Juan Carlos Escudier
Puestos a engañar y falsificar las cuentas, es mucho mejor ser un gran banco que un pequeño país. Una entidad financiera en quiebra por sus desatinos gerenciales y los excesos de sus directivos recibirá ayuda urgente de los Gobiernos, ya sea en forma de préstamos oficiales a bajo interés o inyecciones de capital, mientras los ejecutivos que la condujeron a la ruina comandan el reflotamiento y mantienen intactos sus bonus. Sin embargo, si el que flirtea con la bancarrota es un país, esos mismos Gobiernos se demorarán en el rescate, impondrán condiciones durísimas a su población y fijarán para sus créditos tipos de mercado, porque uno ayuda mejor cuando además hace negocio.
Grecia ha mentido y ha maquillado su déficit, cierto, pero el castigo al que se ha sometido al país por parte de sus socios comunitarios ha rozado el sadismo. ¿Puede entenderse que desde que se decidió socorrer a Atenas hayan transcurrido dos meses y medio sin que se concrete la ayuda? ¿Qué sentido tenía abandonar a los griegos a su suerte, además de permitirles sentir muy cerca las mandíbulas de los tiburones financieros? ¿Se pretendía que otros países como Portugal o España vieran las orejas al lobo?
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Iñigo Sáenz de Ugarte
Vaya con la ‘conspiración’. El Financial Times publica hoy un editorial para decirle a Elena Salgado que se quede tranquila con el tema del déficit presupuestario, que no se acelere y aplique recortes en el gasto público que pongan en peligro la recuperación, que ante todo, mucha calma.
De entrada, y para tremendo alivio de Zapatero y Salgado, afirma que la situación de España es “claramente diferente” a la de Grecia. Si acaso, se parece más a la del Reino Unido. Esto no es un gran consuelo pero ayuda a poner las dificultades económicas de España en perspectiva.
El FT valora positivamente los planes de Salgado pero plantea dos dudas, las dos bastante razonables. En primer lugar, se pregunta si el Gobierno tiene la voluntad necesaria para aplicar los recortes ante la inevitable tormenta política que se producirá. Y después es cuando viene la recomendación de que los recortes no sean tan drásticos e inmediatos como para ahogar la recuperación.
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Pierre Nodoyuna
No deja de tener su aire de justicia poética que tenga que ser la especulación financiera de altos vuelos el chivato que saque las vergüenzas de la España del ladrillo, la de la esa otra especulación. La de “doy la señal de tres pisos y los vendo antes de un año”, la del alcalde corrupto que entra ovacionado en el cuartelillo, la de despedir a los currantes el viernes y contratarles el lunes para ahorrarse dos días de Seguridad Social, la del banco que crece a tasas superiores del 25% dando créditos para que alguien compre suelo rústico en un secarral.
“Aquí se está jugando”. El repentino descubrimiento de que en el Rick’s Café se juega es algo que los mercados financieros viven diariamente. Si la realidad es tozuda, la bolsa lo es más, puede ignorar un problema durante años y, de un día para otro, entrar en modo pánico. El dinero ha empezado esta semana a darse cuenta de que nuestra Españaza está jodida. Se ha zurrado de lo lindo a los mercados financieros patrios, cosa que, teniendo en cuenta que hay cuatro millones de parados y subiendo, nos debería importar relativamente. Pero ya saben lo sentidos que somos cuando los periódicos que escriben en inglés hablan de nosotros. Nos asusta, y pensamos, ora que España se rompe (one more time), ora que se trata de una conspiración perjeñada en la pérfida Albión, nido de especuladores.
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Jordi Sevilla
El Nobel Paul Krugman ha puesto de moda la calificación de doble cero para la década recién concluida, al considerar que ha sido una década perdida en términos económicos para EEUU. A partir de ahí, no han faltado voluntarios que trasladan a España la misma valoración, considerando los primeros 10 años del siglo XXI español como perdidos o desperdiciados, insinuando una culpa del Gobierno actual, que habría dilapidado la magnífica herencia recibida del anterior Ejecutivo del PP, cuando lo cierto es lo contrario: el balance que se puede hacer de la década pasada no es malo para nuestro país, incluso si nos abstraemos del pequeño detalle de que hemos vivido la mayor crisis internacional desde la de 1929.
Todo análisis comparativo es discutible porque sus resultados dependen de dos decisiones: medirlo según la tendencia o el nivel, así como seleccionar las variables a utilizar. Un ejemplo de lo primero lo encontramos en los actuales datos de ventas de muchos sectores de los que se dice: «¡Son un desastre, nos retrotraen al nivel de 2006!». Pero si miramos las declaraciones que el mismo sector hacía en ese año, resulta que estaban contentos con las cifras que hoy le parecen tan malas.
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Arsenio Escolar
¿Cómo será el año que viene, de verdad ves brotes verdes?, le pregunté el viernes pasado a un prestigioso economista del ámbito de izquierdas, cercano al PSOE. Me contestó que el año será malo, que en su opinión la recuperación no llegará realmente hasta por lo menos el 2011 y que en medio podemos sufrir una recaída. “A nuestra economía le puede pasar como a esos enfermos convalecientes a los que un día vemos ya de paseo por la calle, creyéndose recuperados, y que después tiene que volver a la cama o al hospital…”, contaba el economista.
Hace apenas dos semanas, la vicepresidenta económica, Elena Salgado, compareció en el Senado y entregó a los medios de comunicación un discurso en el que se señalaba el riesgo de que la economía española vuelva a caer tras una eventual recuperación. En su intervención ante los senadores, Salgado se saltó esa parte de su discurso, pero lo que llevaba escrito ha acabado calando entre los expertos más que las palabras que realmente pronunció.
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Juan Carlos Escudier
Los banqueros siempre han sido anarquistas, como bien sabía Pessoa. No se dejen engañar por su aspecto respetable, por sus ternos bien planchados o por sus suaves maneras para explicar cómo les sube el ebitda sin que parezca obsceno. Anarquistas fueron los Fúcar, los Wesler, los Rothschild y lo es Botín, que ahora ha descubierto las virtudes de la inteligencia emocional para comprar otros bancos sin hacer mucho caso a los balances. Este anarquismo es el que les ha permitido esquivar la tiranía que el dinero ejerce sobre el individuo de la única forma sensata que se conoce: amasándolo en cantidad suficiente para librarse de su yugo. Sentada esta premisa, nadie podrá citar la avaricia como el motor de sus acciones sino la libertad. Los banqueros son ricos para ser libres. Suena hasta poético.
En esta afanosa búsqueda de libertad hay que situar la pensión de jubilación vitalicia de 3,5 millones de euros al año que José Ignacio Goirigolzarri recibirá del BBVA, asunto que ha escandalizado a todo el arco político del país. Entretenida con sus cosas, nuestra clase dirigente acaba de enterarse, al parecer, de que entre los banqueros no existe el despido libre y que la temida quiebra de la Seguridad Social no es la principal causa de estrés en el gremio. Ignoraba, por ejemplo, que Goirilgolzarri ya se llevaba al año 4,5 millones o que su jefe, Francisco González, tuvo el detalle de bajarse el sueldo por eso de la crisis hasta los 5,3 millones, pero que si fuera despedido le corresponderían 93,7 millones y más de 100 al jubilarse. Y eso por no citar a la competencia, donde Alfredo Sáenz no baja en el Santander de los nueve millones al año y tiene un calcetín con 60 millones para cuando decida dedicar las mañanas a dar de comer a las palomas.
Así que la polémica en torno a Goirigolzarri es forzada y artificial, un echarse las manos a la cabeza colectivo muy de los políticos, que viven de tomar el dinero de los ricos y el voto de los pobres con el pretexto de proteger a los unos de los otros. Nótese que, en general, lo que ha parecido obsceno no es que se paguen estas cantidades sino que se haga en época de crisis. Es decir, horroriza el cuándo y no el cuánto, una sutiliza importante.
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Puestos a subir impuestos, hay tres alternativas. La primera es llevar el discurso socialista hasta el final y que los que más tienen, más paguen: bajar el IVA para incentivar el consumo y subir los tramos altos del IRPF. No es un modelo imaginario, es lo que ha hecho el Reino Unido.
Hay una segunda opción, dicen que más pragmática: dejar la redistribución de la riqueza para el gasto social e intentar recaudar lo máximo posible, aunque la factura la paguen los de siempre, las clases medias a las que se puede desplumar con facilidad; que los ricos también lloran, pero sus ingresos tributan a través de sociedades patrimoniales. Es una fórmula impopular e injusta. Pero, segun los técnicos, es también la más eficaz, si se trata de reducir el déficit y mandar un mensaje de austeridad a los mercados internacionales, donde cotiza nuestra deuda. Es la vía que ha propuesto el Gobierno en sus Presupuestos.
Aunque también hay una tercera opción con lo peor de ambos mundos. Consiste en aplicar la receta pragmática y vender el discurso idealista: subir los impuestos a las clases medias mientras se repite que serán los ricos los que más paguen. Decir una cosa y hacer otra.
Dentro del PSOE y del Gobierno, sorprende esa fijación de José Blanco en amagar a los ricos con unas subidas de impuestos que llenan todos los diarios menos el BOE. Ayer mismo, el ministro se escandalizó por la pensión millonaria del ex consejero delegado del BBVA. “Debería tener una fiscalidad mayor”, dijo Blanco. Y tiene razón, debería. Pero nada provoca más frustración en los contribuyentes que las promesas fallidas; que el Gobierno hable de amor cuando quiere decir sexo.
Tras un mes de agitación, el cóctel de la subida fiscal queda así: una parte de IRPF (5.700 millones de eliminar los 400 euros), otra parte de IVA (5.150 millones), unas gotitas en las rentas del capital (800 millones) y una rebaja para Pymes y autónomos (-700 millones). ¿Subir los impuestos vuelve a ser de izquierdas? Depende de la receta. La que propone el Gobierno, de momento, es tan ortodoxa que la podría haber firmado el PP si no estuviese tan ocupado con la caja B de la Gürtel.
Pero el combinado aún está por terminar. Habrá que esperar a que se enfríe en el Congreso de los Diputados. “Habrá cambios, o eso espero”, me cuenta un diputado socialista, que confía en que la negociación parlamentaria matice una subida de impuestos que, por ahora, no pagarán precisamente los más ricos. Sin embargo, las modificaciones que pueden arañar los demás partidos de izquierdas en el Congreso no pasarán de aceituna con palillo; la nada con sifón. El Gobierno, que también puede pactar con el PNV, no se atreve con las SICAV, considera intocables los actuales tramos del IPRF y ni se plantea crear un nuevo tipo para las rentas superiores a los 160.000 euros, como han hecho los peligrosos comunistas del Reino Unido.
Con la actual subida fiscal, las clases medias son las más afectadas, especialmente por la supresión de los 400 euros. Resulta irónico, sin embargo, que haya hecho falta que el Gobierno eliminase esta rebaja del IRPF para que al fin todo el mundo admitiese que esta medida, tan criticada, beneficiaba especialmente a los mileuristas y a las clases medias. “Nos quedamos solos defendiéndolo”, se queja una fuente oficial. El trago ahora es amargo.
Jordi Sevilla
Hay días en que los Gobiernos como que hacen limpieza de leyes atascadas y las aprueban a pares. Como hoy. Recuerdo una película en que los conceptos de vino y rosas se combinaban para acompañar una triste historia de amor y derrota. Pero no acabo de encontrar la ligazón entre la Ley de Presupuestos y la del Aborto, salvo por aquello del marco conceptual lingüistico de Lakoff que tantos problemas nos está trayendo. Parecería que cada Proyecto de Ley necesita del apoyo del otro para fortalecer un discurso conjunto emocionalmente “progre”. A mí, que debo ser muy raro, no me gusta lo que se conoce de los Presupuestos y sí apoyo la modificación del aborto. ¿Será por eso que van juntos, porque somos muchos los raros?
Al final resulta que ni los ricos van a pagar más impuestos ni la subida impositiva financiará nuevo gasto público. Despues de tanto ruido veraniego, idas y venidas, declaraciones y contradeclaraciones, al final se ha intentado contentar a todos y ha salido un frankestein. Me explico. Los ricos no van a pagar más porque el grueso de los mayores ingresos públicos procederán de medidas lineales, es decir, que se aplican a todos por igual: la supresión de los 400 euros, la subida del IVA (¿por que se aplaza a julio cuando puede que entonces empiecen a remontar las precios del consumo haciendo la subida más gravosa?) y 6 euros al año más para el 90% de las plusvalías que se declaran. Junto a eso, un retoque a la baja del impuesto de sociedades.
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Miguel Jiménez
Jean Baptiste Colbert, estadista francés del siglo XVII, decía que el arte de la tributación consiste en desplumar al ganso para obtener la mayor cantidad de plumas con el menor número posible de graznidos. El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, con sus mensajes casi siempre confusos y con frecuencia contradictorios, ha logrado un tremendo estruendo antes de arrancar una sola pluma. La insistencia de Zapatero en que serían las rentas altas las que cargasen con el grueso del esfuerzo de la subida de impuestos hizo pensar a muchos que el presidente aún sacaría un ganso, perdón, un conejo de la chistera.
Pero lo cierto es que el hecho de que la subida del tipo impositivo de las rentas de capital sea mayor (del 18% al 21%) a partir de los 6.000 euros no altera la conclusión de que serán las clases medias (mileuristas y dosmileuristas, principalmente) las que soporten el grueso de la subida fiscal, por más que el Gobierno insista en negar la evidencia. La ceremonia de la confusión ha llegado hasta el último minuto. En el Presupuesto “no se gravan más las rentas del trabajo”, ha dicho la vicepresidenta primera minutos antes de que la vicepresidenta segunda anunciase la subida de impuestos para las rentas del trabajo.
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Arsenio Escolar
¿Cuántos parados hay realmente en España? Según la última Encuesta de Población Activa (EPA), en el segundo trimestre de este año eran 4.137.500. Según los últimos datos del Inem y de otros servicios públicos de empleo, los parados al finalizar el mes de agosto eran 3.629.080. Pero, según sospechan tanto el Gobierno como los empresarios, son bastantes menos, incluso muchos menos.
El pasado sábado, ante el Comité Federal del PSOE, Zapatero se preguntaba en voz alta por qué sólo 28.000 personas han solicitado la ayuda de 420 euros mensuales prevista para parados sin derecho a subsidio y sin otros ingresos, cuando los supuestos afectados por la medida eran diez veces más.
Tres días antes, el miércoles 16, en el otro ladro de la trinchera y del debate, el presidente de los empresarios andaluces, Santiago Herrero, contaba estupefacto ante la Junta Directiva de la CEOE que en la provincia de Cádiz, la de mayor índice de paro de España (el 28% de la población activa no tiene empleo, según las estadísticas oficiales), sólo han pedido la ayuda de los 420 euros unos 170 trabajadores, cuando los que en teoría tienen derecho a ella son unos 15.000.
Distintos estudios oficiales calcularon que, el pasado año, 2008, el 23% del PIB español estaba sumergido: producción en negro, compraventas en negro y empleo en negro, sin pagar impuestos.
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