María Aznar. Según varias fuentes, es ese amigo de Ignacio González y de Enrique Sánchez que viajó con ellos y sus esposas hasta Sudáfrica. Martín Marín coincidió con Sergio Gamón en La Moncloa y preside el Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid.

Pedro J. Ramírez. Director de El Mundo y también accionista de Bodegas de Montecastro S. L., una empresa vitivinícola donde las únicas personas que figuran en su web como “principales accionistas” que no pertenecen al equipo fundador de El Mundo son el cantante Julio Iglesias y Enrique Sánchez González. Pedro J. es también el periodista español que más cita en sus artículos el Watergate. Y para una vez que viene a cuento, se ha puesto del lado de Nixon.


ene 17 2009

Gaza y el 12 de septiembre

Tag: Gaza,La semanaIgnacio Escolar @ 19:44

La mejor metáfora de cómo ha cambiado el mundo desde el 11-S, de los ocho años de Bush que mañana terminan, es un videojuego: September 12th, del uruguayo Gonzalo Frasca. Su mecánica es simple y se puede probar desde Internet. En la pantalla aparece un escenario que podría ser cualquier ciudad de Oriente Medio, tan poblada como pobre, donde terroristas, armados con fusiles Kalashnikov, comparten las calles con civiles. El jugador maneja con el ratón una mirilla y es su única forma de interactuar; no se presenta otra opción. Con ella puede apuntar y disparar un misil a distancia que matará cuanto encuentre a su paso. Se puede ajusticiar a los del Kalashnikov, pero es inevitable asesinar también a los civiles y destruir las casas. Cada vez que un civil muere, otros le lloran y algunos de ellos se transforman a su vez en terroristas. Al poco rato de participar en el juego, inevitablemente el resultado es una ciudad en ruinas… llena de cadáveres y nuevos terroristas.

September 12th no es realmente un juego, pues no tiene fin, no puedes ganar ni perder. Pero existe una opción, aunque no lo parezca: puedes elegir si disparas o no. September 12th es la mejor metáfora porque es corta, simple y por lo tanto efectiva. Y porque reduce la ‘guerra contra el terror’ a su esencia, a su contradicción. Las guerras terminan, pero la guerra contra el terror no sólo justifica el fin sin importar los medios, sino que no tiene fin. Es la guerra eterna de George Orwell y el Gran Hermano, donde el enemigo cumple una doble función: alimentar a la industria militar y alimentar el miedo, la mejor droga para adormecer las libertades. La guerra eterna no tiene fin, pero sí un objetivo: la propia guerra.

La salvaje operación militar contra Gaza también tiene un objetivo: la propia guerra. Interesa a los políticos israelíes, que el 10 de febrero irán a las urnas con la pechera llena de sangre y medallas. Interesa a Ehud Barak, ministro de Defensa, ex primer ministro y líder del Partido Laborista, que hasta hace unas semanas afrontaba las urnas con las peores encuestas posibles. Interesa a Tzipi Livni, ministra de Asuntos Exteriores y probable nueva primera ministra, pues para eso ha demostrado que puede ser tan implacable como su rival Benjamin Netanyahu. Interesa a los corruptos regímenes árabes, más preocupados por el auge de movimientos islamistas que por los siempre abandonados palestinos. En la larguísima cadena de interesados aparece incluso la industria militar española, que tiene a Israel entre sus clientes. ¿Se plantea el Gobierno de Zapatero cancelar los acuerdos de venta de armas? “La situación actual es de tal emergencia que debemos concentrar todos los esfuerzos en conseguir el alto el fuego. Tiempo habrá para todo lo demás”, respondió el viernes la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega cuando la prensa preguntó. La respuesta, en resumen, es que no.

¿Interesa a Hamás? Si algo ha demostrado ya las últimas décadas de la historia de Palestina es que el talión de los cien ojos por cada ojo que aplica Israel sólo sirve para llenar el mundo de ciegos. La ‘guerra contra el terror’, sea en Gaza o en Bagdad, es la gasolina que alimenta el incendio; un incendio siempre interesado y del que Israel saca, en cada ‘guerra defensiva’, una nueva frontera aún más amplia. Hamás no puede perder en Gaza, pues Israel tampoco puede ganar. Para el que resiste un ataque militar, el simple alto el fuego, aunque sea unilateral, ya es una victoria.

Ahora, cuando los bombardeos israelíes paren al fin, cuando el fósforo blanco y las bombas DIME terminen su trabajo, acabará la batalla, pero no la guerra. Israel tenía más opciones y eligió disparar. Podía haber negociado prolongar el alto el fuego previo –contra lo que repite su propaganda, ellos también lo incumplieron y el ejército israelí ajustició en los últimos seis meses a decenas de personas en varias incursiones en Gaza–. También podía intentar un acuerdo definitivo: Hamás no busca (contra lo que de nuevo insiste la propaganda) acabar con Israel. Sus líderes han anunciado en varios ocasiones estar dispuestos a aceptar la frontera de 1967 como marco para una paz duradera. Israel tenía muchas más opciones pero eligió la guerra contra el terror. Eligió castigar a las personas de Gaza por votar a Hamás. Bajo la metralla y los escombros, han dejado sus vidas más de mil palestinos, han perdido sus brazos o sus piernas más de 5.000 heridos. Mas de 300 niños muertos, en otro atroz crimen que generará aún más odio, venganza, terror. Es la herencia de la muerte, una espiral de violencia donde lo peor siempre llega el día después de la matanza.


ene 10 2009

Israel, la ley de Godwin y el talión

Tag: Gaza,La semanaIgnacio Escolar @ 22:43

paradlamasacre.pngSe inventó para Internet, como enorme ágora, pero la ley de Godwin vale para cualquier debate: “A medida que una discusión se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno”. Mike Godwin, abogado y miembro fundador del grupo de ciberactivistas Fronteras Electrónicas, la formuló en 1990, en los primeros años de los foros de debate online de Usenet. Su ley era una buena pista para los moderadores de estos grupos de tertulia digital: cuando alguien sacaba a los nazis sin venir a cuento, había llegado el momento de hablar de otra cosa.

La ley de Godwin, sin embargo, no es sólo una gracieta estadística, como las tostadas de la ley de Murphy, ésas que siempre caen del lado untado de mantequilla. Godwin desmontaba así una falacia muy común, una trampa argumental. Cuando algo se compara con el mal absoluto, con el Holocausto, el debate inevitablemente termina, pues pasa a ser una discusión sobre el bien y el mal en términos superlativos. En realidad, Godwin reinterpretaba una expresión del filósofo Leo Strauss, que acuñó la expresión Reductio a Hilerum (reducción a Hitler) para desmontar una falacia similar: que cualquier cosa es mala si el mal absoluto –el nazismo– lo practica. Es un tipo de reducción al absurdo: si Hitler tomaba pan, es que el pan es malo.

Durante las últimas dos semanas, la Ley de Godwin se ha cumplido con aún más frecuencia de lo habitual en casi cualquier discusión. Es un recurso simple pues comparte protagonistas. Si los judíos, las víctimas de Hitler, ahora masacran Gaza, es que los judíos son ahora los nuevos nazis. Es una comparación falaz, no tanto porque sea extremadamente ofensiva para un pueblo que ha sufrido como pocos la historia reciente, sino porque, sencillamente, no es cierta. La democracia israelí, a pesar de cómo ha pisoteado Palestina durante décadas, no se puede equiparar al régimen nazi porque el mal absoluto no admite comparación. Pero sobre todo es una equivalencia injusta porque al igual que no todos los alemanes fueron nazis, no todos los judíos del mundo comparten las políticas del gobierno de Israel y, bajo una equiparación así, se esconde un más que sospechoso tufo antisemita: si los judíos son los nuevos nazis, es que los nazis tenían razón al exterminarlos.

Pero que el horror del nazismo no admita comparación alguna, no perdona por ello los horrores del gobierno israelí. Que los judíos sufriesen la maldad absoluta no hace bueno cualquier acto de Israel. Tras quince días de plomo, ni siquiera las frías estadísticas sirven para esconder la magnitud de la masacre. En la franja de Gaza, en sólo dos semanas, el ejército israelí ha matado a más de 800 palestinos. Según Israel, la mayoría de los objetivos son “militares” y la invasión se desarrolla con precisión quirúrgica, pero por lo menos una tercera parte de las víctimas son, con toda certeza, completamente inocentes: Israel ha asesinado ya a 256 niños. El número de mujeres palestinas muertas ronda el centenar. ¿Las bajas israelíes? 13 personas, de las que cuatro son civiles y nueve son soldados. De ellos, casi la mitad –cuatro- han caído víctimas del fuego amigo, víctimas de unos bombardeos tan “quirúrgicos” que hasta matan a sus propias tropas. Se mantiene así la proporción habitual tras décadas y décadas. Por cada israelí muerto, mueren siempre entre 80 y 100 palestinos. Por cada israelí muerto, matan entre 20 y 30 niños. Por cada israelí muerto, diez madres palestinas muertas. “Israel tiene menos bajas porque su tecnología militar es superior”, me dijo no hace mucho un diplomático israelí. Es una manera de verlo. Israel mata más porque puede. Y porque le dejan.

Tras quince días de muerte, la estadística más estremecedora es otra: el 90% de los israelitas está a favor de la operación militar. La nueva dama de hierro, Tzipi Livni –ministra de exteriores y candidata a primera ministra en las elecciones que, casualmente, se celebrarán justo dentro de un mes– es más popular que nunca.

La ministra de exteriores lidera la operación porque para ello, como bien repite parte de la prensa, estamos ante una guerra: un conflicto militar entre dos estados. ¿Es un estado Palestina o la franja de Gaza? Sólo cuando conviene. Es un estado para pagar con su vida en tiempo de guerra, pero no para decidir en tiempo de paz. Hamás es un grupo terrorista cuando interesa pero todos los palestinos responden por sus actos cuando se le reconoce, a fuerza de obuses, como el gobierno legítimo. Igual de asimétricos son los silencios de Obama, que se parapeta tras el “sólo puede haber un presidente” cuando preguntan por Gaza, pero receta cada cheque de las ayudas a la banca o al automóvil. Hay cosas que son urgentes, como la economía, y cosas que pueden esperar hasta la toma de posesión, como la vida y muerte de los palestinos. También es asimétrica la diplomacia europea, incluida la española, que pide paz con la boca pequeña mientras lanza indignados ultimátum contra Rusia por querer cobrar más por su gas: la calefacción es también más sagrada que la vida de los palestinos.

“Israel tiene derecho a defenderse”, repiten los partidarios de la masacre. Ese “derecho a defenderse”, ¿qué permite? ¿dónde termina? ¿Es también un derecho asimétrico y sólo sirve para Israel porque lo dice la Biblia? Los Qassam, los cohetes caseros que se fabrican en herrerías soldando a mano placas de metal, son ahora el argumento que emplea Israel para justificar su ataque a Gaza. El año pasado, estos temibles cohetes mataron a cuatro israelíes; tantos como bajas por fuego amigo ha desatado entre su propio ejército la enormemente desproporcionada operación de venganza de Israel. El derecho a defenderse es el nuevo talión: cien ojos por cada ojo, cien dientes por cada diente.

“Si alguien lanzara cohetes a mi casa, donde mis hijas duermen, haría todo lo que pudiese para detenerlo”, dijo Obama hace unos meses en su visita a Sderot, una ciudad israelí a un kilómetro de la frontera con Gaza. Podría haber dado el mismo discurso unos kilómetros más allá, al otro lado del muro que limita la cárcel más poblada del planeta: Gaza. Si alguien lanzara misiles, que no cohetes caseros, sobre la casa donde sus hijas duermen ¿qué haría Obama?

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Domingo 11 de enero, a las 12 de la mañana: manifestación por la paz en Madrid desde Cibeles hasta la puerta del Sol.


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