El PP busca un plan de fuga para la Gürtel, una rendija por la que escapar de una investigación que tal vez sea lenta, pero que está destripando las cloacas y cimientos del partido como si fuese una tuneladora. Ahora que hasta Cristóbal Montoro habla abiertamente de chorizos, y es él quien escoge esa sonora denominación, la defensa jurídica se aferra a ese plan B que tantas veces ha servido como puerta de escape: el defecto de forma. La estrategia la maneja Federico Trillo mientras la derecha mediática hace coros. La nueva canción, dentro del disco rayado de la conspiración, es que la grabación de una conversación de Correa con su abogado por orden de Garzón es ilegal y anula todo el caso. La verdad, como siempre, es algo más compleja.
¿Se puede grabar la conversación entre un acusado y su abogado? Depende. La Audiencia Nacional lo hace constantemente y, en teoría, está justificado si la gravedad del delito así lo requiere o si existe la sospecha de que el propio abogado está cometiendo un delito. Manuel Delgado Solís, el letrado frente al que Correa se lamentaba de ese “puto pen drive” que ha dejado al descubierto su caja b (y también la del PP), no era sólo el abogado: está también imputado dentro del caso Gürtel. Entre otras acusaciones, según la investigación, presuntamente ayudó a Correa a preparar su plan de fuga hacia Colombia o Panamá. De hecho, fue un informe policial, que alertó al juez Garzón del riesgo de una huida inminente, lo que aceleró las primeras detenciones. Delgado también tiene sus contactos con la gran familia popular: fue cofundador de un bufete con la ex ministra Ana Palacio. Como diría Montoro, es la condición humana: chorizos haberlos haylos, hasta entre los mejores abogados.
(…) Sin entrar en detalles, de lo conocido hasta el momento pueden extraerse algunas conclusiones relativas al PP: ha habido dirigentes a sueldo de la red de Correa, también conocido como Don Vito; se ha incurrido en presuntos cohechos en forma de coches, joyas, relojes y dinero en metálico; ha habido constructoras que han pagado gastos corrientes del partido a cambio de contratos públicos; y a consecuencia de ello, forzosamente se ha prevaricado y se han cometido supuestos delitos electorales. Pese a todo lo anterior, Rajoy considera demostrado que no ha habido financiación ilegal y que el PP ha sido víctima de unos corruptos muy desaprensivos. Desde luego, es una forma curiosa de contemplar la realidad.
Estamos ante uno de los mayores escándalos políticos de la democracia, cuyo alcance respecto del número de implicados y de las cantidades manejadas supera con creces a la trama de Filesa. Su efectos serán demoledores para el PP -aunque la ceguera de su líder le impida ver más allá de las últimas encuestas-, pero también para el conjunto del sistema, cada día más desprestigiado a los ojos de una ciudadanía descreída, a la que se pide honradez, esfuerzo y sacrificio mientras observa cómo los servidores públicos que debían servirle de espejo se enriquecen obscenamente.
Siguiendo la doctrina que puso de moda Aznar cuando exigía responsabilidades políticas al PSOE por los distintos casos de corrupción en los que se vieron envueltos los Gobiernos de Felipe González, Rajoy ha de ser considerado culpable por acción o por omisión, ya fuera porque mirara hacia otro lado o porque su ignorancia de lo ocurrido le incapacita para dirigir un partido, y mucho menos un país. ¿Cómo es posible que, tras sospechar que Correa quería extorsionarle y ordenar que la dirección nacional del PP dejara de trabajar con sus empresas, consintiera su presencia en Madrid o en Valencia? ¿Creyó acaso que le había cambiado el carácter al conseguidor de la gomina?
Esperanza Aguirre ha convocado una rueda de prensa para las cuatro de la tarde. Según cuenta la SER, es bastante probable que pida a los tres diputados del PP de la Asamblea de Madrid que entreguen su acta. Está por ver que los diputados cumplan con la lideresa, podrían quedarse en el parlamento regional dentro del grupo mixto. Pero si los tres obedecen, su decisión tendrá importantes consecuencias. Judiciales y políticas.
Las judiciales: si los tres diputados regionales dejan de ser aforados, el caso podría salir del Tribunal Superior de Justicia de Madrid para pasar a un juzgado ordinario (o a la Audiencia Nacional, si lo reclama). En cualquier caso, dejaría de estar en manos del juez Antonio Pedreira, el actual instructor, un magistrado de izquierdas que llegó a al TSJM a propuesta del PSOE durante el Gobierno de Joaquín Leguina.
La políticas: si Esperanza Aguirre consigue que sus tres diputados se vayan sin rechistar, se apuntaría un nuevo tanto de imagen en otra guerra que utiliza la Gürtel como trinchera: la del liderazgo del PP. A pesar de que ninguna otra administración tiene tantos procesados en este escándalo de corrupción como la suya, a pesar de que el ex consejero López Viejo era una persona de su absoluta confianza, a pesar de que la investigación policial ya ha encontrado la conexión entre la Gürtel y la financiación irregular de Fundescam, Aguirre saldría del charco como la dirigente del PP más dura contra la corrupción.
Hay una preocupación que atormenta a Rajoy desde que la segunda derrota frente a Zapatero convirtió su sillón en un toro mecánico. “No quiero pasar a la historia como el presidente del PP que rompió el partido”, repite a sus fieles cada vez que le piden un gesto de autoridad frente a las constantes rebeldías, desafíos y desatinos de Esperanza Aguirre y ahora también de Paco Camps. Esta excusa, un eje fundamental del pensamiento mariano, sirve también de coartada teórica para una de sus prácticas preferidas: fumarse un puro cada vez que llegan los problemas, no hacer nada y esperar a que las cosas se arreglen solas. Puede que la estrategia funcione con los residuos orgánicos, que se transforman en compost y es muy buen abono. Pero dejar que la basura se acumule en casa no suele ser la mejor opción. Al final siempre huele.
La indolencia de Rajoy ante la mierda de la Gürtel ha vuelto a reabrir el eterno debate sobre su liderazgo, donde Aguirre no se resigna. En el partido hay mar de fondo; ha sentado fatal la falta de una respuesta contundente ante la apertura del secreto de la Gürtel, este lunes. ¿Qué hizo Rajoy? Fumarse un puro (“El PP va bien”) y seguir las fases de la borrachera que le marca Yes we Camps: la negación de la evidencia (es un informe falso), la exaltación de la amistad (nos apoyamos y es todo muy bonito) y los insultos a la autoridad (es un montaje del Gobierno). Borracho de Gürtel, Rajoy ha llegado ya a los cantos regionales, y desafina: “No estamos ante una trama de financiación irregular del PP, sino de una trama de corrupción para aprovecharse del PP”, dijo ayer. Y es verdad: el PP es la pobre víctima. Del síndrome de Diógenes.
Cuando pensábamos que el caso Gürtel no podía empeorar, la apertura del secreto del sumario ha dejado claro que el PP no es que vaya bien, como dice Rajoy, sino que va de cine; de película de catástrofes, para más señas. Lo que empezó como otro charco de mierda más, el enésimo chanchullo de los años del ladrillazo, se ha convertido en un océano de inmundicia en el que cabrían todos los barcos de la Copa América y aún habría sitio para el yate de Briatore con Aznar luciendo abdominales en cubierta.
¿Cuatro trajes? ¿Cuatro relojes? Mejor que sean trajes de buzo y relojes sumergibles. Las aguas negras ya han contaminado a cuatro administraciones regionales gobernadas por el Partido Popular –Madrid, Castilla y León, Comunidad Valenciana y Galicia–, a más de una decena de Ayuntamientos, a la mismísima tesorería del partido. Lo de menos, para variar, está en el detalle: en ese reloj exclusivo, en ese coche de lujo, en ese yernísimo conseguidor que ya tardaba en salir, en la anécdota paleta de ese milano bonito que se cree Yes we Camps y quiere hacerse una foto con Obama. Han crecido tantos árboles que ya no vemos un bosque donde cuesta encontrar a un solo líder del PP que no haya sido al menos salpicado por este enorme tsunami de basura; a este paso, el barón más limpio va a ser Jaume Matas.
Pero lo peor para los conservadores es que esto es sólo el principio, una tercera parte del sumario que instruyó Baltasar Garzón hace ya meses. Si la Gürtel fuese una película vista en televisión, todavía no habríamos llegado al primer bloque de anuncios. Aún nos falta el iceberg y está hecho de un hielo peculiar. Es de origen alpino, aunque Suiza no tenga salida al mar.
Álvaro Pérez. Escúchame un segundo, es que le ha regalado Luis Díaz Alperi, el que era alcalde de Alicante, un Frank Muller de la Volvo Ocean Race, que vale 20.000 euros.
Pablo Crespo. ¿Pero de oro o qué?
Álvaro Pérez. No, no, de acero.
Pablo Crespo. Ya.
Álvaro Pérez. De acero, de acero, porque hemos llamado ahora, es de Rabat, para preguntar a ver qué valía, lo ha flipado Ricardo, claro…entonces se lo han ajustado, le han ajustado la correa y va como un niño, ya le conoces tío, con una cosa de estas se vuelve loco, pero no se lo puede poner en Valencia, ya se lo he dicho. Tío, ni se te ocurra, no, no, no, ni hablar, digo, es que es un cante de cojones, a parte de que es muy grande, ¿sabes? Pero va como un niño con zapatos nuevos.
“La verdad es que Álvaro Pérez es el dueño de Orange Market, ¿sabes qué pasa?, que esta gente aunque sea feo decirlo me quiere mucho, bueno yo iba a ser el viernes el padrino, cuando me detuvieron, iba a Barcelona a ser el padrino de la hija de Pablo, de, Álvaro, la hija, y entonces son gente que me quiere mucho porque son gente que yo he recuperado. Por ejemplo este muchacho, que me lo presentó Alejandro Agag con el que yo estuve una excelente amistad y que ahora no me hablo desde hace seis años y piensa que soy el íntimo de Alejandro porque fui padrino de su boda. Alejandro me presento a Álvaro, y Alvaro es un chico que es el sobrino de Pajares. Te puedes imaginar el mundo de Pajares, la noche y el espectáculo, lo que era este chico para trabajar en una empresa, la disciplina, y llevando un tema serio empresarial. Y entonces me dijo Alejandro, ponle para que lleve los actos del presidente, y yo le dije ¿pero tú estas loco? uno que viene del mundo de Pajares… Bueno, pues lo pusimos y Ana botella se enamoro de él, en el buen sentido, le encanto, y empezó a trabajar con él y tuvo un éxito tremendo hasta que llegó Mariano, y entonces este muchacho, Álvaro, dice que yo le debo toda su vida, porque efectivamente le hemos ayudado a centrarse, a llevar un tema serio. Cuando dejo de trabajar para Mariano Rajoy, Paco Camps (presidente autonómico) se lo ha llevado a Valencia y trabaja y le hace las campañas a Paco Camps y la empresa es de Álvaro”
Ya saben, inventos de la prensa: Gallardón y Aguirre no está nunca a la gresca. La última prueba llegó justo ayer, por la mañana, cuando un juez paralizó las elecciones en Caja Madrid por un recurso del alcalde ante la enésima batalla entre ambos. ¡Cómo es de injusto el imaginario colectivo!
Para que luego digan que el curita no obedece. María Dolores de Cospedal pidió un gesto “contundente” y el PP valenciano ha cumplido. “Creo que lo que toca ahora es que el presidente se vaya. Sería bueno para la Comunidad Valenciana y para toda España”, proclamó ayer Francisco Camps. ¿Dimite el molt honorable? No tan rápido. El presidente que se tiene que ir es José Luis Rodríguez Zapatero; y con la misma sinceridad, ya de paso, Camps aprovechó para explicar su reunión con Rajoy en esa cumbre bilateral en territorio neutral, mirando a Cuenca. “Hablamos de las personas que no tienen trabajo, de las personas que lo están pasando mal”, explica Camps y queda claro: Ric Costa y Vicente Rambla no tienen que dimitir, que bastante mal está ya el paro.
“El problema lo tienen en Valencia”, dice un dirigente de Génova. “¿Tú has visto el recurso de la Fiscalía? Es Camps el que tiene que tomar medidas, si es que puede”, subraya la misma fuente. Una vez más, y van mil, Rajoy es incapaz de imponerse a sus barones, que de Madrid a Valencia responden a sus órdenes con sonoras pedorretas. Por eso ahora las uvas están verdes: “Rajoy no pidió ninguna dimisión”, insisten desde Génova. Aunque su tesis también tiene algo de verdad: Camps no puede cesar a sus amiguitos del alma porque le arrastrarían en su caída. Ni Rambla ni Ric, el hombre que conducía deportivos, tienen alma de mártires y, de momento, la cosa está pendiente de lo que diga el Tribunal Supremo, que ya veremos. ¿Dimisiones? Para cuando las ranas críen pelo, el infierno se hiele o la Justicia española sea independiente, lo que llegue primero. Si acaso, que vaya dimitiendo Zapatero.
El juez Pedreira ha levantado parcialmente el secreto de sumario y explica sus razones en un nuevo auto: faltan por llegar rogatorias internacionales –los movimientos en las cuentas en los paraísos fiscales–, el volumen de pruebas es tremendo y aún existe el riesgo de que, si se desvela el secreto, se pueda obstaculizar la investigación.
Pero Pedreira también habla de algunos documentos “que aportan datos relativos a personas físicas ajenas a la presente causa, y que de hacerse públicos se podría vulnerar el derecho de la intimidad de las mismas”, por lo que esas pruebas “serán desglosada de los autos”. Traducido del abogadés: en el ingente sumario de la Gürtel es muy probable que aparezcan detalles de bajo interés procesal pero de indudable interés periodístico, como por ejemplo la lista de regalos de lujo que la trama Correa regalaba a algunos políticos.
En las últimas horas, algunos dirigentes del PP han actuado a contrarreloj, amenazando con demandar a todo aquel que les relacione con la Gürtel. A pesar de la prudencia judicial, es bastante probable que esos listados, más tarde o más temprano, acaben apareciendo.
La resaca del supermitin de Dos Hermanas está siendo larga en el PP. En Génova aún se preguntan quién fue el genio que planificó el acto político más caro de todo el trimestre –dicen que un millón de euros– para el mismo domingo en el que se celebraban las elecciones alemanas; ya saben, el típico imprevisto, quién iba a imaginar que Angela Merkel coparía todas las portadas del lunes. Pero la agenda no fue lo único que salió mal. El mejor titular que colocó Rajoy fue el de “los chuches” (sin comentarios) y los conflictos internos sumaron otra cuenta pendiente. En el PP andaluz tardarán en olvidar la cara de la secretaria general, María Dolores de Cospedal, cuando descubrió que, casualmente, ella era la única persona de toda la dirección del partido que no salía en el vídeo promocional, donde sí aparecían Soraya, Arenas o incluso Ana Pastor. ¡Pobre niña de Rajoy!
Pero lo peor de Dos Hermanas llegó desde Valencia y ahí sigue, dando dolores de cabeza. El mismo día de la superproducción, el honesto Ricardo Costa contraprogramó al presidente de su partido para decir, ahí es nada, que el único que le puede obligar a dimitir es Francisco Camps. “Ric”, como le llaman sus amigos, huele a muerto político y si el PP fuese una casa seria se inmolaría el miércoles para al menos ayudar a digerir la apertura del secreto de sumario de la Gürtel de Madrid, prevista para ese día. Puede que Ric no termine la semana como número dos del PP en Valencia, De Cospedal ya ha mandado el recado en público y en privado. Aunque yo no pondría la mano en el fuego por ello ni aunque la tuviese de amianto, como Rajoy. Si salta el fusible Ric, el siguiente que se queme sólo puede ser Camps.
(…) De la Rúa vive en la sede del Tribunal Superior valenciano, un palacio neoclásico declarado Monumento Histórico Artístico Nacional en 1982. Su residencia ocupa, en la cuarta planta, 300 metros cuadrados. Los gastos que de ella se derivan los paga la Generalitat. No es la casa que usa de lunes a viernes para estar fácilmente disponible. No. Es la casa familiar. En ella han vivido sus cinco hijos, vinculados también a la carrera judicial. En ella juegan sus nietos. A esas dependencias acuden sus amigos. Una capilla en la vivienda ha sido testigo de privadas ceremonias. Las razones de seguridad no son suficientes para quienes desde dentro de la carrera judicial defienden el fin de privilegios que pueden contaminar la independencia. Esos mismos critican que la Administración haya buscado como coartada para no afrontar el asunto hacerle un hueco en el mismo edificio al fiscal del alto tribunal valenciano.
Poco antes de que De la Rúa accediera al cargo, el entonces director general de Justicia y hoy juez de la Audiencia Nacional, Eloy Velasco, quiso terminar con ese concepto de residencia en un edificio público. Advirtió al anterior presidente, Juan José Marí, poco antes de que falleciera de que debía desalojarlo. Pero la llegada de De la Rúa frustró tal intento y el PP en la Generalitat no fue capaz de decirle no.
