ago 01 2010
¿El periodismo? Sí, aún vive
Rosa María Artal
Hubo un tiempo –breve, bien es verdad- en el que los políticos sólo aparecían en los medios llevando bajo el brazo una noticia. ¿Cómo hemos llegado a la omnipresencia de los partidos en la información? Todo empezó, probablemente, cuando las televisiones públicas se vieron obligadas a pesar y medir los gramos de propaganda política en las campañas electorales. La costumbre se institucionalizó y ahora su presencia mediática es perenne. Si ellos piensan que los medios son sus oficinas de prensa, lo realmente grave es que nadie se lo discuta.
La información nada tiene que ver con los votos. No es noticia lo que piensan los líderes políticos sobre todo lo que acontece. No lo es el patético recurso al “rifirrafe”, para colocar las declaraciones de uno diciendo que “todo es blanco“, y de su oponente afirmando que “todo es negro“. No es objetividad, es mal periodismo. La gama de los grises y de todos los colores y tonos están en los datos, en el trabajo. No nos aporta nada redifundir al infinito sus repetitivos discursos. Sólo crea desinformadora crispación, buscada, en muchos casos. No es periodismo aceptar los silencios cuando a los políticos no les conviene hablar. Pero ¿Quiénes se han creído que son? Nuestros representantes, nuestros bien pagados empleados.
Los países serios tienen menor presencia de los políticos y olvidan, sin duda, la báscula. ¿Alguien ha visto que en las televisiones norteamericanas aparezca McCaín cada vez que habla Obama? ¿Sarzoky tiene sobre sí la permanente sombra de Aubrey, la líder socialista francesa? ¿Quizás la BBC amplia sus telediarios para recoger lo que dicen Cameron y Clegg y el dirigente laborista cuando lo encuentren?
Cautivo y desnortado el periodismo mundial por haber abrazado con demasiada fruición el negocio y por la competencia de Internet que no asimilan, la España diferente añade la servidumbre periodística a unos políticos, prisioneros a su vez de los “mercados”. Nadie es más tirano que el débil sometido.
En este panorama, surgen voces nuevas que resquebrajan los cimientos. Wikileaks ha hecho temblar al Pentágono, salir a la palestra a Obama, y afilar las críticas de los establecidos. La muerte tramposa de inocentes no es un código de seguridad a preservar. ¿Y cómo se llama ese misterioso ente que cuenta a la sociedad lo que los poderosos quieren ocultar? Periodismo. Algo vivo que pugna siempre por salir entre la podredumbre o la mediocridad. El sueño de cambiar el mundo. Un peligro. Una y otra vez demuestra que es difícil acabar con su germen. Aunque lo intenten, claro está.