1- Aguirre anunció ayer que bajaría los sueldos de los altos cargos, incluidos los de su Gobierno, en un 2%. Estaría muy bien, si fuese cierto. La rebaja llega después de que esta franja de sueldos aumentase un 1,63% entre abril de 2008 y abril de 2009, por lo que la bajada real es de sólo el 0,4%. Si miramos desde 2006, desde que empezó esta legislatura, el total de subidas de los sueldos de los altos cargos ha sido del 10,48%, contando la rebaja de ayer.
2- Otro de los trucos de esa austeridad bien entendida, que empieza por uno mismo: en la última Ley de Modernización del Gobierno, Esperanza Aguirre aprobó que fuese compatible ser viceconsejero y diputado. Es decir, que puedan cobrar los dos sueldos. Seis personas del equipo de Aguirre se benefician de este genial truco para luchar contra la crisis.
3- Además del guiño populista de los sueldos, el PP de Madrid aprobó ayer su ley anticrisis. Consiste en una cacareada rebaja de impuestos para el que compre vivienda nueva (la usada no vale, que hay que ayudar a los constructores, no a los particulares que vendan piso) y algunas bonificaciones para modificar creditos. El gran paquete de medidas fiscales de estímulo a la economía supone la increíble cifra de cuatro euros por madrileño, el 0.01% de los ingresos tributarios de 2009: 24 millones de euros en total. Es una mínima fracción de lo que gasta el Gobierno de Esperanza Aguirre en propaganda: 160 millones de euros en 2006. En 2002, justo antes de que Aguirre llegase al poder, Madrid gastaba en publicidad institucional sólo 22,8 millones. El apoyo de la prensa no sale gratis.
4- Baja el paro en toda España. ¿Toda? No. La Comunidad de Madrid es la única donde sigue subiendo. Y no me extraña.
En la imagen Ignacio González, vicepresidente de la Comunidad de Madrid, se mofa de las críticas de la oposición sobre el plan anticrisis, ayer en el pleno de la Asamblea, enseñando sus bolsillos vacíos. González, según su versión, pagó más de 8.000 euros en efectivo para un viaje de lujo a Sudáfrica, acompañado por uno de los pricipales contratistas del Canal de Isabel II, que él preside. La foto es de Luis Sevillano / El País
Bernard Madoff pagará con 150 años de cárcel por los 50.000 millones de dólares que estafó. Sale a cuenta: son sólo 333 millones de dólares por año de condena, eso sin valorar el hecho biológico. Madoff tiene 71 años, la esperanza de vida media en Estados Unidos es de 78, así que si la estadística acierta y vive siete años más en prisión, cumplirá un año por cada 7.142 millones estafados, 19 millones por cada día. ¿Una ganga? En realidad, no. Madoff es el tipo más tonto de todo Wall Street.
Si se aplicase la sentencia Madoff como patrón, como metro de platino iridiado para depurar la responsabilidad penal de los genios de las finanzas que nos han llevado a la peor recesión de la historia, el mejor negocio sería invertir en cárceles para ricos. Lehman Brothers dejó un agujero de 691.063 millones de dólares, 13 veces más que Madoff. Alguien de ese banco debe, a la misma tarifa, más de dos mil años de prisión. Podemos esperar los 20 siglos sentados antes de que llegue esa condena.
Sólo en Estados Unidos, ha hecho falta pagar 1,2 billones de dólares a la banca para que su irresponsabilidad no sepultase el mundo conocido. En años Madoff, los banqueros estadounidenses deben 36 siglos en prisión. En Europa la condena es aún mayor. Según los últimos cálculos, los gobiernos de la UE han aprobado ayudas a la banca por algo más de 5 billones de dólares (3,7 billones de euros). Al cambio Madoff, son más de 15 milenios de cárcel.
Es cierto que Bernard Madoff era un estafador y que los demás banqueros, en teoría, cumplen con la ley (que para eso la pagan). Más a mi favor: Madoff es el tipo más tonto de todo Wall Street.
Los socialistas las prefieren de izquierdas pero se casan con la derecha catalana. “Así no agotamos la legislatura”, asegura un alto dirigente del PSOE, según cuenta Gonzálo López Alba en una interesante crónica hoy en Público. Aunque Zapatero volvió a insistir ayer en que subiría los impuestos a los más ricos, sigue sin quedar claro ni lo socios ni el calendario para tan noble empeño. Cristiano Ronaldo, en cualquier caso, puede respirar tranquilo. Como dijo Elena Salgado hace unos días, “un cambio en la fiscalidad nunca podría ser retroactivo“.
En España los impuestos son progresivos. Un empleado paga hasta el 43% de sus ingresos. Un empresario paga el 30% de sus beneficios (que no ingresos). Y los ricos muy ricos pagan el 1% a través de una SICAV (Sociedad de Inversión de Capital Variable). En 2005, después de que algunos inspectores de Hacienda fisgasen en las SICAV, donde guardan sus dineros las grandes fortunas, el Congreso votó de emergencia y casi por unanimidad que fuese la CNMV, y no la molesta Hacienda, quien las vigilase (es un decir). En España los impuestos son progresivos: cuanto más tienes, menos pagas. Y así progresivamente.
En España los impuestos son tan progresivos que Cristiano Ronaldo tributará al 24%, igual que un mileurista. “Esto se justificó en su día por el hecho de que había profesiones con una vida muy corta”, explicó Elena Salgado en El País. La vicepresidenta se equivoca: nunca fue ése el argumento. La bula galáctica viene de una reforma fiscal de Aznar (que no ha derogado Zapatero) para que los extranjeros que vengan a trabajar en España sólo tributen al 24%, ganen lo que ganen, sean futbolistas o plomeros. Pasará a la historia como la Ley Beckham porque el inglés fue el primero en acogerse a sus ventajas. Decía el Gobierno que ayudaría a que nuestras empresas fuesen más competitivas en la caza de talento foráneo. Como de talento en España vamos sobrados –por eso tantos científicos se van a trabajar fuera–, esta ayuda fiscal ha servido para fichar a esos profesionales tan importantes para ese nuevo orden económico basado en el conocimiento y la tecnología: los futbolistas. Y así progresa la economía española, otra vez campeones de Europa.
Era una de las obsesiones del arquitecto de Hitler, Albert Speer: dejar un hermoso cadáver. Prometió al führer que su Berlín imperial sería bello hasta después de muerto, que sus edificios se construirían de tal forma que incluso sus ruinas fuesen hermosas para servir de testamento eterno de la grandeza del Reich, al igual que el Coliseo prueba hoy la gloria de Roma. La teoría de Speer acabó siendo cierta hasta para el régimen nazi: el valor de una civilización lo da la belleza de sus ruinas. Por eso el edificio más famoso del perverso Reich ni siquiera está ya en Alemania sino en Polonia. En Auschwitz.
¿Qué quedará de nosotros cuando las plantas vuelvan a crecer entre el asfalto? En Arizona, las ruinas de la burbuja inmobiliaria aúllan en su agonía. Cantan. Muchas de las casas que sus dueños no pudieron pagar –enormes urbanizaciones, como nuestra Seseña o el Avelandia de Guadalajara– pertenecen ahora a los bancos, que prefieren no vender para no tener que apuntarse las pérdidas. Las casas, miles de ellas, permanecen así cerradas, arruinándose poco a poco. De cuando en cuando, la lluvia o el viento rompen algo y la alarma de la casa se dispara. Nadie la apaga. Los bomberos no pueden entrar sin permiso del dueño, y el banco no está para eso. Las alarmas, sin nadie que las consuele, siguen cantando así hasta el fin de las baterías.
Las alarmas siempre suenan tarde. “Muchos estadounidenses compraron casas a crédito sin informarse adecuadamente y sin aceptar sus responsabilidades”, dijo hace unas horas Obama, al anunciar la reconstrucción del nuevo orden financiero. Ojalá acierte. De la fealdad del modelo anterior dan fe sus ruinas.
Durante aquellos años nefastos, Buenos Aires fue la ciudad con el mejor reciclaje del planeta. No fue mérito del Gobierno sino de la crisis argentina y de sus hijos más castigados. Les llamaron cartoneros: cada noche, 40.000 personas salían de las barriadas hacia el centro para husmear en la basura de los ricos. Buscaban papel, plástico y vidrio que después vendían al peso. En un mes, con suerte y esfuerzo, un cartonero podía ganar 200 pesos, unos 40 euros. Para muchas familias, era la distancia entre la miseria y un plato caliente. Entre los cartoneros abundaban los niños. La escuela era un lujo que podía esperar.
Las cicatrices de las debacles económicas no se borran cuando remonta el PIB. El verdadero drama llega muchas veces después, cuando su herencia condena de por vida a toda una generación a la ignorancia, a la pobreza, a la marginalidad. La mayoría de aquellos cartoneros jamás volvió a los estudios. Hoy siguen en empleos precarios: su falta de formación no les permite aspirar a algo mejor.
España no es Argentina, pero nuestra crisis, que según las nuevas previsiones del Gobierno durará al menos dos años más, tampoco terminará cuando el PIB vuelva a florecer. Las hipotecas a 30 años seguirán estando ahí. Los hijos de la crisis en España no son cartoneros, son mileuristas. Es esa generación que algún pedante bautizó como “la mejor preparada de la historia de España” y que ahora es probable que sea la primera, desde la Guerra Civil, que viva peor que la de sus padres. A esa generación, a mi generación, la han estafado. Nos cambiaron una vivienda digna y un empleo estable por la Playstation 2.
Juan Carlos Escudier
El eventual cierre de la central de Garoña ha avivado el debate sobre el futuro de la energía nuclear en España que, como todo en este dichoso país, llega tamizado por la reyerta política. Así, se supone la derecha está a favor de esta energía y la izquierda en contra, aunque al credo del átomo se hayan sumado relevantes figuras del socialismo patrio como Felipe González o cuente entre sus sacerdotes con ministros del PSOE, como el titular de Industria Miguel Sebastián. Saltando por encima de ambas trincheras, se trataría de determinar si reducir la dependencia mundial del petróleo y, con ello, las emisiones a la atmósfera de CO2 hacen inevitable recurrir al uranio y sus derivados, sin entrar en los problemas asociados al almacenamiento de sus residuos.
La primera cuestión es puramente fabril. ¿Estaría en disposición la industria nuclear de ofrecer al mundo su presunta energía limpia en el plazo perentorio al que obliga el cambio climático? Y si fuera capaz de ello, ¿a qué coste? Sobre este último asunto, existen dos referencias recientes. Una la del reactor Olkiluoto 3, que se está construyendo en Finlandia, del que se dijo que se terminaría en el plazo récord de cuatro años (lo habitual son diez) por un importe de 2.500 millones de euros. Iniciado en 2005, se han anunciado ya varios retrasos que, según la francesa Areva, su impulsora, demorará su puesta en servicio al menos hasta 2012, con un sobrecoste de otros 3.000 millones de euros.
La segunda referencia es una detallada estimación de costos para una central nuclear comercial que una compañía norteamericana, la Florida Power and Ligth presentó en 2007 ante la Comisión de Servicios Públicos de Florida. Según el informe, el desembolso necesario para un proyecto de 2.200 megavatios con dos reactores de 1100 megavatios cada uno oscilaba entre los 12.100 y los 17.800 millones de dólares, o lo que es lo mismo, entre 8.600 y 12.500 millones de euros.
En definitiva, poner en marcha una central requiere mucho dinero y mucha paciencia.
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Y con mayo llegó al fin la primavera. ¿Son los datos del paro del mes pasado los esperados brotes verdes? En el Gobierno se muestran moderadamente optimistas. “Es la primera vez que las cifras son mejores que las previsiones”, dice Octavio Granado, el secretario de Estado de la Seguridad Social. En los últimos meses, la tendencia era justo la contraria: por negros que fuesen los pronósticos, la realidad siempre superaba a la ficción.
¿Hemos tocado fondo? Es pronto para decirlo. No basta con un dato bueno para sacar conclusiones: como dicen los economistas, para dibujar una línea hacen falta dos puntos. Y el punto siguiente para saber cómo evolucionará el paro llegará en otoño. En España, la curva del empleo es como la del uso de las bicicletas: despierta en primavera, se esconde en septiembre y reaparece puntualmente con las fiestas de Navidad. Normal en un país que pedalea con el turismo.
En el dato de mayo, sin embargo, no sólo ha influido el calor del verano sino también las ayudas del Plan E. ¿Qué pasará cuando este fondo se acabe? En el Gobierno estudian nuevas medidas para el otoño, entre ellas, una prórroga de estas ayudas. Desde hace unas semanas, un equipo del Ministerio de Economía también trabaja en el desarrollo de un modelo económico sostenible, en las tripas de ese futuro que prometió Zapatero en el debate sobre el estado de la nación. El problema es que los molinos de viento y los ordenadores no necesitan de tanta mano de obra como el ladrillo y los chiringuitos. España quiere ser California, el Silicon Valley de la UE. Pero tal vez nos tengamos que conformar con ser la Florida de los jubilados de Europa.
“El modelo de protección social que hemos conocido tiende a menos-menos porque ya ha dejado de ser necesario, al igual que lo ha dejado de ser la clase media: ambos han cumplido su función. La clase media actual fue inventada tras la II Guerra Mundial en un entorno posbélico, con la memoria aún muy fresca de la miseria vivida durante la Gran Depresión y con una Europa deshecha y con 50 millones de desplazados, y lo más importante: con un modelo prometiendo el paraíso desde la otra orilla del Elba. La respuesta del capitalismo fue muy inteligente (en realidad fue la única posible, como suele suceder): el Estado se metió en la economía, se propició el pleno empleo de los factores productivos, la población se puso a consumir, a ahorrar y, ¡tachín!, apareció la clase media, que empezó a votar lo correcto: una socialdemocracia light y una democracia cristiana conveniente; para acabar de completar la jugada, esa gente tenía que sentirse segura, de modo que no desease más de lo que se le diese pero de forma que eso fuese mucho en comparación con lo que había tenido: sanidad, pensiones, enseñanza, gasto social… que financiaban con sus impuestos y con la pequeña parte que pagaban los ricos (para ellos se inventaron los paraísos fiscales). Todo eso ya no es necesario: ni nadie promete nada desde la otra orilla del Elba, ni hay que convencer a nadie de nada, ni hay que proteger a la población de nada: hay lo que hay y habrá lo que habrá, y punto. Por eso tampoco son ya necesarios los paraísos fiscales: ¿qué impuestos directos van a tener que dejar de pagar los ricos si muchos de ellos van a desaparecer y si la mayoría de los impuestos de los que quieren escapar van a ser sustituidos por gravámenes indirectos?”
Santiago Niño Becerra, economista, en un interesante reportaje de Ramón Muñoz en El País. Un par de datos sacados del texto de Muñoz:
– La mitad de los españoles gana menos de 15.760 euros al año, es decir, son mileuristas.
– La desigualdad ha aumentado. El último informe mundial de salarios de la Organización Internacional de Trabajo (OIT) destaca que entre 2001 y 2007 crecieron menos del 1,9% en la mitad de los países. En España, el aumento real fue casi cero, como en Japón y Estados Unidos. Para 2009, la OIT pronostica que los salarios crecerán sólo un 0,5%.
“A mediados del 2010 es cuando verdaderamente empezará la crisis”.
“El nivel de deuda es brutal, las entidades financieras tienen unos agujeros tremendos aunque no se quiera admitir”.
“La recuperación de la crisis estará basada en la productividad y en la eficiencia, lo que significa que sobra y sobrará sin remedio mano de obra”.
“En España, un país muy dependiente, la crisis será durísima por la estructura del PIB basado en el ladrillo, el turismo, el automóvil y en infraestructuras baratas ya insostenibles. O hay un cambio del modelo productivo capaz de absorber a toda esa población o vamos a una tasa de paro del 30%”.
“Con el 2010 vamos a entrar en un parón de la actividad económica. No creo que quiebre ningún banco, porque el Estado los sostendrá, pero la gente no podrá sacar su dinero libremente porque si se vacían los bancos el Estado no podrá sostenerlos”.
“Cada persona podrá consumir un número determinado de litros de combustible al mes (…) Los camioneros tendrán que estudiar sus rutas y se les facilitará combustible para cubrirlas, pero para salir el fin de semana no habrá”.
“En 1933 se levantó la ley seca, no me extrañaría que en el 2013 se legalizara la marihuana. Viviremos de acuerdo con las necesidades y no con los deseos. Impensable la renovación de vestuario cada temporada y ya está bajando el porcentaje de divorcios, todas esas cosas que antes generaban PIB”.
“Tendrán trabajo los que realmente sean útiles, los que se hayan especializado”.
Santiago Niño Becerra, economista, ayer en la contra de La Vanguardia.
Visto en Que paren las máquinas
Arsenio Escolar
Hoy cumple un mes el nuevo Gobierno, hoy hace un mes que tomaron posesión los nuevos miembros del Ejecutivo, y el renovado “impulso” que anunciaba Zapatero, sobre todo en materia económica, no se ha sustanciado aún en nada relevante.
La nueva máxima responsable económica, Elena Salgado, decía el miércoles pasado que hay “brotes verdes” en nuestra economía. Deben de haberle salido con las lluvias de abril y el sol de mayo, como al olmo de Machado, pero sólo son por ahora visibles para la vicepresidenta Salgado, aún no los han localizado el común de los mortales. El último dato del paro es menos malo que los anteriores, pero no creo que podamos llamarle “brote verde”.
Preguntados algunos altos cargos socialistas sobre dónde están los brotes verdes y el nuevo impulso, me remiten a la próxima semana, al debate sobre el estado de la nación en el Congreso de los Diputados. El martes 12, en su primera intervención en el debate, Zapatero va a anunciar más medidas de choque para la economía, alguna, quizás una muy concreta, con pretensión de causar gran impacto en la opinión pública.
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Todo el mundo puede aguantar una naranja en el aire; la gran mayoría se apaña bien con dos; uno de cada cinco se atreve con tres y hay una persona entre cien mil capaz de hacer malabarismos con media docena al mismo tiempo. La metáfora circense la usan mucho los expertos en comunicación, que insisten con la moraleja del cuento a los políticos: es más eficaz vender una sola naranja en vez de media docena porque en democracia vota todo el mundo, no sólo los malabaristas. Sólo puede quedar un titular: si lanzas al aire demasiadas naranjas, lo más probable es que todas acaben en el suelo.
A pocos días del debate sobre el estado de la nación, el presidente del Gobierno aún está puliendo la naranja que, con seguridad, presentará el martes en el Congreso. Quiere que sea algo sonado: naranja grande, ande o no ande. Es ya casi una tradición. El año pasado no hubo debate por las elecciones, pero en el último, en el de 2007, el naranjazo fue la ayuda de 2.500 euros por cada bebé. Ahora la situación obliga y el presidente, en el momento más duro de la crisis económica, al borde de las europeas, quiere repetir el impacto mediático que logró con aquel anuncio.
La naranja del martes no será mecánica sino económica, y hay muchas especulaciones sobre su naturaleza. Según apuntan fuentes socialistas, a esta hora aún no está decidida, aunque se barajan varias opciones y los tiros pueden ir por la tecnología. Sólo hay algo seguro: como los 2.500 euros por bebé o los 400 euros por contribuyente, la nueva naranja será sencilla de explicar y de entender, como una marca, un eslogan o un icono. ¡Recen lo que sepan para que no les salga un Naranjito!
Hace unos días hablé en este blog de un manifiesto firmado por casi un centenar de economistas que proponía una serie de reformas del mercado laboral para afrontar la crisis. Leo ahora una interesante respuesta crítica a esas propuestas que os recomiendo. Lo firma el profesor de economía aplicada de la UAB Albert Recio: Es la estructura, no el mercado laboral. Estos son algunos de sus argumentos:
“No deja de ser una muestra de cinismo o de supina ignorancia encabezar un manifiesto (o un artículo) aduciendo que la crisis no la ha causado el mercado laboral para a continuación hacer recaer todo el cambio del modelo en reformas en este campo. Sin apuntar propuestas en otras direcciones. Uno siempre había supuesto que buscar las causas era una buena vía para encontrar soluciones. Aquí se nos propone que puesto que el suministro eléctrico ha fallado lo que tenemos que hacer es cambiar las bombillas.”
Quienes firman el manifiesto no son además expertos en el mercado laboral. Tocan de oídas o con la confianza inveterada en la calidad analítica de un reducido grupo de economistas del Banco de España o de Fedea (Bentolila, Dolado, Andrés…). Repasando el listado de firmantes se advierte la enorme presencia de personas adscritas a unos pocos departamentos y a una precisa corriente académica. Lo que en la profesión se conoce desde hace años como el grupo de los “minessotos”. Economistas teóricos, la mayoría especializados en teoría de juegos con poco o ningún interés por el análisis de la realidad concreta de cada país. O al menos es lo que siempre les hemos oído comentar, que la alta ciencia debe concentrarse en los modelos abstractos. Un grupo que ha alcanzado un enorme poder en la esfera académica y política. Personas que manteniendo una evidente comunidad de intereses y proyectos han conseguido colocarse en importantes puestos gubernamentales con el Partido Popular, el Partido Socialista, Convergencia y Unió. Personas por tanto influyentes a los que quizás habría que preguntar qué opiniones expresaron para evitar que acabáramos en el desastre actual. Por qué no advirtieron sobre “las causas” que han generado el problema. Y por qué siguen sin decir ni “mu” sobre qué reforma requiere el sistema financiero -un causante obvio del problema-, cómo se podría cambiar la estructura productiva del país -sin caer en la sobada generalidad del capital humano y el i+d que ya se enseña en bachillerato- y cómo se puede reconducir el cáncer inmobiliario. Hay incluso entre los firmantes quien hace años pronosticó el hundimiento inmediato de la Seguridad Social y cuando la realidad le dio un revolcón a sus previsiones, lejos de disculparse y dedicarse a otra cosa, ha seguido dando lecciones sobre el tema.
Un grupo de casi cien economistas españoles ha lanzado a debate una singular propuesta para reformar el mercado laboral español, esa montaña rusa capaz de generar parados o empleo basura casi a la misma velocidad, según suba o baje la economía. Por lo que leo en este artículo de Ana Cañil en Soitu.es, se trata de un equipo de investigadores económicos del mundo económico entre los que se cuentan muchas firmas independientes y prestigiosas.
La propuesta es concreta y radical y su punto más llamativo es un contrato único en el que los trabajadores van ganando derechos con el tiempo –nada de temporales o indefinidos–, lo cual supondría que los temporales no estarían tan desprotegidos como ahora, pero también que los actuales trabajadores fijos podrían ser despedidos con indemnizaciones más baratas (la legislación española establece una de las indemnizaciones por despido mas altas de la OCDE). Lo explican mejor los propios expertos:
Para acabar con la dualidad laboral es preciso simplificar el actual menú de contratos de trabajo con indemnizaciones por despido tan diferentes. Salvo por el contrato de interinidad, para la sustitución de trabajadores en baja temporal, el resto de los contratos temporales debe desaparecer. Simultáneamente debe introducirse un único contrato indefinido para todas las nuevas contrataciones, con una indemnización por año de servicio creciente con la antigüedad. La introducción de este contrato unificaría las causas del despido, manteniendo la tutela judicial para los despidos por razones discriminatorias.
Así, los trabajadores contarían con un contrato indefinido desde el principio de la relación laboral, mientras que los empresarios no se enfrentarían con la enorme brecha existente entre el bajo nivel de la indemnización de los contratos temporales (8 días de salario por año y en algunos casos incluso nada) y el alto nivel de protección de los contratos indefinidos actuales. Este diferencial es el factor inductor de la excesiva rotación. Por tanto, este contrato ayudaría también a reducir la grave desigualdad de oportunidades que sufren determinados colectivos, especialmente los jóvenes, las mujeres y los inmigrantes, que son los más afectados por la excesiva rotación laboral. Es posible que esta medida también favoreciese un despegue de la contratación a tiempo parcial, desalentada hasta ahora en nuestro país por el excesivo uso de la temporalidad.
Al elegir la senda de indemnizaciones es importante evitar un aumento de los costes laborales medios con respecto a la situación actual. A título de ejemplo, se podría empezar con una indemnización ligeramente superior a la actual para los contratos temporales y aumentarla progresivamente hasta alcanzar un valor alrededor de la media europea, por debajo del nivel actual más común para los despidos improcedentes (45 días) que, como se deriva de los rankings elaborados por organismos internacionales, es de los más altos de la OCDE.
Por lo que cuenta Cañil, a Zapatero y su gabinete la propuesta les gusta entre poco o nada, aunque algunos de los economistas que trabajan en el equipo del Gobierno no la ven con malos ojos. Dará que hablar.
Hay un par de cifras que explican bien la naturaleza feroz de esta crisis. En enero de 2008, en España había 5,07 millones de trabajadores temporales y 11,74 millones de trabajadores fijos. En marzo de 2009, el número de empleos temporales se había reducido en un millón, pero el empleo fijo no sólo no ha bajado con la crisis sino que ha crecido ligeramente hasta los 11,81 millones: hoy hay setenta mil personas más con contrato fijo que en enero de 2008.
Dice la patronal que en España despedir es caro. A la luz de estos datos, es obvio que para la mayoría de los empresarios despedir resulta innecesario, ¡para qué complicarse!: basta con no renovar el contrato temporal a ese enorme porcentaje de trabajadores precarios, esa casta sin derechos, para ahorrarse hasta la indemnización. El ajuste laboral –ese terrible eufemismo– no es ni caro ni barato: es simplemente gratuito.
La economía española fue la campeona de Europa en creación de empleo y ahora, por las mismas, se ha convertido en la plusmarquista mundial en paro. Una cosa ha llevado a la otra: el fraude de ley generalizado, que permitió a las empresas contratar a trabajadores temporales para cubrir puestos que deberían ser fijos, construyó el castillo de naipes que hoy se hunde dejando en la calle a cuatro millones de familias.
La crisis ha revelado la verdadera cara del milagro español: un crecimiento basado en el empleo precario y en el ladrillo cuyos cimientos plantó el PSOE de Felipe, cuyos muros levantó el PP de Aznar y cuyos cascotes ahora recoge el Gobierno de Zapatero. Mientras tanto, la (subvencionada) gran banca española se mantiene como la reserva espiritual de occidente y mantiene sus beneficios pese a la tormenta; que no todo van a ser malas noticias.