La aparición de los hijos de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, denunciando que fueron violados por su propio padre se une a la larga lista de atrocidades cometidas por este monstruo, y es la consecuencia de una política de encubrimiento sistemático por parte de las autoridades eclesiásticas y de la cúpula de la secta que habitan en la hipocresía y la mentira. Sorprende que, a pesar de lo mucho que se ha escrito sobre este prohombre que ha estado a punto de ser canonizado, jamás haya sufrido las consecuencias de sus fechorías –que parecen sacadas de una novela de terror–, y también que su imagen sea venerada en colegios y centros de la secta sin que se haya visto el menor gesto por parte de sus correligionarios para pedir perdón a la sociedad, no por sus atrocidades, sino por su complicidad al negar los hechos. Dado que ostentan o han ostentado cargos públicos de gran responsabilidad, tampoco estaría mal que Ana Botella o los ex ministros Michavila y Acebes, que son una referencia moral y avalan con su presencia la integridad de los actos de esta secta, pidieran alguna disculpa por si algún niño llevara en su bolsillo un estampita de este violador pederasta.
Vivimos en un país que se define aconfesional, pero que une en el mismo puente la fiesta de la Constitución con la de la Inmaculada (ambas sin pecado concebidas). Por eso hoy, día en el que toda España celebra el embarazo supuestamente espontáneo de una señora en Palestina, es el momento ideal para revisar alguno de los vídeos de Pat Condell. Con todos ustedes: Hijos de un dios estúpido.
Estimados obispos: ya que resulta tan difícil darme de baja de su base de datos de afiliados/bautizados, me gustaría conocer las nuevas normas sobre la herejía y el aborto. Es para saber a qué atenerme, más que nada, para no perder el derecho a la póliza de la vida eterna que sigo pagando con mis impuestos, ponga donde ponga la cruz.
Dice su portavoz, monseñor Camino, que quien apoye o promueva la reforma del aborto está en pecado mortal. Leo en la prensa que la advertencia, de momento, es sólo para los diputados. Pero me queda la duda de si ese pecado se contrae sólo por acción o si también por omisión. ¿Son cómplices de la “barbarie moral” los dirigentes del PP que durante los ocho años que gobernaron España, en los que hubo medio millón de abortos, no derogaron la ley? Parece que sí, ya que, según Camino, “quien contribuya a quitar la vida a un ser humano está en herejía” y, por tanto” excomulgado”. Pero me sorprende que ustedes, los obispos, se hayan manifestado del lado de herejes como José María Aznar. Seguro que sabrán cómo explicármelo.
Aunque mi mayor preocupación es otra: yo no soy diputado pero sí votante, y por acción u omisión también he pecado; formo parte del entorno del aborto. Como soy un tipo joven y ya no fumo, confío en vivir al menos hasta el 2012, así que creo estar a tiempo de salvar mi alma, que me ha costado un riñón. Cara a las próximas elecciones, para no reincidir, me gustaría que me orientasen más claramente sobre qué partido debo votar, una vez quede excomulgado todo el Parlamento. ¿Falange Española será suficiente para evitar el infierno?
Noticias así son las que te reconcilian con Europa: el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo ha declarado la presencia de crucifijos en las aulas como una violación de “la libertad de religión de los alumnos”. La sentencia llega tras la denuncia de una madre italiana, una santa, que después de perder en todos los tribunales de su país, recurrió a Europa y ganó. La mayoría de los partidos italianos ha criticado la decisión judicial; dicen que la cruz es “simbólica”, como si la palabra fuese sinónimo de irrelevante. Incluso el líder del centro izquierda, Pier Luigi Bersani, se ha puesto del lado del crucifijo, “una antigua tradición” que “no puede ser considerada ofensiva para nadie”.
Se equivoca Bersani, y no sólo porque será difícil que la izquierda vuelva a ganar en Italia si su política es como la de Berlusconi pero sin velinas. Que algo sea viejo no significa necesariamente que sea bueno y respetable –pocas tradiciones más antiguas que el machismo o la tortura–. Y a mí, que debo de ser nadie, me ofende la cruz en clase porque nada más lejos de la razón que la superstición. El símbolo de la fe de algunos no puede presidir el santuario de la educación de todos. La libertad de religión, como interpreta Estrasburgo, pasa también por respetar a los que sólo creemos en la humanidad, que ya es creer.
Pero Italia no es el único país que aún tiene pendiente esa separación entre la Iglesia y el Estado que en el norte de Europa lleva décadas resuelta. Aquí, en la España aconfesional del anticlerical Zapatero, el Estado pagará la mitad de los gastos de la visita del Papa en 2011, una factura de 50 millones de euros. Lo mismo es el momento de denunciarlo ante Estrasburgo.
Ser un Estado aconfesional no significa ser un Estado contraconfesional. Lo digo como un laico practicante. Pero dentro de mi concepción de la democracia y del socialismo está el respetar que cualquier ciudadano, ejerza un cargo público o no, vaya a misa, y que eso no sea objeto de censura. Me ha parecido una posición incomprensible el que se critique a alguien que accede a un cargo público importante porque tenga una práctica religiosa.
Pregunta: Se refiere a Carlos Dívar, el nuevo presidente del Poder Judicial.
Sí, me refiero a Carlos Dívar.
Carlos Dívar dijo textualmente: “Solo en amar a Cristo y en hacerle amar en una vida coherente y cabal se encuentra la única verdadera Justicia”. ¿Le parece lógico que un juez que considera los principios de su fe como la verdadera justicia presida el máximo órgano de los jueces en un país aconfesional?
Absolutamente. Yo procuro ser coherente con mis principios. Es muy ejemplificador lo que ha pasado con Carlos Dívar. Cuando me sugirieron su nombre, analicé su trayectoria profesional e institucional, pero, al igual que no hago con ninguna otra persona, no indagué, porque no forma parte de mi visión de la vida democrática, si iba a misa o si era evangelista, o había apostatado. No lo hago con nadie. Lo otro me parece precisamente lo que desde los fundamentalismos religiosos se practica y yo combato. En mi concepción de la democracia, el respeto a la práctica religiosa ha de ser absoluto. Soy tan combativo en eso como lo soy cuando los obispos han intentado impedir leyes aprobadas por el Parlamento.
La marcha del orgullo de Madrid tenía un lema Por una escuela sin armarios. Pienso en mis colegios, el Chamberí de los Maristas y El Prado del Opus Dei y me sale del alma otro lema mejor que engloba al primero: Por una escuela sin dioses.
Recuerdo el colegio Chamberí y a un hermano marista llamado Alejandro que en 1º de primaria cerraba las contraventanas de la clase para crear un ambiente adecuado para la representación. Después se subía al escenario donde estaba la pizarra y su mesa y embutido en su habito negro nos hablaba en medio de la oscuridad de Belcebú, nombre que asusta bastante más que los blandengues diablo y demonio. El tal Belcebú, según el entusiasta relato del hermano, vigilaba nuestros movimientos día y noche, sobre todo de noche. “Si alguna vez escucháis golpes en vuestra habitación es que estáis en pecado y Belcebú os ronda para arrastraros al infierno”. Debía tener yo seis o siete años y pasé unas cuantas noches asustado por los ruidos de los vecinos. Mi problema era obvio: ¿cómo denunciar ante mis padres la presencia del maligno? Su pregunta sería: ¿cuál es tu pecado? Trataba de recordar mis malas acciones del día y no sabía elegir cuál de aquellas minucias ellas era la razón de mi problema.
“Hay gente que piensa que la idea del diseño inteligente, el nuevo creacionismo, es buena y no se da cuenta de sus implicaciones nefastas. Hay que distinguir siempre entre la gente de buena fe, que cree que el diseño inteligente demuestra que Dios existe porque estamos bien diseñados, y los líderes científicos o religiosos, que sí entienden las consecuencias… Y es una barbaridad porque implica una blasfemia. Las mujeres tienen el conducto natal muy estrecho para el paso de la cabeza del niño como consecuencia del agrandamiento evolutivo de nuestro cerebro, de modo que miles de bebés y madres mueren durante el parto; y todos los años hay millones de abortos espontáneos. Si admitimos el DI —yo le llamo diseño imperfecto—, Dios sería el mayor abortista del mundo.”
Hay una leyenda urbana en Internet que asegura que el botón de cierre de puertas de algunos ascensores es sólo un placebo creado para tranquilizarnos con la falsa idea de que todo está bajo control, bajo nuestro control. Según esta teoría, las puertas de los ascensores se cierran solas, sin importar que pulsemos ese botón, que sólo está ahí para que creamos que la máquina obedece y así Frankenstein no aterrorice; que el botón es como el chaleco salvavidas de los aviones (¿no sería mejor un paracaídas?) o el volante de los cochecitos de los tiovivos.
Los fabricantes de ascensores lo niegan, pero los conspiranoides no se rinden: “Eso es lo que ellos quieren que creamos”. Dicen que si se descubre que el botón es un timo, el miedo claustrofóbico sería doble: si la orden de cierre no funciona, ¿quién garantiza que el ascensor obedecerá al botón de apertura de puertas?
Los psicólogos no se meten en mecánica de ascensores, pero sí corroboran este efecto, que llaman ilusión de control: nuestro cerebro prefiere creer que maneja la situación hasta en el azar. Por eso muchos jugadores de dados lanzan más fuerte la mano cuando quieren un número alto y son delicados cuando necesitan uno bajo, como si la velocidad tuviese algo que ver con el tocino.
La ilusión de control es poderosa, pues sabe a libertad cuando no lo es. En la próxima Renta, por ejemplo, se puede elegir entre dar dinero a la Iglesia o dar dinero a las ONGs, muchas de ellas de la Iglesia. Sin embargo, da igual el botón que pulses, pues pagas lo mismo, y el IRPF tampoco es la primera fuente de dinero público para la Iglesia, que también gana con la educación o las exenciones fiscales. Al menos los ascensores no prometen el séptimo cielo.
“Esto de que unos tíos que no saben hacer la o con un canuto se pongan a reprobar al Papa tiene un componente desquiciado y chusco que no lograría superar el principado de Andorra si mañana declarase la guerra a los Estados Unidos.
(…)
En la reacción furibunda del Mátrix progre ante las declaraciones de Benedicto XVI sobre la humanización de la sexualidad descubrimos la falta de orientación de un mundo que ya no se esfuerza por entender sus palabras, que ya ni siquiera las puede entender, porque le falta la luz que viene de lo alto. Es un signo escatológico clarísimo; y aceptando convertirse en diana del escarnio y la calumnia furiosa -en este contexto debemos situar este intento chusco de reprobación de los ignaros-, Benedicto XVI, varón de dolores, está preparando a los cristianos para afrontar la Cruz. Así de duro y así de simple: «Ecce Homo».”
Me recuerda una escena de El hijo de la novia (min 1:32)
Cura: Porque él le dio alegría a millones de personas y después esos mismos fanáticos se dieron la vuelta y le crucificaron Ricardo Darín: Terminó la función. Dejad ya de hablar de Cristo Cura: ¿Cristo? ¿Yo hablaba de Maradona?
“Como todo el mundo sabe, dirijo desde hace años un programa de radio en la Cadena COPE cuyo accionista mayoritario es la Conferencia episcopal. Como también sabe todo el mundo, no soy católico. Esas dos circunstancias no han causado por regla general ningún problema. Yo no imparto catequesis ni discuto sobre el dogma sino que me dedico a la información y a la opinión, y de la misma manera que un fontanero sirve si arregla grifos y no si va a misa, así he seguido yo en COPE con bastante éxito durante varias temporadas. Esa situación nunca presentó problemas ni para los obispos ni para el pueblo llano. Por el contrario, debo decir -nunca antes lo conté- que incluso hay congregaciones de monjas que rezan todos los días por mí y por mi programa.”
(…)
“En ocasiones, he pensado si mi destino no será similar al de los antiguos judíos de corte, personajes que ponían su capacidad superior al servicio de gentes de otra religión y que realizaban sus funciones con lealtad y competencia hasta que los fanáticos y los envidiosos lograban colgarlos en la plaza mayor del pueblo alegando su pureza de fe y de sangre.”
Los obispos se merecen la penitencia, la cría de cuervos tiene estas cosas. Pero se equivocan los que creen que la tocata y fuga de Losantos responde a movimientos políticos en las prietas filas de la Conferencia Episcopal. Ratzinger puede dormir tranquilo; el relativismo moral no hace mella en Rouco Varela.
Por una vez, tampoco es culpa del Gobierno. Al contrario, le echarán de menos: nada moviliza más al votante socialista que el dóberman, una dosis de losantín por las mañanas. Mariano Rajoy, por el contrario, sí brindará con su salida; Federico predica la herejía entre su parroquia. Pero tampoco parece que su mano esté detrás: sería la primera vez que el líder del PP pasase al contraataque frente a los que le mueven la silla en la derecha.
Los motivos de los obispos son otros, y tienen que ver con el cepillo, no con el dogma ni con la fe. A Losantos le han consentido que aprovechase el púlpito para montar un grupo de comunicación paralelo, Libertad Digital. No dijeron nada antes porque Internet no parecía ser negocio y la TDT tampoco lo ha sido. Pero el último regalo de Esperanza Aguirre a Losantos es una licencia de radio, a medias con Pedro J., y por ahí los obispos no pasan. Una cosa es la simbiosis, donde ambas partes ganan, y otra el parasitismo. Que la Iglesia es generosa, pero no tonta.
“Creo que la Cope sin mí se va a freír espárragos… ¡con lo que nos ha costado poner esto en marcha!” (…) La cadena “quiere que me vaya pero que me quede”, y eso “no es posible” (…) “César Vidal y yo vamos a cumplir nuestro contrato. Tengo un contrato y lo voy a cumplir” (…) “No quiero dejar la radio” (…) “Si alguien creía que nos íbamos a ir humillados y enfadados es que no nos conocen. César (Vidal) y yo vamos a cumplir nuestro contrato salvo que la empresa nos despida. Pero lo único claro ahora es que no han tenido caridad, con lo bien vista que está esa virtud, de explicarnos nada”.
“Si la Iglesia no nos deja, lo bautizo yo en el chorro”, dice el padre del mal llamado bebé medicamento, que es católico a pesar de todo. No me sorprendería que un párroco de Algeciras tuviese más compasión cristiana que el propio Vaticano y no pusiese pegas para bautizar a Javier, el niño milagro. Hace ya tiempo que no sólo la sociedad sino también la propia infantería de la Iglesia, la gente que está ahí fuera, en primera línea, marcha a un ritmo distinto al que quieren imponer los sabios de Roma. En algunas misiones de África, son las monjas las que muchas veces reparten los condones; y cuando les preguntan por qué, responden que el quinto mandamiento dice que no matarás, y allí el SIDA mata.
Así es la Iglesia y sus contradicciones. En su seno, desde hace dos siglos, se libra una batalla interna entre los que defienden que la fe debería ser también de este mundo y los que, por el contrario, argumentan que es el mundo moderno quien debe cambiar, y no la fe; que se mueva la montaña y no Mahoma. En ese gran debate interno, ha habido avances históricos, como abandonar la misa en latín y otros cambios que impulsó Juan XXIII y su aggiornamento, su ‘puesta al día’ que se concretó en el Concilio Vaticano II de los sesenta. Pero hace décadas que mandan en Roma los sectores más conservadores, los que sólo se mueven para desandar lo poco andado.
Esta contrarreforma, que trata aquel agguiornamento como la nueva herejía, nació con Juan Pablo II pero ha dado con Benedicto XVI sus pasos más firmes. Una de sus primeras decisiones fue, por cierto, permitir de nuevo la misa en latín. Para Roma, la Tierra –centro inmóvil del Universo– vuelve a ser plana.