Si hay alguien acostumbrado a traspasar la estrecha línea que separa al héroe del villano, es Baltasar Garzón. Del juez se podría afirmar hoy que “ha guiado con destreza la relampagueante trayectoria del arma justiciera, dibujando en la pizarra de la historia uno de los más memorables guiones torcidos de Dios”, pero no estaría bien hacerlo, porque eso sería plagiar a Pedro J. Ramírez, maestro de periodistas y autor de la frase allá por diciembre de 1994, cuando ambos querían enchironar a Felipe González.
También se podría asegurar de Garzón que “o es un indocumentado que no sabe de leyes (…) o es un juez que ha prevaricado mediante una resolución encaminada a alimentar sus fines megalómanos”, aunque volveríamos a incurrir en flagrante plagio, ya que es justamente lo que dice Ramírez en su editorial de ayer en El Mundo. La conclusión no puede ser más obvia: todo lo que uno pueda apuntar sobre Garzón ya lo ha dicho ese buscador de exclusivas llamado Pedro José.
No pensaba comentar nada al respecto, pues siempre da un poco de apuro hablar de tu libro. Pero viendo cómo se lo han tomadoalgunos, sacaré pecho. Sí, ayer recogí, como director de Público, uno de los XI Premios Mujeres Progresistas junto con Carme Chacón, Matilde Fernández, Doris Lessing, Ingrid Betancourt y Pedro Zerolo. ¿La razón? Que Público, a diferencia del resto de los diarios nacionales de pago, no acepta anuncios de prostitución. Y a mucha honra.
El premio me hace ilusión, entre muchas cosas, por una razón personal: el año pasado lo ganó mi padre, Arsenio Escolar, porque el diario que dirige, 20 Minutos, fue el primero de España que vetó esta publicidad mal llamada de relax –qué tendrá que ver el relax con el proxenetismo–. Ojalá el año que viene haya otro diario, otro director, que pueda recoger el mismo premio por idéntico motivo.
Como dije ayer, el mérito no es mío sino de los accionistas de Público, que son los que están dispuestos a renunciar a unos ingresos importantes a cambio de no ser hipócritas. Sé que, de tan sobado, suena hueco decirlo, pero es así: para mí es un orgullo trabajar en un diario cuyos dueños creen que hay cosas que son más importantes que el dinero.
Antes de que me apedreen, me pondré el casco: soy lector diario de Menéame y uno de los primeros usuarios registrados. Como periodista, creo que es un buen termómetro para medir el interés que producen las noticias entre cierto tipo de público, entre los internautas que más navegan. Y también es una buena escuela para aprender a titular, para aprender a captar la atención del lector. Consulto esa web a diario y siempre la recomiendo a todos los periodistas con los que trabajo. Pero hay veces que la comunidad meneadora, con las prisas o el desconocimiento, falla más que una escopeta de feria. O, lo que es lo mismo, casi tanto como un periodista de toda la vida.
Los periódicos, como las personas, somos rehenes de nuestro pasado. En nuestro caso, al pasado se le llama hemeroteca. Cuando se revisa lo ya publicado, cuando se hace un repaso de las viejas portadas, queda a veces la sensación de que los diarios siempre nos fijamos en el árbol y no en el bosque. Noticias que un día merecen abrir a toda plana, dos meses después apenas se recuerdan.
En este año de Público hemos intentado –no sé si con éxito, eso lo juzgáis vosotros– hablar de bosques y no sólo de árboles. Contar la realidad de cada día, reflejar la actualidad, sin tampoco dejarnos arrastrar por el último teletipo. Fijar nuestra atención en lo realmente importante en lugar de hablar sólo de lo urgente.
Hace un año, en nuestro primer número, presentamos esos temas que en Público consideramos importantes y nos comprometimos a no abandonarlos, a profundizar en ellos con independencia de la agenda que intentan marcar los políticos. Hoy, un año después, nuestras banderas siguen siendo las mismas. Algunas están de actualidad, como la reforma del aborto, la memoria histórica o el derecho a morir sin dolor. Otras hoy molestan, como la solidaridad con los inmigrantes o la laicidad del Estado. Y hay varias que el poder económico, que busca imponer sus recortes de siempre con la crisis como excusa, quiere ahora devorar: trabajo digno, Estado del bienestar o derecho a una vivienda digna.
Nuestras prioridades siguen igual, poco ha cambiado en un año. Defendemos las libertades que tanto ha costado conseguir, pero no nos conformamos sólo con ellas; no son suficientes, queremos ampliarlas. Creemos en un mundo más justo donde nada esté por encima del respeto a la dignidad de las personas. Y pensamos que la información libre y veraz es la clave para ello, que no se pueden vender periódicos a cualquier precio porque el precio que paga la sociedad es muy alto cuando las noticias se fabrican con mentiras, medias verdades o silencios interesados. Que tampoco se puede vender publicidad a cualquier precio cuando el dinero que paga esa publicidad sale directamente de la trata de blancas y fomenta la esclavitud en pleno siglo XXI. Que es mejor tener una sección de ciencias que una página de horóscopo. Que ni todos los políticos son iguales ni todos los periódicos son iguales.
Ha pasado todo un año pero sólo ha pasado un año. Y hacer un diario cada día significa también equivocarse a diario; un periódico, por definición, es siempre imperfecto. En este primer año de Público hemos cometido muchos errores, muchos más de los que nos gustaría. Nuestras cifras de ventas demuestran que en algo fundamental no hemos errado: había público para un diario así, y por eso vosotros estáis ahí, leyendo este periódico.
Un diario, más allá de toneladas de papel manchado de tinta, es una relación de confianza entre las personas que aquí trabajamos y vosotros, los que nos leéis. La confianza se gana poco a poco pero se pierde con facilidad. En este segundo año esperamos seguir contando con la vuestra. No vamos a estar quietos, nos moveremos. Queremos cambiar para mejorar, pero no vamos a traicionar nuestras banderas, nuestros principios, los vuestros. Porque, sin ti, Público no es nada.
¿Se acuerdan de Carlos Fanlo? Escribió un desafortunado artículo sobre Jiménez Losantos y el predicador de las ondas, a pesar de que después el juez pidió disculpas, le llevó a los tribunales. Ganó Fanlo, pero el crispador le hizo la vida imposible con uno y mil insultos desde la COPE. El juez empezó a recibir amenazas de muerte en el teléfono. Una de esas llamadas la recibió su hija, de nueve años. “A mi marido esto le puso nervioso. Lo tuvimos que denunciar y durante dos meses tuvimos protección. Nos dijeron que nos iban a matar, que no saliéramos a la calle, que sabían los colegios donde iban mis hijos”, recuerda ahora su viuda.
Carlos Fanlo murió hace un año, pero antes volvió a ganar a Losantos en los tribunales. El radiopredicador, en uno de sus libros, se refería a él como “exquisita deposición judicial”. “Fanlo, que tendría lo que hay que tener -al menos para ser terrorista- (…)”, decía Losantos en su libro. Una vez más, y van, fue condenado por vulneración al derecho al honor. La indemnización, unos testimoniales 3.000 euros, fueron a parar a la asociación de víctimas de Pilar Manjón. El juez ganó dos veces, pero nadie se enteró.
La Asociación de Víctimas del Terrorismo ha presentado una demanda contra Público: contra el redactor Óscar López Fonseca y contra mí, Ignacio Escolar, responsable como director del diario. Nos acusan de intromisión ilegítima en el derecho a la propia imagen y al honor por una noticia publicada el pasado 28 de abril en la que se desvelaba que Francisco José Alcaraz, ex presidente de esta asociación, había expulsado a un socio crítico con su gestión el día antes de dejar el cargo. Los abogados de la AVT, según reconocen en el texto de la demanda, admiten que la información publicada es cierta -que el socio crítico fue, en efecto, expulsado en dicha fecha- pero aseguran que la noticia recoge afirmaciones falsarias que pueden acarrear “consecuencias tan graves y perniciosas como son la retirada de ayudas a la AVT” “motivadas por la mala publicidad y mala imagen, ya que se pone a ésta en una situación de sospecha, algo que perjudica, en última instancia, a las víctimas”.
No es la primera demanda que nos llega. Me temo que tampoco será la última: no nos vamos a callar.
Tratar por igual a dos idiomas en dos situaciones tan diferentes como el euskara y el castellano es propugnar la supremacía del castellano. Porque, tan injusto es tratar diferente cosas iguales, como tratar igual cosas diferentes. ¿Realmente los firmantes del Manifiesto por la lengua común que recientemente ha presentado un grupo de intelectuales buscan la igualdad entre los idiomas cooficiales y el español?
He cursado infantil, primaria y buena parte de la carrera en euskara, y creo que conozco notablemente mejor el castellano. Eso sí, la capacidad para leer, escribir y expresarme que tengo en euskara jamás la hubiera tenido de no haber sido por esos años en clase. Y no soy un caso único. La predominancia del castellano en todos los ámbitos, salvo el escolar, en buena parte de Euskadi es casi absoluta.
Y no se trata de que los niños sepan sólo un idioma u otro. Que la lengua vehicular sea el euskara no reduce el nivel de español de los alumnos. Recientemente el Gobierno Vasco ha preferido que los alumnos vascos respondieran el examen PISA en castellano, aunque vinieran de ser educados con euskara como única lengua vehicular. Y consiguieron mejores resultados que otras comunidades a pesar de que, en teoría, estaban en desventaja.
Sin el rechazo que provoca el PP, Zapatero habría perdido las elecciones. Según nuestro último Publiscopio, casi 1,4 millones de personas votaron al PSOE, en lugar de a otros partidos, para frenar a Mariano Rajoy. El partido más perjudicado fue IU, que perdió por este efecto más de medio millón de votos. Los votantes socialistas rechazan una nueva negociación con ETA, pero piden al Gobierno que se atreva con la eutanasia. Más
“El Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades será concedido a la persona, grupo de personas o institución cuya labor creadora o de investigación represente una aportación relevante a la cultura universal en esos campos”. No es decir demasiado, la verdad. Con este criterio, el premio de ayer podría haber ido a parar a la SGAE, por su “aportación relevante al incremento de la participación de los internautas en la Red”, dada la cantidad de comentarios que suscitan sus noticias. El jurado se lo ha dado a Google. Y Google se merece infinidad de premios. Pero éste no es uno de ellos.
Sergey Brin y Larry Page han creado el mejor buscador de Internet del mundo, propiciando “el acceso generalizado al conocimiento”, como bien dice el jurado. También gestiona herramientas poderosísimas (un programa de correo electrónico, una televisión por Internet, un sencillo gestor de publicidad on-line). Por todo ello, Page y Brin podrían merecer el Príncipe de Asturias de Investigación y hasta un premio Nobel.
Pero Google no contribuye “al progreso de los pueblos”, como pomposamente asegura el acta del jurado. Al menos, no al del pueblo chino, donde se encuentra el mayor número de internautas del mundo. En ese país, Google ha decidido aceptar la censura del Gobierno a cambio de poder hacer negocios.
(…) Seamos serios: según los datos, los que han convocado la huelga de transporte por carretera sólo representan a un 15% del sector. Pongamos, para ser magnánimos, que son un 20%. Por consiguiente, la inmovilización del resto de los camiones y furgonetas, que ha provocado el desabastecimiento en algunos lugares del país, se debe mayoritariamente a la acción de piquetes. Piquetes muy violentos y muy disuasorios, por las imágenes que he podido ver. Y muy eficaces a la hora de cortar carreteras y autopistas. Las amenazas y agresiones a los que sí querían trabajar, incluso delante de la Guardia Civil, han sido constantes. Y un miembro de un piquete ha muerto atropellado. Los ánimos están muy exaltados.
No estoy diciendo que los huelguistas no tengan razón. La tienen, como todo hijo de vecino que vea que la escalada de precios amenaza su futuro. Lo que digo es que, si hay que aguantar una huelga, pues se aguanta, sin que ello suponga que debamos comprar 14 quilos de arroz o llenar a toda costa el depósito el martes para poderse ir de fin de semana el viernes.
La situación, en general, no es tan grave como se pinta. (…) ¿Los piquetes violentos no son ilegales? Pues, por favor, que los que se encargan de que se cumpla la legalidad actúen como debieran de actuar. Para eso les pagamos. Y otra cosa: espero que no se les haga más caso a los camioneros violentos que a los pescadores que, pacíficamente, también están en huelga por el aumento del precio de los carburantes y que han amarrado sus flotas en muchos puertos españoles.
La última huelga del transporte es una huelga que no es una huelga contra un patrón que no es un patrón y cuyos huelguistas que no son huelguistas le exigen al patrón que no es un patrón que baje unos impuestos que no puede bajar, suba unas tarifas que no puede subir y prohíba unas prácticas desleales que no puede prohibir.
Esta huelga es una huelga desconcertante ante la que uno no acaba de saber si está a favor o en contra o qué. Antes, la gente de izquierdas siempre sabía qué hacer ante las huelgas normales: estar a favor de los trabajadores y en contra de los patronos. Era fácil: “¡El metal! ¡unido! ¡jamás será vencido!” Con los camiones todo es más complicado, sobre todo porque los hay de todo tipo: grandes, medianos, pequeños, furgonetas, carromatos.
(…) Nos confunde esta huelga porque los huelguistas son trabajadores, sí, pero son al mismo tiempo patronos. Y son patronos, sí, pero tan modestos que muchos apenas merecen el nombre de tales. Y hacen muy requetebién en exigirle cosas al Gobierno, sí, pero al mismo tiempo no hacen tan requetebién porque el Gobierno no tiene culpa alguna de que el maldito precio del petróleo haya subido de una manera tan enigmática y disparatada en tan poquísimo tiempo. Ya quisiera este Gobierno poder tener la culpa de una cosa así.