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Josep Ratzinger - homilía del lunes, 18 de abril, en la misa previa al cónclave
En esta hora de gran responsabilidad, escuchemos con particular atención lo que nos dice el Señor con sus mismas palabras. De las tres lecturas, quisiera escoger sólo algún pasaje que nos afecta directamente en un momento como éste.
La primera lectura ofrece un retrato profético de la figura del Mesías, un retrato que alcanza todo su significado en el momento en el que Jesús lee este texto en la sinagoga de Nazaret, cuando dice: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy» (Lucas 4, 21). En el centro de este texto profético, encontramos una frase que, al menos a primera vista, parece contradictoria. Al hablar de sí mismo, el Mesías dice que ha sido enviado «a pregonar el año de gracia del Señor, el día de venganza de nuestro Dios» (Isaías 61, 2). Escuchamos, con alegría, el anuncio del año de la misericordia: la misericordia divina pone un límite al mal, nos ha dicho el Santo Padre. Jesucristo es la misericordia divina en persona: encontrar a Cristo significa encontrar la misericordia de Dios. El mandato de Cristo se ha convertido en nuestro mandato a través de la unción sacerdotal; estamos llamados a promulgar no sólo con las palabras sino también con la vida y con los signos eficaces de los sacramentos «el año de la misericordia del Señor». Pero, ¿qué quiere decir Isaías cuando anuncia el «día de venganza de nuestro Dios»? Jesús, en Nazaret, al leer el texto profético, no pronunció estas palabras, concluyó anunciando el año de la misericordia. ¿Fue éste quizá el motivo del escándalo que tuvo lugar tras su predicación? No lo sabemos. De todos modos, el Señor ofreció su comentario auténtico a estas palabras con su muerte en la cruz. «Él mismo sobre el madero llevó nuestros pecados…», dice san Pedro (1 Pedro 2, 24). Y san Pablo escribe a los Gálatas: «Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros, pues dice la Escritura: maldito todo el que está colgado de un madero, a fin de que llegara a los gentiles, en Cristo Jesús, la bendición de Abraham, y por la fe recibiéramos el Espíritu de la Promesa» (Gálatas 3, 13s).
La misericordia de Cristo no es una gracia barata, no supone la banalización del mal. Cristo lleva en su cuerpo y en su alma todo el peso del mal, toda su fuerza destructora. El día de la venganza y el año de la misericordia coinciden en el misterio pascual, en Cristo, muerto y resucitado. Esta es la venganza de Dios: él mismo, en la persona del Hijo, sufre por nosotros. Cuanto más quedamos tocados por la misericordia del Señor, más solidarios somos con su sufrimiento, más disponibles estamos para completar en nuestra carne «lo que falta a las tribulaciones de Cristo» (Colosenses 1, 24).
Pasemos a la segunda lectura, la carta a los Efesios. Afronta esencialmente tres argumentos: en primer lugar, los ministerios y los carismas en la Iglesia, como dones del Señor resucitado y elevado al cielo; a continuación, la maduración en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, como condición y contenido de la unidad en el cuerpo de Cristo; y, por último, la participación común en el crecimiento del Cuerpo de Cristo, es decir, la transformación del mundo en la comunión con el Señor.
Detengámonos en dos puntos. El primero, es el camino hacia la «madurez de Cristo», como dice, simplificando, el texto en italiano. Más en concreto tendríamos que hablar, según el texto griego, de la «medida de la plenitud de Cristo», a la que estamos llamados a llegar para ser realmente adultos en la fe. No deberíamos quedarnos como niños en la fe, en estado de minoría de edad. Y, ¿qué significa ser niños en la fe? Responde san Pablo: significa ser «llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina» (Efesios 4, 14). ¡Una descripción muy actual!
Cuántos vientos de doctrina hemos conocido en estas últimas décadas, cuántas corrientes ideológicas, cuántas modas del pensamiento… La pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos con frecuencia ha quedado agitada por las olas, zarandeada de un extremo al otro: del marxismo al liberalismo, hasta el libertinismo; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo, etc. Cada día nacen nuevas sectas y se realiza lo que dice san Pablo sobre el engaño de los hombres, sobre la astucia que tiende a inducir en el error (Cf. Efesios 4, 14). Tener una fe clara, según el Credo de la Iglesia, es etiquetado con frecuencia como fundamentalismo. Mientras que el relativismo, es decir, el dejarse llevar «zarandear por cualquier viento de doctrina», parece ser la única actitud que está de moda. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que sólo deja como última medida el propio yo y sus ganas.
Nosotros tenemos otra medida: el Hijo de Dios, el verdadero hombre. Él es la medida del verdadero humanismo. «Adulta» no es una fe que sigue las olas de la moda y de la última novedad; adulta y madura es una fe profundamente arraigada en la amistad con Cristo. Esta amistad nos abre a todo lo que es bueno y nos da la medida para discernir entre lo verdadero y lo falso, entre el engaño y la verdad.
Tenemos que madurar en esta fe adulta, tenemos que guiar hacia esta fe al rebaño de Cristo. Y esta fe, sólo la fe, crea unidad y tiene lugar en la caridad. San Pablo nos ofrece, en oposición a las continuas peripecias de quienes son como niños zarandeados por las olas, una bella frase: hacer la verdad en la caridad, como fórmula fundamental de la existencia cristiana. En Cristo, coinciden verdad y caridad. En la medida en que nos acercamos a Cristo, también en nuestra vida, verdad y caridad se funden. La caridad sin verdad sería ciega; la verdad sin caridad, sería como «un címbalo que retiñe» (1 Corintios 13, 1).
Pasemos ahora al Evangelio, de cuya riqueza quisiera sacar tan sólo dos pequeñas observaciones. El Señor nos dirige estas maravillosas palabras: «No os llamo ya siervos… a vosotros os he llamado amigos» (Juan 15, 15). Muchas veces no sentimos simplemente siervos inútiles, y es verdad (Cf. Lucas 17, 10). Y, a pesar de ello, el Señor nos llama amigos, nos hace sus amigos, nos da su amistad. El Señor define la amistad de dos maneras. No hay secretos entre amigos: Cristo nos dice todo lo que escucha al Padre; nos da su plena confianza y, con la confianza, también el conocimiento. Nos revela su rostro, su corazón. Nos muestra su ternura por nosotros, su amor apasionado que va hasta la locura de la cruz. Nos da su confianza, nos da el poder de hablar con su yo: «este es mi cuerpo…», «yo te absuelvo…». Nos confía su cuerpo, la Iglesia. Confía a nuestras débiles mentes, a nuestras débiles manos su verdad, el misterio del Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; el misterio del Dios que «tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único» (Juan 3, 16). Nos ha hecho sus amigos y, nosotros, ¿cómo respondemos?
El segundo elemento con el que Jesús define la amistad es la comunión de las voluntades. «Idem velle – idem nolle», era también para los romanos la definición de la amistad. «Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando» (Juan 15, 14). La amistad con Cristo coincide con lo que expresa la tercera petición del Padrenuestro: «Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo». En la hora de Getsemaní, Jesús transformó nuestra voluntad humana rebelde en voluntad conformada y unida con la voluntad divina. Sufrió todo el drama de nuestra autonomía y, al llevar nuestra voluntad en las manos de Dios, nos da la verdadera libertad: «pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú» (Mateo 26, 39). En esta comunión de las voluntades tiene lugar nuestra redención: ser amigos de Jesús, convertirse en amigos de Dios. Cuanto más amamos a Jesús, más le conocemos, más crece nuestra auténtica libertad, la alegría de ser redimidos. ¡Gracias, Jesús, por tu amistad!
El otro elemento del Evangelio que quería mencionar es el discurso de Jesús sobre llevar fruto: «os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca» (Juan 15, 16). Aquí aparece el dinamismo de la existencia del cristiano, del apóstol: os he destinado para que vayáis… Tenemos que estar animados por una santa inquietud: la inquietud de llevar a todos el don de la fe, de la amistad con Cristo. En verdad, el amor, la amistad de Dios, nos ha sido dada para que llegue también a los demás.
Hemos recibido la fe para entregarla a los demás, somos sacerdotes para servir a los demás. Y tenemos que llevar un fruto que permanezca. Pero, ¿qué queda? El dinero no se queda. Los edificios tampoco se quedan, ni los libros. Después de un cierto tiempo, más o menos largo, todo esto desaparece. Lo único que permanece eternamente es el alma humana, el hombre creado por Dios para la eternidad. El fruto que queda, por tanto, es el que hemos sembrado en las almas humanas, el amor, el conocimiento; el gesto capaz de tocar el corazón; la palabra que abre el alma a la alegría del Señor. Entonces, vayamos y pidamos al Señor que nos ayude a llevar fruto, un fruto que permanezca. Sólo así la tierra se transforma de valle de lágrimas en jardín de Dios.
Volvamos, por último, una vez más a la carta a los Efesios. La carta dice, con las palabras del Salmo 68, que Cristo, al ascender al cielos, «subiendo al cielo, dio dones a los hombres» (Efesios 4, 8). El vencedor distribuye dones. Y estos dones son apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. Nuestro ministerio es un don de Cristo a los hombres para edificar su cuerpo, el mundo nuevo. Vivamos nuestro ministerio de este modo, ¡como don de Cristo a los hombres! Pero, en este momento, pidamos sobre todo con insistencia al Señor que, después del gran don del Papa Juan Pablo II, nos dé de nuevo un pastor según su corazón, un pastor que nos guíe al conocimiento de Cristo, a su amor, a la verdadera alegría. Amén.
Ignacio Escolar | Abril 19, 2005 07:13 PM
¿A ti te parece algo digno de celebrar que la religión más poderosa del mundo elija como nuevo líder al Inquisidor Mayor...?
Lo único que me consuela es que no tardará mucho en morirse.
La iglesia da un giro a la izquierda... de 350º (o sea, que aun se queda un poquito mas a la derecha de lo que estaba, y teniendo en cuenta la trayectoria del maromo, es literalmente cierto).
NAZINGER: "...del marxismo al liberalismo, hasta el libertinismo; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo, etc."
Pabernos matao.
Seguro que se ha votado a si mismo, anda que no!
Que se ponga el Espíritu Santo, que le voy a decir cuatro cosas bien dichas.
Eso, eso, que dé la cara el Holy Spirit... (se va a llevar unos buenos perdigonazos, casuen diez...)
Buenísimo...! vean esto...:
http://foros.abc.es/cgi-local/forosabc/ultimatebb.cgi?ubb=forum;f=116
Lo que me consuela es que en no tardando nada vamos a tener un magníííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííífico artículo de Juan Manuel de Prada en el ABC, un texto iluminador de nuestro gran plumífero católico que nos abrirá los ojos y nos hará ver por qué debemos considerar la elección de Ratzinger como una buena noticia para la ciudad y el mundo.
Menos mal que soy ateo, que si creyera que la Iglesia es amor, Jesucristo, tolerancia, compasión y todo eso, tendría una depresión del copón. En cambio, en todo caso me alegro, la Iglesia es una institución verdadera y despiadadamente arcaica, y toda la gente que no lo piense así, ahora tiene una oportunidad de comprobarlo. Por cierto, los ojos hundidos y la boca del nuevo Benedicto lo caricaturizan como un auténtico malo-siniestro de película.
Santo, el número de fieles católicos seguirá bajando...
Telegrama de felicitación de Zapatero al nuevo papa:
"Santidad, reciba en nombre del Gobierno de España y del pueblo español nuestra más calurosa felicitación por su elección como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica y con mis mejores deseos para el Pontificado que hoy inicia. Asimismo, le manifiesto la voluntad del Gobierno de España de mantener las históricas relaciones entre España y la Santa Sede y de cooperar con su Santidad durante su mandato. Aprovecho la ocasión, Santidad, para hacerle llegar el testimonio de mi más alta consideración y estima. José Luis Rodríguez Zapatero. Presidente del Gobierno de España"
Lo vi en libertaridad digitiva, así que no pongo enlace, y lo haría, pero ¿mis uñas qué...?
No creo que un cardenal conocido e influyente sea el mejor Papa. La gente que entiende de esto sabe cómo es, sabe que presidió una especie de "Inquisición", sabe que no es amigo de "desviaciones" doctrinales. Desde luego, Benedicto XVI no será tan querido como Juan Pablo II. Además, no debe ser muy bueno que a un Papa se le conozca más por su apellido real que por el nombre que adopta.
Por cierto, Nacho, en el blog del cónclave de Telecinco me sale un error 404. Espero que sea el típico colapso temporal, porque me gustaría ver algún perfil de Ratzinger.
Bueno, basta por hoy. Creo que a mi lastimado espíritu sólo le alivia ahora algo de poesía... Me permito compartirla con todo el blog. Hasta otra.
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*¿Cómo están ustedes?*
Había una vez... un circo
que alegraba siempre el corazón
lleno de color mundo de ilusión
pleno de alegría y emoción
Había una vez... un circo
que alegraba siempre el corazón,
sin temer jamás al frío o al calor,
el circo daba siempre su función
Siempre viajar, siempre cambiar,
pasen a ver el circo
otro país, otra ciudad,
pasen a ver el circo.
es magistral, ¡sensacional!
pasen a ver el circo.
Somos felices de conseguir
a un niño hacer reir
Había una vez... un circo
que alegraba siempre el corazón,
que alegraba siempre el corazón,
Había una vez... un circo
que alegraba siempre el corazón,
lleno de color, mundo de ilusión,
reino de alegría y emoción...
Había una vez... un circo
que alegraba siempre el corazón,
sin temer jamás al frío o al calor,
el circo daba siempre su función.
Siempre viajar, siempre cambiar
pasen a ver el circo.
Otro país, otra ciudad,
pasen a ver el circo.
Es magistral, sensacional
pasen a ver el circo.
Somos felices de conseguir
a un niño hacer reir.
Había una vez... un circo
que alegraba siempre el corazón,
que alegraba siempre el corazón.
Yo opino lo mismo que Alcoyano, no creo que sea nada bueno para la Iglesia haber elegido a alguien tan ultra-conservador y además con tanta fama (buena y mala). Si el nuevo Papa tuviera el mismo perfil que Ratzinger pero no fuera conocido no nos daría tanta grima.
Saludos!!! :)
Parece que el espiritu santo se quedo en algun bar gay de Roma y no alcanzó a llegar a la Sixtina. Ahora si que, Dios nos agarre confesados; la derecha se ha ido para dar paso a la ultraderecha.
Los del Jueves tienen que estar dando palmas con las orejas.
Por cierto, ¿que hay que hacer para que te borren de la empresa que dirige mister Decimosexto?
Mira aquí, Jomacrar, y cuando lo pruebes nos lo cuentas :)
http://www.pepe-rodriguez.com/Cristianismo/Apostatar_formulario.htm
Saludos.
Mira aquí, Jomacrar, y cuando lo pruebes nos lo cuentas :)
http://www.pepe-rodriguez.com/Cristianismo/Apostatar_formulario.htm
Saludos.
Rojos… ateos… judeomasones… os condenais con cada frase.
A mi me parece que es bueno ese papa pero no me gusta que sea conservador
Bueno,no estan malo si también condena el liberalismo,¿no?
Cuando dice... "La pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos con frecuencia ha quedado agitada por las olas, zarandeada de un extremo al otro: del marxismo al liberalismo, hasta el libertinismo; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo, etc" me recuerda al bot 2.0 ...
Cuelga mejor estas:
El sucesor de Juan Pablo II en la cátedra de Pedro ha tomado el nombre de Benedicto XVI. Pensé inmediatamente en su antecesor, el Papa Benedicto XV, cuyo pontificado transcurrió de 1914 hasta 1922, los años de la I Guerra Mundial y siguientes. Entonces, fue declarado el “Papa de la Paz”; se negó a bendecir a los ejércitos porque la misión de la Iglesia a la que sirve es de paz, no de guerra; porque la paz en la que creía se construía sobre los valores del Evangelio y de la dignidad de la persona humana, que lleva en sí misma la marca de su Creador. Al pedir a los católicos de su tiempo que fundamentaran sobre estos valores la sociedad que deseaban construir, Benedicto XV indicaba el camino más seguro para erradicar la violencia, las desigualdades sociales y las injusticias; por esta vía darían paso a la “civilización del amor”.
En mi humilde opinión, este papa condena todo tipo de PENSAMIENTO que no sea arrodillarse ante él y la iglesia católica-apostólica y muy romana.
Lo que el pide es que nos despojemos de toda idea y solo permitamos pensar en Cristo y en la iglesia.
Para mayor gloria de Dios.
Amén.
Nooo
ke muera dios
satan vive
en cada uno de uds.
jjajajaja
jaja
no seran salvados
entregenle su alma a lucifer
antes que ya todo sea tarde
tu "dios" no podrá salvarte
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