Momentos preconstitucionales

A Javier Verdejo lo mataron en la 't' de trabajo. A los 19 años, una pintada inconclusa le costó la vida: “Pan, trabajo y libertad”. En Almería, el 14 de agosto de 1976, sólo había pan, y poco. A Javier Verdejo lo mataron dos veces. La primera fue en El Zapillo, en la playa de Almería, de un disparo en el cuello mientras huía del “alto a la Guardia Civil”. La segunda, en la nota oficial con la que las autoridades justificaron su muerte. “Durante la persecución, uno de los guardias tropezó y el arma, un Z-62, se le disparó”.

Y ahí quedó todo. No hubo autopsia, investigación ni juicio. No se supo siquiera el nombre del guardia de la puntería a traspiés. La única sanción que se le impuso fue un traslado a otro cuartel de otra ciudad. La familia Verdejo, muy conservadora, no denunció. Su padre, Jesús Verdejo, había sido alcalde de Almería con Franco. El caso no se cerró en falso porque ni siquiera llegó a abrirse. Se despachó como una simple muerte accidental.

“En mi propia biografía tengo momentos preconstitucionales; si no, significaría que había nacido en años posteriores”. Roberto García Calvo, en el año 2001, explicaba así su pasado ante el Congreso de los Diputados. 25 años antes, la noche que mataron a Verdejo, él era gobernador civil y jefe provincial del Movimiento falangista en Almería, la máxima autoridad. 25 años después, el PP de Aznar le había nombrado magistrado del Tribunal Constitucional.

García Calvo llegó a Almería con Arias Navarro de presidente y fue cesado 10 meses después por el Gobierno de Adolfo Suárez. Hoy sigue en el Constitucional. Es uno de los jueces que pronto decidirá si el Estatut catalán, el matrimonio homosexual, la paridad en las listas o la ley contra los malos tratos caben dentro de nuestra Carta Magna. El PP lo recuperó para la vida pública: no encontraron nadie mejor para defender nuestras libertades. García Calvo sabe bien cuánto ha costado conseguirlas.