El homenaje de Aznar a Berlanga

Se abre el telón y aparece José María Aznar acompañado por trescientos agentes inmobiliarios disfrazados de karatecas que lo vitorean a gritos –“¡presidente!, ¡presidente!”– mientras suena la banda sonora de Rocky. Los vendedores de casas, vestidos con kimonos negros, aplauden al compás a nuestro hombre, que está crecido y agradecido. “¡Sois una especie a proteger!”, les piropeará más tarde Aznar, el inventor de esa fecunda reserva natural que fue la Ley del Suelo del 98. La ovación dura minutos y al fin habla el estadista.

En ese momento, alguien mira el plano general, se da cuenta de la foto, de las circunstancias, y toma una decisión: ¡Rápido!, ¡evacuen a la prensa! Y a los quince minutos de empezar la conferencia, la organización se acerca a los periodistas: “Disculpa. Debes salir. Ha habido una confusión y no puede haber medios en el acto”. El acto sigue sin ellos, como piden en el cine los soldados moribundos; pero un periodista ninja se camufla entre los karatecas y vive para contarlo. “Conmigo de presidente del Gobierno, el Real Madrid ganó tres copas de Europa”, dice Aznar para la historia. “En esta crisis habrá ganadores y perdedores, mi consejo es procurar estar entre los que ganen; siempre es mejor ganar que perder”. Sabiduría le sobra.

Se cierra el telón tras una hora de discurso nada barato; de nuevo aplausos con la música de Rocky Balboa. ¿Que cómo se llama la película? Pues sólo falta una mención al Imperio Austrohúngaro y un karateca cojo que llega el último para que bien pudiera ser un nuevo disparo de la Escopeta Nacional. Pero la vida de los que inventan la ficción pierde el sentido cuando la realidad les alcanza. Todo lo que aquí he contado de verdad pasó en Madrid, este sábado, sólo unas horas después de que se fuese el inmortal Luis García-Berlanga.