jul 26 2012
El secretario de Estado para la UE debe dimitir
El responsable de una de las meteduras de pata más graves de la diplomacia española en bastante tiempo tiene nombre, apellido compuesto y sangre azul. Se llama Iñigo Méndez de Vigo y Montojo. Es barón de Claret, hijo de la condesa de Areny y descendiente directo del marqués de Cubas, de la reina María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, del duque de Riánsares y del marqués de Esquilache (el del motín). Uno de sus amigos, el periodista Ramón Pérez-Maura, lo presenta como un “europeísta de referencia”, un “apasionado del turf con caballos propios”. También es el secretario de Estado para la Unión Europea que avergonzó a España y enfadó a los gobiernos de Italia y de Francia por su ridículo afán de protagonismo, justo en los días en los que este país se juega su futuro por varias generaciones. Un aplauso al señor Méndez de Vigo por su enorme e inoportuno patinazo.
La decisión de enviar una nota de prensa “alucinante”, que “no se basa en ninguna realidad” –según la calificó el propio ministro francés de Asuntos Europeos–, fue suya y solo suya. A su jefe en el Ministerio de Exteriores, José Manuel García-Margallo, el disparate le pilló de gira por Perú y Ecuador. Méndez de Vigo, que cuenta con su propia asesora de prensa, envió el comunicado con el membrete del Ministerio sin consultarlo con nadie. En la nota daba por buena una alianza entre España, Francia e Italia tan deseada como, por ahora, inexistente
El error de Méndez de Vigo ha molestado profundamente en el Gobierno. No es para menos. En el mejor de los casos, estamos ante un secretario de Estado incompetente que confundió sus deseos con la realidad, que no sabe diferenciar entre una negociación y su pacto final: entre una conversación informal y una petición conjunta oficial de tres países. En el peor, ante un frívolo que intentó apuntarse un tanto y figurar como el artífice de un acuerdo vital para la salvación de España. Sea cual sea el diagnóstico, solo puede solucionarse de dos formas: con su dimisión o, en su defecto, con su destitución inmediata.