El Papa da un primer paso

Más de un siglo después de la generalización del preservativo de látex, treinta años más tarde de los primeros muertos por SIDA, el Papa acepta al fin el uso del condón en “ciertos casos”. ¿Y cuáles son esas excepciones de la norma católica, que aún hoy proclama como única solución ante la pandemia el matrimonio o la abstinencia? Benedicto XVI no lo aclara, pero su ejemplo es de traca. Habla dios y, en su nombre, Joseph Ratzinger: “Puede haber casos individuales, como cuando un hombre que se prostituye utiliza un preservativo, donde puede ser un primer paso hacia una moralización, un comienzo de responsabilidad que permita tomar una nueva consciencia de que no todo está permitido”. El Papa también admite que el condón sirve para “reducir el riesgo de infección de VIH” y, parafraseando su argumento, sin duda éste “puede ser un primer paso hacia una moralización” del Vaticano; un “comienzo de responsabilidad” por parte de la Iglesia Católica, cuya actitud negacionista sobre el preservativo tantas vidas ha costado.

Hace poco más de un año, en su visita a África de marzo de 2009, el mismo Papa dijo que el SIDA “no se puede superar con la distribución de preservativos; al contrario, aumentan el problema”. Aquella fue la primera vez en la historia que un Papa pronunciaba en público la palabra tabú: “preservativo”; fue una oportunidad perdida. Benedicto XVI hoy también admite que su voz no es infalible “Obviamente, el Papa puede equivocarse”, dice Ratzinger, rompiendo con el dogma que dejó impuesto el Concilio Vaticano I, en 1870. Ambas rectificaciones le honran, pero son insuficientes. Es tan grande la distancia que separa a la Iglesia Católica del mundo en el que vivimos que este primer paso sigue siendo muy escaso.