sep 30 2009
Lo que nos jugamos con la Gürtel
No son cuatro trajes gratis. No es la mentira de un presidente de la Generalitat valenciana que un día dijo que no conocía “de nada” a El Bigotes y al siguiente descubrimos que le llamaba “amiguito del alma” en la intimidad. No es tampoco la desfachatez de mentir otra vez ante la Justicia y ante los ciudadanos –“yo me pago mis trajes”– para después solicitar el archivo con el argumento de que daba igual si habían sido regalados. Ni siquiera es tan grave, más bien inevitable, que de los trajes de milano bonito hayamos pasado a hablar de la caja B de la presunta financiación ilegal del PP. Lo que de verdad importa en el caso Gürtel, lo más trascendente, es saber si podemos confiar en la Justicia y si aquí, en este país de la UE que quiere entrar en el G20, se cumple esa máxima fundamental en cualquier democracia: que la ley es igual para todos.
En España, mientras el Tribunal Supremo afila sus uñas frente a Baltasar Garzón por atreverse a husmear en el franquismo, el juez De la Rúa aún no ha sido acusado de prevaricación. Los socialistas ni siquiera se atrevieron a pedir su recusación, a pesar de su “más que amistad” con Camps, porque temían, con razón, que serviría de poco. El PSOE parece dispuesto a llegar hasta el pelotón de fusilamiento diciendo aquello de “respetar las decisiones judiciales” y asume como marco inevitable una Justicia atada y bien atada, donde la transición quedó pendiente.
El PP sabe también lo que se juega, Federico Trillo el que más. Sobre la mesa de tres tribunales, el caso Gürtel es una apuesta a todo o nada. Está en juego saber si España es un Estado de derecho, o un Estado de derechas.