ago 09 2011
London Calling
Javier F. Barrera – Periodismo al Pil Pil
Las portadas de los diarios británicos de esta mañana de agosto queman. Literalmente están ardiendo. Los graves distrubios ocurridos en los barrios de Londres y en otros puntos de las islas tienen costernados al país, que ve incluso resquebrajarse la flema incombustible británica que lleva a que el mismísimo primer ministro británico, David Cameron, suspenda sus vacaciones en la Toscana para volver a casa para ver qué pasa con sus vecinos.
Los diarios españoles traen muy buenas crónicas sobre lo que está sucediendo y tratan de explicar por qué está sucediendo.
.-ABC: ‘Marginación y resentimiento’.
.-El País: ‘Las claves de las protestas en Londres’.
.-El Mundo: ‘Blackberry contra Twitter’.
.-Público: ‘Las revueltas sociales de Londres se extienden’.
.-En Ideal y los diarios regionales de Vocento: ‘La ola de violencia deja 215 detenidos’.
Lo que me interesa de estos disturbios son dos aspectos.
El primero es que si tiene que ver, cosa que habrá que estudiar, con el movimiento que generó el #15M y los Indignados, queda patente que a los ingleses les gusta protestar a la brava. Nada que ver con griegos o, un poner, los israelíes. Rosa María Artal reflexiona sobre este punto también justo en el post de más abajo: ‘Disturbios en Londres: una vuelta de tuerca’.
Y el segundo aspecto, al que íbamos. No es la primera vez que sucede. La rabia contenida en los barrios ingleses es de sobra conocida por todos los que fuimos jóvenes en los ochenta. No está de más recordar aquellos tiempos.
Finales de los setenta. Gran Bretaña no levanta cabeza. Ganó la guerra (la II Guerra Mundial) pero dejó de ser un Imperio. Perdió en 1948 su mandato sobre Palestina y también la Joya de la Corona, India. Lord Mounbatten fue el último virey de la India. El IRA golpeaba con tesón. Ocurrió el Bloody Sunday.
Llegó Margaret Thatcher, La Dama de Hierro. Era 1979. Gran Bretaña tenía que resolver el conflicto que emanaba de Rhodesia y, sobre todo, en Sudáfrica, con el apartheid, que Thatcher apoyó/disculpó/miróparaotrolado sin contemplaciones. Disfrutó la gloria de las Falklands, aká las Malvinas. Y, ya al borde de los noventa, se encandiló con Gorbachov y tiene escrito en el primer volumen de sus memorias que “junto a Ronald Reagan logramos derribar el Telón de Acero y terminar con la Guerra Fría y la amenaza de la Unión Soviética”.
Dice Alfonso Guerra, sobre el 15M: “O canalizan su indignación o no sirve para nada“. Y está equivocado.
Todos los disturbios ocurridos entre finales de los setenta y comienzos de los ochenta en Gran Bretaña generaron una actividad creativa inusitada, febril, colérica, rabiosa. Se llamó Punk. Y todo lo que surgió de las protestas en las calles.
Entiendo que desde el Punk se comprende mejor lo que sucede ahora mismo en los barrios de Londres. El personal se ha vuelto Punk, y aplican la fina y sencilla ortodoxia Punk: liarse a palos con The Police, pegarle fuego al barrio, y entre medias trasciende el agotamiento, la ansiedad, las bandas juveniles, irrumpen las redes sociales y el primer ministro británico que tiene que suspender sus vacaciones en la Toscana, o si hubiera ocurrido en España, en Marivent, que es donde la pasa el jefe del Estado, regateando.
Lo que ocurre en las calles de los barrios de Londres ya ha sonado antes en nuestro bar. Es un clásico con más de treinta años y los hay que siguen alucinando: jóvenes sin dinero, sin ambición, sin ideales, sin recursos, sin ayudas… No Future… Anarchy in the UK (*), que cantaban los Sex Pistols.
Y, atención, lo de Londres no es una batalla, es una llamada de atención, reiterada, clásica, como siempre… London Calling (**).
¿Qué quedará de todo esto? Más allá de los dos o tres centenares de detenidos, la lamentable imagen para la sociedad bienpensante de Londres en llamas, de la Policía reculando (se ve en el vídeo que nos sirve Rinze, también dos posts por debajo), lo que destilan los acontecimientos es un error de sistema. Es la juventud que está harta y protesta a su manera. Es lo de siempre. Pero de una forma nueva que trasciende y conecta a unos individuos con otros.
(*) The lyrics endorse a particularly sensational, violent concept of anarchy that reflected the pervasive sense of embittered anger, confusion, restlessness, economic frustration and social alienation which was being felt by a generation of disenfranchised youth amidst the repression and squalor of British life in the 1970s
(**)”London Calling”, el tema que abre el álbum, fue parcialmente influenciado por el accidente de un reactor nuclear de Three Mile Island en Pennsylvania en marzo de 1979. Las letras de Strummer también hablaban sobre el aumento del desempleo, conflictos raciales y las el abuso de drogas en Gran Bretaña.11