may 31

Star Wars según Pío Moa

Tag: Humor Ignacio Escolar @ 10:57

Alberto Marín

¿Os habeis preguntado como haría Pio Moa una reseña de la última peli de star wars?

STAR WARS 3 LA VENGANZA DE LOS SITH

RESEÑADA POR PIO MOA PARA LIBERTAD DIGITAL
(Contiene spoilers.)

Estamos ante la mejor película de toda la serie. Esto no es, obviamente, mérito de un director mediocre y criptocomunista como Lucas sino de la inercia adquirida por la propia historia entendida como una lucha entre el bien y el mal. La película empieza con una espectacular batalla en la atmósfera de Coruscant. La habilidad política y la firmeza del canciller Palpatín, interpretado por un excelente Ian McDiarmid, no han sido suficientes para evitar la guerra. La herencia política dejada por su antecesor, aquel débil y corrupto Terence Stamp que le hacía el juego a los separatistas, ha llevado la galaxia a una situación insostenible.

Los rovireches de la federción de comercio destruyen un planeta tras otro porque son incapaces de aceptar las reglas del juego democrático. Cuando el ejército droide captura al canciller, todo parece estar perdido. Aquí es cuando nuestro héroe entra en acción. Anaquín Caminacielos, a pesar del estorbo que supone su débil e intrigante maestro, lleva a cabo una espectacular acción de rescate que torna la balanza en favor de la república.

Pero la república galáctica está viciada de origen y carcomida por la ambición del consejo jedi que trama deponer al canciller. Anaquín empieza a ver a través del velo de mentiras que los jedi han tejido en torno a él cuando le piden que traicione al canciller, espíe para ellos y se convierta en un vulgar Perote. Aquí podemos ver como se define el personaje de Obi wan. Este progre posmoderno que cumple todos los tópicos, barba incluida, rehusa apoyar a su discípulo y se limita a sujetar el globo sonda del consejo jedi.Dice: “No te lo pido yo, te lo pide el consejo” Como todos los otros cobardes que se retiraron de Irak, Obi Wan ni siquiera es capaz de defender sus propios argumentos.

La película alcanza su climax cuando Anaquín consigue abortar el golpe de estado auspiciado por los jedi. Mace Windu, Un chusquero subsahariano que entró en Coruscant debido a la débil política de inmigración del anterior canciller, intenta asesinar a Palpatín, pero fracasa. Actuando con rapidez, Anaquín ataca el centro de poder de los jedi mientras el emperador llama al ejército a que cumpla con su deber y detenga a los enemigos de la republica. Aquí podemos ver como la hábil manipulación de Lucas trata de oscurecer los hechos como solo saben hacer él y Michael Moore. Los valientes soldados leales a Palpatín se redimen de su condición de clones, dándolo todo por la patria, defendiendo a su lider… Pero no es esto lo que nos muestra Lucas. Nos muestra un par de casos aislados en que unos pocos exaltados se extralimitan en el cumplimiento del deber y disparan a los jedi que se resisten al arresto (a algunos de ellos ni siquiera los vemos morir). Obviamente, esto no está bién, pero en la guerra pasan cosas horribles y dos o tres jedi muertos no hacen una masacre. Sin embargo Lucas no habla para nada de como desaparecieron los sith, ¿Por que no queda ninguno?¿Que papel jugaron los jedi y los masones en ese asunto? Es evidente que ni Lucas ni el grupo Prisa nos lo quieren contar.

Pero la escena mas abyecta de toda la trilogía galáctica aún está por llegar. Cuando Anaquín ha destruido la amenaza separatista en el planeta volcánico y se dispone a volver a Coruscant en su dragón Rapide, encuentra a su maestro escondido en un armario de la nave de su mujer.

Es evidente que Padme no es una buena esposa, pero la forma en que increpa a su marido cuando debería ocupar su lugar junto a él solo puede ser fruto de una educación permisiva y amoral que no respeta los valores mas sagrados. Loco de celos, nuestro héroe lucha brillantemente contra su antiguo maestro, pero este consigue vencerle meidante un sucio ardid. La artera personalidad de Obi Wan se pone de manifiesto cuando deja a su discípulo sufriendo a orillas del rio, abandonado a su suerte. El progre cobarde ha ganado la batalla, pero no le servirá de nada porque está a punto de perder la guerra.

Interpelado por la historia y para garantizar la seguridad del país, Palpatín acaba aceptando su destino y se convierte en emperador con el apoyo unánime del senado. Logrando instaurar la paz en lo que supone el único final feliz de toda la serie star wars. El viscoso yoda y su sicario Obi wan deben exiliarse y pasar el resto de sus días ladrando su rencor por las esquinas.

Pero todos sabemos que a la larga, star wars es una tragedia épica.

Yoda y obi Wan seguirán moviéndose en la sombra durante la próxima trilogía, alimentando la disensión y el gueracivilismo para negar a la galaxia la paz que se merece, todavía no hemos llegado al fin de la historia.

Vía Desbarradas de Akin

87 comentarios en “Star Wars según Pío Moa”

  1. # 2501 dice:

    jajajaja.. muy bueno!

    Realmente es un buena imitacion del tipo de manipulación, medias verdades, parcialidad, olvidos convenientes e insultos que son la marca de la casa de Moa, FJL y otros ‘liberticidas’. Está clavao!

    Ahora, haber cuando vienen los de siempre a defender al imperio…

  2. #0 Alex_Rechace Imitaciones dice:

    NOTICION:

    DIOS MIO NACHO PON ESTO ES IMPORTANTÍSIMO PARA LOS DE MI GENERACIÓN:

    http://www.elmundo.es/elmundo/2005/05/31/cultura/1117494856.html

  3. #0 kachorro dice:

    y Fraga quien es ? Jabba ? porque ese sale en todas las pelis :)

  4. #0 ciudadano dice:

    Se le ha olvidado decir que las guerras clon empezaron en 1934…

    Y la mejor escena sería el propio Pío diciéndole a Balto, “Yo no soy tu padre, es Felipe González”

    noooooo

  5. #0 Nuño dice:

    Es muy muy bueno
    Por cierto, que también podría decir que el guerracivilista lucas sólo quiere reabrir las heridas del pasado (hace mucho tiempo…)

  6. #0 ERIO dice:

    En fin, ya sé que voy a sonar idiota (de hecho lo soy), ¿pero podriais decirme quien es este Pío Mora?
    Sí, ya sé que él no ha escrito este texto, pero me gustaría saber que es lo que hace que, sin conocerle, me caiga tan mal… Es que ví el video aquel y casi me tienen que operar de apendicitis… La de mal bilis que me hizo producir el tipo…

  7. #0 dardy dice:

    Episodio VII
    Los Jedi ponen una bomba en una estacion de un planeta afin al imperio y hacen una matanza a pocos dias de unas elecciones generales.
    Asi es como consiguen que Jar Jar Bins llegue a ser presidente de ese planeta.

  8. #0 Anónimo dice:

    Aquí explican quién es Pío Moa:

    Pío Moa es uno de los referentes intelectuales de este país, puesto que conjuga en una sola persona casi todas las facetas imaginables que pudieran achacársele a un Hombre del Renacimiento: historiador revolucionario, periodista de calidad, teórico social de postín, y significado miembro de una banda terrorista cuyo ideario, objetivos y metodología son la envidia de los participantes en las manifestaciones de apoyo a la Revolución Cubana.

    Más en:
    http://www.lapaginadefinitiva.com/television/periodistas/moa.htm

    Por cierto, hoy han detenido a otro del Grapo. ¿Éste por qué sigue libre?

  9. #0 Anónimo dice:

    plas plas plas, siempre que vi alguna película de la saga el imperio me recordaba a alguien.
    Hice no hace mucho un fotomontaje que colgaré esta tarde para que lo veais, en donde al trio calavera del PP los he puesto de la siguiente forma:
    Fraga: el emperador (viejo, arrugado y oscuro muy oscuro)
    Aznar: Darth Vader (je le viene que ni pintado de su abuelo pasó de separatista -militante de la corriente más independentista del PNV- a digno representante del Imperio)
    Rajoy: un comandantillo de crucero imperial.

  10. #0 WhiteShark dice:

    Buenass.

    En cuanto he leído eso de “director mediocre y criptocomunista” no he podido seguir. Una mezcla de asco e indignación me ha invadido de manera que me niego a seguir leyendo este presunto artículo del repulsivo Pío Moa. Razones de higiene mental y ahorro temporal así me lo aconsejan.

    Un saludo. WhiteShark.

  11. #0 2501 dice:

    Tranquilo WhiteShark. Es sólo una parodia de la propaganda de esa gente.

  12. #0 Pedro dice:

    Hoy han detenido a un compañero de Pío.

  13. #0 rojobilbao dice:

    Votante de IU, quizá.

  14. #0 kikidetriana dice:

    No hace tanto se consideraba práctica muy aconsejable para los aprendices imitar el estilo de un escritor consagrado.
    El caso es que puede merecer la pena intentar imitar a Flaubert, pero a este pelanas…

  15. #0 Nunila dice:

    Considero REALMEntE preocupante que, tanto Ernesto Ekaizer como Pio Moa, vean en la saga de la Guerra de las Galaxias algo más allá que puro y duro negocio.
    Sin duda disponen de gafas de largo alcance (!!!) a las que yo no tengo acceso.

  16. #0 Anónimo dice:

    y católico como tú, rojobivalvo.

  17. #0 Javier dice:

    Bueno, si nos ponemos en el entorno de la Guerra Civil Espanyola, tendriamos los siguientes bandos:

    – Los droides como los fascistas (direis que no), la federacion de comercio como la burguesia de toda la vida y el Conde Dooku de Olivares en plan Generalisimo.

    – La Republica como… pues la Republica.

    – Palpatine como una mezcla de Negrin, con Pasionaria como Darth Vader (los dos van de negro, los dos son igual de feos, y con un megafono, Vader y Pasionaria agobian lo mismo). Aprovechando la excusa de la guerra transforman a la Republica en una Tirania. Coincide que no es la misma Tirania que el Conde Dooku, pero en realidad es que Lucas no queria enrevesar el argumento. Y ademas, entre estalinistas y fascistas, las diferencas son cosmeticas…

    – Los Jedi como los anarquistas y los trotsquistas. Vale que estos no eran santos. Ni muy republicanos. Y tambien querian hacer su Revolucion aprovechando la debilidad de la guerra. Pero fueron los martires de la llegada de Palpatine al poder.

    – En la pelicula la “Republica” gana, Franco muere a manos de Pasionaria junto con todo su Alzamiento Droide y ya tenemos muy a grosso modo el “what if” de que hubiera pasado si Franco hubiera perdido la guerra. :-)

    P.D.: A Jar Jar Binks lo pongo de Primo de Rivera, asi cumplo mi deseo de matarle nada mas empezar.

  18. #0 Eye del Cul dice:

    Joder, al leer el comentario aquí en Escolar creía que LD había abierto una nueva sección de humor, o algo así, y que Moa se dedicaba ahora a comentar películas…, total, todo es poco para un hombre renacentista como él. Lástima que al final todo sea una parodia, porque, ¿os imagináis a Moa comentando Easy Rider? ¿O Teléfono Rojo: volamos hacia Moscú? Sería impagable, no hay duda.

    “En fin, ya sé que voy a sonar idiota (de hecho lo soy), ¿pero podriais decirme quien es este Pío Mora?”

    No te preocupes, yo nunca supe nada de este tío hasta que entré en Escolar.net y me lo encontré de golpe en boca de todos…

  19. #0 Guillermo López dice:

    “Yo no soy tu padre, es Felipe González”

    Supremo, Ciudadano. Qué bueno

  20. #0 Penetrator dice:

    > y Fraga quien es ? Jabba ? porque ese sale en todas las pelis :)

    En realidad no sale en todas (por lo menos no en esta), pero Jabba no es Fraga. Vamos aver: es feo, gordo, corrupto, mafioso… Compararlo con Jesús Gil es tan fácil que da asco y todo.

  21. #0 2501 dice:

    “Compararlo con Jesús Gil es tan fácil que da asco y todo.”

    Jabba el Hutt no creo que regalara jamones al publico en los mitines.

  22. #0 jarjarZP dice:

    http://www.jedidigital.com/star-wars/jar-jar-binks.html
    Una lizanza de nivilizacines proponer yo quiero.

  23. #0 Anónimo dice:

    Don Pío: “Examina tus sentimientos, Balto. ¡Sabes que es verdad!”

  24. #0 jasev dice:

    Pues lo siento mucho, pero me gusta mucho más este análisis que hace Manuel de la Fuente en LPD:

    http://www.lapaginadefinitiva.com/cine/criticas/starwars3.htm

  25. #0 Anónimo dice:

    los opositores a moa, como valorais el comportamiento que entre ellos tuvieron las organizaciones politicas del bando republicano tanto antes como durante la guerracivil? uno puede identificarse con el psoe de besteiro,por ejemplo, o de otros partidos democraticos y al vez, naturalmente, despreciar el repugnante comportamiento del PCE como cipayo y agente descarado a las ordenes del imperialismo stalinista y de la conquista del poder absoluto. no existio algo asi como una “Izquierda”, unica y homogenea, o un bando republicano unico.eso es un mito ideologico. y me estoy refiriendo a las organizaciones y a sus cuadros, no a la mayoria de la poblacion civil que sufrio la lucha por el poder entre esas bandas. podreis despreciar a moa, pero no saltaros el hecho de que tambien determinadas organizaciones politicas “republicanas” despreciaban el pluripartidismo y la democracia “burguesa” y solo querian la conquista del poder absoluto sobre toda la sociedad, especialmente aquella que no era sino la sucursal española de la komintern, a la cual estaba afiliada

  26. #0 Anónimo dice:

    en realidad el panorama español durante la guerra civil me recuerda un poco a afganistan o el libano cuando estaba en guerra. en una situaciond e guerracivil total y revolucionaria, con colapso de toda institucion normal, pequeños grupos organizados y armados luchan unos contra otros y entre si para conquistar el poder, especialmente dento del bando republicano, por su mayor fragmentacion interna. queri decir que tanto franco como durruti, no los veo muy diferentes de un “señor de la guerra” al uso

  27. #0 Un Gido dice:

    especialmente dento del bando republicano, por su mayor fragmentacion interna.

    No, no, no…el bando “nacional” estaba tanto o más fragmentado que el republicano. Lo que ocurrió es que en la zona republicana todavía había un remedo de democracia y de Estado de Derecho y en la nacional, no. El totalitarismo de la Junta de Burgos escondió esas diferencias que se dieron y que llevaron a rebeliones y ejecuciones.

  28. #0 2501 dice:

    Una cosa es la mitologia sobre el bando republicano como hippies antifascistas que mucha gente cree, y que es obviamente una version romantica del asunto.

    Otra cosa es que a estas alturas de la vida Pio Moa y los criptofachas de turno pretendan darselas de paladines de la democracia y nos vomiten propaganda franquista reciclada.

  29. #0 Palencia no existe dice:

    “los opositores a moa”

    Perdona, anónimo, pero no insultes de esta forma. Oponerse a Moa es caer en la indignidad intelectual de tomarse sus disparates en serio, lo único que se puede hacer con Moa y todos los demás payasos de LD es reírse de ellos y, como a Omi, echarles cacahuetes.

  30. #0 nadel dice:

    Pero es tío ha estudiado Historia?
    En serio que no lo sé, porque si no lo ha hecho, no me merece el más mínimo respeto como Historiador. Es como cuando Ana Obregón dice que es actriz…

  31. #0 el hijo del cura dice:

    “despreciar el repugnante comportamiento del PCE como cipayo y agente descarado a las ordenes del imperialismo stalinista y de la conquista del poder absoluto.”

    Anónimo, antes de repetir como un loro, tomate el trabajo de investigar si lo que dices es cierto. Muchos decis que estas cosas las saca Moa de los archivos de la antigua URSS. Sin embargo ninguno os habeis molestado en buscar a ver si es verdad que ha leído alguno de esos archivos. Aquí te aclaran bastante sobre lo que dicen de este tema (si Stalin quería montar una sucursal o no), si tienes un rato, leelo, por favor, y luego me cuentas:

    http://www.nodulo.org/ec/2003/n015p11.htm

  32. #0 jasev dice:

    A veces pienso que prestamos demasiada atención a Pío Moa. Quizás lo mejor sería ignorarle: si alguien prefiere creer que es un historiador serio, dudo de que podamos convencerle de lo contrario.

  33. #0 Anónimo dice:

    el comportamiento del pce de ese modo durante la guerra civil es aceptado universalmente y divulgado por los anarquistas, los trostkistas, los poumistas (el asesinato de andreu nin es sintomatico), ken loach, chomsky, bolloten, orwell, koestler y mucha mas gente de variopinto pelaje,tanto historiadores como observadores directos de la epoca, sin necesidad de tener que leer a moa. en los años treinta, todas las organizaciones afiliadas a la komintern eran vasallos absolutos de moscu, eso esta afirmado incluso por historiadores afiliados a particos comunistas, como hobsbawn. se nota que eres un fiel simpatizante del pce, “votante de iu-hijo del cura”… como llevas eso de que tu partido politico “democratico” y “luchador por las libertades” colaborase activamente con los teorristas y criminales partidos comunistas de rumania, union sovietica, corea del norte, y actualmente cuba??? lo jodido es que tenemos que subvencionaros por cojones, para que luego con ese dinero realiceis proyectos y actos de colaboracion pollitica con asesinos marxista-leninista como las farc, o el eln. el pce fue una mafia politico-militar, al igual que todos los pc cuando han tenido armas y poder en sus manos.
    ah, y yo no he leido a moa, ni falta que me hace. no demonizes a todos aquellos que no aceptamos esa mitologia religiosa a mayor gloria de la “iglesia de sustitucion” de intelectuales laicos que ha sido el comunismo. ya que me enlazas a la polemica de el catoblepas, podias tambien leerte la totalidad de articulos de la polemica.
    y guste o no, el asesinato del principal lider de la posicion al frente popular, a cargo de miembros d elas fuerzas de seguridad del estado, fue un acto gravisimo..y franco un hijo de perra y un dictador asesino.
    un gido, las diferencias internas entre cada uno de los dos bandos no se debe a que en uno subsistiese el estado de derecho y el otro no. dentro del bando republicano, se produjo una superacion revolucionaria de cualquier estado de derecho o norma juridica normal, y una competencia violenta entre organizaciones rivales. no hubo respeto formal alguno para los asesinados a cargo de las diversas organizaciones descontroladas, tanto entre la poblacion civil no afiliada ni movilizada, como entre los militantes de unos y otros. la diferencia esta en que el equilibrio de fuerzas era mucho mas igualado en el bando republicano,lo que impidio una hegemonia coactiva d euna organizacion en particular, y con un mayor protagonismo de los partidos y sus respectivas milicias privadas, frente al ejercito legal y a una administracion cuestionada y cuya conquista sectaria era disputada por los partidos. en cambio, en el bando franquista los partidos politicos y organizaciones civiles (que existian en menor numero y con menos milicias de partido) estaban dominadas y sometidas a la hegemonia de los militares de carrera golpistas y el ejercito regular que arrastraron consigo. por eso no hubo tantas disputas internas, salvo casos aislados como la purga de falangistas en salamanca -caso hedilla – .pero desde el punto de vista de la “tercera españa”, de la poblacion civil no afiliada ni armada, esas diferencias fueron irrelevantes: los cabecillas y organizaciones de ambos bandos se comportaron como los señores de la guerra de afganistan, somalia o libano. perdon por la brasa

  34. #0 Anónimo dice:

    ah, hoy echan en lo de garci una peli del jacques Tati. eso si que es cine y no la seudoépica-batidora del Lucas grijander, jeje 😉 (una opinion subjetivisima)

  35. #0 Blogoteces dice:

    Yo también tengo mi propio comentario al episodio III, amén de a otras cosas….
    Os invito a leerlo y a estrenar mi blog.
    Gracias y saludos.

  36. #0 Un Gido dice:

    Lo que yo digo es “que en la zona republicana todavía había un remedo de democracia y de Estado de Derecho”, en el sentido de que pervivieron diferentes organizaciones políticas y sus correspondientes milicias. Decir que hubo “una superacion revolucionaria de cualquier estado de derecho o norma juridica normal” es una exageración ahistorica.
    En el bando nacional no ocurrió eso: casi desde el principio fue un Estado Totalitario controlado totalmente por los militares (Junta de Burgos) tanto a nivel de partidos como de milicias. Y no solo ocurrieron los sucesos de Salamanca, hombre. Mira donde acabó Fal Conde y porqué. En la España nacional era imposible disentir ni siquiera minimamente.
    Intentar comparar dos situaciones político-militares totalmente diferentes es imposible.

  37. #0 progredesalon dice:

    HAHAHAHA FRANCO AZNAR AHAHAHAHAH PSOE HEROES
    HAHAHA RAJOY Y FRAGA HAHAHAHA FACHAS HHAHAHAHAHHA

    MOLAIS MAZO. BUESTROS CHISTES SON BUENISIMOS. QUIERO MAS TIOS.

  38. #0 Un Gido dice:

    ken loach, chomsky, bolloten, orwell, koestler y mucha mas gente de variopinto pelaje,tanto historiadores como observadores directos de la epoca
    —-
    No es por meterme en el terreno del Hijo del Cura, pero ninguno de ellos es historiador. Tenemos un cineasta, un linguista, un periodista y dos escritores

  39. #0 Antónimo dice:

    ¡Cojonudo! Ahora la versión de Polanco… ¡no, no! ¡La versión de Carrillo y su Paracuellos!

  40. #0 bobby Shaftoe dice:

    Yo hago lo que puedo por entenderlos, comprenderlos, compartir sus motivaciones, pero nada: los peperos, (o liberales, o fachas…) que se pasean por aquí me siguen pareciendo unos gilipollas. Como sus gurus, pero a menor escala.

  41. #0 Draco dice:

    “QUIERO MAS TIOS.”

    progredesalon a las Mayo 31, 2005 05:12 PM

    Una cosa es estar a favor del matrimonio homosexual y otra la simple promiscuidad del cuanto más mejor. Deberías hacertelo mirar.

  42. #0 cád dice:

    “QUIERO MAS TIOS.”

    El Partido Comunista de España fue el único que plantó cara a los fascistas durante la guerra civil. Los demás, “socialistas”, “anarquistas” y tal, COLABORARON con sus mamarrachadas a la derrota del Pueblo.

    ¿Más?

  43. #0 el hijo del cura dice:

    “como llevas eso de que tu partido politico “democratico” y “luchador por las libertades” colaborase activamente con los teorristas y criminales partidos comunistas de rumania, union sovietica, corea del norte, y actualmente cuba??? ”

    Mira, anónimo, yo he votado a IU, sí, y no creo que ni el partido ahora mismo, ni las circunstancias tengan nada que ver con lo que me cuentas. Si igualas a IU con el PCE de la guerra, yo puedo hacer lo propio con el PP y Franco, y los dos nos quedamos tan anchos, pero no es el caso. No voy a entrar en eso por mucho que berrees.
    He leído, y mucho, a Koestler, Orwell, etc, y conozco muy bien todos esos crímenes de los que hablas. Sigo sin ver que tiene que ver IU con el estalinismo. Y sigo sin ver qué tienen que ver los crímenes de unos u otros con lo que te decía, que era basicamente que leyeras un artículo en el que se ven las intenciones de Stalin en España en la época de la guerra civil, y donde Pío Moa queda como lo que es, un charlatán barato. Como no te lo has leído, no hay discusión posible.

  44. #0 Eye del Cul dice:

    “Los demás, “socialistas”, “anarquistas” y tal, COLABORARON con sus mamarrachadas a la derrota del Pueblo.”

    Eso no es así. Sin la CNT, Franco habría ganado la guerra en dos meses.

  45. #0 el hijo del cura dice:

    Pero además, si cuentas las cosas, no las cuentes a medias, como Moa:

    “e produjo una superacion revolucionaria de cualquier estado de derecho o norma juridica normal, y una competencia violenta entre organizaciones rivales.”

    Efectivamente, pero eso duró poco tiempo, luego el gobierno acabó con todo eso.

    “o hubo respeto formal alguno para los asesinados a cargo de las diversas organizaciones descontroladas,”

    De verdad que alucino, “respeto formal para los asesinados”. Supongo que para ti respeto es fusilar a alguien sumariamente tras acusarle de rebelión militar cuando los rebeldes eran ellos, a mí me suena más a recochineo. Es cierto, que al principio de la guerra se cometieron crímenes descontrolados, sin embargo según la república recuperó el control estos se acabaron, en la zona “nacional” el terror se usó como arma de guerra durante y después de ésta, con lo que llamas respeto formal, o sin él. Se fusilaba según el pueblo era “liberado” y luego se seguía “depurando” durante años con “respeto” formal.

  46. #0 el hijo del cura dice:

    “Los demás, “socialistas”, “anarquistas” y tal, COLABORARON con sus mamarrachadas a la derrota del Pueblo.”

    Estoy con Eye, sin el concurso de la CNT, POUM, etc, no se habría podido luchar hasta que se formó el ejército popular.

  47. #0 Goldstein dice:

    Respecto a Paracuellos, remito a la obra de Carlos Gimenez, el cual sí vivió la tragédia que cada día se vivía dentro de sus muros.

  48. #0 el hijo del cura dice:

    Por cierto, hay una cosa muy curiosa: Siempre que se habla de estalinismo y se asocia cualquier tipo de izquierda con el estalinismo salen a relucir Koestler, Orwell, Ken Loach, Bolloten (bueno, Bolloten menos), pero nunca se reconoce que estos señores (de Bolloten lo ignoro casi todo la verdad, aunque he leído (“El gran engaño”) hicieron crítica al estalinismo desde la izquierda. No recuerdo el caso contrario, es decir alguien que criticara desde la derecha los crímenes fascistas, y seguro que lo hay, pero no me viene ninguno a la cabeza salvo Bernanos que era católico peo políticamente no sé. ¿Alguien me puede echar una mano?

  49. #0 Un Gido dice:

    Jacques Maritain y François Mauriac
    Y si, Bernanos además de católico era admirador de José Antonio y su hijo militante de Falange.

  50. #0 el hijo del cura dice:

    Gracias mil

  51. #0 bo dice:

    “El Partido Comunista de España fue el único que plantó cara a los fascistas durante la guerra civil. Los demás, “socialistas”, “anarquistas” y tal, COLABORARON con sus mamarrachadas a la derrota del Pueblo.”
    Jajajaja
    Que gracioso. Eso no te lo crees ni tú.
    Primero los estalinistas también pactaron con los nazis.
    Segundo los anarquistas eran los ÚNICOS que no recibian apoyos de otros estados. Recibian apoyos de otras organizaciones o de personas.
    Mientras que el PCE, sucursal de Stalin en España, recibia la “valiosa” ayuda de la URSS (armas viejas y “estragetas” inútiles) a cambio de ORO… es decir una estafa.
    Al igual que el patriota Franco, que sin la ayuda de los fascistas italianos y los nazis alemanes que probaron nuevas armas, no habria podido ganar la guerra. Franco les devolvió el favor haciendo de España una fuente de minerales necesarios para armamento.
    En el tema de ayuda los fascistas se portaron muchisimo mejor que los “amigos” comunistas.
    ¿Y que hacian las democracias? NADA, callar… Porque simplemente tenian más miedo a los revolucionarios (CNT y el POUM, que no eran troskistas) que a Franco. A ellos les daba igual la democracia y la República porque lo único que defienden son los intereses de las élites burguesas.
    Comparar la guerra civil española con la del Líbano o cualquier otra es ejemplo de estupidez e incultura ( pérdida de la memoria histórica) llevados a cabo tanto por el franquismo como por la “democracia”.
    Decir que eran pequeños grupos organizados es faltar a la realidad de aquella época. Falange y el PCE se podian consideran pequeños grupos, pero no a la CNT y a la UGT que tenian más de un millón de afiliados CADA UNA.
    En la guerra civil se decicia no solo el destino del país, sino de gran parte del mundo.
    Tanto si hubieran ganado los estalinistas como los revolucionarios, la situación hubiera sido totalmente diferente.
    No fue una guerra étnica, ni trivial, ni siquiera democracitica donde solo se decidia entre democracia y dictadura (ambas capitalistas) sino la máxima expresión de la lucha de clases, donde se expresaron todos los anhelos del proletariado español y mundial por cambiar (destruir) todo lo que sostiene al sistema: el estado y el capitalismo, no únicamente el gobierno.
    Y eso es lo que les jode tanto a los democratas y a los fascistas y por eso intentan borran las huellas de todo lo que verdaderamente pasó.
    La Revolución española fue un hito en la historia que no debe caer en el olvido ni en las medias verdades.
    ¡Comunismo o barbarie! (A)

  52. #0 Afligida dice:

    NOTICION:

    Coño, no me digas que Nacho (el hombre al que no le cabe en un vaso de tubo) se retira. Si es que ya se sabe, en cuanto se montan en el dolar…
    En fin, otros vendrán…

  53. #0 rojobilbao dice:

    ¡Comunismo o barbarie! (A)

    (lease la (A) como el sonido que Bo destila abriendo la boca en el dentista.)

  54. #0 cád dice:

    http://img146.echo.cx/img146/8733/prisma61fg.jpg

    Tengo que reconocer que me he pasado. Si pudiese borraría “mamarrachadas”, que muchísima gente no se merece ser tratada así. Mis más sentidas disculpas para los verdaderos socialistas y anarquistas, que también lo dieron todo.
    He repetido lo que me contó mi gente, directa protagonista, aquí, en Francia y en Alemania, de los tristísimos tiempos que le tocó vivir, quisiera o no. Sus disculpas también, ellos reconocían a sus hermanos.
    La foto es un antiguo, que NO muerto, punto de vista. Lo siento, no tengo ningún motivo para pensar que al fascismo se le puede dar tregua. Ellos nunca lo harían.

    Sólo por haber convertido My sharonna en su Quinto levanta, losespantos merece ser fusilado… a escupitajos, para que se sienta menos solo que de costumbre. El interior de las paredes cerebrales de ese hombre debe de ser lo más triste y angosto, sólo por dinero es inexplicable que pueda soportarse.

    Muy guapo el desvarío sobre Pío, me ha hecho reír.

  55. #0 cád dice:

    Afligida, sí que le cabe, en un y por un tubo-s. Que disfrute. Yo también sé lo que me perderé el día que me muera. Seguro que no me importa tanto… seguir vivo, digo.

  56. #0 lucas dice:

    11-M LA INVESTIGACION / LAS ADVERTENCIAS

    Las notas del confidente ‘Cartagena’ prueban que la Policía controlaba a la cúpula del 11-M

    El informador de la Unidad Central de Información Exterior era imam de la mezquita de Villaverde y avisó de las intenciones y reuniones del ‘El Egipcio’, ‘El Tunecino’ y Mustapha Maimouni dos años antes de los atentados

    ANTONIO RUBIO

    31/05/2005

    MADRID.- El marroquí Abdelkader el Farssaoui, más conocido en la Policía y en el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) por el alias de Cartagena, informó a sus controladores con más de un año de antelación de que un grupo de islamistas tenían la intención de hacer la yihad en territorio español y marroquí.
    Cartagena también informó a la Unidad Central de Información Exterior (UCIE) de la Policía -de quien dependía y cobraba- de que el grupo de radicales estaba formado, entre otros, por Rabei Osman, El Egipcio (detenido en Italia como autor intelectual del 11-M); Serhane ben Abdelmajid Fakhet, El Tunecino (que se suicidó en el piso de Leganés con el resto del comando); Mohamed Larbi ben Sellam (que huyó a Marruecos), y Mustafá Maimouni, cuñado de El Tunecino y que en la actualidad se encuentra detenido en Marruecos por los atentados de Casablanca.

    Todas las informaciones facilitadas por Cartagena durante casi año y medio -desde octubre de 2002 a febrero de 2004- a sus controladores sobre las actividades de los islamistas que atentaron el 11 de Marzo se encuentran reflejadas en unas notas informativas internas de la UCIE que van numeradas desde la uno a la 12, más una complementaria que aparece con la anotación: «Reunión 21/02/2004».

    Todas esas notas informativas se encuentran en poder de EL MUNDO.La primera, que está fechada el 15 de octubre de 2002, está clasificada como «reservada» e informa de que «el pasado 25 de septiembre, se mantuvo un encuentro con el ciudadano marroquí Abdelkader el Farssaoui, tras solicitarlo él mismo telefónicamente».

    En esa misma nota interna también se especifican los datos personales del futuro confidente: «Su verdadera identidad es la de Abdelkader el Farssaoui, N/15-06-73, Kenitra (Marruecos), titular NIE X-02429310-G casado con la española María del Carmen C. A ». Y la actividad que realiza en ese momento: «Actualmente ejerce como imam de la mezquita de Takoua, sita en Villaverde (Madrid), es licenciado en Arabe por la Universidad de Marruecos, también tiene estudios de Islam y ha trabajado como periodista en Marruecos».

    Siete días más tarde, el 22 de octubre de 2002, El Farssaoui ya aparece en las notas de la UCIE («Nota Nº: Dos») como confidente de la Policía y con el nombre en clave de Cartagena. Hay que recordar que el comisario jefe de la Unidad Central de Información Exterior (UCIE) era Mariano Rayón, que en la actualidad se encuentra destinado en la embajada española en Roma.

    Cartagena, que comenzó su colaboración con la Policía cobrando 300 euros mensuales, también trabajaba para el Centro Nacional de Inteligencia y durante un tiempo facilitó información a la embajada de Marruecos en Madrid sobre todos los ciudadanos de aquel país que iban a orar a su mezquita.

    En la segunda nota informativa realizada por la UCIE con los datos aportados por Cartagena ya se recoge la importancia y el liderazgo que ejercían El Egipcio, el marroquí Ben Sellam y El Tunecino dentro del grupo Al Haraka Salafiya Al Yihadia (Movimiento Salafista de la Yihad Combatiente) y los números de los teléfonos móviles que tenían los dos primeros: 653.263… y 646.095….

    Con toda esa información que Cartagena facilitó a la UCIE, el comisario Mariano Rayón solicitó al juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón la intervención de los teléfonos de los dos islamistas.En octubre de 2004, con motivo de la operación Nova, el magistrado Garzón concedió a Abdelkader el Farssaoui, Cartagena, la condición de testigo protegido y recogió en ese sumario todas las informaciones que el confidente había aportado.

    Cartagena también reveló a la UCIE la importancia y relaciones que tenía El Egipcio con Jamal Zougam, miembro del comando Lavapiés, y Mohamed Chaoui, que trabajaba en el locutorio Nuevo Siglo.

    Cita:
    Nota n.º UNO

    Localidad y fecha: Madrid, 15 octubre 2002.
    Unidad Policial: U.C.I.E. Sec. 3ª. Grupo 1.

    Asunto: Entrevista Abdelkader EL FARSSAOUI.

    Origen de la información: Investigaciones propias.

    Valoración: Información operativa.

    Clasificación: Reservada.

    Repercusión: Nacional e Internacional.

    Difusión: Jefatura de Unidad.

    La Policía ficha a un imam como confidente

    En la primera nota informativa de la UCIE se recoge el primer encuentro con el imam Abdelkader el Farssaoui, que se ofrece a colaborar con la Policía facilitando información sobre los diferentes grupos de islamistas que están afincados en Madrid y los miembros que lo componen a cambio de protección y dinero.

    En esa nota de la UCIE se recoge: «Aparte de facilitarnos cuanta información queramos sobre las actividades y asistentes de la mezquita Takouma [en Villaverde, Madrid], de la que es imam actualmente y que desde que se hizo cargo de la misma casi ha doblado el número de asistentes, lo que a su criterio cree que nos puede interesar más en la organización Al Haraka Salafiya Al Yihadia (Movimiento Salafista de la Yihad Combatiente), organización cuyos miembros en Madrid se le acercaron en la mezquita Takouma solicitándole que asistiese a sus reuniones en Madrid».

    De ese grupo de radicales, Cartagena ya avisa de que son peligrosos: «Dicha organización funciona de forma clandestina, sus encuentros no tiene periodicidad, ni lugar prefijado, sino que las citas y los lugares se transmiten oralmente y sin cita previa, sin embargo suelen ser los viernes».

    Y como miembros destacados de Al Haraka Salafiya Al Yihadia, señala: «Del grupo que existe en Madrid, puede facilitar los datos de sus miembros, los cuales son unos tres o cuatro marroquíes, un tunecino y un argelino, los lugares de encuentro, los temas tratados, así como los documentos o boletines sobre los que trabajen, en ocasiones se han visionado vídeos con discursos de emires conocidos y con escenas de la yihad, sin embargo éstos siempre son recogidos por ellos y en ninguna ocasión se han prestado, ya que se consideran peligrosos por su contenido en caso de tener problemas con la Policía».

    El Farssaoui, incluso, llega a plantear a la Policía que piensa escalar puestos dentro de la organización con el fin de poder introducirse tanto a nivel nacional como europeo.

    La UCIE también recoge en su nota el interés económico de Cartagena: «En cuanto a sus pretensiones, está la de una compensación económica por sus informaciones, actualmente sólo ingresa sus haberes como imam de Takouma, aproximadamente unos 400 euros».

    La nota de la Policía, por último, recoge el compromiso de El Farssaoui para la próxima reunión: «El próximo día 16 del presente mes se compromete a facilitarnos un dossier sobre dichos extremos».Los agentes se refieren a la organización Al Haraka Salafiya Al Yihadia, donde están El Egipcio y El Tunecino, entre otros.

    Cita:
    Nota n.º DOS

    Localidad y fecha: Madrid, 22 octubre 2002.

    ‘Cartagena’ descubre a ‘El Egipcio’ y ‘El Tunecino’

    En esta segunda nota informativa la UCIE ya utiliza el nombre en clave de Cartagena cuando se refiere al imam Abdelkader el Farssaoui. Y, además, recoge quién es el cabeza visible de Haraka Salafiya -el marroquí Maimouni-, las actividades de El Egipcio, El Tunecino, Ben Sellam, los móviles que utilizan y la mezquita más radical de Madrid, la de Estrecho.

    «En cuanto al grupo de Al Haraka Salafiya Al Yihadia, que se reúne en Madrid, el mismo está dirigido por un marroquí que se hace llamar Mustapha, persona muy cauta utiliza un móvil, en un círculo muy estrecho de personas de su confianza ».

    Cartagena fue invitado por los miembros Al Haraka Salafiya a una reunión del grupo porque estaban muy impresionados con sus sermones: «La reunión empezó a las 20.30 horas, se encontraban entre los asistentes Mustapha, El Tunecino, Mohamed el marroquí [se refiere a Ben Sellam], el primo de éste que es el inquilino del piso, aun faltando el argelino, del cual ha averiguado que vive fuera de la provincia de Madrid ».

    En esa reunión, según Cartagena, los presentes llegaron a la conclusión de que tenían que hacer la yihad, que era un deber como la oración y el ayuno. El encuentro de los miembros de Al Haraka Salafiya concluyó a las dos de la madrugada del día 20 «cantando los presentes canciones ensalzando la yihad».

    En la calle, Cartagena siguió indagando y averiguó: «El marroquí amigo de Mustapha se llama Mohamed el Ouazzani y que su primo, el inquilino del piso donde se celebran las reuniones, se llama Abdelkrim el Ouazzani».

    En esa misma nota informativa, la UCIE ya recoge la aparición en escena de El Egipcio: «Pasados unos días le llamó otra persona, la cual le dijo que le llamaba en relación a la cinta de vídeo que le había facilitado Mohamed Larbi [Ben Sellam], que se llamaba Mohamed El Egipcio y que estaba interesado en verle, citándose en la mezquita».

    Tras el encuentro, Cartagena facilitó los teléfonos móviles de El Egipcio (653.263.295) y de Mohamed Larbi Ben Sellam (646.095.746).

    El imam de Takoua (Villaverde), tras diversos exámenes, fue aceptado plenamente por los radicales islamistas: «El pasado domingo 20 apareció por la mezquita Mohamed Larbi, quien le entregó una cinta de audio de parte de Mohamed El Egipcio, dicha cinta contiene sermones de Abu Qutada (líder espiritual que reside en Londres), concretamente durante la última fiesta del Laid, y diciéndole que sabía que el sábado había participado en una reunión muy interesante, que lo sabía porque uno de los asistentes, concretamente Serham El Tunecino, es amigo suyo, preguntándole su opinión sobre las mismas».

    Y el mismo Larbi comunicó a Cartagena el interés de Rabei Osman por su persona: «Pronto le volvería a llamar Mohamed El Egipcio, ya que le había causado una agradable impresión su preparación religiosa y su forma de entender cómo se debe plasmar la misma en la vida diaria».

    Por último, el imam de Villaverde recuerda: «Le gustaría añadir que en cuanto a las mezquitas de Madrid es de interés saber que la de Abu Baker, conocida como la de Estrecho, es la utilizada generalmente por los grupos más extremistas…».

    Cita:
    Nota n.º TRES

    Localidad y fecha: Madrid, 13 noviembre 2002.

    La ‘yihad’ se puede hacer en España y Marruecos

    En la tercera de las notas informativas que elaboran los miembros de la Unidad de Información Exterior, que se dedican fundamentalmente a los radicales islamistas, ya se refleja que «la yihad se puede hacer en países como Marruecos y España», y se aporta mucha más información sobre El Egipcio y El Tunecino. También aparece un vehículo que será clave en toda la trama del 11-M, el Volkswagen M-0025-WP que después aparecería abandonado en Leganés [ver EL MUNDO del 12 abril de 2003].

    Cartagena aporta nuevos miembros del movimiento Al Haraka Salafiya: «Un marroquí al que todos llaman Faisal, este individuo posee un negocio de rótulos en Villaverde Bajo, es la persona encargada de conseguir fondos para el grupo mediante la falsificación de documentos, actividad que hace en su establecimiento Tras Mustapha, motor y dirigente del grupo, se encuentra un marroquí, Idris que vive con otro marroquí, Rachid El Merrakchi ».

    Sigue la nota: «Idris es el propietario del vehículo que usa habitualmente Mustapha, se lo presta durante toda la semana a excepción de sábados y domingos, es un coche de matrícula de Madrid M-0025 pero no sabe las dos letras, y probablemente sea un Volkswagen Golf ». Ese vehículo después pasó a ser propiedad de El Egipcio, más tarde de Driss Chebli (procesado por el 11-S) y por último apareció en Leganés, cerca de la casa donde se inmoló el comando Lavapiés.

    Cartagena facilita el domicilio donde se llevan a cabo las reuniones: «Está sito en Madrid, calle Moncada número 116 piso 5º D». Y el teléfono móvil del propietario: «Mohamed el Ouzzani usa el terminal móvil con número 600.360.443».

    Y va situando y proporcionando información de los miembros que después serán piezas clave en los atentados del 11-M: «En cuanto a Serham El Tunecino, miembro del grupo, sabe que es amigo del joven marroquí Mohamed Larbi Ben Sellam, persona que es utilizada por Mohamed El Egipcio para contactar con él o hacerles llegar las cintas de audio y vídeo que desea que oiga y visione para después darle su opinión».

    Pero lo más trascendental del informe de Cartagena radica en la afirmación de uno de los miembros más importantes del grupo: «En cuanto a Mohamed Larbi Ben Sellam, persona de confianza de El Egipcio, comentó que no entiende por qué la mayoría tiene la obsesión de ir a países como Afganistán para hacer la yihad, ya que estas operaciones son posibles en otros países, como Marruecos y España».

    El imam de Villaverde también aporta en sus informaciones un dato de gran interés sobre el grupo: «Por el carácter multinacional de sus componentes se podría encuadrar en el movimiento Takfir Wal Hijra».

    Por último, Cartagena habla de un exaltado que acaba de salir de la cárcel que se llama Mohamed Boulekdjer: «Le habló de Abu Dahdah, de su actividad relacionada con la falsificación de documentos destinados a facilitar el viaje a muyahidin desde España, falsificación en la que también participaba un marroquí conocido como Said que vive en el barrio de Lavapiés».

    Cita:
    Nota n.º CUATRO

    Localidad y fecha: Madrid, 27 noviembre 2002.

    Locutorio en Lavapiés

    Esta cuarta nota de la UCIE sirve para que Cartagena avise a la Policía de la importancia de un locutorio de Lavapiés y los contactos que tiene con la mujer de Najib Chaib.

    «El día 21 a las 21.30 horas Idris y cuatro jóvenes fueron a verle a la mezquita, llegaron en un Ford Orion, de color blanco, matrícula CU-9763-F y le llevaron a Villaverde, donde le estaban esperando: Mustapha, Med el Ouzzani, Sarhan (se refiere a El Tunecino) y Azeddin, argelino y hermano del conocido como Mohamed por todo el mundo, pero que en realidad se llama Nasreddin, el cual se encontraba de viaje».

    El imam de Villaverde también informa de las visitas que ha tenido: «En la mezquita le han visitado dos mujeres que tienen a sus maridos en prisión, una llamada María del Carmen con d/Ronda de las Cooperativas, teléfono y su marido se llama Najib y es de Nador [se refiere a Najib Chaib, en cuya casa se encontraron unos croquis para fabricar bombas con teléfonos móviles. Ver EL MUNDO de 24 de abril de 2004] y la otra es mujer de Nidal, el de Siria».

    En la nota informativa de la UCIE también se recogen los movimientos que se están produciendo en un locutorio de Lavapiés: «En relación con el establecimiento de Lavapiés denominado Jawal (significa móvil) [sic], se trata de un locutorio donde además se vende, repara y libera móviles».

    Cita:
    Nota n.º CINCO

    Localidad y fecha: Madrid, 04 diciembre 2002.

    La boda de ‘El Tunecino’

    La UCIE recoge en su quinta nota el casamiento entre una hermana de Mustapha Maimouni (detenido en Marruecos por los atentados de Casablanca) y El Tunecino (líder del comando Lavapiés).

    «Lo más importante para él ha sido que el miércoles día 20/11/02, cuando se encontraba en la mezquita de Estrecho, Mustapha le ha dicho que si tenía tarjeta de residencia, contestándole afirmativamente, a lo que le dijo ‘vente que vas a ser testigo de la boda de mi hermana’. Esta, llamada Hanan Maimouni o Al Maimouni, se casó con Sarhan Ibn (hijo) Abdelmajib, El Tunecino. A la boda asistió Mustapha El Maimouni. La hermana estuvo acompaña de su padre por ser menor, el padre puede que se llame Lehssen o Lechcen? [sic], hubo un segundo testigo llamado Khalid Ziima o Ziaima de nacionalidad marroquí».

    La Policía pide más información sobre el locutorio telefónico: «Que siga nuestras indicaciones, fundamentalmente en lo referido al establecimiento de Lavapiés, al grupo del que no tiene que perder el contacto ».

    Los miembros de la UCIE ya han centrado a la familia Maimouni, que acaban de emparentar con El Tunecino: «Se adjuntan diferentes resultados obtenidos mediante gestiones realizadas con los datos facilitados por Cartagena, pudiendo averiguar que la identidad de Mustapha es la de Mustapha Maimouni. n/23-09-71 Marruecos».

    Cita:
    Nota n.º SEIS

    Localidad y fecha: Madrid, 10 diciembre 2002.

    Un encuentro con ‘El Egipcio’

    Esta nota, la sexta, es una de las más flojas que facilita Cartagena.Se limita a facilitar algún dato más de El Egipcio y poco más.

    Arranca la información con: «A las 10.30 se inicia la reunión en el sitio habitual con Cartagena, dándole los 300 euros correspondientes al mes».

    Después continua: «El viernes en la mezquita de Estrecho se encontró con Mohamed El Egipcio, quiere que le grabe algunas cintas y que él le va a dar otras de Ayman Daouahiri (colega de Osama bin Laden) [sic]. Cuando ha terminado la oración, El Egipcio ha tomado la palabra y le ha reprochado al imam no haber terminado la oración con una frase, que debería repetir tres veces, el imam ha pedido perdón, pero El Egipcio ha mantenido el uso de la palabra, para hacerse notar».

    El confidente Cartagena también solicita a la UCIE protección para su hermana: «Desde hace un año, su hermana Jamila El Farssaoui vive en Salamanca, donde se ha casado con un español, del que sólo sabe que se llama Paco, con el que tiene una hija de nacionalidad española, dice que tienen problemas ».

    Cita:
    Nota n.º SIETE

    Localidad y fecha: Madrid, 17 febrero 2003.

    [size=18]Aparecen Jamal Zougam y Mohamed Chaoui[/size]

    La Policía recoge en esta nota, la séptima, la sensación de inquietud e inseguridad que hay alrededor del grupo de Mustapha y la localización de dos marroquíes, Jamal Zougam y Mohamed Chaoui, que serán piezas fundamentales en el comando Lavapiés. También se reflejan las relaciones y contactos de la abogada Yamila Pardo Candelas, que conversa con los radicales islamistas. Pardo Candelas es cuñada del dirigente socialista Joaquín Almunia.

    «El grupo liderado por Mustapha se encuentra desde hace un mes aproximadamente sin actividad alguna, dejando incluso de llevar a cabo los encuentros de los viernes, a causa de la sensación de poder estar bajo el control policial a raíz de las numerosas operaciones policiales que se están efectuando en Europa, sintiéndose en estos momentos aún más obligados a adoptar medidas de autoprotección tras las últimas detenciones del pasado mes de enero en Cataluña [se refieren a la detención del comando Dixán, al que se le encontraron diferentes productos con los que presuntamente podrían fabricar bombas]».

    El futuro comando Lavapiés va a la mezquita de Alonso Cano: «Ha confirmado que en los mencionados rezos del viernes también asisten a esa mezquita dos individuos marroquíes, que trabajan ambos en la tienda que tiene en Lavapiés el también marroquí Mohamed Chaoui. En ese momento se le muestran varias fotografías en las que reconoce a ambos individuos, que el pasado lunes coincidieron con él en la fiesta del cordero, que llegaron en un vehículo marca Mitshubisi, 0720 BLX. A dicho vehículo le figura como titular Jamal Zougam, NIE 0842451-F, n/05/10/1973 en Tánger (Marruecos), con antecedentes por lesiones en la ciudad de León, tiene fotografía de reseña».

    Cartagena también hace labores sociales y acompaña a las mujeres de los detenidos a los despachos de los abogados: «Se desplazaron al despacho de una segunda abogada llamada Djamila [sic], dice que se convirtió al Islam, tiene el despacho por Gran Vía, por último se puso en contacto con un tercer abogado La abogada Yamila [sic] Pardo Candelas, le dijo que estará en contacto con él, ya que ella se mostró interesada para que le ayudara con el idioma árabe. El teléfono móvil de Camila es el .y tiene el despacho en ».

    Cartagena también aporta las actividades de un tal Usama: «Tras su detención, Usama que tenía muchos coches con falsos documentos, le encargó a un amigo llamado Abdelfettah, que se hiciera cargo de éstos, consiguiendo sacarlos del país. Este Abdelfettah está casado con una francesa que se llama Nora».

    Cita:
    Nota n.º OCHO

    Localidad y fecha: Madrid, 25 febrero 2003.

    Los nuevos imames

    El nivel de información de Cartagena en esta octava nota es algo inferior a las anteriores. Se refiere al tráfico de coches, a los nuevos imames, a una nueva abogada que trabaja con los islamistas y algunos datos sobre el locutorio de Lavapiés.

    «En relación a la persona que era el socio de Usama antes de su detención, se trata de Abdelfattah Ghartpoum, que vive en Francia y viene de vez en cuando a Madrid, se dedica probablemente a los coches».

    Respecto al emisario de El Egipcio, Larbi Ben Sellam, recuerda que «le pidió 30 cintas de diferentes títulos y él se las ha dado».

    También informa de cómo se llama el nuevo responsable de la mezquita de Fuenlabrada: «Se llama Abdelaziz. Tel. 626 ». Y sigue con otros imames: «El de la M-30 Cheik Mounir, tiene el móvil 616 ».

    El locutorio de Lavapiés sigue siendo objetivo de Cartagena y de la UCIE: «De la tienda de Lavapiés dice que siguen las dos personas de siempre, que el movimiento de la misma es muy dificultoso, dado que la situación de la misma es en un callejón, es donde acuden a menudo tanto la mujer de Nidal, el sirio, como Najib, el de Nador, para cambiar de número de teléfono».

    Cita:
    Nota n.º NUEVE

    Localidad y fecha: Madrid, 09 junio 2003.

    ‘El Tunecino’, líder del grupo

    La novena de las notas realizadas por la UCIE con la información facilitada por Cartagena centra muy bien la personalidad y la capacidad de liderazgo de El Tunecino. Y comienza a preparar su traslado a Andalucía.

    «Dentro del grupo cree que Mustapha no es el líder, Mustapha sigue a los hermanos argelinos Nasereddine y Azeddin. El se inclina como líder por Sarham El Tunecino, casado con una hermana de Mustapha Maimouni, a cuya boda asistió como testigo. Del que dice: muy culto, tiene una licenciatura por una universidad española, cree que en Física».

    También aporta información sobre otro grupo: «Los takfirieen (se refiere al movimiento Takfir Wal Hijra) odian que en Marruecos existan bares, hoteles y mujeres vestidas al estilo occidental, por eso cree que detrás del atentado de Casablanca [16 de mayo de 2003] están los jóvenes takfirieen».

    Más sobre Casablanca: «Larbi Ben Sellam, el mensajero de El Egipcio, se ha ido definitivamente a Marruecos, pensó en él cuando se produjo el atentado de Casablanca, ya que recordó que Sellam solía decir que la lucha no estaba sólo en Afganistán, sino en su propio país, Marruecos, donde aseguraba que no había seguridad o había escasa».

    Cartagena se ha separado de su mujer y ahora vive con otra, de la que espera un hijo. Reclama dinero y la UCIE le entrega 150 euros.

    Por último, aporta una información de un juez de la Audiencia Nacional: «La abogada conversa (se refiere a Candela Pardo) le ha dicho que el abogado G. M. ha hablado con el juez Garzón y éste le ha dicho que si continúan en la cárcel es por el fiscal, que él no ve nada para que sigan en prisión».

    Cartagena informa a su controlador policial de que pretende trasladarse a Salobreña (Granada) o Roquetas (Almería).

    Cita:
    Nota n.º DIEZ

    Localidad y fecha: Madrid, 20 junio 2003.

    El confidente se traslada a Andalucía

    Cartagena se traslada a Salobreña, donde ha encontrado trabajo: «En Salobreña (Granada) ha creado una asociación que agrupa a un gran número de marroquíes y algunas familias conversas españolas, concretamente cuatro médicos, uno venido de Madrid y otro que reside en Motril, procedente de Málaga».

    Cartagena pide ayuda económica para irse a Almería: «Su intención es la de trasladarse a la provincia de Almería, ya que de allí es la familia de su actual compañera y sabe que en la misma hay una colonia musulmana que podría ser interesante para nuestra relación».

    Y la UCIE «le hace entrega de 150 euros».

    Cita:
    Nota n.º ONCE

    Localidad y fecha: Madrid, 28 julio 2003.

    Ben Sellam se queda en Marruecos

    En esta nueva nota informativa, Cartagena aporta mucha información sobre sus antiguos contactos y otros nuevos:

    «Un tal Rachid, joven marroquí que pertenece a un grupo salafista, dedicado en Tirso de Molina a la venta al por mayor de ropa falsa, recibe frecuentemente a un tal Karim, marroquí, de la misma corriente salafista, quien abastece a Rachid de ropa que trae desde Portugal, pero con él mantiene también contactos no comerciales».

    Ben Sellam da señales de vida: «Mohamed Larbi Ben Sellam ha decidido quedarse en Marruecos definitivamente, ya que ha abierto un pequeño negocio. Ha estado en Madrid tres días para renovar su permiso, ya que piensa tener la residencia como un seguro, dice que ha estado vigilado en España, pero que ahora en Marruecos se siente aún más vigilado. Se ha casado en Marruecos y celebrará la boda en septiembre, a la que Cartagena ha sido invitado».

    La información del imam continúa: «En la c/Madridejos, número hay una carta de identidad italiana falsa que utiliza un tal Yassin, marroquí, que vende CD religiosos en la mezquita de la M-30. Este Yassin es amigo íntimo de Abu Dahdah, quien le estaba preparando un viaje para Pakistán».

    Los marroquíes se infiltran en la sociedad española: «Ha estado en el pueblo murciano de Yecla, donde existe una comunidad de miembros de Justicia y Caridad. Tienen una consigna para conseguir la nacionalidad española: comprar casas y bienes y generar hijos, muchos de ellos están casados con españolas, todo con el fin de ir dominando el pueblo de alguna manera ».

    Y ahora habla de un ingeniero nuclear: «En Almuñécar ha conocido a Jaafar Midhat de nacionalidad egipcia, que según él ha trabajado 35 años en USA, de ingeniero, cuya actividad era la de inspeccionar una fábrica nuclear. En España negocia con coches que trae de Alemania».

    Cartagena también apunta la existencia de otro confidente: «De Idriss, el famoso y poderoso de la mezquita de Villaverde Bajo, todo el mundo sospecha que trabaja para algún Servicio, bien marroquí o español, toda vez que viaja a menudo a Marruecos y no tiene medios para sufragar el gasto que conllevan tantos viajes, ya que no tiene un trabajo estable».

    Cita:
    Nota n.º DOCE

    Localidad y fecha: Madrid, 24 octubre 2003.

    El imam busca trabajo en Almería

    Cartagena ya está instalado en Roquetas de Mar: «Se ha introducido en la mezquita [de Roquetas de Mar, Almería], donde va a ser propuesto como imam cuando encuentre el momento propicio, ya que es necesario cesar al actual, un ciudadano mauritano, lo que no impide que sea Cartagena la persona que dirige los rezos y da los sermones».

    La UCIE no consigue un trabajo para su confidente: «Todavía está sin resolver el asunto de su trabajo, ya que las perspectivas que existían de poder introducirle en la radio local, aprovechando su titulación en Periodismo, ha resultado infructuosa; actualmente se está tratando de conseguirle un puesto como asistente social en el ayuntamiento, circunstancia que le permitiría acercarse más a las personas de interés, así como la de aumentar su prestigio entre la colonia musulmana».

    El imam viaja a Barcelona y tras unos contactos consigue ayuda para su labor en Roquetas: «Boutarbouch, al enterarse de que Cartagena va a vivir en Roquetas del Mar, le ha dicho que Justicia y Caridad tiene una mezquita en esa ciudad y que le facilitaría los contactos necesarios entre los hermanos».

    Y se va introduciendo entre los islamistas: «Se está pendiente de que se centre dentro de la colonia residente en la provincia, así como de contactos que se están realizando para poder conocer las diferentes redes de inmigración ilegal y de falsificación de documentos que opera en la zona, sin abandonar las relaciones con personas afines o miembros de movimientos radicales islámicos».

    Cartagena monta una reunión con los hermanos de Puche: «Ahmed Hazem insistía en que no hay recompensa si no tenemos preocupación de la palabra de Alá y de que la religión islámica volverá a Europa pronto y empezará por España e Italia y es una visión verdadera del líder espiritual Abdessalam Yassin».

    De esas reuniones, Cartagena aporta otros comentarios: «También del valiente Nourrdine, que está dispuesto hasta de atentados, si no colabora con nosotros, lo estará haciendo con Marruecos».

    Reunión 21/02/2004

    Esta nota informativa, que sería la número 13, no tiene los encabezamientos propios de la Unidad Central de Información Exterior, pero sí el estilo y la forma de las anteriores. También hay que destacar que es del 21 de febrero, unos días antes del atentado del 11-M, y que en ella se hace una relación de los islamistas y ciudades andaluzas donde están actuando.

    Todos los islamistas de Andalucía

    Comienza con Roquetas: «Abou Jaber, dirigente del grupo de Roquetas; Said Outmani, secundario del grupo; Hamid Mardi, miembro importante en la mezquita ».

    Puche: «Idriss, dirigente del grupo de Puche; Abbes, es el segundo órgano activo en Puche; Abdelaziz, licenciado en Derecho; Rachid, es el imam actual de Puche ».

    Granada: «Hamid el Khoukhi, es el dirigente máximo (dirigente superior del sur de España); Anas, preguntó a Abou Jaber por el grupo de las mujeres; Abdelkebir Al Mehdaoui, fue el dirigente superior antes de su marcha a Huelva».

    Cádiz: «Moukhtar, es el imam actual de Jerez en Cádiz, miembro conocido e importante de Justicia y Paz».

    Después, Cartagena sigue con toda una larga relación de miembros islamistas que pueden ser objetivos de la Policía y termina con dos advertencias: «Un aspecto interesante es que recientemente le han contactado Bachir, Idriss y Bahri, miembros de la mezquita de Villaverde Alto para comunicar a Abou Jaber que quiere pertenecer al grupo salafista Adjunta el historial del marroquí que muestra especial interés en como poder acceder a la yihad (Naji)».

  57. #0 JJ dice:

    Y yo me pregunto… ¿quién llenará el hueco que deja Nacho Vidal?

  58. #0 Friky Martin dice:

    Joe, pues me imagino a Azwar diciendo eso de “Yo…soy…tu padreeeee….mire usted” con su acentillo y me parto vamos.

    Y el lema de la galaxia: “Con el Imperio hacia Dos”

  59. #0 Anónimo dice:

    El Fascismo nace a la Izquierda
    Erwin Robertson
    Reseña del libro “El nacimiento de la ideología fascista” de Zeev Sternhell, Mario Sznajder y Maia Asheri; (traducción de Octavi Pellisa). – 1ª ed. – Madrid : Siglo XXI, 1994, 418 p.

    Que Mussolini fue miembro del partido socialista es un hecho conocido. Hecho problemático, en especial para una de las interpretaciones dominantes del fascismo; a saber, que éste fue la reacción alentada o dirigida por el gran capital contra el avance del proletariado. En tal evento, aquel hecho y la evolución consecutiva debían ser entendidos como oportunismo, incoherencia o, en el mejor de los casos, como una cuestión de conversión que no deja huellas en el pasado de un hombre. La obra de Zeev Sternhell -profesor en la Universidad Hebrea de Jerusalem- y sus colaboradores ha puesto toda esta materia bajo otra luz. En su interpretación, la comprensión histórica del fascismo no puede disociarse esta ideología de sus orígenes de izquierda.
    Desde luego, toda una pléyade de historiadores y filósofos abordó hace ya tiempo el problema del fascismo: cada uno según sus particulares orientaciones espirituales, con sus propios puntos de vista y sus personales prejuicios, pero no sin altura: Ernst Nolte, Renzo de Felice, James A. Gregor, Stanley Payne, Giorgio Locchi, y “last but not least”, el joven investigador hispano-sueco Erik Norling, entre otros. No es que la “vulgaris opinio” aludida arriba goce hoy de autoridad intelectual. Pero Sternhell viene a aportar la valorización de fuentes hasta aquí tal vez descuidadas y, con ellas, la novedosa interpretación que es objeto de este comentario. Estudioso en particular del nacionalismo francés (suyas son “Maurice Barrés et le nationalisme français”, “La droite revolutionarie” y “Ni droite ni gauche, L´ideologie fasciste en France”), el profesor israelí no se cuida de los criterios de la corrección política. Es notable leer sobre el tema páginas en las que está ausente la edificación moral, en las que no se ha estimado oportuno advertir al lector que se interna en terrenos peligrosos; en los que no hay,en suma, demonización ni tampoco el afán de achacar polémicamente a la izquierda una incómoda vecindad.
    ¿Qué es, pues, el fascismo en la interpretación de Sternhell? Ni anomalía en la historia contemporánea, ni “infección” (Croce), ni resultado de la crisis de 1914-1918, ni reflejo o reacción contra el marxismo (Nolte). El fascismo es un fenómeno político y cultural que goza de plena autonomía intelectual (p.19); es decir, que puede ser estudiado en sí mismo, no como producto de otra cosa o epifenómeno. Por cierto, y de partida, para Sternhell es preciso distinguir el fascismo del nacional-socialismo (Sternhell dice “nazismo”, acomodándose al uso, contra lo cual, sin embargo, se rebela honestamente un Nolte). Con todos los aspectos que uno y otro tienen en común, la piedra de toque está en el determinismo biológico: un marxista puede convertirse al nacional-socialismo, más no así un judío (en cambio, hubo fascistas judíos). El racismo no es elemento esencial del fascismo, aunque contribuye a la ideología fascista. Y unas páginas más adelante el autor apunta que uno de los elementos constitutivos del fascismo es el nacionalismo tribal; esto es, un nacionalismo basado en el sentido de pertenencia, la “tierra y los muertos” de Barrés, la “Sangre y suelo” del nacional-socialismo. Este sentido organicista lo comparte con los nacionalismos desde finales del siglo XIX, germanos y latinos, Maurras y Corradini, Vacher de Lapouge y Treitschke. El mismo Sternhell debilita así la distinción que acaba de hacer (reparemos, de paso, en la delicadeza del adjetivo “tribal”: ¿sería poco oportuno por nuestra parte recordar que una traducción de “tribal” es “gentil”)
    El fascismo entonces es una síntesis de ese nacionalismo “tribal” u “orgánico” y de una revisión antimarxista del marxismo. Sternhell se extiende explicando que a finales del siglo XIX las previsiones de Marx no se han cumplido: el capitalismo no parece derrumbarse, ni la pauperización es la señal característica de la población, mientras que el proletariado se integra política y culturalmente en las sociedades capitalistas occidentales. De aquí la aparición del “revisionismo”. Siguiendo el ejemplo del SPD, el partido socialdemócrata alemán, el conjunto del socialismo occidental se hace reformista; esto es, sin renunciar a los principios teóricos del marxismo, acepta los valores del liberalismo político, y en conseciencia, tácticamente, el orden establecido. Mas una minoría de marxistas va a rehusar el compromiso y querrá permanecer fiel a la ortodoxia -cada uno a su modo-; son los Rudolf Hilferding y los Otto Bauer, los Rosa Luxemburgo y los Karl Liebknecht, los Lenin y los Trotsky, todos de Europa del Este. Al mismo tiempo, en Francia y luego en Italia surgen quienes, desde dentro del marxismo, van a emprender su revisión en sentido no materialista ni racionalista, sin discutir la propiedad privada ni la economia de mercado, pero conservando el objetivo del derrocamiento violento del orden burgués: son los sorelianos, los discípulos de Georges Sorel, el teórico del sindicalismo revolucionario, autor de las célebres “Reflexiones sobre la violencia”. Las diferencias entre los dos sectores revolucionarios son grandes. Los primeros, casi todos miembros de la “intelligentsia” judía, destaca Sternhell, mantienen el determinismo económico de Marx, la idea de la necesidad histórica, el racionalismo y el materialismo, mientras los sorelianos comienzan por una crítica de la economía marxiana que llega a vaciar el marxismo de gran parte de su contenido, reduciéndolo fundamentalmente a una teoría de la acciòn. Los primeros piensan en términos de una revolución internacional, “tienen horror de ese nacionalismo tribal que florece a través de Europa, tanto en el campo subdesarrollado del Este como en los grandes centros industriales del Oeste… No se arrodillan jamás ante la colectividad nacional y su terruño, su fervor religioso, sus tradiciones, su cultura popular, sus cementerios, sus mitos, sus glorias y sus animosidades” (p. 48). Los segundos, comprobando que el proletariado ya no es una fuerza revolucionaria, lo reemplazarán por la Nación como mito en la lucha contra la decadencia burguesa y así confluirán finalmente en el movimiento nacionalista.
    Tal es la tesis fundamental de Sternhell. En el desarrollo de “El nacimiento de la ideología fascista”, el capítulo I está dedicado al análisis de la obra de Sorel: tal vez no propiamente un filósofo ni autor de un corpus ideológico cerrado, su verdadera originalidad, señala Sternhell, reside en haber constituìdo una especie de “lago viviente”, receptor y fuente de ideas en la gestación de las nuevas síntesis ideológicas del siglo XX. Nietzsche, Bergson y William James lo marcaron sin duda más hondamente que Marx, con ánimo de juzgar lo que consideraba un sistema inacabado. El autor de “Reflexiones sobre la violencia”, de “Las ilusiones del progreso”, de “Materiales de una teoría del proletariado”, etc., se sublevaba contra el marxismo vulgar (que pone énfasis en el determinismo económico) y sostenía que el socialismo era una “cuestión moral”, en el sentido de una “transvaluación de todos los valores”. La lucha de clases era para él cuestión principal y, por consiguiente, el saber movilizar al proletariado en la guerra contra el orden burgués.
    En un contexto social en el que los obreros muestran un alto grado de militantismo sindical (1906, el año de edición de “Reflexiones sobre la violencia”, es también en Francia el del record de huelgas que muy a menudo suponen enfrentamientos sangrientos con las fuerzas del orden), pero también donde una economía en crecimiento permite a la clase dirigente hacer concesiones que aminoran la combatividad obrera, no bastan el análisis económico ni la previsión del curso racional de los acontecimientos. Sorel descubre entonces la noción del “mito social”, esa imagen que pone en juego sentimientos e instintos colectivos, capaz de suscitar energías siempre nuevas en una lucha cuyos resultados no llegan a divisarse. Como el mito del apocalipsis para los primeros cristianos, el mito de la huelga general revolucionaria será para el proletariado esta imagen movilizadora y fuente de energías. Con fervor análogo al de las órdenes religiosas del pasado, con un sentimiento parecido al del amor a la gloria de los ejércitos napoleónicos, los sindicatos revolucionarios, armados del mito, se lanzarán a la lucha contra el orden burgués. Así, a la mentalidad racionalista, que el socialismo reformista comparte con la burguesía liberal, Sorel opone la mentalidad mítica, religiosa incluso. Su crítica al racionalismo que se remonta a Descartes y Sócrates y, contra los valores democráticos y pacifistas, reivindica los valores guerreros y heroicos. De buena gana reivindica también el pesimismo de los griegos y de los primeros cristianos, porque sólo el pesimismo suscita las grandes fuerzas históricas, las grandes virtudes humanas: heroismo, ascetismo, espíritu de sacrificio.
    Sorel ve en la violencia un valor moral, un medio de regenerar la civilización, ya que la lucha, la guerra por causas altruístas, permite al hombre alcanzar lo sublime. La violencia no es la brutalidad ni la ferocidad, no es el terrorismo; Sorel no siente ningún respeto por la Revolución Francesa y sus “proveedores de guillotinas”. Es, en suma y en el fondo, contra la decadencia de la civilización que dirige Sorel su combate; decadencia en la que la burguesía arrastra tras sí al proletariado. Y no será sorprendente encontrar a los discípulos de Sorel reunidos con los nacionalistas de Charles Maurras en el “Círculo Proudhon”, que lleva el nombre del gran socialista francés anterior a Marx. Tampoco será extraño que en sus últimos años Sorel lance su alegato “Pro Lenin”, anhelando ver la humillación de las “democracias burguesas”, al mismo tiempo que reconocía que los fascistas italianos invocaban sus propias ideas sobre la violencia.
    La síntesis Nacional y Social
    Estos dicípulos son también estudiados por Sternhell (capítulo II). Son los “revisionistas revolucionarios”, la “nouvelle école” que ha intentado hacer operativa una síntesis nacional y social, no sin tropiezos y desengaños. Allí está Edouard Berth, quien junto a Georges Valois, militante maurrasiano (futuro fundador del primer movimiento fascista francés, muerto en un campo de concentración alemán), ha dado vida al “Círculo Proudhon”, órgano de colaboración de sindicalistas revolucionarios y nacionalistas radicales en los años previos a 1914. Aventada esa experiencia por la guerra europea, Berth pasará por el comunismo antes de volver al sorelismo. Está también Hubert Lagardelle, editor de la revista “Mouvement Socialiste”, hombre de lucha al interior del partido socialista, donde se ha esforzado por hacer triunfar las tesis del sindicalismo revolucionario (por el contrario, en 1902 han triunfado las tesis de Jaurés, que presentan el socialismo como complemento de la Declaración de Derechos del Hombre). Ante la colaboración sorelista-nacionalista, Lagardelle se repliega hacia posiciones más convencionales; pero en la postguerra se le encontrará en la redacción de “Plans”, expresión de cierto fascismo “técnico” y vanguardista -en ella colaborarán nada menos que Marinetti y Le Corbusier- y, durante la guerra, terminará su carrera como titular del ministerio de trabajo del régimen de Vichy. Trayectorias en apariencia confusas pero que revelan la sincera búsqueda de “lo nuevo”. De Alemania les viene el refuerzo del socialista Roberto Michels, quien, a la espera de construir su obra maestra “Los partidos políticos”, anuncia el fracaso del SPD, el partido de Engels, Kautsky, Bernstein y Rosa Luxemburg. Michels observará también que el solo egoísmo económico de clase no basta para alcanzar fines revolucionarios; de aquí la discusión sobre si el socialismo puede ser independiente del proletariado. El ideal sindical no implica forzosamente la abdicación nacional, ni el ideal nacionalista comporta necesariamente un programa de paz social (juzgado conformista), precisa a su vez Berth, quien espera de un despertar conjunto de los sentimientos guerreros y revolucionarios, nacionales y obreros, el fin del “reinado del oro”. En fin, la “nueva escuela” desarrolla las ideas de Sorel, por ejemplo en la fundamental distinción entre capitalismo industrial y capitalismo financiero. Resume Sternhell su aporte: “…a esta revuelta nacional y social contra el orden democrático y liberal que estalla en Francia (antes de 1914, recordemos) no falta ninguno de los atributos clásicos del fascismo más extremo, ni siquiera el antisemitismo” (p. 231). Ni la concepción de un Estado autoritario y guerrero.
    Sin embargo, en general, los revisionistas revolucionarios franceses fueron teóricos, sin experiencia real de los movimientos de masas. De otro modo ocurre con el sindicalismo revolucionario en Italia (capítulos III y IV de la obra de Sternhell). Allí Arturo Labriola encabeza desde 1902 el ala radical del partido socialista; con Enrico Leone y Paolo Orano llevan adelante la lucha contra el reformismo, al que acusan de apoyarse exclusivamente en los obreros industriales del norte, en desmedo del sur campesino, y por el triunfo de su tesis de que la revolución socialista sólo sería posible por medio de sindicatos de combate. De Sorel toman esencialmente el imperativo ético y el mito de la huelga general revolucionaria. La experiencia de la huelga general de 1904, de las huelgas campesinas de 1907 y 1908, foguean a los dirigentes sindicalistas revolucionarios, entre los cuales la nueva generación de Michele Bianchi, Alceste de Ambris, Filippo Corridoni. Al margen del partido socialista y de su central sindical, la CGL -anclados en las posiciones reformistas-, los radicales forman la USI (Unión Sindical Italiana), que llegará a contar con 100.000 miembros en 1913. A su vez, los sindicalistas revolucionarios animan periódicos y revistas. Labriola y Leone emprenden la revisión de la teoría económica marxiana, especialmente la teoría del valor, siguiendo al economicista austríaco Böhm-Bawerk; he ahí, dice Sznajder, el aspecto más original de la contribución italiana a la teoría del sindicalismo revolucionario. Ahí se encuentra también la noción de “productores” (potencialmente todos los productores), contrapuesta a la clase “parasitaria” de los que no contribuyen al proceso de producción. Por fin la tradición antimilitarista e internacionalista, cara a toda la izquierda europea, no será más unánimemente compartida por los sindicatos revolucionarios. En 1911, la guerra de Italia con el Imperio Otomano por la posesión de Libia producirá una crisis en el sindicalismo revolucionario: unos dirigentes (Leone, De Ambris, Corridoni), fieles a la tradición socialista, se oponen enérgicamente a esta empresa -y por mucho que les disguste estar junto a los socialistas reformistas-; otros (Labriola, Olivetti, Orano) están por la guerra, tanto por razones morales (la guerra es una escuela de heroísmo) como por razones económicas (la nueva colonia contribuirá a la elevación del proletariado italiano), y así coinciden con los nacionalistas de Enrico Corradini, a quienes los ha acercado ya la crítica al liberalismo político. Mas en agosto de 1914 aun quienes -en el seno del sindicalismo revolucionario- habían militado en contra de la guerra de Libia, están a favor de la intervención en el conflicto europeo al lado de Francia y contra Alemania y Austria; al combate contra el feudalismo y el militarismo alemán se agrega la posibilidad de completar gracias a la guerra la integración nacional y de forjar una nueva élite proletaria que desplazará del poder a la burguesía. En octubre de 1914, un manifiesto del recién fundado Fascio Revolucionario de Acción Internacionalista, suscrito por los principales dirigentes sindicalistas revolucionarios, proclama: “…No es posible ir más allá de los límites de las revoluciones nacionales sin pasar primero por la etapa de la revolución nacional misma… Allí donde cada pueblo no vive en el cuadro de sus propias fronteras, formadas por la lengua y la raza, allí donde la cuestión nacional no ha sido resuelta, el clima histórico necesario al desarrollo normal del movimiento de clase no puede existir…” Nación, Guerra y Revolución…ya no serán más ideas contradictorias
    Hacia el final de la guerra el sindicalismo revolucionario debe ser considerado ya un nacional-sindicalismo, en cuanto la Nación figura para ellos en primer término. Como sea, los nacional-sindicalistas aceptan que la guerra ha de traer transformaciones internas: desde 1917 De Ambris ha lanzado la consigna “Tierra de los Campesinos”; y acto seguido elabora un programa de “expropiación parcial” tanto en el sector agrícola como en el sector industrial, que se dirije ex propósito contra el capital especulativo y en beneficio de los campesinos y obreros que han dado su sangre por Italia. Se trata también de mantener y estimular la producción. El “productivismo” es uno de los factores que lleva a los sindicalistas revolucionarios a oponerse a la revolución bolchevique, que juzgan destructiva y caótica. Frente a la ocupación de fábricas del “biennio rosso” de 1920-21, Labriola, que ha llegado a ser Ministro de Trabajo en el gobierno del liberal Giolitti, presenta un proyecto que reconoce a los obreros el derecho a participar en la gestión de las empresas. Parlamento con representación corporativa, “clases orgánicas” que encuadren a la población, un Estado que sea quien asigne a los propietarios capaces de producir el derecho a usar los medios de producciòn, son, por otra parte, las bases del programa del “sindicalismo integral” que popone Panunzio en 1919. Por fin, el sindicalismo revolucionario vibra con la aventura del comandante Gabriele D´Annunzio en Fiume (1920-21). De Ambris participa en la redacción de la “Carta del Carnaro”, ese fascinante documento literario que es la constitución que el poeta y héroe de guerra otorga a la “Regencia de Fiume”. No es menos un proyecto político que, en consencuencia con el ideal del sindicalismo revolucionario, quiere resolver a la vez la cuestión nacional y la cuestión social.
    En estas luchas de la inmediata postguerra, los sindicalistas revolucionarios han coincidido con los fascistas. Pero la toma del poder por el fascismo acarraerá la disoluciòn del sindicalismo revolucionario. De Ambris y su grupo pasarán a la oposición; el primero terminará por exiliarse. Labriola también partirá hacia el exilio, y sólo la guerra de Etiopía lo reconciliará con el régimen. Leone volverá al partido socialista y rehusará todo compromiso con el fascismo. En cambio, Bianchi aparece en 1922 como uno de los quadrumviri que organiza la Marcha sobre Roma, Panunzio se presenta junto a Gentile como uno de los intelectuales oficiales del fascismo, Orano (que era judío), alcanza altos puestos en el partido fascista, mientras que Michels, antaño miembro del SPD, profesor en la Universidad de Perusa, se inscribe como afiliado en el PNF.
    La Encrucijada Mussoliniana
    Señala Sternhell que siempore se ha tendido a subestimar el papel central que Mussolini ha jugado entre todos los revolucionarios italianos. El futuro Duce “aporta a la disidencia izquierdista y nacionalista italiana lo que siempre ha faltado a sus homólogos franceses: un jefe”. Un hombre de acción, un líder carismático, pero a su vez un intelectual capaz de tratar con intelectuales y de ganarse el respeto de hombres como Marinetti, el fundador del futurismo, Michels, el antiguo militante del SPD alemán devenido uno de los clásicos de la ciencia política, o aun Croce, representante oficioso de la cultura italiana frente al fascismo. Y Mussolini es toda una evolución intelectual, no el hallazgo repentino de una verdad, ni el oportunismo, ni siquiera la coyuntura de postguerra. Mussolini es ante todo el militante socialista, incluso como líder de los fascistas. De joven se tiene evidentemente por marxista, de un marxismo revisado por Leone y, sobre todo, por Sorel, en quien ve un antídoto contra la perversión socialdemócrata a la alemana del socialismo. Otra influencia decisiva es Wilfredo Pareto y su teoría de circulación de las élites (en cambio, Sternhell no destaca la influencia de Nietzsche, a quien Mussolini ha leído tempranamente en Suiza). El joven socialista se sitúa pues en la órbita del sindicalismo revolucionario, aun cuando discrepa de las tácticas: duda de la virtud de las solas organizaciones económicas y ve en el Partido el instrumento revolucionario.
    El joven Mussolini es el líder indiscutible que se opone a la huelga general contra la intervención en Libia, pues cree que el intento burgués de desencadenar una guerra puede generar una situación revolucionaria. En 1912 es el principal líder del partido socialista, imponiéndose sobre los reformistas y haciéndose con la dirección de su periódico oficial, “Avanti!”, el líder indiscutido de toda la izquierda revolucionaria italiana, pero al mismo tiempo el más fuerte critico de la ortodoxia marxista. Mussolini publica desde las páginas de Avanti!” su profunda decepción acerca de la aptitud de la clase obrera para “modelar la historia”, valoriza la idea de Nación: “No hay un único evangelio socialista, al cual todas las naciones deban conformarse so pena de excomunión”. A finales de 1913 Mussolini lanza la revista “Utopia”, con la intención de proponer una “revisión revolucionaria del socialismo”. Allí reúne a futuros comunistas como Bordiga, Tasca y Liebknecht; futuros fascistas como Panunzio, futuros disidentes del fascismo como su viejo maestro Labriola. En junio de 1914 Mussolini cree llegado el momento de la insurrección, comprometiéndose en la “Settimana Rossa”, en contra de la opinión del congreso del partido. Cuando estalla la guerra europea, las disidencias son ya tan palpables que Mussolini es desautorizado oficialmente por el partido, y no duda en romper con sus antiguos compañeros para unirse a los sindicalistas revolucionarios en la campaña por la entrada de Italia en la guerra.
    Sternhell señala que el nacionalismo de Mussolini no es el nacionalismo clásico de la derecha. Ocurre que ante las nuevas realidades nacionales y sociales el análisis marxista se ha demostrado fallido, pues las clases obreras de Alemania, Francia e Inglaterra marchan alegremente a la guerra. Mussolini no renuncia al socialismo, pero el suyo es un socialismo nacionalista, obra de los combatientes del frente: “Los millones de trabajadores que volverán a los surcos de los campos después de haber vivido en los campos de las trincheras darán lugar a la síntesis de la antítesis clase y nación”, escribe en 1917. Y no será la revolución bolchevique lo que lleve a Mussolini a la derecha, dado que lo esencial de su pensamiento se forjó antes de 1917: ideas de jerarquía, de disciplina, de colaboración de las clases como condición de la producción… Los Fasci Italiano di Combattimento, fundados en marzo de 1919 recojen todas las ideas del sindicalismo revolucionario y se sitúan incluso a la izquierda del partido socialista (sufragio universal de ambos sexos, abolición del senado, constitución de una Milicia Nacional, consejos corporativos con funciones legislativas, jornada laboral de 8 horas, confiscación de las ganancias de guerra… ). Pero con el biennio rosso las filas fascistas se desbordan con la afluencia de las clases medias, especialmente de jóvenes oficiales desmovilizados. El Partido Nacional Fascista, organizado como tal en 1921, va a conocer un éxito (electoral incluso) vetado a los primitivos “Fasci”: “Esta mutación no deja de recordarnos la de los partidos socialistas al alba del siglo: el viraje a la derecha constituye el precio habitual del éxito” (p.400). Mussolini, hombre de realidades que antepone la praxis a la teoría, ha visto fracasar la ocupación “roja” de fábricas como la gesta nacionalista de Fiume, decide llevar a cabo la revolución posible. Así, en la perspectiva de Sternhell, la captura del poder por el jefe fascista no es tanto el resultado de un golpe de Estado como de un proceso; es la simpatia de una amplia parte de la masa política, de los medios intelectuales, de los centros de poder, lo que permite a Mussolini instalarse y sostenerse en el gobierno. Para Sternhell es sintomática la actitud del senador Croce quien aun en junio de 1924 dio su voto de confianza al primer ministro cuando el caso Mateotti puso en crisis al gobierno y Mussolini estaba a punto de ser despedido por el rey, porque, pensaba Croce, “había que dar tiempo al fascismo para completar su evolución hacia la normalización”.
    La idea de Estado, que parece ser sólo caracteristica del fascismo, es, sin embargo, el último elemento que toma forma en la ideología fascista. En todo caso señala Sternhell que toda la ideologìa fascista estaba elaborada antes de la toma del poder: “La acción política de Mussolini no es el resultado de un pragmatismo grosero o de un oportunismo vulgar más de lo que fue la de Lenin” (p.410). El jurista Alfredo Rocco, proveniente de las filas nacionalistas, ha “codificado” y traducido en leyes e instituciones los principios fascistas y nacionalistas (visión mística y orgánica de la nación, afirmación de la primacía de la colectividad sobre el individuo, rechazo total sin paliativos de la democracia liberal). Pero es un Estado que, a la vez, se quiere reducido a su sola expresión jurídica y política; que quiere renunciar a toda forma de gestión económica o de estatalización, como anunciaba Mussolini desde 1921. No es, pues, o no es todavía, el Estado totalitario. El fascismo en el poder,en suma, no se asemeja al fascismo de 1919, menos aún al sindicalismo revolucionario de 1910. Pero, se pregunta Sternhell: “¿el bolchevismo en el poder refleja exactamente las ideas que, diez años antes de la toma del Palacio de Invierno, animaban a Plekhanov, Trotsky o Lenin?” Ha habido una larga evolución, sin duda. Y con todo -concluye el autor-, el régimen mussoliniano de los años 30 está mucho más cerca del sindicalismo revolucionario o del “Círculo Proudhon” que lo que el régimen estaliniano está de los fundamentos del marxismo.
    El secreto encanto del Fascismo
    Como conclusión, Sternhell da una mirada a las relaciones entre el fascismo y las corrientes estéticas de vanguardia en el siglo XX. El futurismo, desde luego (futuristas y fascistas han dado justos la batalla por el “intervencionismo”, y Marinetti es uno de los fundadores de los Fasci), pero también el vorticismo, lanzado en Londres por Ezra Pound, que es en cierto modo una réplica al futurismo, aun cuando comparte con él rasgos esenciales. “Los dos atacan de frente la decadencia, el academicismo, el estetismo inmóvil, la tibieza, la molicie general… Tienen una misma voz de orden: energía, y un mismo objetivo: curar a Italia y a Inglaterra de su languidez” (p. 424). De Pound se conoce de sobra su opción política. Sternhell destaca también el papel de Thomas Edward Hulme, antirromántico, antidemócrata en política, traductor al inglés de Sorel. “revolucionario antidemócrata, absolutista en ética, que habla con desprecio del modernismo y del progreso y utiliza conceptos como el de honor sin el menor toque de irrealidad” (p. 429). Hulme es pues, para el autor, un representante de esa rebelión cultural que brota por doquier, antirracionalista, antiutilitarista, antihedonista, antiliberal, clasicista y nacionalista y que precede a la rebelión política.
    Las generaciones de los años 20 y 30, que ya conocen la experiencia fascista, rehacen el camino del inconformismo. Así un Henri de Man, en 1938 presidente del partido socialista belga, uno de los grandes teóricos del socialismo en la época, seguido sólo ante Gramsci y Lukacs, reemprende su propia revisión del marxismo y no será ilògico que, cuando su país capitule ante Alemania en 1940 llame a los militantes socialistas belgas a aceptar la nueva situación como un punto de partida para construir un nuevo orden: “La vía está libre para las dos causas que resumen las aspiraciones del pueblo: la paz europea y la justicia social”. No muy diferente es en Francia el caso de Doriot.
    ¿Cómo ha podido surgir el fascismo en la historia europea y mundial? La explicación coyuntural no puede sino desembarcar en trivialidades. Se debe comprender al fascismo primero como un fenómeno cultural. Es, de partida, un rechazo de la mentalidad liberal, democrática y marxista; rechazo de la visión mecanicista y utilitarista de la sociedad. Mas expresa también “la voluntad de ver la instauración de una civilización heroica sobre las ruinas de una civilización bajamente materialista. El fascismo quiere moldear un hombre nuevo, activista y dinámico”. No obstante presentar esta vertiente tradicionalista, este movimiento contienen en sus orígenes un carácter moderno muy pronunciado, y su estética futurista fue el mejor cartel para la captura de intelectuales, de una juventud que se agobia en las estrecheces de la burguesía. El elitismo, en el sentido de que una élite no es una categoría social definida por el lugar que se ocupa en el proceso de producción, sino un estado de espíritu, es otro componente mayor de esa fuerza de atracción. El mito, como clave de interpretación del mundo; el corporativismo, como ideal social que da a amplias capas de la población el sentimiento de que hay nuevas oportunidades de ascenso y de participación, constituyen también parte del secreto del fascismo, porque el fascismo reduce los problemas economicos y sociales a cuestiones, ante todo, de orden psicológico. Y, sobre todo, “servir a la colectividad formando un cuerpo con ella, identificar los propios intereses a los de la patria, comulgar en un mismo culto los valores heroicos, con una intensidad que desplaza al boletín de voto en la urna”. Es por todo esto que el estilo político desempeña un papel tan esencial en el fascismo. El fascismo vino a probar que existe una cultura no fundamentada en los privilegios del dinero o del nacimiento, sino sobre el espíritu de banda, de camaradería, de comunidad orgánica, de “Bund”, como se dijo en Alemania en la misma época.
    Estos valores presentes en el fascismo tocan la sensibilidad de muchos europeos. Poco conocido es que en 1933 Sigmund Freud saludaba a Mussolini como un “héroe de cultura”. Si esto era así, ¿por qué Croce hubiera debido votar contra él en 1924, por qué Pirandello hubiera debido rehusar el asiento que el Duce le ofreció en la Academia Italiana? Las realidades de los países europeos entre las dos guerras no son de una pieza: la cultura italiana está representada por Marinetti, Gentile y por Pirandello no menos que por Croce, y por Croce senador no menos que por Croce antifascista, del mismo modo que por la cultura alemana pueden hablar tanto Spengler, Heidegger, o Moeller van der Bruck tanto como los hermanos Mann, y la cultura francesa es tanto Gide, Sartre o Camus tanto como Drieu la Rochelle, Brasillach o Céline…
    Así, “El nacimiento de la ideología fascista” otorga a su objeto una dignidad que no siempre se encuentra en los variados estudios sobre el tema. Ello sólo puede ser saludable para la historia de las ideas. Hagamos por nuestra parte algunas observaciones. Primero, que, como es evidente, Sternhell trata en su obra del fascismo latino, esto es, de las corrientes inconformistas surgidas en Francia y en Italia. Un tema de discusión es ver si el fascismo italiano y el nacional-socialismo alemán son cosas totalmente diferentes (esta es la tesis de De Felice), o bien si el nacional-socialismo es una especie dentro del fascismo genérico (tesis de Payne y Nolte). Del nacional-socialismo se ha discutido si fue “antimoderno” o si presentaba rasgos de una radical modernidad, dado que el innegable que el movimiento desarrolló un radicalismo antiburgués operativamente muy atractivo para los militantes comunistas.
    El fascismo nace a la izquierda, a partir de una revisión del marxismo. Este revisionismo se desarrolla y se constituye en una corriente intelectual y política independiente a la cual concurren otras tendencias que cohabitan con el socialismo: Nietzsche, Bergson, James, y el nacionalismo integral. Al respecto es interesante comparar las diferentes evoluciones del marxismo que siguió siendo tal y las diferentes ramas “apóstatas”. El fascismo en una revisión del marxismo encontró que todos los partidos socialistas consideraban al marxismo una herencia a la que debían permanecer fieles. Sin embargo, en su evolución reciente todos esos partidos han renunciado a la herencia de Marx, acomodándose a la economía neoliberal. Siguen apegados, desde luego, a la matriz ilustrada, materialista e igualitaria. Al contrario, los fascistas, animados de otra cultura, mantuvieron siempre el espíritu revolucionario de ruptura con el orden burgués.
    Sternhell insiste permanentemente en el respeto de los sindicalistas revolucionarios, de los socialistas nacionales, de los fascistas, por la propiedad privada y el capitalismo. ¿No habría que distinguir entre propiedad privada y capitalismo que, después de todo, históricamente no se identifican sin más? Todos los fascismos subrayaron siempre la diferencia entre la propiedad ligada al hombre y el gran capital financiero; entre el trabajo productivo y la servidumbre al interés del dinero (G. Feder). No parece adecuado pasarla por alto. Quizás Payne ha sido el autor más justo en este sentido.
    Finalmente, es verdad que una cosa es reconocer el componente irracional de la vida humana y otra hacer del antirracionalismo una política. Sternhell, que durante toda su obra se ha mantenido alejado de toda afección moralizante, al final nos advierte del peligro del irracionalismo: “Cuando el antirracionalismo deviene un instrumento político, un medio de movilización de las masas y una máquina de guerra contra el liberalismo, el marxismo y la democracia; cuando se asocia a un intenso pesimismo cultural a la par de un culto pronunciado por loa violencia, entonces el pensamiento fascista fatalmente toma forma” (p.451). La cuestión seria si sólo los valores políticos de la ilustración y del liberalismo son legítimos; si solo el chato optimismo hedonista puede pasar por perspectiva cultural, si las masas han de ser movilizadas sólo en nombre del deporte.
    Aquí, obviamente, la ciencia no puede decir nada: estamos en el campo de la opciòn política.
    [Ciudad de los Cesares (Santiago de Chile)]

  60. #0 balto dice:

    Bueno, esta es la clase de´”crítica” que suelen hacer los chekistas: poner en boca de alguien palabras no escritas o pronunciadas por esa persona.
    Como decía Moa en la Carlos III “Es el espítitu de la cheka”. Y a cada paso lo comprobamos.

  61. #0 Anónimo dice:

    ¿Fascismo en España?

    José Javier Esparza

    ¿Existe un fascismo en España? Cualquier observador diría, a primera vista, que no: no existe ningún partido, asociación o grupo de opinión que reivindique esa etiqueta y que posea una mínima proyección política o social. Existe, sí, un número indefinido y variable de grupúsculos y corpúsculos que se identifican con una estética aproximadamente neofascista, neonazi y hasta neofalangista, y que ocasionalmente manchan las paredes urbanas con pintadas y carteles, pero tales grupúsculos y corpúsculos son sumamente reducidos, carecen de representatividad social alguna y, desde luego, no puede decirse que constituyan una fuerza política. Sin embargo, todos los años aparecen en los escaparates —preferentemente, en los de las “grandes superficies”— decenas de libros que nos desvelan los “secretos” del fascismo español, sus oscuras maniobras, sus inconfesables propósitos. ¿Cómo es posible que se publique tanto material sobre un objeto, si no inexistente, sí al menos irrelevante? He aquí uno de los grandes enigmas de nuestro tiempo.

    Las “revelaciones” de la literatura antifascista

    Estos libros suelen aparecer siempre por las mismas fechas: en torno al 20 de noviembre, aniversario del fusilamiento de José Antonio y de la muerte de Franco, fecha litúrgica por excelencia de la extrema derecha en España. La literatura de la que hablamos es tan puntual en su aparición que se diría que marca ya una referencia fija del calendario comercial, del mismo modo que la primavera no empieza hasta que lo dice “El Corte Inglés”. Estamos hablando de “libros”, en plural, pero en realidad cabría hablar más bien del “libro”, en singular, porque todos son el mismo: en todos hallamos las mismas fuentes, los mismos nombres, la misma estructura y hasta la misma sintaxis, frecuentemente incorrecta. No es extraño que sus autores se acusen mútuamente de robarse el material, dado lo exiguo del campo que año tras año roturan. Por fortuna para ellos, el abanico temático crece sin pausa a través de un procedimiento que podríamos denominar “alleganza de material de aluvión” y que funciona del siguiente modo: la literatura antifascista da pie a reportajes en prensa, igualmente estacionales; estos reportajes (más bien “recortajes”, pues se trata de collages con recortes sacados de aquí y de allá) suelen limitarse a recopiar lo que se ha publicado en la mentada literatura, pero lo hacen con errores y tergiversaciones; tales errores, por último, son luego recogidos por los “autores antifascistas”, en la edición del año siguiente, como “nuevas revelaciones”. Así el floreciente negocio editorial se alimenta a sí mismo.

    Un rasgo específico de la literatura antifascista es su carácter de ficha policial: lo esencial de su contenido es una ensalada de siglas (las de los mentados grupúsculos y corpúsculos) en correspondencia con una lista de nombres, también siempre la misma. En líneas generales, su objetivo invariable es sentar la existencia de lazos entre la violencia juvenil de ciertas tribus urbanas y los grupos de la extrema derecha política, de modo que un fenómeno social se “eleva” a la condición de fenómeno político. Pero como el pulso de la extrema derecha española es más bien mortecino, el autor, para añadir interés a la narración, ha de recurrir al siempre eficaz recurso de las “conexiones”, es decir: establecer vinculaciones, por supuesto indemostrables (¿pero a quién le importa eso?), entre minúsculos grupos radicales y personalidades más o menos conocidas de la vida política, periodística, literaria, etc. Esta es una constante tan permanente en toda la literatura antifascista que se diría constituye una técnica esencial del género en cuestión. Y hay que reconocer que sus rendimientos en materia narrativa son excelentes. Por ejemplo: un salvaje skin apuñala a un inmigrante mogrebí; en la casa del skin se encuentra una revista con las siglas del grupúsculo “x”; en un fanzine editado por ese grupúsculo —o por otro de nombre similar— dejó su firma quince años atrás un adolescente que hoy es joven abogado; tal joven abogado es en la actualidad mano derecha de un veterano notario con aspiraciones políticas. Conclusión evidente: el mentado notario es, en realidad, un fascista que pretende utilizar a los skins como secciones de asalto. ¿Delirante? Lo es. Pero este argumento fue expuesto hace muy pocos años en un programa de televisión, y no dentro del ámbito de la “ficción”, sino bajo la etiqueta de “Especial informativo”. Ciertamente, no se trata de algo nuevo: en los Estados Unidos, en la época de la “purga” de MacCarthy, también se recurrió a establecer supuestas vinculaciones cogidas por los pelos entre los sospechosos de “actividades anti-americanas”; se bautizó a este procedimiento como “culpabilidad por asociación”. El juego policial de la literatura antifascista termina alimentando las peores inquisiciones [1].

    Toda inquisición necesita un “delator”. Él es la fuente de la que brota la investigación, y de su calidad depende de que la búsqueda sea interesante o que sea una filfa. En el caso que nos ocupa, las fuentes esenciales de la literatura antifascista son cuatro o cinco personas, todas con nombres propios, todas las mismas en todos los casos, y todas ellas “fascistas”, ya en retiro, ya en ejercicio. Tales fuentes no proporcionan eso que se llama “material de archivo” o “prueba documental”, sino que se limitan a contar una historia; con frecuencia, su propia historia. Y, como suele ocurrir en estos casos, la fuente tiende a contar tal historia poniéndose a sí misma en el centro de los acontecimientos. Así, y gracias a la vehemente pluma del autor antifascista, llegamos a conocer de la enorme trascendencia que para la historia moderna de Occidente ha tenido cierto oscuro personaje que en su agitada vida política ha transitado por una docena de grupúsculos cuyo número de militantes no ha superado en ningún caso el centenar, y cuya repercusión objetiva en la vida social, si hubiera de ser cuantificada, se reduciría a cero.

    Esto exige un breve excurso. En 1905, el venerable Ernest Dupré acuñó el término mitomanía para definir toda una familia de afecciones psíquicas consistentes en la invencible tendencia del sujeto a elaborar mentiras y fabulaciones. El mitómano, por lo general, es un sujeto mediocre que necesita inventarse su propia autoepopeya para no ahogarse en el hastío de una existencia sin horizontes. Hay mitómanos en todas partes, y algunos ocupan lugares bien visibles, pero el tipo mitomaníaco es particularmente frecuente en grupos cerrados y reducidos, ya sea porque en ellos puede imponer su autorrelato, ya porque ahí se dan cita otros mitomaníacos dispuestos a escucharle a cambio de ser escuchados. En sus comportamientos políticos, el mitómano experimentaría —de forma sincera, y ahí reside la patología— que la Historia corre por sus venas, que sus movimientos son decisivos, que figura entre los hombres importantes del mundo, que sus contactos con gentes de alto rango han dejado en éstas una imborrable impresión. Aunque hay mitomaníacos de todas las tendencias y de todas las ideologías, quizá sea cierto que el tipo mitomaníaco es especialmente abundante en la ultraderecha contemporánea, lo cual se debería a una mala digestión de conceptos como “hombre superior” o “jefe providencial”, pues nada hay tan angustioso como verse obligado a aparentar grandeza cuando uno es diminuto. Esto, que vale para el sujeto que se ensalza a sí mismo colocándose en el centro de la Historia universal, vale también para el sujeto que aspira a conmover los cimientos del mundo poniendo por escrito la triste historia de un mediocre. Dupré, que todavía no conocía la literatura antifascista, distinguía una mitomanía vanidosa, una mitomanía maligna y una mitomanía perversa, cada una de las cuales correspondía, respectivamente, al complejo de inferioridad, a la voluntad de dañar al prójimo y, por último, a las inclinaciones lúbricas o venales. Sin descartar la ocasional intervención de una mitomanía de tipo perverso, estamos en condiciones de aseverar que la literatura antifascista, en buena parte de los casos conocidos, brota de la colusión de una mitomanía vanidosa (la de la fuente) y otra mitomanía maligna (la del escribidor). La confluencia de dos patologías indomeñadas podría explicar, por otra parte, el tirón popular de estas narraciones.

    Naturalmente, el subgénero literario que nos ocupa tiene sus propias reglas de estilo. Así, todo periodista, gacetillero e incluso escritor profesional que quiera adentrarse en el exitoso negocio de la literatura antifascista debe respetar escrupulosamente esta ley incontrovertible: el autor debe imperativamente situarse en el papel de Deus ex machina de la narración, sin citar jamás las verdaderas ideas de los personajes mencionados. Los novelistas saben bien cuán irritante resulta comprobar que el excesivo apego a la realidad nos ha frustrado una buena historia. Por eso el literato antifascista debe eludir cuidadosamente cualquier mención específica de las ideas, textos o declaraciones reales de los personajes que pueblan la trama de la narración. ¿No sería lamentable que una determinada idea de un determinado sujeto impidiera incluir su nombre en la nómina de sospechosos? Lo sería, sin duda; de ahí que los personajes mencionados en la literatura antifascista sean, por lo general, entes mudos que sólo hablan a través del autor. Por otra parte, nada tan áspero como esa pedante manía universitaria de citar los textos reales de los personajes mencionados, enojosa servidumbre que, además, obligaría al talentoso autor a desperdiciar su tiempo en lecturas inútiles. Resulta mucho más efectivo —o sea, mucho más “impactante”— acumular nombres propios en función de lo que al autor le interesa señalar: las ya mencionadas “conexiones”, y no en función de lo que cada personaje realmente dice y es. El recurso permite, por ejemplo, ofrecer al lector un apasionante relato en cuyo índice onomástico aparecen, en fraternal confusión, José María Aznar, Adolfo Hitler, Gonzalo Fernández de la Mora, los Ultrasur, Ross Perot, Mussolini, Aleix Vidal-Quadras, el Frente Atlético, Jorge Verstrynge, Ricardo Sáenz de Ynestrillas, Fernando Sánchez Dragó, Tejero y un servidor de ustedes.

    Es verdad que esto obliga a la literatura antifascista a renunciar a cualquier pretensión de validez científica, pues de entrada se ha obliterado un elemento esencial en la literatura académica, a saber: la probidad de unas fuentes mencionadas explícitamente, plúmbeo trámite que, de haber sido satisfecho, habría arruinado tan fantástica historia. Del mismo modo, el autor antifascista también ha de resignarse a que su obra carezca de relevancia informativa, pues en su búsqueda desesperada del “impacto” ha sacrificado la víscera cordial del periodismo, que es la información veraz, y la ha sustituido por la simple sospecha infundada. Pero nada de todo esto habría de suponer una seria censura literaria para el subgénero que aquí estamos comentando si no fuera porque, además, estos libros están muy mal escritos. Y eso sí que es imperdonable.

    Con todo, en la literatura antifascista, pese a su indigencia ética y estética, hay tres elementos que merecen ser revisados con atención. El primero es su inevitable conclusión, a saber, el hecho de que en España no existe verdaderamente una “fuerza fascista” digna de ser tenida por tal, conclusión que el lector, pese a los esfuerzos de los autores, termina extrayendo a poco que lea atentamente estos relatos. El segundo elemento es el propio hecho de que esta literatura exista: si el fascismo no deja de ser una amenaza remota, si ya perdió una guerra y desde entonces no ha levantado cabeza, si hoy ha quedado confinado en reducidísimos guetos, ¿a qué tanto empeño en dibujar los contornos de un fantasma? Y el tercer elemento que suscita interés es el mundo que estos libros describen, las alcantarillas donde se remueve la confusión informativa, esa selva urbana donde nace el suceso criminal que luego permite construir la fábula; ahí existe un problema, ciertamente, aunque nuestros literatos yerren el tiro. Merece la pena comentarlos uno a uno, detenidamente.

    ¿Fascismo en Europa?

    Vayamos al primer elemento de interés. ¿Por qué no hay fascismo en España? La propia pregunta encierra una trampa para elefantes, pues nos hace creer que en otras latitudes sí hay “fascismo”. Ahora bien, con excepción de ciertos grupos nacidos del caos post-comunista en la Europa del Este, no puede decirse que en nuestro continente existan fuerzas políticas relevantes que, en rigor, admitan la etiqueta de “fascistas”, y quienes habitualmente pasan por tales, que son el Frente Nacional francés y la Alianza Nacional italiana, no lo son propiamente hablando.

    ¿Qué quiere decir “fascismo”? Al margen de la trampa sovietizante de considerar “fascistas” a quienes no están de acuerdo con uno, todos los politólogos saben que el fascismo, históricamente considerado, es un ente difícilmente aprehensible. El fascismo propiamente dicho nació en Italia como una forma de nacionalismo radical que predicaba un corporativismo autoritario con tendencia al totalitarismo. Su éxito despertó formas imitativas en otros puntos de Europa, pero cada cual aportó sus conceptos específicos. Por ejemplo, el nacionalsocialismo alemán se fundamentaba en una teoría racial que el fascismo italiano desconocía. Del mismo modo, el nacionalsindicalismo español mostraba unos acentos organicistas y católicos que no existían ni en Italia ni en Alemania, e inversamente, en el “fascismo” español no aparecen trazas sólidas de discurso racial. ¿Pueden todas estas experiencias políticas definirse bajo el común denominador de “fascismo”? Aquí nos encontramos con lo que tantas veces ha dicho Juan José Linz: para el historiador, cada régimen es un caso único, pero el politólogo está obligado a buscar los elementos comunes, conceptualizarlos y reducir toda la inmensa variedad de los regímenes políticos a unos cuantos tipos principales. Como cualquier intento por clasificar a los fascismos nos hundiría en una casuística inagotable, y no es ese el objeto de este texto, podemos acogernos al cómodo recurso del “fascismo genérico” y, siguiendo a Nolte, considerar “genéricamente fascistas” a todos los movimientos políticos que comparten las siguientes seis notas características: antimarxismo, antiliberalismo, anticonservadurismo, principio del liderazgo, un ejército del Partido y el totalitarismo como objetivo [2]. Si falta cualquiera de estas características, no puede hablarse propiamente de fascismo; si están todas, puede hacerse.

    Desde este punto de vista, tanto el Frente Nacional como la Alianza Nacional o el austríaco Partido Liberal de Haider (una de las más recientes “bestias negras” mediáticas) se diferencian de los “fascismos” clásicos en una larga serie de rasgos fundamentales: todos ellos admiten abiertamente —y no tiene mucho sentido dudar de su sinceridad— el vigente sistema de partidos, mientras que los fascismos implantaron modelos de partido único; todos propugnan políticas económicas de carácter liberal-capitalista, mientras que los fascismos ponían el acento en el control estatal; todos son partidarios del actual status geopolítico bajo liderazgo norteamericano, mientras que los fascismos aspiraban a desplegar una potencia militar propia. Además, entre el Frente Nacional, el Partido Liberal y la Alianza Nacional existen también notables diferencias, tanto en su génesis como en el lugar que ocupan en sus respectivos mapas políticos nacionales. El Frente Nacional surge en torno a un personaje, Le Pen, que logra aglutinar a las dispares familias de la ultraderecha francesa, desde el integrismo católico hasta el neofascismo, pasando por los nostálgicos de Vichy, la tradición populista y los nacionalistas de la “Francia sola”; cobra impulso apoyándose en un serio problema social, el de la inmigración, frente al que reacciona con un discurso xenófobo; sus posiciones populistas le reportan la simpatía de un amplio sector de las clases menos favorecidas que antes votaba a la izquierda comunista; por último, su deliberada automarginación del “consenso” partidista le convierte en blanco de las invectivas del sistema, que señala a Le Pen como peligro público; todo ello hace que no se le pueda considerar como alternativa de gobierno. El fenómeno de Haider en Austria, aunque su protagonista se ha esforzado en diferenciarse de Le Pen, tiene mucho que ver con el caso francés. Respecto a la Alianza Nacional italiana, surge del aggiornamento de un partido, el MSI, que representaba explícitamente la herencia del fascismo de Mussolini; cobra impulso a partir de un problema no social, sino político, cual fue el colapso del sistema partitocrático italiano a partir de 1993; su discurso relativamente moderado y su denuncia de la corrupción le procuran el apoyo de amplios sectores de las clases medias que antes votaban a la Democracia Cristiana; por último, el desprestigio general de la vieja clase política italiana ha permitido que la Alianza Nacional, pese a las naturales censuras de la izquierda, posea una imagen de fuerza presentable, no “maldita”; todo ello hace que sí pueda considerarse como una alternativa de gobierno. Añadamos que entre ambas fuerzas existe una última diferencia en absoluto irrelevante: mientras que el Frente Nacional experimenta regularmente la disidencia de los pragmáticos, que preferirían bajar el tono de la demagogia populista en beneficio de cobrarse mayores opciones de gobierno, la Alianza Nacional ha de sufrir las disidencias de los radicales, que preferirían recuperar ciertos principios ideológicos aunque fuera a costa de perder poder real [3].

    Así las cosas, hablar de “fascismo” para calificar a la Alianza Nacional, al Partido Liberal o al Frente Nacional resulta simplemente falaz desde el punto de vista politológico. En el caso italiano podría perfectamente hablarse de post-fascismo, tal y como ha sugerido su propio líder, Gianfranco Fini, pues aquí estamos ante un grupo que recogía expresamente la herencia del fascismo mussoliniano y que se ha convertido deliberadamente en otra cosa; un post-fascismo estrictamente paralelo a ese otro post-comunismo que caracteriza a los viejos Partidos Comunistas, como el italiano, reconvertidos en izquierda socialista y democrática tras el autodesplome de la Unión Soviética. Respecto al caso francés, hablar de fascismo o de postfascismo no tiene demasiado sentido, pues en Francia no ha existido un fascismo histórico ni el Frente Nacional defiende posiciones propiamente fascistas; incluso sus actitudes xenófobas, que tantos reproches —pero también tantos votos— le reportan, no responden exactamente a una doctrina de tipo nacionalsocialista, pues no reposan sobre una lógica de supuesta jerarquía racial, sino que se derivan de una reacción psicológica de exclusión frente a unos cambios sociales percibidos como excesivamente bruscos. En realidad, tanto el Frente Nacional y el Partido Liberal como la Alianza Nacional han de ser considerados no como partidos “fascistas”, sino como partidos de derecha radical (en los dos primeros casos, más radical que en el otro), que han prosperado gracias a circunstancias sociales muy concretas y específicas en cada país. Ese es su verdadero estatuto.

    ¿”Fascismo” en España?

    El caso español es distinto del italiano, y también del francés. No hay en la actualidad grandes partidos de derecha radical, aunque sí existe una larga tradición autoritaria en la derecha. Tampoco hay, propiamente hablando, una versión nacional del fascismo, y las causas que en su momento lo impidieron ya las explicó Ramiro Ledesma Ramos en una obra que se llamaba, precisamente, ¿Fascismo en España? Por cierto que el anarquista Joaquín Marín, en Hacia la segunda revolución (1935), venía a coincidir con las tesis de Ledesma. En realidad, lo que en España más se pareció al fascismo, pero a distancia, fue el nacionalsindicalismo falangista de la preguerra, luego absorbido por el magma del régimen de Franco. Y Franco no instauró un régimen propiamente fascista, ni siquiera nacionalsindicalista [4], sino un autoritarismo inspirado en las doctrinas de la derecha tradicional.

    Con esos antecedentes, la pregunta verdaderamente interesante no es por qué no hay fascismo en España, sino más bien esta otra: ¿Por qué en nuestro país no existen actualmente fuerzas importantes de derecha radical que hayan recogido la herencia de la derecha autoritaria local, y concretamente del régimen del general Franco, que de tal cosa es la expresión más acabada en España? Al fin y al cabo, el franquismo es la única experiencia dictatorial de la derecha europea que ha terminado “bien”: no se la llevó la posguerra, como a los regímenes gemelos de Hungría, Polonia o Rumanía; sus logros sociales y económicos son evidentes, muy superiores a los de las dictaduras comunistas que le fueron contemporáneas, y comparables a los que alcanzaron las democracias europeas de esa misma época; además, el sistema autoritario español se pudo mantener en el poder durante más tiempo que ningún otro y sin sufrir una oposición interior masiva; por último, el régimen se deshizo por sí solo a la muerte del dictador y sobre la base de la legalidad por él establecida, sin que lo tumbara una revolución como la portuguesa o violentos conflictos intestinos como los que acabaron con el “régimen de los coroneles” en Grecia. El régimen de Franco duró casi cuarenta años, puede reclamar la paternidad de la modernización económica de España, e incluso definió una estructura jurídico-política singular para intentar compensar por algún lado la evidente merma de libertades civiles. ¿Cómo es posible que los criterios políticos e ideológicos de ese régimen no hayan encontrado herederos que pretendan prolongar su legado tras la muerte del dictador?

    La respuesta es múltiple. En primer lugar, a la muerte de Franco ninguna de las fuerzas históricas que encabezaron la sublevación de 1936 estaba ya en condiciones de ejercer liderazgo social alguno: la Falange, que nominalmente era el partido del régimen, fue doblegada sucesivas veces a lo largo del mismo, pero se acomodó perfectamente a una situación de privilegio y, quizá por eso, no se preocupó jamás por esbozar formulaciones teóricas adaptadas a los tiempos nuevos, de modo que en 1975 —y aún hoy— decía y pensaba lo mismo que en 1936; la Iglesia, único vencedor total de la guerra civil y único poder que realmente obtuvo de Franco todo lo que solicitó, dejó de ser fiel al Caudillo a partir de los años sesenta e incluso prestó cobertura a quienes auspiciaban cambios radicales, hasta el extremo de jugar un destacadísimo papel en la transición; respecto a los carlistas, su opción política había dejado de tener sentido desde el momento en que la rama pretendiente renunció a sus derechos. En segundo lugar, las elites políticas que gobernaron los “años de oro” del régimen, desde 1957 hasta 1975, y que podían haber prolongado la herencia política del general, se esforzaron por adaptarse a una situación política comparable a la de las democracias europeas: tanto las figuras “aperturistas” del régimen como el “aparato” del Movimiento Nacional, de cuyas promociones más jóvenes saldrían luego ministros, presidentes del Gobierno y hasta ponentes constitucionales, encabezaron fuerzas políticas de carácter conservador, liberal o “centrista” muy alejadas de los propósitos del Estado de las Leyes Fundamentales; respecto a los teóricos más jóvenes de este Estado, alguno de ellos fue apartado del juego por quienes pretendían enarbolar la herencia de Franco antes incluso de que el dictador muriera. Y en tercer lugar, y en la práctica, la verdad es que el régimen tuvo el heredero que el propio Franco quiso: la Monarquía encarnada en la persona de Don Juan Carlos, y las transformaciones que éste efectuara después sobre el legado del dictador es harina de otro costal. Así, lo que se denominó “franquismo sociológico” halló continuidad, tras la muerte de Franco, en el sucesor que Franco había elegido y en unas fuerzas políticas que, dirigidas por relevantes personalidades del régimen, pactaban una transformación total del Estado. Si después de Franco no hubo un “franquismo”, eso fue, en primer lugar, porque Franco no quiso, y después, porque los franquistas más relevantes tampoco quisieron. En buena medida, en eso consistió la transición.

    Hay también, por supuesto, motivaciones de carácter social y cultural en ese asombroso hecho de que el franquismo no haya encontrado continuadores políticos. Ambas pueden reducirse a esta: el franquismo no fue capaz de proponer una ideología propia que proveyera de un cauce político específico a los cambios sociales que él mismo estaba impulsando. En efecto, el gigantesco impulso económico e industrial que vivió España, sobre todo desde finales de los años cincuenta, tuvo por evidente objetivo dotar al país de niveles de prosperidad semejantes a los de las otras naciones europeas. Se desataba así una “sed de homologación”, todavía hoy vigente, que cifraba como bien supremo el ponerse a la altura del resto de Europa. Ahora bien, esa homologación no podía ser sólo económica, sino también social, porque el desarrollo económico lleva consigo la adopción de nuevos comportamientos individuales y colectivos, de nuevas expectativas y de nuevas aspiraciones. Y esa homologación social, a su vez, exige una homologación política, porque los cambios en los comportamientos sociales exigen cambios paralelos en los canales de participación ciudadana en la vida pública. De lo contrario, se generaría una situación semejante a la de una olla a presión desprovista de válvulas de escape. Pues bien: el franquismo, que de hecho alcanzó la homologación económica y que se acercó mucho a la homologación social con el resto de Europa, no fue capaz de crear vías de homologación política. Lo que más se aproximó a ese objetivo fue el Estado de las Leyes Fundamentales: un Estado de Derecho autoritario, pero de Derecho al fin y al cabo [5], que proveía márgenes —ciertamente estrechos— para las libertades públicas y que también establecía vías concretas de participación popular en el poder a través de la famosa “democracia orgánica”. Pero el Estado de las Leyes Fundamentales jamás fue una realidad completa: tardó más de diez años en ponerse en pie, entre otras cosas por las reticencias del propio régimen; la democracia orgánica resultó ser más orgánica que democrática y no logró nunca satisfacer las demandas reales de participación ciudadana; por último, y tras la muerte de Franco, la idea fue abandonada tanto por la derecha constitucionalista del 78 como por los propios “nostálgicos” del régimen.

    Hoy, a casi medio siglo de distancia, causa estupor el hecho de que el régimen de Franco no desarrollara una teoría completa de su concepción del Estado, ni que concediera a sus teóricos el estatuto de doctrinarios oficiales de aquel sistema político. Puede entenderse que no se entregaran a tareas doctrinarias la Falange o el Requeté, cuyos planteamientos habían sido superados por la historia, pero que visiblemente no sentían la necesidad de adaptarse a una realidad que nominalmente dominaban. Es mucho menos explicable, por el contrario, el hecho de que los responsables de los “años de oro” del franquismo no experimentaran sino muy raramente la necesidad de dotarse de una cobertura ideológica que fuera más allá de lo jurídico. Tal negligencia ideológica obedece, sin duda, al carácter del propio régimen, nunca muy dado a las efusiones intelectuales y más preocupado por obtener resultados prácticos —rasgo en el cual, por otra parte, se resume muy bien el talante clásico de la derecha española—. En todo caso, esa inexistencia de una “ideología franquista” propició el hecho de que después, tras la muerte de Franco, los franquistas no supieran exactamente qué es lo que tenían que defender: ¿La monarquía? ¿La unidad nacional? ¿La economía de mercado? ¿La moral cristiana? Todo eso podía defenderse igualmente desde fuera del franquismo, e incluso contra él. Y esta es otra de las razones por las que en España no ha existido una derecha autoritaria capaz de gozar de una mínima proyección social.

    En fin, la derecha radical, en la España reciente, no ha gozado jamás de buena salud por la sencilla razón de que la derecha no necesitaba tal radicalidad. Y cuando se ha recurrido a ella, el español de derecha, que ante todo es una “persona de orden”, ha desaprobado abiertamente el intento. De manera que la llamada ultraderecha española, vacía de ideas adaptadas a los tiempos, huérfana de líderes presentables, expulsada del templo de la transición y del consenso (por méritos propios), se dedicó a vegetar en guetos cada vez más angostos. Ni siquiera el Golpe de Estado de 1981 puede considerarse obra suya: todavía han de pasar muchos inviernos hasta que el ciudadano común sepa exactamente qué pasó el 23-F, pero, según todos los indicios, en aquel cruce de maquinaciones y contramaquinaciones hubo de todo menos una conspiración de “fascistas”. Todos los grupos de la antigua derecha radical española pertenecen hoy a la órbita de lo extravagante: la Falange, escindida en diversos grupúsculos, se dedica a reivindicar ora el personalismo cristiano, ora el socialismo tercermundista de los años cincuenta y sesenta, todo ello aderezado con las inevitables protestas de antifranquismo; los carlistas, igualmente escindidos, oscilan entre un reaccionarismo de cura trabucaire y un neorruralismo simpático, pero poco efectivo; los integristas católicos, aún ignorantes de que están defendiendo una religión en la que Roma ya no cree, gastan su tiempo en evocar un mundo que nunca más existirá. Respecto a los franquistas puros y simples, cuyo número desciende por mera ley de Natura, siguen apelando a una vaga nostalgia de paz y orden mientras, aterrados, contemplan cómo a su alrededor se agrupan vociferantes niñatos rapados que dicen ser “fascistas”. Y el mundo, como es natural, se les cae encima —a unos y a otros. Pero de eso hablaremos después.

    El hecho, en fin, es que en la España de nuestros días no hay “fascismo” —ni propiamente dicho, ni acusado de tal— por todas estas razones: porque su única fuente posible de inspiración histórica, que es el régimen de Franco, no fue fascista; porque las transformaciones socioeconómicas que el país experimentó bajo el franquismo, lejos de crear masas proletarias que pudieran movilizarse en torno a un discurso de tipo fascista, creó una extensa clase media de carácter moderado; porque esas clases medias, aun en los casos en que pudieran identificarse como “franquistas”, se hallaron perfectamente representadas por las elites que, nacidas del franquismo, dirigieron el proceso de transición; porque las doctrinas que inspiraron el alzamiento del 18 de julio fueron incapaces de evolucionar conforme a la marcha de los tiempos; porque el planteamiento teórico que mejor se identificaba con el espíritu del franquismo, a saber, el discurso de las Leyes Fundamentales, nunca fue adoptado como cobertura ideológica por el propio régimen. Todo eso ha hecho de la ultraderecha una mera anécdota política.
    Cuando se dice que “la extrema derecha se esconde en el Partido Popular” —algo que la izquierda sostiene con mucha frecuencia—, se está diciendo una verdad a medias, o mejor dicho, se le está dando la vuelta a la verdad: la “extrema derecha” española, entendiendo por tal a los nostálgicos del franquismo o a sus herederos doctrinales, están en el PP, como antes estuvieron en la UCD, porque estos partidos han sido los beneficiarios directos de la moderación de las clases medias, una moderación que a su vez arranca de los logros socioeconómicos del régimen de Franco y que hace banal cualquier extremismo; el Franco que esa “extrema derecha” podría añorar no es, ciertamente, el caudillo victorioso de 1936, sino el apacible abuelo de traje gris que inauguraba pantanos y abría factorías. En España no hay “fascismo” porque lo más parecido a un “fascismo” que por aquí ha habido salió relativamente bien, al menos desde su punto de vista, y salió bien justamente porque no fue “fascista”, sino “burgués”. Y no es lo mismo una clase media arruinada y proletarizada, dispuesta a cualquier exceso autoritario, que una clase media aburguesada y acostumbrada a la prosperidad, celosa del orden, pero reacia a cualquier forma de radicalismo. En cierto modo, y con todos los matices que el lector quiera, la verdad es que, en una perspectiva histórica de largo plazo, el franquismo vacunó a España contra el fascismo. Vacunó: del mismo modo que una pequeña porción controlada de un determinado agente vírico sirve para neutralizar los efectos de ese virus, así el franquismo ha hecho que en España no exista una “tradición fascista”. Las cosas son así.

    Esto, por supuesto, no quiere decir que en España no termine naciendo, en plazo más o menos breve, una fuerza política específicamente de derecha —en absoluto una fuerza “fascista”—, del mismo modo que en Francia ha nacido el FN o la AN en Italia. Pero no parece que tal cosa vaya a ser inmediata. De hecho, en nuestro país existen experiencias que han tratado de importar los esquemas franceses e italianos, pero nunca han salido del ámbito de la miniatura. Y es que para que unos partidos de estas características cobren arraigo social deben darse una serie de condiciones previas, debe existir una razón que haga inevitable su surgimiento. Esas razones suelen provenir de los cambios que están viviendo nuestras sociedades. Se trata de cambios de carácter ora sociológico, ora político, pero que, en cualquier caso, los partidos establecidos parecen incapaces de afrontar con éxito. Por eso surgen actores políticos nuevos cuya génesis obedece a causas locales específicas: en Italia, la razón fue la ruidosa quiebra del sistema partitocrático; en Francia y en Austria, los problemas introducidos por una errónea política de inmigración. No muy distinta es la lógica que ha hecho aparecer, en la órbita de la izquierda, grupos ecologistas que con mayor o menor fortuna reaccionan frente a los abusos de la industrialización. Pues bien: ¿Cuál sería la causa local específica que podría hacer surgir entre la derecha española un agente político nuevo? La derecha española parece demasiado cómoda en el interior del neocentrista Partido Popular como para lanzarse a una aventura si no hay una causa externa que lo justifique. Esa causa no puede ser la crisis del sistema, como en Italia, porque nuestro sistema de partidos, aunque también ha tenido sus escándalos, parece bastante sólido. Tampoco existe entre nosotros un problema acuciante respecto a la inmigración, como en Francia, aunque pueda existir en breve plazo si no se cambia la Ley de Extranjería. Los recientes sucesos de El Ejido, aunque muy graves, no son moneda común; por otra parte, si estos sucesos han demostrado algo es, precisamente, que no puede establecerse una vinculación directa entre xenofobia social y fascismo político, pues lo que allí se ha vivido ha sido una reacción social espontánea, sin que medie orientación ideológica o política previa. Sin embargo, sí existe en nuestro país un problema estructural que podría empujar a alguien en la derecha a separarse del consenso vigente: se trata del problema territorial, y muy especialmente el creciente peso de los nacionalismos periféricos, entregados a una aguda dinámica de progresiva desespañolización de sus respectivas regiones. Tal problema sí podría constituir una plataforma para la derecha clásica española, que siempre ha mantenido una idea centralista y un punto jacobina de la estructura estatal. Por supuesto, tampoco faltará quien llame “fascista” a este partido. Pero, en rigor, de “fascista” no tendría nada.

    Las razones de la moda neoantifascista

    Pero si Le Pen no es propiamente fascista, si Fini tampoco lo es, si en España no hay fascismo y lo que pudiera surgir de entre la espesura doctrinal de la derecha tampoco lo sería, ¿a cuento de qué viene amagar con el retorno del lobo? Habíamos mencionado antes un segundo elemento de interés en la literatura antifascista: el propio hecho de que exista. Y de eso corresponde hablar ahora.

    Es sorprendente constatar que, de un tiempo a esta parte, la literatura antifascista está conociendo una sorprendente floración en todos los países de la Europa del Oeste. Hay que decir que el género nació en Francia, nación de acreditado ingenio, y lo hizo ya con todos sus rasgos constitutivos: estructura de ficha policial, recurso a la “culpabilidad por asociación”, cuidadosa elusión de referencias concretas a las ideas realmente expuestas por los “sospechosos”, etc. En Francia, donde todo es abundante, tanto el genio como la estupidez, esta literatura ha venido acompañada en los últimos años por ruidosas plataformas que so pretexto de “llamamientos a la vigilancia” han pretendido —y, en buena medida, conseguido— reducir al silencio a los intelectuales “políticamente incorrectos”. Pero en el pecado han llevado la penitencia, porque tales “llamamientos”, por abusivos, han conducido también a muchos observadores a preguntarse por la causa de semejante furor. En efecto, ¿de dónde nace tamaña furia antifascista si fascismo, lo que se dice fascismo, ya no hay?

    El finado François Furet lo constató con mucho acierto: “El antifascismo nunca ha estado tan extendido ni ha sido tan poderoso como después de que el fascismo fuera derrotado en 1945 (…) La posteridad se sorprenderá, sin duda, de que las democracias hayan inventado tantos fascismos y amenazas fascistas después de que los fascismos hayan sido vencidos” [6]. Y la posteridad, si es que posteridad nos queda, se preguntará cómo ha sido posible eso. ¿Cómo puede existir un antifascismo sin fascistas? Pierre-André Taguieff ha esbozado un apunte de respuesta: caído el Muro de Berlin, la izquierda, que se ha quedado vacía de ideas, pero que sigue conservando una posición dominante en el mundo intelectual, reconstruye el “frente antifascista” de los años treinta con la esperanza de que sirva como plataforma desde la que recuperar el protagonismo social perdido [7]. Y como la iniciativa coincide con la súbita soledad de Occidente, que se ha quedado sin su enemigo del Este, y como además —y por fundadas razones— nadie desea verse tildado de “fascista”, la aparición de un nuevo enemigo tan omnipresente como fantasmal nos ha venido a todos como anillo al dedo.

    Pero vayamos por partes. ¿Estamos asistiendo realmente a un revival de la estrategia antifascista desplegada por los comunistas en los años treinta? Hagamos memoria: hacia 1934-35, la Unión Soviética, que hasta entonces había defendido la tesis de que las democracias capitalistas y el fascismo eran esencialmente idénticos [8], giró en sus posiciones y empezó a defender una alianza táctica con las fuerzas burguesas de izquierda, alianza que se materializará en los “frentes populares”. A partir de ese momento, el mundo se divide en fascistas y antifascistas, y el campeón del segundo campo, el de los “buenos”, es la Unión Soviética de Stalin. El argumento permitirá a Stalin cumplir simultáneamente dos objetivos: en primer lugar, ocultar el horror de su propio sistema; complementariamente, ganar miles de voluntades para reforzar los proyectos geopolíticos de Moscú. Toda la gran estafa de los “intelectuales antifascistas” de aquella época nace precisamente de esa trampa dialéctica fascismo/antifascismo: para no “hacer el juego al fascismo”, la intelligentsia progresista enmudecerá sobre lo que está pasando en los países comunistas. El hoy venerado Bertolt Brecht escribe en los años treinta: “En lo que concierne a los procesos (de Moscú), estaría perfectamente fuera de lugar hablar de ellos adoptando una actitud hostil a la Unión (soviética) que los organiza, aunque sólo fuera porque tal actitud se mudaría muy pronto, automática y necesariamente, en una actitud de hostilidad hacia el proletariado ruso amenazado de guerra por el fascismo mundial y también hacia el socialismo que allí se está levantando” [9]. Hoy han cambiado los protagonistas del drama, sus móviles y el contexto, pero la idea es la misma: construir una ficticia plataforma con el antifascismo como mínimo común denominador.

    Ahora bien, entre aquel veteroantifascismo de los años treinta y el neoantifascismo contemporáneo, o antifascismo póstumo, hay diferencias muy importantes, como ha explicado Alain de Benoist [10]. La primera y decisiva es que cuando hoy se llama “fascista” a alguien no se está haciendo referencia a un fenómeno histórico real, sino que el término funciona más bien como un operador de descalificación en sentido global y genérico, sólo inteligible en el marco cultural que nos rodea, en el imaginario de nuestro mundo mítico-político. Así pueden ser “fascistas”, simultáneamente y sin mútua contradicción, un navajero skin, Pol Pot, Pinochet, ETA, la legislación anti-tabaco norteamericana, Stalin y el vecino del quinto que maltrata a su mujer. Y es que la invocación del “fascismo”, en el contexto contemporáneo, no funciona como etiqueta política, sino como maldición: se trata de arrojar sobre el adversario la sombra de un mito incapacitante que produce repulsión en el espectador. De este modo, el antifascismo ya no se basa en una constatación objetiva del tipo “Mengano es fascista”, lo cual exigiría explicar por qué, sino que ahora se reduce a una simple imputación moral que, como tal, ni siquiera necesita ser demostrada.
    Estamos moviéndonos en plena teología política, o mejor dicho, en plena demonología político-moral. El neoantifascismo es “una demonología”, escribe Pierre-André Taguieff [11]. En efecto, y como dice Ernst Nolte, “la oposición actual al nacionalsocialismo, oposición tardía y sin ningún riesgo, se ha convertido en un sustituto de la religión” [12]. A falta de un Bien comúnmente aceptado, hemos inventado un Mal unánimemente execrado: “En un mundo que ha aprendido a desconfiar de la idea de bien absoluto, pero que continúa necesitando más que nunca la idea de un mal absoluto, el neoantifascismo representa una cómoda forma de profesar una moral mínima”, escribe De Benoist [13].

    La primera consecuencia de esta mitificación del término “fascismo” es que, ahora, cualquiera puede ser fascista. “El neoantifascismo se caracteriza porque sin cesar extiende el campo de lo que estigmatiza como “fascismo”, escribe Pierre-André Taguieff [14]. Así, y pasando al ámbito ideológico-político, ya no se trata sólo de cazar fascistas stricto sensu, pues de esos casi no quedan, sino que ahora la elástica etiqueta puede aplicarse a cualquiera que defienda posiciones poco ortodoxas respecto al consenso dominante. El resultado es que lo “fascista”, a fuerza de diluirse, pierde toda significación concreta. Por poner ejemplos muy concretos, señalemos que en España se ha acusado de “fascismo” a personas que han defendido ideas tan dispares como la intervención de la herencia genética en el cociente intelectual, la preeminencia de la Ley de Dios a la hora de regular los comportamientos humanos, el carácter inferior del arte contemporáneo respecto al arte clásico, la existencia de un pueblo indoeuropeo originario, la afirmación de que el “terror rojo” durante nuestra guerra civil fue más sangriento que el “terror azul” o la constatación de que la democracia liberal de partidos no atiende adecuadamente las aspiraciones populares de participación política. ¿Son éstas ideas fascistas? No. Pero eso da igual. Hoy nadie reivindica el fascismo, pero éste se presume en cualquiera —y la presunción aumenta a medida que disminuye la reivindicación. Constatemos un hecho llamativo: en España, los autores antifascistas, a la hora de denunciar actitudes “peligrosas”, han acometido contra universitarios que engordan sus posaderas estudiando la arqueología indoeuropea, contra periodistas fascinados por el comunitarismo americano o contra académicos empeñados en escribir tratados de Filosofía Natural, pero jamás han dicho ni una palabra sobre los partidos políticos que aplican programas de segregación cultural en ciertas regiones españolas, ni sobre los gobernantes que en época reciente prescindieron de la ley para hacer de su capa un sayo en nombre de una Razón de Estado entendida —y muy mal entendida— como cal viva. Y es que la función de la literatura antifascista no es realmente iluminarnos sobre el nacimiento de un supuesto fascismo, sino estigmatizar a un sector de la opinión, en este caso la derecha genérica, arrojando sobre ella la sombra del mito maligno.

    Esta constatación nos indica con claridad dónde se sitúa el principal motor de esta nueva demonología social, y aquí retornamos al asunto de la estrategia izquierdista. Thierry Wolton ha descrito el antifascismo contemporáneo como “el mayor factor de unión común entre una izquierda nostálgica del marxismo-leninismo” [15]. J.-F. Revel coincide en que el neoantifascismo “sirve de sucedáneo a los censores que han quedado huérfanos tras la pérdida de ese incomparable instrumento de tiranía espiritual que era el evangelio marxista” (Le Point, 10-junio-1995, p.99). En efecto, hoy, como en los años treinta, es la izquierda la que ha despertado al fantasma. Pero con otra diferencia esencial: el beneficiario del neoantifascismo ya no es el sovietismo, que ha muerto, sino al contrario, la sociedad establecida y su ideología burguesa, que era exactamente lo que el viejo antifascismo pretendía destruir. Y sumemos otra diferencia importante: en la época de los fascismos reales, el antifascismo —dice De Benoist— “podía conducirle a uno a los campos de concentración o ante el paredón; por el contrario, el neoantifascismo no es más que un medio entre otros, y no de los menores, de que le abran a uno la puerta de los media y de las cadenas de televisión”. De este modo, hoy todo el mundo puede ser neoantifascista, porque tal opción no lleva implícito un proyecto revolucionario, sino que, al contrario, es una variante de lo “políticamente correcto” (“la forma típicamente europea de lo políticamente correcto consiste en ver fascistas por todas partes”, observa Alain Finkielkraut), y además porque el neoantifascista no corre riesgo alguno, puesto que no hay enemigo real. Y como el neoantifascismo apunta hacia un enemigo no político, sino mítico, con el que nadie en su sano juicio podría desear identificarse, el resultado es que en torno al tópico neoantifascista se va construyendo poco a poco un consenso prácticamente general. Bien puede decirse que estamos ante la última victoria de la intelligentsia de izquierdas.

    ¿Victoria? Evidentemente, desde el punto de vista instrumental sí que lo es, porque permite mantener las posiciones de poder de una intelligentsia de izquierdas que se había quedado sin referentes doctrinales ni políticos. Ahora bien, la asunción del neoantifascismo implica también un retroceso ético e intelectual no desdeñable. “La trágica paradoja que ilustra esta corrupción ideológica del antifascismo —escribe Taguieff— es que se parece cada vez más, tanto por sus métodos como por las pasiones negativas que le impulsan, al ‘fascismo’ que pretende combatir” [16]. Para Alain Finkielkraut, este neoantifascismo significa una renuncia de hecho a la democracia pluralista y un retorno al totalitarismo: “Poseídos por la idea de no faltar a su cita con la Historia —escribe el autor de La derrota del pensamiento—, los antifascistas están faltando a su cita con la política. Y, como última forma de linchamiento, algunos de ellos sucumben a la tentación del pensamiento binario. ‘La izquierda —decía profundamente Orwell— es antifascista, pero no antitotalitaria’. En los últimos años del comunismo habíamos creído que se había corregido ese defecto. Hoy vemos que no, al menos en lo que concierne a la izquierda intelectual. El fin de esa inversión de las sociedades liberales que era el socialismo y el ascenso de la extrema derecha resucitan el esquema de la única alternativa. La escena pública, interior y mundial, se reduce al enfrentamiento entre dos fuerzas: la tribu de Abel y la tribu de Caín, el pueblo en lucha contra el resto de la sociedad en vías de fascistización. El pluralismo es una apariencia, y la política, un combate sin merced que debe terminar con la erradicación del mal (…) En definitiva, hay que completar la frase de Orwell: cuando la izquierda deja de ser antitotalitaria para no ser más que antifascista, vuelve a convertirse en totalitaria” [17].
    Con el neoantifascismo, la izquierda ha conseguido una victoria en el terreno del poder social, pero ha retrocedido cincuenta años en el terreno del pensamiento. Se ha convertido en una fuerza literalmente reaccionaria. Porque el neoantifascismo, al construir un enemigo mítico sin presencia real, cumple una función de mantenimiento del statu quo: “Convertir un fascismo imaginario en amenaza omnipresente —explica De Benoist— permite hacer aceptar todas las disfunciones, todas las patologías del mundo actual, como males menores frente al ‘mal absoluto’ (…) Los totalitarismos modernos han sido producto de una modernidad que ya ha concluido. La era abierta en 1917 ha terminado en 1989. La posmodernidad dibuja una problemática que no tiene nada que ver con cuanto la ha precedido. Empecinarse en concebir el futuro como una repetición del pasado, empeñarse en entrar reculando en el siglo XXI, impide imaginar cómo podría ser un totalitarismo futuro” [18]. ¿Y cómo podría ser ese totalitarismo? Ernst Nolte lo percibe del siguiente modo: “Veo aparecer una amenaza muy concreta: que el ‘capitalismo’ totalmente desencadenado, dominando el mundo entero, deje que el vacío que el propio capitalismo entraña se llene con un ‘antifascismo’ que simplifica y mutila la historia del mismo modo que el sistema económico uniformiza el mundo” [19]. El fantasma del totalitarismo no ha desaparecido, al contrario: puede retornar, pero, de hacerlo, se presentará con nuevos ropajes. Y aquí el lector nos perdonará la inmodestia, pero, dado que también nosotros hemos salido pringados de la tomatina “neoantifascista”, no nos resistimos a incorporar nuestras propias exploraciones en este terreno. He aquí lo que hace algunos años escribíamos al respecto: “En el totalitarismo de corte ‘clásico’, el Estado se apodera totalmente de la sociedad. Pero si el agente cambia, si ya no es el Estado como instrumento político, sino un sistema concebido como instrumento burocrático y administrativo de control y poder que absorbe y neutraliza toda la espontaneidad humana, ¿acaso el efecto no es el mismo? ¿Acaso no es el mismo proceso —el mismo totalitarismo, pero bajo otro aspecto? (…) El totalitarismo es una praxis útil y eficaz de organización en la era de la técnica. Por eso permanece su vigencia. Es un fantasma que puede ser conjurado, invocado continuamente por la civilización técnica —y por eso enseña las orejas por todas partes. Su verdadera esencia no es hoy la lucha de clases o la jerarquía racial (aquellas dos ideologías universales de las que hablaba Hannah Arendt), sino la propia eficacia técnica. Y por eso nos acompañará mientras la técnica se haya apoderado del alma de nuestra civilización (…) En última instancia, el orden liberal capitalista no constituye en modo alguno un refugio frente al totalitarismo, al contrario: al legitimar el sistema tecnoeconómico establecido, cuya ambición es igualmente totalizadora, está proponiendo una forma nueva de lo mismo, una forma quizá más suave —o con menos sangre encima de la mesa—, pero no menos implacable en su control” [20].

    El neoantifascismo es producto de la artificial sublimación del fascismo histórico, al que se ha conferido la forma de un agente maligno de naturaleza transhistórica e incluso transpolítica. Se trata de una maniobra que ha permitido a la izquierda conservar posiciones de poder y encabezar el consenso social, y que además conforta al discurso del sistema único en su necesidad de hallar un enemigo total, pero que presenta tres graves inconvenientes: en primer lugar, la elasticidad de un término (el de “fascismo”) privado de referentes reales confina en la heterodoxia a un número creciente de ideas y personas, lo cual genera un nuevo despotismo difícilmente aceptable en unas sociedades plurales; en segundo lugar, para la propia izquierda supone un gravoso retroceso, porque la devuelve a la problemática de los años treinta y la empuja a adoptar de nuevo formas totalitarias; por último, y esto es sin duda lo más grave, el neoantifascismo, al apartar la vista del presente y desviarla hacia un “pasado que no pasa”, impide cualquier análisis objetivo de los problemas reales de nuestro tiempo. El neoantifascismo ha creado una curiosa situación: bajo el impulso del mito maligno que eternamente retorna, se han alzado centenares de vigías que no miran hacia adelante, sino hacia atrás. De ese modo nuestra sociedad se ciega voluntariamente y se priva de cualquier posibilidad de adivinar por dónde podrían venir los nuevos golpes contra la libertad de aquello que Jünger llamaba “la persona singular”.
    Pero aquí estamos alcanzando profundidades que al autor antifascista le parecerán abisales: aquí le faltará la luz y el aire, pues no hay posibilidad de establecer conexiones fantasmales, amalgamas culpabilizadoras, aseveraciones tan simples como falaces. E incluso a él le parecería abusivo el ejercicio de calificar como “fascistas” a todos y cada uno de quienes piensan, como Finkielkraut o Taguieff, que el neoantifascismo es una peligrosa filfa. Su mundo, el mundo del autor antifascista, está muy lejos de aquí: está en las tribus urbanas, en las pandillas juveniles, en el gueto marginal, en la garganta profunda del mitómano. Si al menos todo esto fuera fascismo… Pero tampoco lo es.

    Los nuevos rostros del nihilismo

    El fascismo ya no existe. Los grupos o personas a las que se les acusa de “fascistas”, por lo general, no lo son. El propio neoantifascismo no es más que una especie de moral política conformista. Pero, entonces, ¿de qué nos habla la literatura antifascista? ¿Qué son esos grupos de sujetos que arrasan la noche urbana ataviados con vestimentas que recuerdan vagamente a los SS de las películas americanas? Este es el tercer elemento de interés que habíamos identificado en la literatura antifascista: el mundo que retrata, las fuentes en las que bebe. Y tiene interés porque, si bien ese mundo carece de relevancia política, da testimonio de un fenómeno social altamente inquietante.
    Un joven de diecisiete años, de clase media-baja, con un nivel cultural tan limitado como el de la mayoría de su generación, empieza a comportarse de forma extraña: no se deja crecer el pelo, sino que se lo rapa; viste ropas tan astrosas y caras como los otros jóvenes de su edad, pero todas sus prendas parecen remedos de uniformes militares; bebe como los otros y se droga como los otros, pero la moña le da siempre violenta; se aísla del mundo con músicas tan ensordecedoras como las demás, pero se trata de ruidos que inspiran violencia no sólo por su letra —que rara vez entiende—, sino, sobre todo, por su compás. Y lo que es más preocupante: a la hora de fabricarse una identidad, ese joven se rodea de una estética y de una simbología directamente perversa, inspirada en la estética y en la simbología que los relatos de los medios de comunicación de masas vienen presentando desde hace decenios como signos identificativos del Mal. Un día, ese joven se alía con otros de su misma condición y, juntos, apalean a un mendigo tunecino por el mero hecho de ser pobre y moro. ¿Es eso “fascismo”? No. Pretende serlo, y así nos lo presentarán los periódicos, pero, en rigor, tiene poco que ver con lo que en Historia de los movimientos políticos se conoce como fascismo. Veamos por qué.

    El fascismo concluyó como todos sabemos: ahogado en sangre. Su experiencia totalitaria, especialmente en Alemania, desencadenó una ola de muerte que sólo sería superada por los comunismos soviético y chino. Pero esto no debe hacernos pensar que el fascismo fuera, desde sus inicios, una doctrina de muerte. Recientemente, a propósito del debate suscitado por el Libro negro del comunismo, se han escrito cosas tan extravagantes como que el comunismo albergaba un ideal unido a la esperanza democrática, mientras que el fascismo tan sólo representaba una mecánica social de exclusión asentada sobre las pulsiones más peligrosas del individuo [21]. Ahora bien, tal perspectiva hace sencillamente incomprensible el hecho de que los fascismos gozaran del enorme apoyo popular que obtuvieron en Italia y en Alemania. ¿Acaso habremos de pensar que la mayoría de los italianos y la mayoría de los alemanes se volvieron colectivamente locos? Eso no tiene sentido. Y, además, contradice lo que los textos de la época nos enseñan. El argumento del fascismo como “doctrina del Mal” es un recurso dialéctico del antifascismo contemporáneo, una imagen que nos permite entender cómo ven el fascismo los antifascistas de nuestro tiempo, pero que no nos dice nada sobre cómo se veían los fascismos históricos a sí mismos. Y la verdad es muy otra: como ha dicho Alain Besançon, el fascismo —como, por otra parte, el comunismo— despertó tan grandes esperanzas entre sus gentes porque supo proponer “ideales elevados” capaces de “suscitar la devoción entusiasta y los actos heróicos” [22]. Lo que hace tan negra la página histórica de los totalitarismos es precisamente eso: no sólo el hecho de que despertaran una lógica de muerte —la Historia de la humanidad es una perpetua orgía de matanzas sin cuento—, sino, sobre todo, la circunstancia agravante de que esas muertes fueran consecuencia de unos movimientos políticos que habían despertado la adhesión de las masas por sus objetivos regeneradores o liberadores [23]. Porque el fascismo es, ante todo, eso: antes incluso que una ideología, el fascismo es una praxis política de movilización con ideas determinadas sobre la estructura del Estado, sobre la política económica, sobre las relaciones entre los ciudadanos y, por supuesto, con una estrategia de acción política y de conquista de espacios sociales capaz de incorporar la voluntad de un sector determinado de la población. Y esta es precisamente la razón por la cual no puede decirse que el skin sea un fascista: porque ni en su acción, ni en sus convicciones, ni en sus propósitos hay traza alguna de objetivos políticos; porque todo cuanto él es, desde la decisión de ser skin hasta las banderas que enarbola, responden a una dinámica distinta: una dinámica no de proyección política, sino de marginalización social.

    Los profesionales del antifascismo más sensatos —que alguno hay—, conscientes de que las cosas son así, tratan de evitar la simplificación aplicando el prefijo neo a las actividades de esas tribus urbanas. Así, el skin no sería un fascista o un nazi, sino un “neofascista” o un “neonazi”. Pero esta etiqueta también es equívoca, porque neofascismo ya hubo uno, y su lugar en la historia de los movimientos políticos se halla tan lejos de los fascismos históricos como de estos supuestos “neonazismos” de tribu juvenil. Hagamos nuevamente memoria: entre 1968 y 1980, en Europa surgen diversos grupos, frecuentemente muy violentos, que enarbolan las banderas del fascismo derrotado en la guerra y pretenden desestabilizar unas sociedades liberales amenazadas (de formal real o supuesta) por la marea pseudorrevolucionaria de 1968, por el terrorismo de las Brigadas Rojas en Italia y de la Fracción del Ejército Rojo en Alemania, por la crisis económica de 1973, etc. Estos movimientos neofascistas guardan vinculaciones personales e ideológicas con el fascismo de la preguerra, pero desarrollan elaboraciones doctrinales propias, muy influidas por la praxis revolucionaria del Tercer Mundo, y arraigan en ambientes fundamentalmente juveniles y universitarios, lejos de las masas proletarias que caracterizaron a los movimientos hitleriano o mussoliniano. En Francia, el fenómeno de la “derecha radical” arrancaba de la guerra de Argelia. En Italia, los “años de plomo” (1970—1980) vieron cómo los enfrentamientos entre las Brigadas Rojas y los terroristas “negros” teñían de sangre las calles [24]. En España, la onda del “neofascismo” hizo surgir diferentes grupúsculos tanto antes como después de la muerte de Franco, y también ocasionalmente violentos. El terrorismo de extrema derecha en España nunca alcanzó ni la intensidad ni la extensión del terrorismo marxista o separatista del FRAP, ETA o los GRAPO, pero alcanzó cumbres de absurdo horror con acciones como la matanza de Atocha. Por cierto que aquella locura consiguió descalificar a la extrema derecha española de la época con mucha más eficacia que una campaña de prensa; más tarde se hablaría de la supuesta intervención de los servicios secretos españoles en la organización de aquel crimen, ya para amedrentar a la izquierda comunista, ya para poner en evidencia a los propios ultraderechistas. Sabe Dios… El hecho es que pocos años después, en Italia, varios ex militantes de la ultraizquierda y la ultraderecha prestaban su testimonio conjunto en un libro que hizo época y cuya conclusión era rotunda: toda la “estrategia de la tensión” que presidió los “años de plomo” en aquel país fue concienzudamente planificada, estimulada y agudizada por los servicios secretos del Estado para desviar la atención de la propia podredumbre del sistema [25]. Lo cual, visto cuanto ha ocurrido en Italia en los últimos diez años, no puede considerarse como una hipótesis sin fundamento.

    Lo que nos interesa retener es que este neofascismo de los años 60 y 70 —como, por otra parte, su gemelo ultraizquierdista de esa misma época— no fue, propiamente hablando, un fenómeno político, sino más bien sociológico: no generó grandes partidos, ni programas o proyectos que atrajeran la atención de los ciudadanos, sino que siempre cultivó deliberadamente zonas de marginalidad; nunca halló una proyección social extensa, sino que en la práctica se limitó a movimientos de carácter juvenil, por lo general universitarios, cuyos miembros solían abandonar el activismo al pasar a la edad adulta; su violencia, cuando la hubo —que no fue siempre—, tampoco respondió a una estrategia revolucionaria a largo plazo y con fines políticos determinados, sino que más bien pareció moverse al compás de ese aliento nihilista que es inseparable de los problemas de convivencia en las sociedades post-industriales. La etiología del neofascismo de los años 60/70, en fin, no es política, sino social. Y su lugar no es el del fascismo histórico, sino el de otro fenómeno histórico que recorre toda la trayectoria —social— de la modernidad: el nihilismo, es decir, esa negación radical, más visceral que intelectual, del orden común, y en cuyos márgenes aparece siempre el lumpen-proletariado del espíritu.

    Pues bien: si esto fue así en el caso del neofascismo de los años 70, mucho más lo es en el caso del “neonazismo skin”. Hay que insistir en un hecho que, a nuestro entender, es fundamental: el fascista de 1922, como el nazi de 1933, se identificaba con un movimiento que se presentaba a sí mismo como redentor, regenerador, emancipador, afirmativo; por el contrario, el “nazismo” que el skin conoce, y con el cual se identifica, no es el original, sino la imagen que de él nos ha llegado a través de los relatos de los medios de comunicación de masas, es decir, el nazismo como una religión maligna de la dominación, del crimen, de la violencia, del absurdo. El “nazismo”, especialmente en los últimos quince años, y en virtud del neoantifascismo antes descrito, se ha convertido en la Figura del Mal dentro de nuestras sociedades; de hecho, raro es el día en que no se emite una película donde el villano es nazi, como raro es el día en que no aparece una información —todavía hoy— sobre cualquier barbaridad cometida por los alemanes durante la segunda guerra mundial. Que un alemán fuera nazi en 1934 es comprensible, porque entonces la imagen del nazismo era una; por el contrario, que un joven decida hoy hacerse nazi es ciertamente chocante

  62. #0 el hijo del cura dice:

    Mira, Bulto, te voy a meter otro enlacín al espíritu de la checa pa que veas que en el fondo te tengo aprecio:

    http://www.pornstarbabez.com/sylvia/free.html

    Pero lo que yo iba a decir era otra cosa. ¿Tánto os cuesta meter solo el link? ¿Seais de izquierdas o de derechas, liberales, kurdos o mediopensionistas, no os dais cuenta de lo que jode que te metan un rollo de mil líneas? ¿O lo haceis precisamente por eso, mariconazos? Que no los lee nadie.

  63. #0 rojobilbao dice:

    El post que empieza fascismo en Españ lo encuentro impreciso, sin contenido, vacuo. Muy ligerito vamos. ¿No hay nada con más peso, más sustancia y algo más largo?

  64. #0 el hijo del cura dice:

    ¡Me vas a matar, criatura! :)

  65. #0 2501 dice:

    jajaja rojobilbao, eso, que si no llega al tamaño de un tomo de la Espasa no nos vale…

    fuera coñas, a ver si el puto spammer de balto deja de dar por culo y pone los putos links de una vez en vez de todo el articulo.

    por que sera que siempre es el mismo idiota cobarde de balto, que luego pretende darnos lecciones de moral y nunca responde a los argumentos ?

  66. #0 Anónimo dice:

    no ha sido balto el que ha puesto esos 2 articulos, sino YO. se que es de mala educacion, pero me parecia tan interesanre y necesari enseñar y mejorar el nivel intelectual de esta web qe he hecho eso para que sea menos evitable la lectura y el aprendizaje consecuente. lo siento, pero vds. deben aprender, es muy interesante lo que agirman y muy pertinente tomando en consideracion el clima politico-ideologico en españa. total, dandole a re-pag o av-pag no genera mayores molestias el ladrillo

  67. #0 2501 dice:

    Pues con un link y un comentario basta, gracias.

    Si sabe que es de mala educacion, no lo haga, que solo provoca que la gente pase de leerlo y se queje como yo ahora.

  68. #0 el hijo del cura dice:

    En el siglo dieciocho en Paris hizo furor
    el barón de Bidet, famosísimo inventor.
    El barón especulaba con la posibilidad
    de tomar baños de asiento sin perder la dignidad

    Aviso, me la sé entera. Al próximo que meta rollo en vez de link, se la canto.

    He dicho.

  69. #0 2501 dice:

    Eso y ponla en el original catalan!

  70. #0 el hijo del cura dice:

    Ah, no, yo catalán solo hablo en la intimidad.

  71. #0 2501 dice:

    Hi havia a la cort de França
    cap allà l’any mil set-cents
    el Baró de Bidet
    conegut pels seus invents.
    El Baró feia molts dies
    que tenia ficat l’ull
    en trobar un sistema pràctic
    de posar el cul en remull.
    Passejant-se per Versalles
    va trobar la inspiració
    veient uns ànecs sucant
    el cul a un surtidor
    i va exclamar l’extranger:
    “Eureka, je l’ai trouvé!”

    “Ce joli rajolinet
    que les oques tonifique
    si le fique en une pique
    mantindra le pompis net”

    Pel disseny de l’artefacte
    el Baró molt oportú
    li va pendre les hechures
    a Madame la Pompadour.
    Després tota la noblesa
    va esbandir-se de bon grat
    l’aparell feu tal neteja
    que va quedar homologat.
    Però envejós el populatxo
    també volia l’invent
    per poder-s’hi estrenyinar
    seguts còmodament
    i amb tota la camarilla
    van anar a prendre la Bastilla

    “Qu’est-ce que c’est ce merder?
    -preguntava la noblesa-
    La revolució francesa,
    …que’est-ce que vous avez pensé?”

    La Comuna de París
    va instaurar-lo per decret
    per això sempre van junts
    la comuna i el bidet
    i així gràcies a en Danton
    en Marat i en Robespierre
    totes les dones de França
    s’hi renten la “pomme de terre”
    i el Baró amb aquest invent
    es va fer tan important
    com el Comte de Foi-Gras
    o el Marquès de Croissant
    i així va passar a l’història
    pel bidet cap a la glòria.
    I és que es tan refrescant
    quin delit, quina fal·lera!
    pel davant i pel darrera
    pel darrera i pel davant.

    Original de La Trinca.

    Nada, hijo del cura, sin complejos. Que el catalán también es español aunque no le guste a algunos.

  72. #0 Antónimo dice:

    Ya se sabe, “Catalonia is not Spain… is IN Spain”.

  73. #0 Alberto dice:

    > Aquí podemos ver como se define el personaje de Obi wan. Este progre posmoderno que cumple todos los tópicos, barba incluida

    Jajajajaja. Que bueno.

  74. #0 spanien11m dice:

    Típico. En lugar de tomar al “contrincante” en serio, mofa absurda. Si has leído a Moa lo tuyo es también, sin duda, mala fe.

  75. #0 Viagra dice:

    OoOo!)) Nice site you\’ve got! Good luck!

  76. #0 P dice:

    Bueno, pero por favor hablemos de los sith. ¿Cómo es que no queda ni uno? ¿Y qué significa “sith”?
    Jedis cabrones. Jedis genocidas. Los sith son, simplemente, herejes de la religión jedi. Y los jedis ortodoxos los exterminaron. Son algo así como la Inquisición. Jedis fanáticos religiosos.
    Y leeros esto:

    http://www.fiade.com/node/view/436

  77. #0 Clau dice:

    Tomado de:

    http://www.lapaginadefinitiva.com/cine/criticas/starwars3.htm

    La excusa que esgrimen los Jedi es la de “te has pasado al lado oscuro de la fuerza”. El “lado oscuro” no es más que una derivación de su propia religión que ellos consideran herética simplemente porque no comulga con el modo de vida Jedi. Annakin asegura que quiere conocer el lado oscuro para aprender, y para que sus enseñanzas no se queden reducidas a las lecciones interesadas proporcionadas por los Jedi. Es muy elocuente Palpatine cuando le insiste en que lo más valioso es el conocimiento, y que no debe renunciar a él sólo por las supersticiones inculcadas por los Jedi. En el fondo, el conflicto entre los Jedi y los Sith está en la incomprensión de los primeros hacia los segundos. Un choque de civilizaciones basado en la intolerancia.

  78. #0 Torino dice:

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  79. #0 Ronaldinho dice:

    disegno piacevole, lavoro grande :)

  80. #0 Anónimo dice:

    parser Prokofieff!reined?charters preset Angora

  81. #0 Anónimo dice:

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  82. #0 Presidente dice:

    Luogo interessante con l\’Info importante! Grazie

  83. #0 Ligabue dice:

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  84. #0 Google dice:

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  85. #0 Mark dice:

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  86. #0 Martina dice:

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  87. #0 Martina dice:

    [URL]http://www.ecologia.sessofragile.org[/URL] [URL]http://www.pagine-bianche.altasocieta.org[/URL] [URL]http://www.torino.altasocieta.org[/URL] [URL]http://www.toscana.ippiche.org[/URL] [URL]http://www.erotismo.altasocieta.org[/URL] [URL]http://www.lesbiche.ippiche.org[/URL] [URL]http://www.italia.sessofragile.org[/URL] [URL]http://www.campania.sessofragile.org[/URL] [URL]http://www.mare.ippiche.org[/URL] [URL]http://www.palermo.ippiche.org[/URL] [URL]http://www.troie.sessofragile.org[/URL] [URL]http://www.sesso.altasocieta.org[/URL]