Un suponer. Imaginemos que Rodrigo Rato tiene algo de razón. Que no hacen falta 22.000 millones de euros públicos para Bankia. Que basta con solo 7.000 millones, como daba por bueno el Banco de España. Que con ese dinero es suficiente para equilibrar las cuentas de la entidad. Que inyectar tal cantidad de fondos públicos –22.000 millones equivalen al 2% del PIB– coloca a Bankia en una situación más solvente que el resto de las entidades financieras. Que, peor aún, esa “brutal inyección de capital” provoca un problema gravísimo para el país porque el nivel de Bankia será el estándar para los demás bancos; porque si a Bankia hay que dejarla alicatada hasta al techo y más allá, el listón para los demás es igual de exigente y hará falta mucho más dinero del necesario para sanear a la banca. La pregunta: si Rato tiene algo de razón, ¿cómo de grave habría sido la irresponsabilidad del Gobierno de Rajoy? ¿Cómo de estúpida habría sido la gestión de esta crisis por parte del ministro Luis de Guindos al permitir que el nuevo presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri, le tomase la palabra cuando dijo aquello de “todo el dinero que sea necesario” y pidiese tres veces más de lo que hacía falta? ¿Cómo de caro nos habría salido este tremendo error del Gobierno que ha anulado al Banco de España, que lo mismo hasta nos cuesta la intervención?
Otro suponer radicalmente distinto. Imaginemos que es Goirigolzarri, el nuevo presidente de Bankia, el que tiene razón. Que sí hacen falta 22.000 millones de euros públicos porque la gestión de Bankia ha sido tan nefasta que roza la estafa, si es que no va más allá. Que en realidad ese documento repartido por Rodrigo Rato en el consejo de Caja Madrid, donde critica la nacionalización de Bankia, es solo un movimiento muy asesorado por sus abogados para intentar llenarse de argumentos ante el más que probable proceso judicial al que Rato va a tenerse que enfrentar.
Imaginemos que lo que pasa es que Rodrigo Rato no quiere ser Mario Conde. Que se ha dado cuenta de que, en un país que tendrá que soportar los recortes más terribles de su historia reciente en tiempos de paz, el Gobierno va a necesitar un culpable. Una espita para liberar la presión. Alguien que pague de forma ejemplar por cada uno de los sacrificios que todos los ciudadanos van a tener que afrontar.
Imaginemos que es peor aún, y lo que pasa es que Rato, a cambio de su dimisión, pactó con Mariano Rajoy que nada grave le iba a pasar. Imaginemos que Rato sabe que ese pacto se ha roto, que Rajoy no le va a rescatar, y que por eso se prepara para lo peor.
Imaginemos, para terminar, que viviésemos en un país serio donde todas estas preguntas, todas estas hipótesis, toda la verdad, recibiesen cumplida respuesta en una Comisión de Investigación en el Congreso. O en la mismísima Audiencia Nacional.
Actualización 18:13: Goirigolzarri amenaza con abandonar Bankia si no le dan todo el dinero que pidió.
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