Tres artículos sobre el golpe del 23-F. Juan Luis Cebrían, en El País, recuerda la edición extraordinaria que sacó su diario ese día:
Mi única preocupación, concluí, era que los soldados llegaran antes de que hubiéramos sido capaces de terminar la edición (…) Entonces imaginé que si en vez de salir solo EL PAÍS hubiera otros diarios que hicieran lo mismo, todos estaríamos más protegidos. Me encerré en un despacho, en presencia de Eduardo San Martín, un combativo periodista de izquierdas que luego fue director adjunto de Abc; y llamé a Pedro J. Ramírez, a la sazón director de Diario 16. Le expuse mi preocupación y le pedí que publicaran también ellos una edición extraordinaria. No podemos, me contestó, en ese tono de dubitante seguridad que todavía utiliza cuando habla por la radio. A estas horas no tenemos obreros, no tenemos periodistas, no tenemos capacidad técnica. Pensé que lo que no tenían en realidad eran huevos y se lo dije, aunque no con esas mismas palabras.
En su artículo, Cebrían cita al que entonces era uno de sus subdirectores, Martín Prieto. Él también escribe hoy en La Razón otro artículo en el que cuenta cómo vivió el 23-F. Curiosamente, su larguísima crónica no menciona ni una sola vez por su nombre a El País, aunque sí habla de “el periódico”, de “mi periódico”, de la “rotativa” , de “la mancheta” o incluso de Polanco sin caer ni una sola vez en la palabra tabú. También es especialmente llamativo éste párrafo:
El «Elefante Blanco» que tenía que presentarse en el Congreso también pudo ser un diálogo mal escuchado y es historia posterior al «tejerazo». Lo lógico es que fuera Armada con su Gobierno de salvación nacional con Felipe González de vicepresidente y una ensaladilla rusa de socialistas y comunistas como Ramón Tamames, Jordi Solé Turá, Javier Solana, Peces Barba, Enrique Múgica y una pizca de Fraga y Areilza.
Se olvida el MP de que en esa lista del Gobierno de Armada al parecer también figuraba, como ministro de Información, el mismísimo fundador de La Razón: Luis María Ansón.
Y como traca final, no se pierdan el ingenioso remate de César Vidal, también en La Razón, sobre cuál sería el golpe de Estado perfecto. Será por falta de huevos, como decía Cebrián de Pedro J., pero no se atreve a señalar abiertamente a Zapatero de golpista y se conforma con esta indignidad:
Seguramente, hoy en día el golpe perfecto se concebiría como un hecho que traumatizara a la opinión pública; que pudiera ser utilizado por medios de comunicación cercanos a los golpistas; que provocara un deseado vuelco electoral y que, precisamente por todo lo anterior, nadie pensara que es un golpe.
Difícilmente existiría un golpe más inicuo; más desprovisto de sus apariencias y, a la vez, de mayor éxito.
Cuánto ingenio, pero lo de Vidal ni siquiera es original. Ya lo dijo antes, con todas las letras, quien fue secretario de Estado de Comunicación con José María Aznar.