Iñigo Sáenz de Ugarte
Las manifestaciones del sábado han tenido como consecuencia un veredicto desolador para la oposición iraní: menos gente en las protestas y el endurecimiento de la represión. Diez personas han muerto en enfrentamientos entre la policía y “grupos terroristas”, según la televisión gubernamental. Las fuerzas de seguridad y las milicias de los basiyi han tenido carta blanca para disparar y golpear. El discurso de Jamenei del viernes ha provocado el efecto desgraciadamente esperado: si la oposición persiste en desafiar el resultado de las elecciones, habrá sangre en las calles y serán los rebeldes quienes pongan los muertos.
Musavi tardó demasiado tiempo en responder a Jamenei. Eso y la amenaza de violencia tuvo que desalentar a muchos de sus partidarios. El domingo ha comenzado sin disturbios en Teherán. No hay mucha información sobre lo que ocurre fuera de la capital.
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Iñigo Sáenz de Ugarte
Musavi no cede. Ahora se atreve a pedir a los jueces que liberen a todos los detenidos en las manifestaciones contra el fraude electoral. El poder judicial está controlado en Irán por los conservadores. Es su reducto particular desde el que, incluso en la época reformista del presidente Jatamí, se controla, y se reprime, a los sectores sociales que se rebelan contra la teocracia.
Las manifestaciones de este miércoles demuestran que la movilización popular no depende de una gran convocatoria anunciada de antemano ni de la presencia de Musavi en las calles.
La oposición resiste en la calle. ¿Por cuánto tiempo? No lo sabemos. El régimen aplica de entrada la primera medida ante cualquier revuelta popular: una represión dura pero no exagerada a la espera de que la movilización vaya agotándose ante la falta de progresos constatables. De momento, no lo está haciendo. Los ultras del régimen estarán pidiendo ya (más) mano dura.
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Iñigo Sáenz de Ugarte
Un punto de vista diferente sobre las elecciones iraníes: Western Misconceptions Meet Iranian Reality. George Friedman dice que los expertos internacionales sobre Irán, una vez más, se están equivocando. Ya lo hicieron en 1979, tanto los que pensaban que la dictadura del sha era indestructible, como los que apostaban por el éxito de una revolución liberal que se impondría tanto sobre el autoritarismo laico de los Palehvi como sobre el oscurantismo de los clérigos. Ambos estaban equivocados porque lo estaban sus fuentes, las personas que hablaban inglés y estaban a favor de una modernización laica de su sociedad.
(…) Ahora, el problema de partida vuelve a ser el mismo. Lo que él llama el ‘liberalismo iPod’ no representa a todo el país, que bien podría haber dado una victoria abrumadora a Ahmadineyad.
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Iñigo Sáenz de Ugarte
La noticia de esta mañana es que el Consejo de Guardianes ha aceptado hacer un nuevo recuento de algunos de los distritos electorales impugnados por la oposición en un intento de dar un barniz de legalidad a todo el proceso. La oposición no lo va a aceptar porque lo que pide es una nueva votación, y no simplemente aumentar el porcentaje de votos conseguidos por Musavi. Su única alternativa es provocar una insurrección no violenta que obligue a la élite política y religiosa del país a elegir entre la estabilidad institucional y el destino de Ahmadineyad. Apostarlo todo a la carta del presidente puede poner en peligro las mismas bases del sistema.
Para mantener la presión, las manifestaciones de protesta deben continuar, aunque el precio puede ser demasiado alto. Ayer ocho personas murieron tras finalizar la concentración a la que asistió Musavi, probablemente tiroteadas por las milicias proAhmadineyad.
(…) En realidad, la revolución, rebelión o insurrección popular sólo puede producirse en las calles, no en los periódicos o en las redes sociales. Irán no es EEUU y tampoco España. Las personas con conexión y vida propia en Internet son una minoría. Sólo alcanzan porcentajes mayoritarios entre los jóvenes y las clases urbanas, colectivos donde Ahmadineyad goza de pocas simpatías y que se volcaron en la campaña en favor de Musavi.
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Juan Varela
La rebelión ciudadana en Irán está en las calles, pero también en internet, donde los partidarios de Mir Husein Musaví aprovechan las herramientas de la revolución social de la web para sortear la censura y el bloqueo oficial. La revolución no está en periódicos y televisiones censurados, pero sí en Twitter, convertido en la mayor herramienta de información y comunicación entre quienes protestan contra la sospechosa victoria del presidente Mahmud Ahmadineyad. Y el ciberactivismo desde muchos lugares del mundo se ha unido en varios ataques contra las webs oficiales.
#IranElection es la búsqueda más repetida en Twitter los últimos días. Con esa etiqueta los usuarios identifican los textos y se pueden seguir los últimos acontecimientos relatados otras webs como Facebook, las fotos publicadas en Flickr o los vídeos de YouTube. Gracias a esas herramientas de la red social medios como Tehran Bureau han conseguido seguir informando a pesar del bloqueo de sus webs. Mientras, la comunidad iraní en el extranjero publica información suministrada desde el país en blogs como niacInsight.
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Juan Carlos Escudier
El eventual cierre de la central de Garoña ha avivado el debate sobre el futuro de la energía nuclear en España que, como todo en este dichoso país, llega tamizado por la reyerta política. Así, se supone la derecha está a favor de esta energía y la izquierda en contra, aunque al credo del átomo se hayan sumado relevantes figuras del socialismo patrio como Felipe González o cuente entre sus sacerdotes con ministros del PSOE, como el titular de Industria Miguel Sebastián. Saltando por encima de ambas trincheras, se trataría de determinar si reducir la dependencia mundial del petróleo y, con ello, las emisiones a la atmósfera de CO2 hacen inevitable recurrir al uranio y sus derivados, sin entrar en los problemas asociados al almacenamiento de sus residuos.
La primera cuestión es puramente fabril. ¿Estaría en disposición la industria nuclear de ofrecer al mundo su presunta energía limpia en el plazo perentorio al que obliga el cambio climático? Y si fuera capaz de ello, ¿a qué coste? Sobre este último asunto, existen dos referencias recientes. Una la del reactor Olkiluoto 3, que se está construyendo en Finlandia, del que se dijo que se terminaría en el plazo récord de cuatro años (lo habitual son diez) por un importe de 2.500 millones de euros. Iniciado en 2005, se han anunciado ya varios retrasos que, según la francesa Areva, su impulsora, demorará su puesta en servicio al menos hasta 2012, con un sobrecoste de otros 3.000 millones de euros.
La segunda referencia es una detallada estimación de costos para una central nuclear comercial que una compañía norteamericana, la Florida Power and Ligth presentó en 2007 ante la Comisión de Servicios Públicos de Florida. Según el informe, el desembolso necesario para un proyecto de 2.200 megavatios con dos reactores de 1100 megavatios cada uno oscilaba entre los 12.100 y los 17.800 millones de dólares, o lo que es lo mismo, entre 8.600 y 12.500 millones de euros.
En definitiva, poner en marcha una central requiere mucho dinero y mucha paciencia.
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Juan Carlos Escudier
A falta de mejores pasatiempos, la campaña electoral había derivado hacia el transporte y de los Falcon pasamos sin transición al coche oficial, ese medio parecido al taxi pero con más eslora que la que Mayor Oreja utiliza para ir a misa, que al fin y al cabo es un acto público no partidista. La última aportación al debate europeo ha llegado de la mano del ministro José Blanco, que ha revelado que la protección de Aznar nos cuesta el sueldo de 51 escoltas, lo que acaba con el tópico de que el ex presidente no está bien mirado.
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Juan Carlos Escudier
España se hunde y, lo que es peor, es que lo hace en un estanque de agua clorada al que ese patriarca de la libertad de expresión llamado Pedro J. Ramírez ha dedicado un verano azul tras otro, como Chanquete, pero sin reposiciones.
(…) Es que no hay justicia. Ramírez es una víctima y así lo entendió el Gobierno socialista al privatizarle el charco a toda prisa, o el PP con sus manifestaciones de apoyo a pie de playa mientras un avión pagado por el diario extendía su pancarta de “Libertad sin ira”. “Todo un presidente de Baleares, Jaume Matas, se atrevió a pedir disculpas a Ramírez en nombre de los mallorquines por el famoso caso de la piscina. ¿A quién habrá que pedir disculpas ahora?”, recordaba el editorial de Última Hora.
El arrojo del de Logroño nunca tuvo límites. Vean si no lo que afirmaba en 2005, aún reciente en su retina la terrible imagen de Puig y su espantoso bañador: “De ninguna manera aceptaremos que sobre estos 30 metros de acantilado (…) caiga la espada de Damocles de la interpretación más rígida de la Ley de Costas (…). Porque eso significaría que lejos de ser unos privilegiados –como algunos mentecatos nos llaman– seríamos unos perseguidos y unos represaliados políticos”.
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Isaac Rosa
Hace meses quise asistir a una obra teatral de Alfonso Sastre. Hoy me alegro de no haberlo hecho, para no ser señalado algún día de proetarra.
¿Creen que exagero? No tanto. La ley de partidos, que al principio despertó tantas dudas y escrúpulos, y que hoy se aplica con alegría, ha demostrado una elasticidad admirable. En ella cabe todo, y combinada con la doctrina judicial del “entorno del entorno”, nada se le resiste.
(…) Visto lo visto, yo voy a mirarme lo mío, no sea que pertenezca al entorno sin saberlo. Sobre todo después de leer la argumentación de la Abogacía del Estado para anular la lista de Iniciativa Internacionalista. Como ninguno de sus miembros está condenado por nada, se les criminaliza con cualquier cosa. Y en ese “cualquier cosa” es donde muchos podríamos ser batasunos sin saberlo.
Entre los “indicios”, firmar manifiestos por el fin dialogado de la violencia o contra la ley de partidos, haber publicado artículos en prensa a favor de la autodeterminación, o participar en una mesa redonda junto a algún abertzale. O no haber condenado a ETA en público, pese a ser, según la Abogacía, algo “política y socialmente procedente o razonable, y aún éticamente exigible”.
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Manuel Rico
El principal elogio que puede hacerse del último libro firmado por José María Aznar es que resulta de fácil lectura. Un feliz acontecimiento producto de dos factores. Primero: el lenguaje en que está escrito, que combina el tono de bloguero primerizo cuando habla del Gobierno socialista con la grisura de unos apuntes universitarios en las páginas dedicadas a explicar la crisis mundial y las bondades (infinitas) de las políticas económicas que Él puso en práctica en España. Segundo: la falta de cualquier idea original, de cualquier propuesta que no haya sido manoseada por los conservadores del planeta durante las últimas tres décadas, lo que ahorra al lector todo esfuerzo intelectual.
Son unos folios que ha podido escribir perfectamente Aznar, pero también el último becario aterrizado en Faes. Llamarle ensayo sería un verdadero atrevimiento; difícilmente llega a cuento corto. Circunstancia esta que obliga a realizar un segundo elogio de España puede salir de la crisis: sus 202 páginas con letras (hay otras 17 felizmente en blanco) se leen en 120 minutos.
Sería injusto, en todo caso, detallar sólo los elogios. El libro tiene también serios defectos, entre los que sobresale esa inclinación aznariana hacia la mentira o la manipulación. Hay falsedades groseras, que insultan a la inteligencia del lector, por ejemplo cuando el autor afirma que los socialistas españoles han prohibido por ley los contratos temporales (página 101). Hay mentiras evidentes, como sostener que la presión fiscal en España “ha subido más de tres puntos del PIB” desde 2004 (pág. 103), cuando en realidad ha caído en 2008 al nivel más bajo en 13 años. Hay manipulaciones descaradas, como escribir que se ha producido un “desplome de la inversión extranjera en nuestro país” desde que gobierna Zapatero (pág. 110), cuando el gran recorte de la inversión extranjera se produjo precisamente durante la segunda legislatura del PP –pasó de 40.700 millones de euros anuales en 2000 a tan solo 22.700 en 2003–, mientras que en 2008 registró un máximo histórico de 43.967 millones. Y así se podría seguir poniendo un ejemplo tras otro.
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Juan Carlos Escudier
Dando por bueno que el CIS se equivoca y que las que aciertan son las encuestas que dan por ganador en las elecciones europeas a Jaime Mayor Oreja, el PP se hallará inmerso en una paradoja a la que no será ajeno ninguno de sus protagonistas. De un lado el ex ministro, que después de cuestionar públicamente los principios de Rajoy y de pasear por calles y plazas el cadáver político de María San Gil como símbolo de la gran traición genovesa, sería el responsable no sólo de la continuidad del gallego al frente del partido sino de cimentar sus aspiraciones de llevar a la Moncloa sus cambiantes valores; y del otro el propio Rajoy, que renegó de sus compañeros del Cretácico y luego tuvo que recurrir a uno de los dinosaurios más afamados para apaciguar la organización y contrarrestar el empuje de una señora llamada Rosa Díez que gira la derecha con el intermitente de la izquierda siempre puesto, lo cual tiene muy desconcertados al resto de conductores. Por lo que al PP respecta, la paradoja es que ganando todos, todos pierden.
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Arsenio Escolar
Hoy cumple un mes el nuevo Gobierno, hoy hace un mes que tomaron posesión los nuevos miembros del Ejecutivo, y el renovado “impulso” que anunciaba Zapatero, sobre todo en materia económica, no se ha sustanciado aún en nada relevante.
La nueva máxima responsable económica, Elena Salgado, decía el miércoles pasado que hay “brotes verdes” en nuestra economía. Deben de haberle salido con las lluvias de abril y el sol de mayo, como al olmo de Machado, pero sólo son por ahora visibles para la vicepresidenta Salgado, aún no los han localizado el común de los mortales. El último dato del paro es menos malo que los anteriores, pero no creo que podamos llamarle “brote verde”.
Preguntados algunos altos cargos socialistas sobre dónde están los brotes verdes y el nuevo impulso, me remiten a la próxima semana, al debate sobre el estado de la nación en el Congreso de los Diputados. El martes 12, en su primera intervención en el debate, Zapatero va a anunciar más medidas de choque para la economía, alguna, quizás una muy concreta, con pretensión de causar gran impacto en la opinión pública.
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Isaac Rosa
La humanidad asiste a sus últimos días, ya podemos ir despidiéndonos. Los últimos humanos que conseguimos sobrevivir a la gripe aviar (que devastó medio planeta años atrás), a las vacas locas (que diezmó la población europea hace una década) y al efecto dos mil (que extendió el caos en occidente), vemos cómo la gripe porcina puede ser el tiro de gracia final, a la espera del meteorito que siempre está a punto de chocar contra la tierra.
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Juan Carlos Escudier
Rajoy ha descubierto que los nacionalistas no son demonios, o puede que lo sean, pero siempre habrá un sastre como el de Camps que les disimule el rabo en un traje príncipe de Gales hecho a medida. Con las mismas, ha comenzado un intenso flirteo parlamentario con CiU y PNV, y ya se le espera en la recepción del Día de San Jordi para hablar catalán en la intimidad con Artur Mas. Descuenta el PP que ganará las elecciones europeas y, a partir de ahí, decidirá si presenta una moción de censura a Zapatero o se limita a darle la matraca para que anticipe las generales. La piel de este oso se vende sola.
Con ese argumento, el académico Anson reescribía en El Imparcial el cuento de la lechera con Duran i Lleida en el papel de Caperucita: “Entre el PP, CIU, PNV, CC, IU, UPD y NB se alcanzaría mayoría absoluta para desmontar a Zapatero. El PP, naturalmente, debe renunciar a presidir el Gobierno de transición, fruto de la moción de censura triunfante. Lo lógico es que el presidente sea un representante de CIU, por ejemplo, Duran i Lleida. Si la moción de censura triunfara a mediados de julio, el nuevo Gobierno convocaría elecciones en agosto para que su celebración se produjera en octubre”. Y fueron felices y comieron perdices.
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Iñigo Sáenz de Ugarte
El Festival de Cine de Málaga ha colocado en la calle una réplica de gran tamaño de una máquina de escribir en homenaje a los guionistas. El colectivo peor tratado del cine español se lo tomará a buen seguro con filosofía. Todo tiene su lógica: los guionistas trabajan ahora con ordenadores pero cobran con sueldos de la época de la Olivetti. Cortesía de la debilidad endémica de la industria cinematográfica y de la importancia que los productores dan al guión.
Sin que eso suponga necesariamente un honor, los guionistas tienen a uno de los suyos al frente del Ministerio de Cultura. En una cartera que ha tenido al frente a intelectuales tan distinguidos como Javier Solana o Mariano Rajoy, parecería que la presencia de Ángeles González-Sinde se tomaría como un cambio interesante, eso que los columnistas cursis llaman un soplo de aire fresco.
También es verdad que nos encontramos ante la típica ocurrencia de última hora de Zapatero. El presidente es muy dado a elegir para sus gobiernos a profesionales distinguidos de su campo, que no de la política. No quiere decir que desconfíe de los políticos. Inmediatamente después del nombramiento de esos independientes, se olvida de ellos y ya empieza a pensar en nuevas incorporaciones para las listas electorales o futuros gabinetes. Como los presidentes de clubes de fútbol, pero sin tanto galáctico del que echar mano.
El nombramiento de González-Sinde no disfrutó de ningún margen de confianza al verse inmerso desde el primer minuto en las guerras digitales. Aunque cueste creerlo, algunas personas lo entendieron como una provocación. ¿Un profesional del mundo del cine al frente de Cultura? ¿Cómo se atreven?
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