La maniobra más difícil en el mundo de la aviación es el giro de 180 grados. El tiempo que se tarda en rectificar el rumbo es directamente proporcional al tamaño del ego del piloto.
La maniobra más difícil en el mundo de la política es también el giro de 180 grados. Rectificar el rumbo, pedir disculpas. Es sencillo y a la vez muy complicado. El tiempo que se tarda también es directamente proporcional al tamaño del ego del piloto. Mariano Rajoy, José María Aznar, Eduardo Zaplana y Ángel Acebes llegan ya tres años y siete meses tarde. Hace mil trescientos días que deberían haber dado una rueda de prensa para reconocer que se equivocaron, que es obvio que no fue ETA, que hicieron mal durante los tres días más tristes de marzo al intentar esconder la evidencia islamista, que hicieron peor al dejarse arrastrar después por los conspiradores y sus delirantes teorías. Mariano Rajoy, José María Aznar, Eduardo Zaplana y Ángel Acebes llegan ya tres años y siete meses tarde para pedir perdón a las víctimas, a las instituciones, al sentido común, a la lógica… a todos los ciudadanos.
No espero milagros: aunque el PP hará ahora todo lo posible por cambiar de tema, para que se olvide este patético episodio, la rectificación jamás llegará. Nos podemos conformar con que el 11-M se desdibuje, desaparezca, se desvanezca del debate público. Dentro de unos meses, parecerá que lo hemos soñado. Dentro de unos meses, parecerá que nunca sucedió. Al PP no le interesa que se recuerde. Se han pasado tres años largos diciendo que fue ETA y ahora se pasarán el mismo tiempo diciendo que no fueron ellos los que sembraron la duda. Hace ya rato que el Partido Popular hace lo imposible por desmarcarse de una teoría de la conspiración que no es la suya, que no les beneficia.
Hay dos escuelas de pensamiento para explicar lo sucedido. La primera defiende que fue el Partido Popular el que alentó la conspiración porque quería creer –como el agente Mulder en Expediente X– en una teoría del todo unificado que justificase su derrota. Es humano: a nadie le gusta reconocer sus errores. La teoría de la conspiración hacía de bálsamo de esa picazón que negaba el 14-M: nunca perdimos, pues nunca nos equivocamos. La teoría de la conspiración era como el miembro mutilado que aún se siente, como el “no soy yo, son los otros”. No soy verdugo sino víctima.
La segunda interpretación de los hechos es aún más dramática, aunque descargue al primer partido de la oposición de la responsabilidad directa en algo tan grave como jugar con la memoria de 192 muertos, con la tragedia del mayor atentado de la historia de España. Presenta a un PP esclavo de sus aliados, cautivo de sus defensores, atrapado por su coro mediático. Según ese análisis, el PP no fue el motor sino la tara de la conspiración, fue simplemente a remolque. Según esa versión de la realidad –que comparten muchos en las líneas conservadoras, como el alcalde de Madrid–, el PP ha malgastado tres años y siete meses en un callejón sin salida, prisionero de la debilidad de su líder y su “déjame que le dé una pensada”, arrastrado por sus supuestos medios afines, atrapado sobre el papel y la radio: detrás de los intereses particulares de El Mundo y de la COPE.
La prueba más evidente está en los registros del Congreso de los Diputados. En esta legislatura, durante su labor de oposición, el PP ha desperdiciado nada menos que 1.200 iniciativas parlamentarias para preguntar por la Kangoo, por la mochila, por el ácido bórico o la tarjeta de la Orquesta Mondragón. Sólo Eduardo Zaplana, que como portavoz popular es el responsable directo de estas preguntas, puede presentar los recibos que justifiquen tan desigual intercambio de favores. Sólo Eduardo Zaplana puede argumentar que la conspiración haya salido a cuenta.
El ego del piloto
En el mundo de la aviación, la maniobra más complicada es el giro de 180 grados. El tiempo que se tarda en rectificar el rumbo es directamente proporcional al tamaño del ego del piloto. Sólo el ego de un piloto como José María Aznar explica que el PP siga aún en esa ruta. Para el ex presidente del Gobierno que nos quiso sacar del rincón de la historia, la conspiración no sólo es un hecho probado sino una necesidad. Sólo así cuadra el dedazo sobre su sucesor con el “yo no perdí las elecciones” de la semana siguiente a la derrota. En el mundo de la aviación, José María Aznar planeará sobre la realidad con la conspiración a pesar de que los intereses del partido que aún preside vayan por otro camino. El ex presidente de momento calla, como Acebes o como Rajoy. Pero cuenten hasta diez y pronto escucharemos al estadista de las Azores hablar de nuevo de desiertos lejanos, de montañas remotas.
En el mundo de la política, la maniobra más complicada es el giro de 180 grados. Algunos gestionan el cambio de rumbo manipulando la memoria, como si el que diese la vuelta fuese el planeta Tierra. Para ellos, todo fue un invento del PSOE, el PP jamás ha centrado su labor de oposición en el 11-M, nunca ha defendido o respaldado la llamada teoría de la conspiración, en ningún caso insistió en que había sido ETA. Todo es posible en el mundo de la aviación mientras lo aguante el ego del piloto.