Mañana 16 de julio se cumplen 800 años desde la decisiva victoria castellana contra los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa. De lectura de domingo, os dejo el capítulo que escribí junto a mi padre, Arsenio Escolar, en nuestro libro sobre la historia medieval de Castilla y sus mitos fundacionales: La nación inventada. Para que se entienda mejor el contexto, he incluido también algunos párrafos del capítulo anterior, dedicado a Alfonso VIII y la derrota de Alarcos.
Juan Pablo Calero Delso es profesor de Instituto. Doctor en Historia Contemporánea, su último libro publicado es El gobierno de la anarquía. Ha colaborado con el Diccionario de la Academia con tres biografías (Isabel Muñoz Caravaca, Juan Gómez Casas y Diego García Martínez).
Se atribuye a Blas Pascal la conocida frase de que “todos los infortunios de los hombres derivan de no saber estarse quietos en sus casas”; es posible que algunos de los miembros de la Academia de la Historia la hayan recordado esta última semana. Porque, hasta entonces, tan docta casa era uno de esos cadáveres exquisitos que sestea gracias a su inacción y a la inercia de los Presupuestos Generales del Estado.
Pero la edición del Diccionario Biográfico Español ha puesto sobre ella los ojos escrutadores no sólo de los aficionados a la historia, sino también de una opinión pública cumplidamente informada a través de los medios de comunicación. La amplia difusión que del Diccionario Biográfico ha hecho la propia Academia, que buscó el respaldo del rey y del gobierno en su presentación oficial, muestra hasta qué punto vive al margen de la realidad social de una España de la que dicen ser guardianes e intérpretes de su pasado. Pensar que una mayoría de españoles no iba a escandalizarse por alguna de sus entradas biográficas más sensibles muestra la arrogancia intelectual de la práctica totalidad de los académicos.
Uno de los autores del Diccionario Biográfico Español, un historiador que está bastante molesto con el resultado final de esta polémica obra, me ha enviado una copia del contrato que la Real Academia de la Historia hizo firmar a cada uno de los autores de las biografías. No hay más que repasar el apartado 2.1, que explica las normas de publicación, para que quede claro hasta que punto algunos autores, como el franquista Luis Suárez, se saltaron la neutralidad que pedía la RAH a la torera.
Sin embargo, la RAH no puede culpar a los autores de los desaguisados, la mayor parte de la responsabilidad sigue siendo suya. El último párrafo de este fragmento es esclarecedor. Demuestra también que la RAH tenía capacidad legal para editar los textos, “según los criterios generales adoptados para la obra” y es obvio que no lo hizo. Tal vez el problema fue justo el contrario, que esa “homogeneización” consistía, precisamente, en igualar por el disparate carpetovetónico.
Las negritas son mías.
2.1. Exposición de los hechos
El orden de exposición de los hechos será cronológico, independientemente de que en la entrada se hayan anticipado ya los datos fundamentales del personaje a través de las marcas.
Se expondrá, según el proceso cronológico –y distinguiendo etapas si procede- el desarrollo de la vida del biografiado con precisión, sobriedad y buen gusto, sin exagerar ni menguar, de manera que el lector se haga cargo del perfil del biografiado. Conviene destacar, en cuanto se pueda, el contexto de relaciones sociales, culturales, políticas, religiosas, etc., en que ha vivido.
Dentro del cuerpo de la biografía se recogerá la opinión o juicio que se ha formado del personaje a lo largo de la Historia, según proceda. El autor de la biografía, por principio, se debe abstener de dar su propia valoración. La redacción, en resumen, ha de ser neutra; la opinión del redactor, así como el punto de vista espacial y temporal de la colectividad a la que pertenece, no debe traslucirse en la biografía.
Los datos de las biografías serán objetivos y documentados evitando la incursión en terrenos de subjetividad o hipótesis. Las biografías recogidas en el Diccionario Biográfico Español se centrarán, por tanto, en lo que podría denominarse “historia externa” del individuo, que es la serie de acontecimientos o actos de su vida, en lugar de centrarse en la exposición y análisis de su psicología y carácter.
Para garantizar la mayor homogeneidad en la obra, habrán de seguirse criterios uniformes en las distintas biografías y respetarse ciertos esquemas definitorios, tanto genéricos como específicos. Cuando haya disparidad entre la redacción de varias biografías, sean de un mismo autor o de autores diversos, el Diccionario se encargará de su homogeneización de acuerdo con los criterios generales adoptados para la obra.
Los mejores fragmentos de la biografía de Franco según el Diccionario Biográfico Español, esa obra que ha costado 6,4 millones de euros y que subvencionó José María Aznar. La entrada la ha redactado el historiador Luis Suárez, presidente de la Hermandad del Valle de los Caídos.
“Pronto se hizo famoso por el frío valor que sobre el campo desplegaba. (…) Herido en el Biutz, 28 de junio de 1919, en el parte de guerra se le describe como “incomparable valor, dotes de mando y energía desplegada en el combate”. (…) Acciones en Xauen y Melilla incrementaron su fama de jefe riguroso y eficaz”.
“Montó un régimen autoritario, pero no totalitario, ya que las fuerzas políticas que le apoyaban, Falange, Tradicionalismo y Derecha quedaron unificadas en un Movimiento y sometidas al Estado. Una guerra larga de casi tres años le permitió derrotar a un enemigo que en principio contaba con fuerzas superiores. Para ello, faltando posibles mercados, y contando con la hostilidad de Francia y de Rusia, hubo de establecer estrechos compromisos con Italia y Alemania”.
“Políticamente había dentro del Movimiento un sector importante que trataba de conducir al nuevo régimen hacia el totalitarismo. La admiración despertada por los primeros éxitos alemanes era muy considerable. Más difícil resultaba para Franco vender las suspicacias de la Santa Sede, que temía verle incluído en el ámbito de poder alemán. ”
“En mayo de 1940 se produjo el hundimiento de Francia. Franco pasó de la neutralidad a la no beligerancia (…). Por eso ofreció sus buenos oficios a Petain para conseguir que se dulcificaran las condiciones del armisticio.”
“En 1953 Franco consiguió dos grandes éxitos: un concordato con la Sante Sede, que garantizaba una tolerancia religiosa más amplia para judíos y protestantes, y un acuerdo de cooperación con Estados Unidos que permitía el establecimiento de tropas y aportaciones sustanciales en dólares”.
“Puso en marcha, en 1963, el Plan de Desarrollo, que en pocos años colocaría a España en el séptimo puesto en la escala económica mundial”
“Franco suprimió las leyes arcaicas, sustituyendo las Cortes marciales por un Tribunal de Orden Público, dejando en olvido las Leyes contra el Comunismo y la Masonería y promulgando nuevas disposiciones acerca de la Libertad de Prensa y de la Religiosa, acordes con la situación europea”.
“Cuando en agosto de 1965, el presidente Johnson invitó a Franco a participar en la Guerra de Vietnam, éste demostró su capacidad militar recomendándole salir de una guerra que no podía ganar: los ejércitos modernos son impotentes frente a la voluntad de un pueblo que se expresa en las guerrillas”.
Desde hace unos días ya está a la venta La nación inventada. Una historia diferente de Castilla, mi primer libro, que he escrito a medias con mi padre, Arsenio Escolar. Hoy en Público hemos avanzado un extracto del primer capítulo: Los mitos fundacionales. Aquí va el texto completo.
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Martes y 13. Octubre de 1556. Envejecido y corvado, minado por la gota, que apenas le permite caminar, el emperador Carlos V llega a la ciudad de Burgos. Viene del puerto de Laredo, donde ha desembarcado el 28 de septiembre, procedente de Flandes. Está malhumorado. A su llegada al puerto cántabro, todo era desorden en la organización del que va a ser un complicado viaje de 90 leguas en 21 etapas. El viernes anterior ha tenido, además, un percance de salud. El emperador, un gran glotón durante toda su vida, se ha encontrado en Medina de Pomar con que su hija Juana le ha enviado víveres frescos –melones, frutas, pescados–, ha comido vorazmente y en exceso, y acaba sufriendo un empacho de escabeche, una fuerte indigestión.
Los pueblos tienen derecho a sus mitos fundacionales, a sus leyendas, a esas mentiras y medias verdades que sirven de argamasa para construir una identidad real que forja una conciencia colectiva y anima su camino sobre la historia. No es una exclusiva de Castilla, es un elemento común en el nacimiento de la mayoría de las naciones, que desde Roma a Estados Unidos han levantado su identidad, tan real como su poder en la Tierra, sobre bases mitológicas. Es tan común como legítimo. Pero quizá los pueblos tienen también el deber de conocer la verdad, de saber qué se ocultó, qué se exageró, qué se manipuló y qué se inventó. Cómo de sólidos son esos pilares; qué hay ahí abajo, en los cimientos castellanos sobre los que después se levantaría el casón de España. Quiénes son los verdaderos padres de esa identidad inventada, los vencedores que reescriben la historia: en qué forja, en qué momento y por qué motivo se fundió el acero de Castilla, esa poderosa aleación de realidad y ficción, de historia y de leyenda.
El párrafo está en el prologo de La nación inventada, una historia diferente de Castilla: mi primer libro. Saldrá a la venta esta semana, el jueves 30 de septiembre. Lo he escrito junto con mi padre, Arsenio Escolar, porque los dos somos de Burgos, porque nos apasiona nuestra historia y porque pensamos que esa época es tan trascendente como desconocida.
Ninguno de los dos somos historiadores, ni pretendemos serlo. El libro es un trabajo periodístico, en el que hemos utilizado las técnicas de nuestra profesión para intentar contar de forma amena pero rigurosa unos siglos en los que se sientan las bases de la España actual. Es una obra divulgativa donde no damos ninguna noticia: lo que explicamos sobre los mitos castellanos hace ya algunos años que está en los libros académicos de los historiadores. Pero sí sorprenderá a los que, como yo, nos han educado en esa historia popular, tan presente hasta hace tan poquito, que presentaba esos siglos como la caricatura de un tebeo del Capitán Trueno, de moros contra cristianos.
Mi padre, en su blog, cuenta algo más sobre cómo se gestó nuestro libro y publica también un pequeño adelanto. Por mi parte, os dejo con otro de los capítulos: El Camino de Santiago. Espero que os guste.
El autor de la espléndida Posguerra (disponible en distintos formatos e idiomas en su p2p de confianza) ha muerto. Inglés judío (o tal vez judío inglés) afincado en los EE.UU., Judt fue un firme socialdemócrata que desarrolló una crítica implacable contra la izquierda totalitaria, ésa que aún practica la apología de la dictadura castrista y de la que proceden tantísimos extremistas nacional-liberales patrios y Neocons estadounidenses. Una enfermedad degenerativa, sobre la cual escribió un texto tremendamente sincero, ha acabado con su vida a los 62 años. D.E.P.
Normal que el juez Varela haya decidido recortar el pelo de la dehesa a la acusación presentada por Falange. Es que no hay por dónde cogerla. Como ejemplo de literatura revisionista, de esa que inventa Pío Moa (al que, casualmente, presenta los libros uno de los jueces del Supremo que votó a favor de la apertura de este caso), nada mejor que este párrafo del escrito falangista y de las JONS donde, a falta de árbitro, culpan a la traducción de las barbaridades que decía su señorito:
Pero como ejemplo de la falta de rigor de la instrucción y de cómo el Juez trae al procedimiento indicios no contrastados por fuentes fidedignas, reproduce una entrevista que manifestó haber hecho el periodista Jay Allen, del “Chicago Daily News”, al General Franco el 27 de julio de 1936 en Tánger. Pues bien, en relación a dicho supuesto elemento probatorio, el acusado no se refiere a un documento original, a un testigo al que le haya recibido en declaración o una certificación literal, sino que la fuente probatoria en la que se basa es la reproducción de dicha entrevista hecha en el libro “Federación Guerrillera de León-Galicia. El último Frente. Resistencia Armada Antifranquista en España 1939-1952”, Editorial Catarata, 2008; y “Víctimas de la Guerra Civil”, de la Editorial Temas de Hoy, 1999.
Pues bien, además de que la traducción de dicha entrevista ha sido desmentida o corregida por otros autores, esa dudosa fuente de una entrevista que apareció publicada en inglés en la prensa norteamericana, no es más que una dudosa declaración atribuida a uno de los generales sublevados, -pues todavía no había asumido el mando supremo del ejército nacional- y no puede servir para fundamentar su grave Auto. Se trata pues de aprovechar cualquier hecho para justificar su pretendido fin de enjuiciar al régimen de Franco.”
Finalmente, el General Francisco Franco en unas declaraciones efectuadas en Tánger el 27 de Julio de 1936 al periodista Jay Allen, del “Chicago Daily Tribune” dijo:
“Nosotros luchamos por España. Ellos luchan contra España. Estamos resueltos a seguir adelante a cualquier precio.” (12)
Allen: “Tendrá que matar a media España”, dije.
Entonces giró la cabeza, sonrió y mirándome firmemente dijo:“He dicho que al precio que sea”.
A falta de árbitro, culpan a la traducción. Pues bien, veamos la traducción. Un lector de este blog que es historiador y trabaja en una universidad estadounidense (gracias mil) me manda la entrevista original publicada por Jay Allen (28 de julio de 1936 (PDF) y 19 de julio de 1936 (PDF)). En la primera entrega se puede leer textualmente (tercera columna):
Then no truce, no compromise is possible?
“No. No, decidedly, no. We are fighting for Spain. They are fighting against Spain. We will go on at whatever cost”.
“You will have to shoot half of Spain”, I said.
He shook his head, smiled and then looking at me steadily: “I said whatever the cost”.
De donde se deduce claramente que la traducción que cita Garzón es bastante ajustada. Como todas las traducciones, está abierta a matices. Puedes discutir si “you will have to shoot half of Spain” se podría haber traducido mejor como “tendrá que pegar un tiro a media España” o “fusilar a media España” en vez de “matar a media España”. También me apunta José Miguel Guardia, a través de Twitter, que “to shake one’s head” también puede significar “negar” o “expresar desacuerdo”, además de sacudir o mover la cabeza. Pero no creo que estos matices cambien mucho el sentido de las frases. Y desde luego, no cambia el resultado: más de cien mil desaparecidos en fosas comunes en asesinatos sin juicio dentro de la zona “nacional”, precisamente a manos, en muchos casos, de militantes falangistas. Así que una de tres: o la Falange miente, o a la Falange la engañan los revisionistas (probablemente porque se quiere dejar engañar). O tal vez la Falange y sus historiadores de cabecera manejan tan bien el inglés como ya demostró Franco en su día.
P.D. A diferencia de Franco, que como se ve no tenía ni idea de inglés, Jay Allen sí sabía español. Vivía en España desde 1934 y queda claro incluso en el texto de esta entrevista (primera entrega, segundo párrafo) donde cuenta los problemas que tiene para entrar en Marruecos a través de Tánger por culpa de una patrulla mora “que no entienden el español”.
La atmósfera de Sevilla hacia 1480 era sólo comparable a la de la Alemania nazi o a la Rusia soviética en la época de las sangrientas purgas de Stalin. (…)
En junio de 1490, un tal Benito García, cristiano desde hacía treinta y cinco años, fue detenido en Astorga cuando volvía de una peregrinación de Santiago. Se le encontró una hostia consagrada en su equipaje. En los seis días que duró la tortura, dio los nombres de cinco conversos y dos judíos que habían participado con él en el asesinato ritual de un niño cristiano. Confesó que mediante el uso mágico del corazón del niño de la hostia consagrada, intentaban provocar la muerte por ataques de locura de todos los cristianos, para así poder apoderarse los judíos de sus bienes. No se había informado de la desaparición de ningún niño en el pueblo de La Guardia, ni llegó a faltar, pero el inquisidor general, el fraile dominico Tomás de Torquemada, dio una gran publicidad a las confesiones, y en 1491 se rendía ya culto al Santo Niño de la Guardia. (Todavía hay una ermita cerca de Ocaña, al sur de Madrid, que puede visitar cualquiera).
Torquemada aprovechó este incidente para presionar sobre los reyes a favor de la expulsión de los judíos de sus reinos.
Gabriel Jackson. Introducción a la España Medieval. (Alianza Editorial).
Benito García y el resto de los supuestos asesinos del niño de la guardia fueron quemados en Ávila, el 16 de noviembre de 1491. Sólo unos meses después, en marzo de 1492, los Reyes Católicos firmaron los decretos de expulsión de los judíos de España. Aunque la parte más siniestra de esta historia, que acabo de leer, es que el propio Torquemada venía de una familia de judíos conversos.
Conocí a Javier Ortiz en la cárcel de Girona. Bueno, conocí primero a un tal Francisco Javier Pérez Borderías, que es así como fue conocido Javier Ortiz a su entrada en presidio. Fue detenido en el Valle de Nuria –ese magnífico valle pirenaico que tiene como gran paradigma que solamente se puede llegar a él en tren o caminando–, intentando pasar la frontera acompañado de otros militantes del partido en el otoño de 1974.
Como director o redactor de Servir al Pueblo, órgano del Movimiento Comunista, Javier estaba pasando los Pirineos con mucho material que había recogido durante las huelgas del Bajo Llobregat de aquel mismo año. Uno de los guardias civiles que le arrestó le dijo, ya en el momento de la detención y posterior registro de las mochilas, que aquel DNI a nombre de Francisco Javier Pérez Borderías era falso. Según contaba Javier, el viaje desde la montaña hasta el puesto de la Guardia Civil de Ribes de Freser lo hicieron atados con cuerdas –pues los agentes carecían de esposas– bajo la mirada espantada de los montañeros que compartían el vagón de cremallera con los jóvenes detenidos.
Estoy leyendo Anatomía de un instante, el ensayo sobre el 23-F que acaba de publicar Javier Cercas. El libro es muy recomendable: es riguroso y está bien hilado. No hay en él, y así lo admite el autor, grandes novedades sobre lo que ya se sabe y se ignora de aquel golpe de estado: no hay documentos inéditos ni exclusivas reveladores, sólo una excelente narración de los hechos (que no es poco ni sencillo). El mayor misterio está descrito en el prólogo, un tema que ya he comentado alguna otra vez en este blog: las conversaciones telefónicas de las líneas del Congreso durante el golpe; horas y horas de grabación de las que nunca más se supo. Transcribo lo que Cercas cuenta sobre ellas en un interesante pie de página de su libro (y de la historia).
“Igual que si aspirara a ser un libro de historia, éste parte de la primera evidencia documental del 23 de febrero: la grabación de las imágenes del asalto al Congreso; no puede usar, en cambio, la segunda y casi última evidencia: la grabación de las conversaciones telefónicas que tuvieron lugar durante la tarde y la noche del 23 de febrero entre los ocupantes del Congreso y el exterior. La grabación fue realizada por orden de Francisco Laína, director general de Seguridad y jefe de un gobierno de urgencia formado aquella tarde por orden del Rey con políticos pertenecientes a la segunda línea de la administración del estado a fin de suplir al gobierno secuestrado en el Congreso. La grabación o parte de la grabación fue escuchada en la tarde del día 24 por la Junta de Defensa Nacional presidida por el Rey y Adolfo Suárez, en el palacio de la Zarzuela (y seguramente resultó decisiva para que el gobierno ordenara el arresto inmediato del líder del golpe, el general Armada); es posible que también la escuchara el juez instructor de la causa del 23 de febrero, que no aceptó hacer uso de ella en sus diligencias porque había sido obtenida sin el permiso judicial; luego desapareció, y desde entonces no se han vuelto a tener de ella noticias seguras. Hay quien dice que fue destruida. Hay quien dice que, si no fue destruida, sólo puede estar en los archivos del Ministerio del Interior. Hay quien dice que estuvo en los archivos del Ministerio del Interior y que sólo unos años después del golpe desapareció de allí. Hay quien dice que Adolfo Suárez se llevó consigo al salir del gobierno una copia de una parte de la grabación. Hay muchas conjeturas. No sé más.”
“En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. El Generalísimo Franco. Burgos 1º abril 1939”.
Fue una de las primeras decisiones de Francisco Laína, el subsecretario de Estado de Interior que, durante el golpe de Estado de Tejero, dirigió el Gobierno: grabar todas las conversaciones telefónicas que salieron y entraron desde el Congreso de los Diputados en esas cruciales horas. ¿Dónde están esas cintas? Nunca más se supo de ellas. “Cuando llegamos al Gobierno en 1982, esas cintas habían desaparecido”, dijo hace unas semanas Alfonso Guerra, en un encuentro digital en 20minutos.es. “No sé si alguien se las llevó o fueron destruidas”.
Cuando César Falcón, mi padre –escritor, periodista, director del periódico del Partido Comunista Mundo Obrero y de la emisora de radio que retransmitía las crónicas de la guerra, Altavoz del Frente–, salió de España en marzo de 1939 huyendo de la persecución de las tropas franquistas para exiliarse en Francia y posteriormente en México, nunca creyó que jamás podría regresar a aquel país que había sido su patria durante 20 años y por cuyo progreso había luchado hasta el último minuto.
Cuando Carlota O’Neill de Lamo –hermana de mi madre, Enriqueta O’Neill–, esposa del capitán de aviación Virgilio Leret Ruiz, fue detenida en Melilla dos días después de que su marido fuese fusilado por las tropas facciosas que se habían alzado en armas contra el Gobierno de la República, nunca pudo imaginar que 72 años después, y en plena democracia española, no se habrían investigado y juzgado todavía los crímenes cometidos por los responsables de la dictadura que encabezaba Franco. Tampoco hubiera podido imaginarlo cinco años más tarde, cuando salió de la prisión melillense, viuda, sin conocer siquiera la tumba de su marido, y recogió a sus dos hijas, María Gabriela y Carlota, de ocho y diez años, en el asilo de huérfanos de militares de Aranjuez.
Ni cuando tuvieron que exiliarse en Venezuela, ocho años más tarde, ni ella ni mi madre ni mi abuela, Regina de Lamo, pudieron imaginar, terminada la II Guerra Mundial y abandonada España por las potencias democráticas a los horrores de la dictadura, que en 2008 la Audiencia Nacional española, ya en democracia, impidiese que los descendientes de las víctimas buscasen los restos de sus antepasados, tirados en las cunetas de las carreteras y en las peñas de los montes, como si de perros abandonados se tratase.
Las décadas han transcurrido, indiferentes al sufrimiento de las víctimas de la represión franquista: 200.000 desaparecidos, 250.000 fusilados, 600.000 encarcelados, un millón de exilados (en proporción a su población, 22 millones de habitantes, España es el país con más pérdidas humanas derivadas de una guerra civil).