Ahora que la Audiencia Nacional ha imputado a Teddy Bautista y al resto de la cúpula de la SGAE por “apropiación indebida”, “delito continuado de estafa de especial gravedad” y “administración fraudulenta”, sorprende que estén siendo las supuestas víctimas de estos posibles delitos quienes estén defendiendo a los presuntos delincuentes. Si se demuestran estas graves acusaciones, serían los socios de la SGAE quienes habrían sido los principales estafados porque la denuncia que puso en marcha la Fiscalía Especial contra la Corrupción y la Criminalidad Organizada (ahí es nada) no tiene nada que ver ni con el canon ni con la ley Sinde ni con las mil y una razones que han hecho de la SGAE una organización popularmente odiada.
Pero volvamos a los artistas. ¿Qué lleva a tantos autores a defender una gestión que hoy está en los tribunales, que ha hundido la imagen de la SGAE y que les ha enfrentado de esta manera con sus teóricos clientes, con el resto de los ciudadanos? Pues supongo que hay de todo. La complicidad –muchos de los que hoy defienden a Teddy han sido miembros de su directiva–, la ignorancia, la eficacia recaudatoria... Pero también cierta respuesta de manada, de grupo que se siente atacado. A Teddy le funcionó: cuanto más impopular era en la calle, más adhesiones internas conseguía. Nada une más que el enemigo exterior. La “defensa Bautista” (quien me ataca a mí, ataca a los autores) es calcada a la que fue la defensa de Jordi Pujol en otros años (quien me ataca a mí, ataca a Catalunya).
Hay también entre los autores muchos que hoy están tan escandalizados como los propios ciudadanos. La gran duda es por qué no alzan la voz cuando saben que son ellos los principales perjudicados.
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