La gran mentira neoliberal ha sido disfrazar sus opiniones de leyes físicas inmutables, tan indiscutibles como el principio de Arquímedes. Han vestido de ciencia lo que sólo era fe. Ahora, cuando se derrumban las catedrales de Wall Street levantadas sobre ese dogma que reza que el mercado se autorregula solo (amén), no queda otra que dudar del resto del catecismo.
Hace unas horas, el comunista de empresa Díaz Ferrán, presidente de la patronal, ha pedido un nuevo paréntesis, esta vez en los derechos laborales. Es otro dogma hasta ahora incuestionado: la única manera de solucionar una crisis económica pasa por abaratar aún más el despido y bajar los sueldos. Medicina homeopática y brutal: nada como más parados para luchar contra el paro. Nada como sueldos más bajos para reactivar el consumo.
Lo que nunca explican los sacerdotes del mercado libre (sin ira) es hasta dónde funciona esta ley de la termodinámica. ¿No iría mejor la economía si los despedidos, en lugar de cobrar una indemnización, pagasen a las empresas por irse a su casa? Mejor no dar ideas.
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