jun 07 2008

Por los huesos de Bedia

Tag: La semanaIgnacio Escolar @ 23:27

El mensaje oculto apareció durante una reforma de la fachada del edificio, en julio de 1984. La nota estaba escondida bajo una losa, sobre la clave del arco principal de la entrada del Ministerio de Educación, en la madrileña calle de Alcalá. Estaba escrita a mano, con mala caligrafía. Decía así: “Pedro Bedia Perojo, natural de Valdecilla, provincia de Santander, cerró este arco el día 30 de Agosto de 1928. Camaradas, salud. Cuando derribéis este arco, tomáis un vaso por mis huesos”.

Bedia Perojo mandó un mensaje al futuro pero no pasó a la historia. Él no fue el arquitecto, sólo un anónimo albañil. La firma de la obra corresponde al burgalés Ricardo Velázquez Bosco, que también dibujó los planos de otros edificios emblemáticos de aquel Madrid de principios de siglo que soñó con ser París, como el Ministerio de Fomento (hoy Agricultura) o el Palacio de Cristal, en el Retiro. Bedia Perojo, del que nunca más se supo, cerró el arco con sus propias manos. Con su nota manuscrita, cumplió con una vieja tradición; un ritual que nació en la Edad Media y que aprendían los albañiles, de maestro a peón: dejar constancia para el futuro, con un mensaje escondido sobre la puerta principal, de quiénes y cuándo levantaron el edificio. En ocasiones no era sólo una simple nota sino que se escondían también, en una caja, un juego de monedas y los periódicos del día.

La vieja tradición ha mutado en el siglo de las grúas y los adosados. Ahora el mensaje al futuro no se esconde al terminar el edificio sino cuando aún no se ha empezado a trabajar en él. Ya no es sobre la puerta principal sino bajo la primera piedra, ese invento que sirve a los políticos para inaugurar las obras por partida doble: cuando empiezan y cuando acaban.

Tal vez sea ésta una de las razones que explican por qué las administraciones públicas son, por regla general, tan poco dadas a gastar en educación y en ciencia. No luce para conseguir votos, aunque sea la inversión más rentable para una sociedad. A diferencia del asfalto, del ladrillo, del mármol o del hormigón, el futuro nunca se inaugura.

Aumentar el presupuesto para la investigación y para la educación –ahora en manos de las autonomías– debería ser una prioridad absoluta si queremos pasar de cuartos y competir, por fin, con las grandes potencias mundiales. Pero no basta sólo con invertir más, hay muchos problemas de fondo que son estructurales, que no requieren más dinero sino valentía política.
Con la educación, como con el fútbol, todo el mundo es seleccionador nacional. Se repiten tópicos y falsedades sobre la autoridad, el discurso que tan bien le funcionó a Sarkozy en Francia, como si el ejemplo a seguir fuera el de la educación franquista del florido pensil; el de los cachetes y las listas de los reyes godos.

Tampoco se está afrontando el problema de la inmigración. En los últimos años, se ha duplicado el número de alumnos extranjeros en los colegios. En este curso rondan el 9,4% del total. Según los expertos, la educación de estos estudiantes requiere más recursos, más profesores y clases de apoyo, ya que muchos hablan otro idioma, tienen un nivel académico más bajo y pertenecen a las clases sociales más pobres, las que menos medios tienen para acceder a la cultura.

La mayoría de las autonomías han escondido el problema creando una educación de primera –la concertada, a la que se permite levantar barreras económicas para que los inmigrantes queden fuera de sus aulas– y otra de segunda, la pública, donde algunos centros alcanzan hasta un 80% de alumnos inmigrantes. El modelo sirve para agradar a los padres nacionales, a los votantes, al tiempo que se emplea el dinero de todos para dinamitar la educación pública. Los hijos de los inmigrantes –como ahora ha descubierto a fuego Francia, tras la explosión de las banlieues– también son parte de nuestro futuro.

Con la educación universitaria el problema es otro, y su solución también requiere valentía política. A muchos padres tampoco les va a gustar.

En los últimos 30 años, España ha inaugurado decenas de universidades, cientos de facultades. Hemos logrado un fantástico primer objetivo, que la universidad no sea sólo para las élites económicas. Pero tenemos pendiente otro reto: competir en excelencia con las universidades punteras europeas y estadounidenses.

Pocas iniciativas de la UE han hecho tanto por convertir Europa en algo más que una unión económica como los programas de becas Erasmus. Estas ayudas también han demostrado otra cosa, a padres y a alumnos: estudiar fuera de casa es una de las mejores experiencias personales y educativas para un joven.

¿Tiene sentido que cada capital de provincia ofrezca todas las licenciaturas? ¿No sería más efectivo invertir los recursos en grandes facultades de referencia, repartidas por todo el país, y becas para que todos los estudiantes, sin importar sus recursos económicos ni su ciudad de origen, puedan estudiar en ellas? El problema, una vez más, pasa por las inauguraciones. Nadie ha ganado unas elecciones por cortar la cinta de un programa de becas.

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P.D.: La botella de náufrago de Pedro Bedia Perojo, enmarcada entre dos planchas de metacrilato, decora hoy una de las salas del Ministerio de Educación. 80 años después, su arco sigue en pie. Un país necesita arquitectos, pero también albañiles. Tomad un vaso por sus huesos.

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jun 01 2008

Del castigo, los toros y los ciclistas

Tag: La semana,PPIgnacio Escolar @ 00:20

“No conozco a nadie que pueda ser mejor jefe de filas y que conozca mejor el ciclismo que Mariano Rajoy” (aplauso cerrado). El surrealista halago es del presidente del PP en Galicia, Alberto Núñez Feijoo. Lo dijo ayer, desde la meta volante de Valladolid, desde ese acto con el que Rajoy quiere remontar su dura etapa hacia el Congreso de Valencia. Feijoo fue de los últimos en hablar, el decimocuarto toro de la tarde. Cuando se encadenan tantos discursos almibarados pasan estas cosas. Hasta el político más atento en el cuidado del elector –en el buen trato al que lo elige, su jefe de filas– se queda sin elogios. Hay que hacer virtud hasta de la lectura del Marca.

Mariano, mientras tanto, pedalea y pedalea (en sentido metafórico, que lo suyo es el deporte televisado). Además de saber mucho de ciclismo también sabe aguantar el chaparrón. “Algunas críticas no van a minar mi voluntad”, dijo ayer en Valladolid. Los que recuerdan su etapa en la pantanosa política gallega de los años 80 dan fe de que Rajoy aguanta. “Su problema es otro, que no toma decisiones”, asegura uno de sus rivales dentro de la ejecutiva del PP. “Y para una vez que toma una buena va y la cambia”. El 9-M, la noche en la que perdió las elecciones, Mariano Rajoy tenía decidido abandonar la política. Hasta se permitió alguna broma en la sede de Génova sobre el buen tiempo que hace siempre en Santa Pola, donde mantiene su plaza de registrador de la propiedad. Su círculo más cercano, cada vez más pequeño, asegura que cambió su decisión por responsabilidad, porque se lo pidió la mayoría del partido –la mayoría que ayer le acompañaba en Valladolid–. Algunos de sus críticos creen que la razón fue otra, que cambió de idea por orgullo, por cómo le trataron Losantos, Telemadrid y El Mundo cuando olfatearon que tal vez pensaba seguir montado en la bicicleta; que se creció en el castigo.

De lunes a lunes, el congreso hacia Valencia continúa con palos en las ruedas del, de momento, único candidato. El último alunizaje contra Rajoy fue un misil terrible. Gabriel Elorriaga, a diferencia de las anteriores traiciones, era uno de los suyos. Con él entre los críticos, ya no cuadra la teoría de duros frente a moderados, donde Gustavo de Arístegui ejercía de anecdótica excepción. “Es un problema de liderazgo”, dicen desde el gobierno de Madrid. “Son cuatro gatos con mucho altavoz mediático”, responden los marianistas.

Sin embargo, el resto de la semana no le ha ido tan mal al ciclista. El miércoles, el juicio a Federico Jiménez Losantos le dio un valioso balón de oxígeno. El locutor inquisidor cometió el gravísimo error de dejar la estrategia de su defensa en manos de un Pedro J. Ramírez al que se veía dolido por no ser él, esta vez, el mártir en la defensa de la calumnia, disfrazada como libertad de expresión. Y así le fue. A pesar de que Esperanza Aguirre, Ángel Acebes y Eduardo Zaplana comparecían como testigos de la defensa, Losantos no tuvo la prudencia de hablar antes con ellos para pactar las preguntas. Los políticos del PP fueron a declarar, que siempre impresiona más que una tertulia de radio, sin saber qué se esperaba de ellos. Sin embargo, las estrategias y las alianzas entre cierto PP, la COPE y Pedro J. no han cambiado. Sea cual sea la sentencia, pronto se olvidará. Sus protagonistas, incluido el propio Losantos, ya están a otra.

lasventas-astarloa.jpgJuan Costa, mientras tanto, sigue con sus cuentas. Aún no está claro si dará el paso, aunque desde el entorno de Esperanza Aguirre apuestan a que sí se presentará. Hay un poco de “pasa tú primero, que a mí me da la risa”, como en el chiste, en la postura del resto de los críticos. “No soy un suicida”, admite otro de los que barajó presentarse y no lo hará. Una cosa es salir a los medios con un discurso crítico, otra muy distinta apuntar tu nombre en una lista contra el presidente de tu propio partido. Como siempre en el PP, pesa la sombra de UCD: el miedo a pasar a la historia como la persona que dividió a la derecha española.

A Juan Costa, que cuenta con el respaldo de 35 diputados del PP, no le preocupan tanto los avales como algunos apoyos claves. “Si consigue que María San Gil vaya en su lista, tendría una oportunidad”, aseguran desde el PP de Madrid, donde sostienen que no existe una conspiración organizada contra Rajoy sino un descontento generalizado por su falta de liderazgo. “Las cuatro personas que, con él, fueron claves en la llegada del PP al poder –Aznar, Rato, Oreja y Cascos– ahora coinciden en que Rajoy se tiene que ir”, dicen desde el entorno de Aguirre.

Costa, el lunes, tiene una buena oportunidad para saltar, aunque podría hacerlo incluso en el último momento, el mismo 21 de junio en el que arranca el congreso de Valencia. Mañana se celebra la primera reunión de la comisión ejecutiva nacional del PP desde el 11-M, desde el día en que Rajoy anunció que seguiría tras su derrota electoral. Si hay un superlunes en el que Costa podría dar el campanazo, es el de mañana.

Mientras se aclara con quién está San Gil, el resto de los aliados de Costa parecen claros. Ya ha hablado con Rato, que le apoya, y también con Esperanza Aguirre, que ve su candidatura con buenos ojos siempre que sea una presidencia de transición; una solución a Rajoy hasta que, en 2011, en el siguiente congreso del PP, se decida quién es el candidato a la presidencia del Gobierno. El viernes, en la plaza de toros de las Ventas, en Madrid, Juan Costa compartió burladero con Ignacio González (el dos de Aguirre), Gabriel Elorriaga y otro de los descontentos, Ignacio Astarloa. Aunque una cosa es ver los toros desde la barrera y otra muy distinta saltar al ruedo. En el PP no faltan espontáneos. Lo que buscan es un buen apoderado.


may 25 2008

El PP y la estrategia del loco

Es un defecto de fábrica que, como muchos otros en nuestra democracia, viene de la transición (sin pecado concebida). “Tras el franquismo, había tal vacío en la vida pública que algunos de los espacios de poder que debían llenar los políticos aquí los ocupó la prensa”, afirma un dirigente socialista. “Y hoy sigue igual” –se lamenta–. “Se acostumbraron a mandar sin el incordio de tener que pasar por las urnas y parte de aquella generación de periodistas pensó que su trabajo no era la información, sino la política”. Por eso ahora lo llevan tan mal. Presumían de poner y quitar presidentes, y ahora ni siquiera pueden con el líder de la oposición.

A un mes del congreso de Valencia, dan ganas de coger palomitas y sentarse a disfrutar de la película. Cada semana que pasa, mejora el espectáculo que está dando la derecha en su definición más amplia –la política y la mediática–. A este ritmo, no se sabe si Mariano Rajoy llegará vivo a Valencia o si, por el camino, el muerto será el propio Partido Popular.

El director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, amenazaba hace una semana con lanzar “la bomba atómica” contra el mismo candidato para el que, hace sólo un par de meses, pidió el voto. Es una buena metáfora, aunque no tengo claro si a Ramírez se le calentó el armamento o de verdad está dispuesto a provocar un conflicto a gran escala dentro de la derecha española; una guerra que, como las nucleares, suponga la aniquilación de todos los contendientes. En los años cuarenta, el matemático John von Neumman, uno de los padres de la bomba atómica, teorizó un conflicto así y creó un discurso sobre el que después Estados Unidos construyó toda su estrategia militar durante la Guerra Fría: la doctrina MAD.

MAD, en inglés, significa loco. Y también son las siglas de Destrucción Mutua Asegurada. Esta teoría parte de una premisa: que ambos contendientes cuentan con la potencia nuclear suficiente como para vengarse en caso de que sean golpeados. No importa quién sea el primero en atacar. Si hay guerra en un escenario MAD, todos salen derrotados: puedes aniquilar al enemigo, pero a
costa de tu propia destrucción.

En la derecha española, dos almas llevan décadas librando su particular guerra fría: los liberales y los carlistas. Tras luchar durante más de un siglo, el XIX, ahora les unen dos cosas: la ambición de poder y el enemigo exterior, la izquierda. Ambas partes tienen un botón rojo, pero saben que separarse sería su mutua destrucción. ¿Qué pasaría si el PP se fracturase en dos partidos? Que jamás
volvería a la Moncloa.

La crisis del PP ha llegado a tal extremo que ya hay quien enseña los misiles. Desde la derecha, se especula con dos operaciones para hundir a Rajoy, aun a riesgo de dinamitar el barco. Una, la menos peliaguda, pasa por una segunda lista encabezada por Juan Costa y que podría anunciarse esta semana. El ex ministro presume de contar con el apoyo de Rato, aunque otros en el PP no lo tienen tan claro. En los últimos días, la derecha mediática –El Mundo y la COPE– están apoyando la operación. Costa tiene un problema: su nulo tirón electoral. “Con esa imagen, no gana ni las elecciones a su comunidad de vecinos”, dice un diputado del PP.
Para muchos de los que le apoyan, es una virtud, pues le convierte en un líder de transición, hasta que en el congreso de 2011 los verdaderos caballos en esta carrera salgan por fin al hipódromo. La operación también tiene sus riesgos para los conspiradores: si Costa pierde, cosa que hoy parece lo más probable si se llega a presentar, Rajoy saldría mucho más fortalecido que si Valencia se cierra a la búlgara. Sería la primera vez que don Mariano ganase unas elecciones.

La otra jugada con la que el sindicato del crimen conspira ahora es tan letal para Rajoy como para el propio PP. Es la guerra termonuclear y consiste en fracturar el partido. La bomba atómica existe y ya está en el Congreso de los Diputados. Se llama UPyD. Desde el partido de Rosa Díez, ya han anunciado que sus puertas están abiertas para los que salten del tren del PP, ahora que Rajoy ya no defiende Españaza.

En un escenario MAD, dice la teoría, nadie pulsa el botón rojo, pues todos tienen mucho que perder. En la Guerra Fría, funcionó, y, en cierto modo, el equilibrio atómico permitió la paz. Como diría Aznar, el problema empieza cuando los misiles caen en manos de los terroristas.


may 17 2008

Cinco lunes a la luna de Valencia

Tag: La semana,PPIgnacio Escolar @ 22:55

Una vez es anécdota, dos pueden ser casualidad. A la tercera, la estadística te derrota y cuando ya son cuatro sólo queda admitir la tendencia y esperar el quinto advenimiento. Primero fue Aguirre, luego Zaplana, después Acebes y el último incendio de los lunes lo ha montado San Gil. ¿Quién será el siguiente pirómano?

A medida que se acerca el congreso del PP, la crisis en la derecha no sólo no se diluye sino que va a más. A estas alturas, es ingenuo pensar que la sucesión de latigazos que afronta Mariano Rajoy en su calvario hacia Valencia no responde a una estrategia calculada de acoso y derribo. Los que saben de comunicación saben también lo que vale un lunes. Es el día en el que arranca la semana, es el día en el que arrancan las noticias. Las historias de la semana anterior tienen que ser muy importantes, tienen que tener nuevos picos de intensidad, para que vuelvan a las portadas de los diarios una vez pasa el domingo, cuando el marcador se pone a cero. Si Zaplana, que se fue un martes, o Acebes, que se largó un lunes, o San Gil, que comunicó su enfadó el domingo por la noche, hubiesen dado el portazo un viernes, a las 72 horas ya no serían noticia de portada. Al dejar plantado a Rajoy en el arranque de la semana, el bofetón duró los siete días. A eso, en política, se le llama premeditación y alevosía.

Y mañana será lunes y el PP proveerá. Viendo la agenda, sobran candidatos para alunizar contra Rajoy. El lunes, José María Aznar dará una conferencia en el hotel Wellington de Madrid. Organiza la FAES, esa fundación del PP en la que jamás ha mandado Rajoy. La excusa es el décimo aniversario de la entrada de España en el euro. Puede que Aznar no se salga del guión y hable sólo de su libro, como hizo en una reciente charla sobre Josep Pla. El ex presidente del Gobierno cuyo dedo señaló al hoy cuestionado Rajoy lleva ya semanas callado. Sin embargo, mucho tiene que haber cambiado Aznar para que no le haya disgustado la manera en la que se ha llevado la crisis con María San Gil. En esta batalla, Mariano Rajoy ha conseguido una derrota doble. No pudo centrar su discurso político, pues al final asumió como propias todas las barbaridades ultras de San Gil sobre los nacionalismos. Pero tampoco evitó el incendio, pues la presidenta del PP vasco, más que aconsejada por Jaime Mayor Oreja, le dejó plantado igual. A propósito es difícil hacerlo tan mal.

Aznar no es el único con cita el lunes. También tiene conferencia el alcalde de Madrid, que hablará en el mismo foro ABC donde, hace unos lunes, Esperanza Aguirre lanzó su desafío al grito de “no me resigno”. La guerra de Gallardón es otra y sería sorprendente que ahora mudase de bando, aunque milagros más raros se ven estos días. Su juego pasa por convencer a Rajoy de que él sí será leal para que lo incluya en su equipo. El jueves, en la fiesta de San Isidro, patrón de Madrid, Gallardón pasó tres horas con Rajoy. Sin embargo, la reunión fue más corta de lo que al alcalde le habría gustado –Gallardón llegó antes de lo previsto, con mala cara, a la siguiente cita de su agenda–. Ambas partes implicadas en el encuentro, los gallardonistas y los marianistas, niegan que hubiese oferta. Como dice un político madrileño, partidario de Aguirre, “en el cuaderno azul de Rajoy cada día que pasa hay más nombres tachados”. Otros en el PP no se fían y creen que la alianza por el centro reformista aún podría ser, tal vez con
Gallardón de vicesecretario en vez de como secretario general.

Pero el lunes que más teme Rajoy es otro, uno que aún no está anunciado en la agenda. Desde hace semanas, varios sectores del PP se mueven para construir una lista alternativa que pelee en Valencia por liderar el partido. Es una tercera vía, que empujan varios diputados descontentos, a espaldas tanto de Francisco Camps como de Esperanza Aguirre, que ha cambiado de estrategia y por ahora prefiere esperar al siguiente congreso, al de 2011. Sólo falta el personaje clave de esa lista, el número uno. Desde los escaños rebeldes tentaron primero a Eduardo Zaplana y también hablaron con Gustavo de Arístegui. Pero el nombre que más suena, el que más daño puede hacer a Rajoy, es el de Juan Costa. El ex ministro, que abandonó un sueldo millonario en Ernst & Young para enrolarse en la campaña electoral de Rajoy, deshoja la margarita y se piensa sus opciones. Tiene una oferta para volver a la empresa privada, que siempre paga más y da menos disgustos. Hay quien cruza apuestas sobre cuál de los dos fichajes estrellas del proyecto económico de Rajoy, Costa o Manuel Pizarro, será el primero en demostrar que la economía bien entendida empieza por uno mismo. Pero Costa, antes de abandonar la política por segunda vez, podría presentar batalla. El miércoles se reunió con Rodrigo Rato, su mentor, y no fue para hablar de negocios.

Cada día que pasa, son más en el PP los que creen que Rajoy no llegará al congreso del PP en Valencia como único candidato. “Y si llega, habrá muchísimo voto en blanco”, dice un diputado conservador. Al cuestionado líder del PP aún le falta un mes hasta el congreso. Le quedan cinco lunes a la luna de Valencia. A este ritmo, son más que suficientes para que los conspiradores manden a Rajoy a tomar los lunes al sol.


may 10 2008

Motín en la Bounty

Hay dos teorías para explicar por qué la tripulación de la Bounty se amotinó. Hay que estar muy enfadado para, en 1789, cuando la traición se pagaba con una soga al cuello, abandonar en un bote en el Pacífico a tu capitán y a 18 marinos leales a él, provistos sólo de algunos alimentos, una vela, un sextante y un reloj. El capitán Willian Bligh, con todo, tuvo suerte. 41 días y 5.800 millas después del motín, consiguió llegar a la isla de Timor. Sólo perdió un hombre en una heroica travesía donde demostró más dotes de mando que en toda su carrera anterior. Hay dos teorías para explicar por qué la Bounty se amotinó contra Bligh y ninguna deja bien al capitán.

Un año y medio antes del motín, la Bounty había partido de Inglaterra con destino a la isla de Tahití, en el Pacífico. Su misión consistía en recoger un cargamento de brotes de fruto de pan y llevarlos hasta el Caribe, donde la planta serviría como alimento barato para los esclavos de las plantaciones de caña de azúcar. Bligh intentó llegar al océano Pacífico rodeando América por el sur, pero una tempestad le impidió doblar el cabo de Hornos. Tuvo que cambiar su ruta y casi dar la vuelta al mundo para llegar a Tahití por el camino más largo, a través del sur de África y el Índico. La Bounty llegó a su destino a los 10 meses de partir, con demasiado retraso. Los brotes de fruto de pan no estaban para viajes. Había que esperar a una nueva cosecha.

Tras el infierno en alta mar, la tripulación disfrutó de la relajada vida en la isla y de sus nativas. Algunos incluso se casaron. A los cinco meses, cuando por fin el cargamento estuvo listo y Bligh dio la orden de embarcar, muchos de los marinos protestaron. Unas semanas después, llegó la rebelión en alta mar.

Hay dos teorías para explicar el motín, aunque probablemente fue una mezcla de ambas. Unos historiadores culpan a la inexperiencia del capitán y a su excesiva mano dura; a un espartano racionamiento del agua. Otros, sin embargo, creen que el motín no lo provocó la disciplina sino la ausencia de ella durante los relajados meses en Tahití. Los marineros en tierra, junto a las nativas, pronto se acostumbraron a un paraíso que no quisieron olvidar sin más.

La historia de la Bounty ya ha dado para tres películas. La mejor de ellas, con Marlon Brando como protagonista en el papel de oficial rebelde, es hoy muy comentada en los pasillos del Congreso. “Rajoy se está comportando como el capitán Bligh”, me dice un diputado del PP, que asegura que “Rebelión a bordo” es la película que mejor explica la situación de su partido. “No se fía de ninguno de sus oficiales y por eso se está rodeando de pelotas y mediocres en lugar de apoyarse en los mejores e intentar integrar a las distintas corrientes”.

Esta semana, tras dos meses de tormenta, el capitán Mariano Rajoy ha reconocido lo evidente: que en el barco del PP se viven “circunstancias difíciles”. Es todo un avance, pues hasta ahora defendía que la crisis de su partido sólo existía en la imaginación de los periodistas. Sin embargo, su definición se queda más que corta, es como llamar marejadilla a la tempestad. Mientras en público las declaraciones críticas se suceden hasta en los sectores del PP menos dados a las intrigas –¿quién iba a imaginar a Ignacio Astarloa o a María San Gil pidiendo explicaciones a su presidente?–, en privado la cosa es mucho peor. Hoy es casi imposible encontrar a un dirigente del PP que no reconozca, sin grabadoras delante, que su partido está viviendo la crisis más grave de toda su historia. Hay incluso quien habla del riesgo de una ruptura en el propio grupo parlamentario. Es lo más parecido a un naufragio que puede imaginarse la derecha.

Pese a la división en el PP, hay una cosa en la que existe casi total unanimidad: Rajoy no será el candidato en el 2012. Más allá del círculo cercano al presidente del PP –sus leales, que saben que se irán en el bote con él si la rebelión triunfa–, la gran pelea de la derecha es, en el fondo, cosa de dos. Está entre los de Esperanza Aguirre, que quieren que Rajoy se marche ya, y los de Francisco Camps, que prefieren que sea dentro de tres años, en el congreso de 2011. A Camps le interesa que Rajoy aguante porque él aún no cuenta con proyección nacional. “No quiere dejar el poder en Valencia para meterse en un despacho en Génova a hacer oposición a cuatro años de las elecciones”, argumentan desde el PP de Madrid.

Más allá de los dos oficiales que aspiran a quedarse con el timón del barco, algunos diputados buscan una tercera vía. El ejemplo de Zapatero y la historia reciente del PSOE es evidente, aunque les daría urticaria sólo de reconocerlo como tal. Alrededor del llamado G40, un grupo de diputados y senadores del PP en los cuarenta y tantos años, se especula con la posibilidad de una segunda lista para el congreso de junio. “Lo tienen difícil”, dicen los de Aguirre. “Rajoy ha utilizado el partido para atar el congreso con avales en blanco, no conseguirían ni siquiera el número suficiente como para llegar a presentarse”.

Mientras algunos oficiales, los que más disfrutaron del paraíso de los años de Gobierno, abandonan el barco, el resto del partido se queja de la disciplina. Han descubierto ahora las desventajas de un sistema presidencialista con un poder de mando militar; un esquema pensado para que en el PP no se repitiesen las disidencias de la vieja AP, pero que hace aguas cuando el mayor rebelde es el propio capitán. En esta película, sólo falta un papel por asignar. ¿Quién hará de Marlon Brando?

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Otro motín que viene al pelo, el del Caine


may 03 2008

Tres políticos en busca de destino

Alberto Ruiz-Gallardón. Fue Francisco Marhuenda, director de La Razón y ex jefe de gabinete de Mariano Rajoy, el primero que recuperó su nombre. Fue hace un mes, el 2 de abril, y aquel comentario en la boca del lobo, en la tertulia de Losantos en la COPE, ha provocado más de un patinazo desde entonces. “Yo creo que Rajoy está pensando en Gallardón para su lista en el congreso”, dijo Marhuenda. Y Esperanza Aguirre tembló.

Francisco Marhuenda, un mes después, asegura que aquel comentario fue inocente; que sólo le movía la intuición y la lógica, el conocimiento cercano de la manera de pensar de su antiguo jefe, y no información directa. ¿Le pasó realmente a Rajoy por la cabeza la idea de recuperar al alcalde de Madrid, que ya fue secretario general de AP, para la política nacional? Puede ser. El caso es que aquellas palabras de Marhuenda en la COPE fueron uno de los desconocidos detonantes de la guerra que, al grito de “no me resigno”, declaró Esperanza Aguirre unos pocos días después. ‘Si lo dice alguien tan cercano a Rajoy como Marhuenda, algo de verdad habrá’, pensaron los aguirristas, que espolearon a su lideresa con Gallardón como pica. Para la presidenta de la Comunidad de Madrid, la simple posibilidad de que su archienemigo, el alcalde, se sentase a la derecha del padre era de por sí lo bastante grave como para saltar. Y Aguirre saltó… al vacío.

Un mes después, cuando el humo de aquella primera batalla ya casi se ha despejado, la lección para Rajoy es clara. Ya sabe cuál es el mayor punto débil, el talón de Aquiles, del general rival: a Aguirre le pierde su odio a Gallardón. Si Rajoy desea que la lideresa salte otra vez, y se despeñe contra las rocas de un congreso que ya está muy atado, sólo tiene que premiar al alcalde de Madrid. Basta con enseñar el capote de Gallardón para que Aguirre embista. ¿Secretario general del PP? Difícil, pero no imposible. Dependerá de los movimientos de su melliza enemiga. Tiene su gracia que el destino de ambos políticos, Aguirre y Gallardón, esté tan íntimamente ligado. Lo que el odio ha unido, ya no lo separa el hombre.

Pero la vida en el PP no se acaba en el congreso de Valencia. Dentro de algo más de un año se celebran elecciones europeas y el nombre de Gallardón suena también para encabezar esa lista. Es un regalo envenenado para la vanidad del alcalde de Madrid. Si acepta, por fin podrá medir su gancho electoral frente al PSOE en unas elecciones en toda España. Pero sea cual sea el resultado, aunque las gane, tras las urnas sólo espera el destierro. Basta con hacer un repaso a los últimos cabeza de lista para las europeas del PSOE y del PP: Jaime Mayor Oreja, Josep Borrell, Rosa Díez, Abel Matutes, Fernando Morán… Para la mayoría de los políticos españoles, Bruselas suele ser la última estación.

“Para las europeas quedan 14 meses, y en este negocio una semana ya es una eternidad”, dice un dirigente del PP. En su partido, más allá del destino del alcalde, otros políticos buscan su lugar en el mundo. El que más prisa tiene, como de costumbre, es el último en llegar.

Manuel Pizarro. “Yo no quiero nada, Mariano, llevo 25 años siendo mi jefe, no me voy a poner ahora a ordenar lo que hacen los diputados”, le respondió Pizarro a Rajoy en su enésimo rechazo a un puesto menor dentro del Congreso. Tras encumbrar a Soraya Sáenz de Santamaría, a Pizarro le han ofrecido casi de todo dentro del grupo parlamentario popular y a todo ha dicho que no. Ya no quedan muchos caramelos en esa bolsa y ninguno de ellos puede compensar los que ha perdido.
Pizarro comenzó a arrepentirse incluso antes de perder las elecciones. A las pocas semanas de enrolarse en el PP, se convirtió en unas de esas personas a las que basta que le preguntes “qué tal” para que te lo cuenten. “¡Quién me mandaría a mí!”, se lamentaba el turolense. El ahora diputado renunció a un sueldo millonario porque pensaba que sería ministro (“de Justicia, no de Economía”, decía él siempre). De diputado raso, y sin el cariño de Rajoy, la cosa pinta peor.

Un posible destino, a la medida del personaje, podría ser la presidencia de Caja Madrid. Pizarro cumple el requisito más importante: ser íntimo amigo de Esperanza Aguirre.

Juan Costa. Pizarro es el más famoso, pero no el único que ha renunciado a un sueldo de impresión a cambio de entrar en las listas de Rajoy. En parecida situación está Juan Costa, que dejó la presidencia de Ernst & Young, donde ganaba un millón de euros anuales, para volver al Congreso. Si Rajoy no le encumbra como secretario general, en sustitución de un Ángel Acebes al que todos dan por amortizado, tampoco parece probable que aguante cuatro años de oposición.

Juan Costa, natural de Castellón, tiene en el presidente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps, a su principal apoyo. Su hermano, Ricardo Costa, es el secretario general del PP valenciano y uno de los hombres de máxima confianza de Camps. Sin embargo, este respaldo es también una dificultad para Costa, pues Rajoy desconfía de Camps casi tanto como de Aguirre. “Mariano lo tiene crudo, tiene que elegir entre los que le quieren envenenar o la que le quiere acuchillar”, asegura un amigo personal de Rajoy.

El viernes, en el acto del bicentenario del 2 de mayo, Pizarro, Rajoy, Esperanza y Gallardón coincidieron entre periodistas y canapés. Se dieron besos y abrazos y abusaron del subjuntivo. “En el supuesto de que hubiera habido” polémica con Aguirre “está ya zanjada”, brindó Rajoy. El armisticio del 2 de mayo no durará mucho. Con las cosas del poder no se juega.


abr 26 2008

Esperanza Aguirre y el 2 de mayo

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La historia la reescriben los que pagan las exposiciones. O, por lo menos, lo intentan en sus discursos inaugurales. Habla la mecenas, Esperanza Aguirre: “Si los españoles se rebelaron contra Napoleón fue precisamente porque ya tenían conciencia de que España era una nación, de que era una gran nación y por eso no podía soportar que nadie le impusiera su voluntad”.

Visto así, con los ojos de la lideresa, la revuelta del 2 de mayo tiene mucho que ver con la peor cara de la nación romántica, con el lado más siniestro del patriotismo: el pueblo paga con sangre los errores de sus gobernantes. Si damos por bueno el espíritu nacional de Aguirre, el 2 de mayo es la historia de una traición; de cómo cientos de desharrapados de Madrid entregaron su vida en defensa del rey felón que en ese mismo momento, mientras los soldados de Murat arcabuceaban a los madrileños, estaba negociando con Napoleón en Bayona cuánto valía su patria. Fernando VII abdicó a cambio de un castillo y de una pensión anual de cuatro millones de reales, un acuerdo que el corso jamás cumplió. Napoleón, como Roma, tampoco pagaba a traidores.

Pero lo importante en aquella jornada no fue el rey sino el orgullo: el orgullo individual, no el orgullo patrio, que fue un invento posterior construido sobre la sangre de las víctimas. De todos los falsos tópicos sobre el 2 de mayo el más recurrente y peligroso es aquel en el que cae Aguirre, que caricaturiza la revuelta como la respuesta de una nación unida en armas como un solo hombre, los irreductibles íberos que resisten ahora y siempre al invasor. Lo explica bien el escritor Arturo Pérez-Reverte, comisario de la exposición estrella del bicentenario: “El cabreo, un cabreo muy español, fue el origen de todo. Ese día la gente no se echó a la calle para luchar por la patria, por la independencia, sino porque estaba cabreada con unos extranjeros que actuaban con chulería, que no pagaban en las tabernas, que molestaban a sus mujeres”.

Para Reverte, según una interesante entrevista publicada hace unos meses en La Vanguardia, la revuelta del 2 de mayo de 1808 “es nuestro Álamo”. “Un combate de gente desarmada, humilde, que se enfrenta al ejército más poderoso del mundo, que dará lugar a un movimiento que tiene consecuencias imprevisibles y gravísimas para Europa y para Napoleón. Un ejercicio de heroísmo y coraje donde se adivina por vez primera el germen sutil de esas dos Españas: la oscura y reaccionaria y la que mira a la modernidad. El drama terrible de la inteligencia, del lúcido, desde Moratín a Goya, que se pregunta dónde están los suyos; que se debate entre la modernidad que quiere para su país y el sentimiento que le une a los que luchan en la calle”.

Arturo Pérez-Reverte también afirma, y estoy de acuerdo con él, que pocas fechas de la historia de España han sido tan manipuladas desde entonces por los distintos regímenes, partidos e ideologías. Por eso me sorprende ver al escritor en la misma foto que el político que con mayor descaro quiere hoy instrumentalizar el aniversario en su propio beneficio: Esperanza Aguirre Gil de Biedma, presidenta de la Comunidad de Madrid y condesa de Murillo. Como recordó Gallardón el viernes, “en 1808 no se fusiló a ningún aristócrata”.

A pesar del debate ideológico en el que tanto insiste, la tesis de Aguirre no es nueva. Bebe de la tradición franquista, que martilleó nuestro pasado para que todo encajase en una sola unidad de destino en lo universal. Según defiende la presidenta de Madrid en un artículo que ayer publicó El Mundo, “la única respuesta capaz de explicar aquella rebelión popular es aceptar que los españoles de 1808 tenían plena conciencia de que España era una realidad histórica en la que se sentían enraizados, a la que se sentían unidos y de la que se sentían dueños”. Cómo no, tras la doctrina siempre viene la moraleja y el artículo de Aguirre termina con ella: “Por eso hoy, 200 años después, cuando algunos quieren ignorar, esconder o negar la existencia de España como nación, recordar y honrar el ejemplo de los madrileños de 1808 es un deber ineludible”. Y arriba España, antes de que se rompa. Telemadrid ya prepara una serie sobre el 2 de mayo donde lo mismo nos cuentan que la revuelta fue para pedir primarias en el PP.

Esperanza Aguirre manipula el aniversario del 2 de mayo a su favor del mismo modo en que reinterpreta una de sus consecuencias directas: la Constitución de Cádiz, la primera constitución española digna de tal nombre (antes fue el Estatuto de Bayona, el intento de Napoleón por traer a España la revolución con bayoneta pero sin guillotina). Aguirre, si puede, celebrará el aniversario liberal por todo lo alto. La fecha acompaña. La Pepa cumplirá dos siglos el lunes 19 de marzo de 2012. Si Zapatero apura su segunda legislatura hasta el final, el bicentenario será apenas unas semanas después de que se celebren las próximas elecciones generales.

La Pepa ya ha sido reivindicada por el PP, un partido que hoy se manifiesta en defensa de la Iglesia, en defensa de los anacrónicos privilegios del antiguo régimen que aún quedan en España, pero que, en su último programa, dice asumir “la tradición del liberalismo español surgido de la Constitución de Cádiz”.

Para Aguirre, el guiño liberal es doble e igual de desenfocado. Como si el neoliberalismo económico de Margaret Thatcher tuviese algo que ver con aquel artículo tan bello de la Constitución de 1812, ése que dice que “la Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios”, incluidos los españoles del hemisferio sur a los que la seguridad privatizada apalea en el Metro de Madrid.


abr 20 2008

El nombre es arquetipo de la cosa

“Si (como el griego afirma en el cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de rosa está la rosa
y todo el Nilo en la palabra Nilo”

Jorge Luis Borges. ‘El Golem’.

El griego es Platón y el cratilo, uno de sus diálogos más interesantes. Es una de las primeras obras escritas sobre lingüística y etimología, sobre el origen y sentido de las palabras. Tres filósofos, Sócrates, Crátilo y Hermógenes, discuten el porqué de los nombres. Crátilo defiende que son exactos por naturaleza, que un árbol se llama árbol por algo, y no por casualidad. Hermógenes argumenta que los nombres son sólo una convención, un pacto, un consenso. Entre ambas posiciones, Sócrates dirige un diálogo que hoy, más de dos milenios después, sigue sin estar resuelto. Al menos, en la política española. Esta semana, tres palabras sirven de ejemplo.

Defensa

Primero fue el Ministerio de la Guerra. Después, el del Ejército. Con la democracia se llamó Defensa y, a este paso orwelliano, donde las víctimas inocentes son daños colaterales, acabará siendo el Ministerio de la Paz. También se puede ver desde el lado bueno, desde los ojos de Crátilo. Si el nombre es arquetipo de la cosa, es un avance que de la guerra hayamos pasado a la defensa, aunque sólo sea porque la sociedad ya no tolera las guerras ni en los nombres de los ministerios. Con todo, hay quien parece que las añora.

De entre las críticas más estúpidas que ha tenido que soportar Carme Chacón esta semana, sorprende la de aquellos que la cuestionan por pacifista, como si en lugar de palomas necesitásemos halcones al frente del Ejército. Puede que Chacón, hasta hace una semana, no supiese distinguir por los galones a un general de un coronel (yo no sabría). Pero sólo los que consideran que llamar al mando de las tropas “Defensa” en lugar de “Guerra” es un eufemismo y no una realidad pueden sentirse indignados por ello. ¿Es un impedimento para ser ministra de Defensa estar embaraza de siete meses? Claro que no. A una mujer, a dos meses de dar a luz, el valor se le supone.

Los machistas que se han mofado de las ministras del nuevo gabinete se escudan en los tópicos de siempre. Dicen que sus críticas no son por machismo sino por falta de experiencia –en eso también hemos avanzado, el machismo está tan mal visto como la guerra–. Un buen ejemplo, que también demuestra que se puede ser mujer y machista, el que da la filósofa de las peras y las manzanas, Ana Botella. “Las mujeres están muy bien, siempre que sean las mejores”, afirma sin rubor la concejal de Medio Ambiente en cuyo deslumbrante currículum sólo figura, hasta su entrada en política por vía familiar, una carrera universitaria, unas oposiciones aprobadas y una recopilación moralizante de cuentos infantiles. Dicen en la derecha que algunas de las ministras están “muy verdes”. Siguiendo con la fruta como metáfora, ellos no es que estén maduros. Están podridos.

Moderado

El debate más interesante de estos días dentro del PP también ha sido semántico: sobre socialdemócratas, liberales y conservadores. Rajoy ayer, en la guerra fría que desde hace semanas mantiene con Esperanza Aguirre, lanzó una nueva andanada a la lideresa y señaló la puerta. “Si alguien se quiere ir al partido liberal o al conservador, que se vaya”, amenazó un cada vez menos sutil Rajoy. El candidato a presidente del PP afirma que él es “moderado”, ni conservador ni liberal. Otra vez más, la trampa está en las palabras. Rajoy, con esta recién inventada etiqueta política, se quiere presentar como centrista dentro del PP, como si en su partido sobrasen conservadores por un extremo y liberales por el otro. Se equivoca en la estrategia, pues permite que Esperanza Aguirre, que lleva dos semanas presentando su rivalidad con Rajoy como un debate ideológico, marque el terreno de juego.

Desde el PP de Madrid sólo se explican las palabras de Rajoy como una nueva provocación que busca forzar a Aguirre a que se presente y pierda, pues él controla el partido. Los aguirristas están más que indignados: “Iba a ser un mitin para hablar del agua y al final se ha convertido en un mitin contra Esperanza Aguirre”. Habrá más. Los liberales (un oxímoron: los mamporreros de Rouco se dicen herederos de las Cortes de Cádiz) no se van a ir. Darán batalla.

Trasvase

Dice el PSOE, que fue quien demonizó la palabra, que la solución de emergencia para llevar agua a Barcelona no es un trasvase sino una conducción. Puede que los técnicos, con su jerga, permitan justificar el truco de trilero. Pero el Gobierno se equivoca al recurrir al eufemismo frente a la demagogia.

El ministravase de emergencia no tiene nada que ver con el megatrasvase que planeó el PP aunque, en ambos casos, el agua salga del Ebro. La proporción entre ambos proyectos es de 25 a 1, la diferencia entre una vespino y un camión. Uno moverá 40 hectómetros cúbicos de excedentes de los regantes de Tarragona, sin tocar el caudal del río. El otro habría sacado del Ebro 1.050 hectómetros cúbicos anuales, con un grave impacto ecológico. El minitrasvase es para consumo humano y sólo durante unos meses, hasta que funcionen las desaladoras. El megatrasvase era permanente y la mayor parte del agua se pensaba destinar al regadío de campos y urbanizaciones. La solución adoptada para que Barcelona beba es la correcta, aunque su nombre sea trasvase.

Hay un tópico populista que asegura que hay que juzgar a los políticos sólo por sus hechos y no por sus palabras. Como si las palabras, en política, no fuesen muchas veces los hechos más importantes.


abr 12 2008

Seis claves del nuevo Gobierno

1- ¿Por qué sale Caldera?

Cuentan que Felipe González lo pasaba tan mal al despedir a sus ministros que una vez, cuando sacó del Gobierno a Enrique Múgica, el ahora Defensor del Pueblo salió de la reunión pensando que había sido confirmado en el cargo. Los había peores. A Fernando VII le apuraba tanto encontrarse con sus ex ministros por la corte que, tras el despido, siempre solía venir el destierro.

La conversación donde Zapatero le anunció a Caldera que dejaba de ser ministro no fue breve. Hablaron durante dos horas. Para el presidente tampoco tuvo que ser fácil. Si se hace una regla de tres con Suresnes y el congreso del PSOE del año 2000 como marco, Zapatero es a Caldera como Felipe a Guerra. Hace ocho años, en aquel congreso donde el presidente alcanzó el liderazgo socialista, el ahora ex ministro fue su principal aliado. La relación entre ambos se enfrió después, tras la victoria de 2004, pues Caldera aspiraba a una vicepresidencia que nunca llegó. Sus rivales dentro del partido y del Gobierno, que no son pocos, han cuestionado su gestión, aunque critican más la comunicación que lo que en efecto ha hecho.

A diferencia de lo que le pasaba a los ministros de Fernando VII, a Caldera no le espera el destierro. Tiene por delante una tarea a la que el presidente, con razón, concede mucha importancia: crear un think tank socialista que rivalice con la FAES del PP. Hasta ahora, las fundaciones del PSOE han servido más de despachos para viejas glorias que como fábricas de ideas.

2- ¿Por qué sigue Magdalena Álvarez?

La única ministra de Fomento reprobada por el Congreso sigue al frente, ni partida ni doblá. La situación económica juega a su favor, pues es prioritario acelerar la obra pública y un nuevo ministro (lo que supondría un nuevo equipo) tardaría en hacerse con los mecanismos. Además de la mediación de Chaves desde Andalucía, también la ha respaldado Pedro Solbes, que habla bien de su gestión.

3- ¿Qué papel ocupará Miguel Sebastián?

El peso en el gabinete del nuevo ministro de Industria no termina sólo en su cartera. Su influencia sobre Zapatero se ve también en el nombramiento al frente de Vivienda de Beatriz Corredor, una persona a la que Sebastián metió hace apenas un año en política. También ha pintado en la creación del Ministerio de Innovación y Desarrollo: Zapatero le encargó el organigrama para la nueva cartera, que toma una parte de sus competencias de Industria y otra, las universidades, del Ministerio de Educación. Cristina Garmendia, que gestionará este nuevo ministerio, también es una persona de la confianza de Miguel Sebastián. El rector de la Universidad Autónoma de Madrid, Ángel Gabilondo, y el alcalde de San Sebastián, Odón Elorza, han sido los otros padrinos de Garmendia.

Desde Industria, Miguel Sebastián, se coloca en el puesto de salida para reemplazar en futuros gobiernos, a Pedro Solbes al frente de Economía. “Habrá que poner una vela para que no haya conflictos entre ambos”, dice un diputado del PSOE. Otros dirigentes socialistas, mientras tanto, restan importancia a este posible conflicto: “Solbes lo que ha pedido, y se le ha dado, es que la Oficina Económica del Presidente tenga menos peso para evitar injerencias”.

4- ¿Por qué continúa Mariano Bermejo?

Con razón o sin ella, el titular de Justicia ha sido uno de los ministros más criticados, especialmente si se mira el poco tiempo que lleva en el cargo. De por sí, en política, esto ya es una razón para mantenerlo. Zapatero libra una batalla importantísima con el búnker judicial de la derecha y quitar a Bermejo tan pronto sería un síntoma de debilidad. Además, desde el momento en que decidió que José Antonio Alonso sería su portavoz en el Congreso, tampoco tenía otro candidato claro para el puesto. No obstante será Alonso, y no Bermejo, el que negocie con el PP el pacto por la justicia.

5- ¿Por qué Agricultura se une a Medio Ambiente?

Sigue Elena Espinosa, sale Cristina Narbona. Agricultura fagocita Medio Ambiente, y los intereses de ambos ministerios no siempre van de la mano ¿Qué primará? ¿La ecología o los regantes? Desde Moncloa aseguran que las competencias de Agricultura prácticamente han desaparecido, que lo importante ahora será la gestión medioambiental. José Blanco, el principal valedor de Espinosa, ha defendido este cambio, pues viene bien para las próximas elecciones en Galicia una ministra gallega con capacidad de inversión, como ahora tendra Espinosa.

6- ¿Por qué Carme Chacón en Defensa?

Es mujer, está embarazada y es catalana. “Sólo le falta ser negra”, bromea una persona de su entorno. En política, lo simbólico no es sólo mensaje; no sólo demuestra que algo ha cambiado, sino que también sirve para acelerar y provocar nuevos cambios. Una mujer embarazada al frente de Defensa es, por sí misma, una medida en pro de la igualdad.

El nombramiento de Chacón en uno de los ministerios más importantes, uno de los de mayor peso institucional, también tiene su mensaje interno. Zapatero la señala así como su posible delfín. En dos años, en la probable crisis de Gobierno que se producirá tras la presidencia española de la UE, Carme Chacón podría ser vicepresidenta. Zapatero parece decidido a pasar a la historia como el político español que más hizo por la igualdad entre los hombres y mujeres. Qué mejor herencia feminista que una sucesora.


abr 05 2008

Bono, Aguirre, la soberbia y la piedad

Hotel Ritz. 17 de mayo de 2000. José Bono cruza el Tajo. El presidente de Castilla-La Mancha da una conferencia, en un foro organizado por ABC, para presentar sus ideas de renovación frente a la crisis socialista. Tras la derrota de Joaquín Almunia ante José María Aznar, el partido más antiguo de España, el que más afiliados tiene, se encuentra gobernado por una gestora. En julio se celebrará un congreso para elegir a un nuevo líder. Bono aún no lo ha confirmado públicamente, pero todos dan por hecho que presentará batalla.

Pero lo más interesante de ese día no se dice en el atril desde donde Bono habla sino en las mesas de invitados. Ana Rodríguez, la mujer del presidente manchego, conversa con José Luis Rodríguez Zapatero, un desconocido diputado leonés que lidera Nueva Vía, una corriente interna dentro del PSOE por la que nadie da entonces un duro. “¿Vas a hacer sufrir mucho a mi marido?”, pregunta Ana Rodríguez. “Yo haré lo que diga Felipe y crea conveniente”, responde Zapatero.

Esta conversación, en apariencia trivial, es una de las claves que explican por qué José Bono, dos meses después, perdió la secretaría general del PSOE. De la respuesta de Zapatero en aquella conversación, Bono interpretó equivocadamente que detrás de Nueva Vía sólo estaba el interés de Felipe González por evitar que su victoria fuese aplastante; que Zapatero, en realidad, se presentaría a la batalla interna sólo con la intención de mejorar su posición en el partido, tal vez con el objetivo de convertirse en su portavoz en el Congreso de los Diputados. Tras este error de apreciación, Bono se equivocó del todo. Calculó mal sus fuerzas, despreció alianzas porque pensaba que ganaría de calle sin necesidad de ceder ninguna parcela de poder. Planteo la guerra interna sin tomar prisioneros: “El que se presenta y pierde no es integrable; no somos la casa de la caridad”, llegó a decir. Minusvaloró a su oponente y fue derrotado. Perdió el congreso por sólo nueve votos.

Esta semana, algunos de los miembros fundadores de Nueva Vía han recordado con cierto escalofrío la primera vez que Zapatero les dijo que Bono sería presidente del Congreso. Fue apenas unos días después de aquella conversación en el Ritz y pocos se lo tomaron en serio. “Voy a presentar mi candidatura a secretario general del PSOE”, les dijo Zapatero. “Y voy a ganar, y después ganaré las elecciones. Y cuando sea presidente del Gobierno nombraré a Bono presidente del Congreso de los Diputados”. Y acertó en todo.

A diferencia de su rival, Zapatero sí integró a los que se presentaron y perdieron. Con Bono, además, le une una relación especial, pues fue Zapatero quien le mató políticamente. A pesar de algunos desplantes, como el ridículo de su frustrada candidatura a la alcaldía de Madrid, el ex presidente manchego es hoy, gracias a su antiguo rival, la tercera autoridad del estado. En su nuevo puesto, Bono incluso cobrará más que el propio presidente del Gobierno.

Zapatero, en política, aplica ese consejo que don Vito Corleone le da a su hijo Michael en ‘El Padrino’: “Mantén cerca a tus amigos pero aun más cerca a tus enemigos”. No siempre le sale bien. Rosa Díez, la otra candidata derrotada en aquel congreso, eurodiputada socialista hasta hace nada, es el mejor ejemplo de que el talante no es infalible.

Sin embargo, las formas de Zapatero hacen posible que los que en aquel momento, en el año 2000, fueran sus rivales hoy puedan ser sus más íntimos colaboradores. Rubalcaba estaba del lado de Bono en aquella guerra. “Yo soy un hombre de partido”, le dijo a su nuevo secretario general al acabar el recuento. Y ahí sigue. Ocho años después, la batalla por el partido se juega en otro campo.

Casino de Madrid. 7 de abril de 2008. ¿Cruzará Esperanza Aguirre el Rubicón? La presidenta de Madrid dará el lunes una esperada conferencia. Como hace ocho años con José Bono, el organizador y anfitrión es de nuevo el ABC, aunque el director ha cambiado –ya no es José Antonio Zarzalejos, en gran medida, por los hilos que ha movido la lideresa y sus aliados mediáticos en su asalto al poder–. Gran parte de la derecha afila los cuchillos ante la decisión que ha tomado Rajoy de seguir al frente del partido a pesar de su segunda derrota. En dos meses se celebrará un congreso donde el PP elegirá a un nuevo líder. Los rumores son constantes pero, de momento, sólo hay un candidato; aunque Aguirre hace tiempo que no oculta su ambición. No está claro si lo intentará ahora, en el congreso, o si esperará un año y tres derrotas más, hasta que el PP pierda en las elecciones vascas, gallegas y europeas.

Aguirre ya sabe qué falló en el primer asalto, en las 48 horas que pasan desde la noche del 9-M hasta el miércoles 11, cuando Rajoy anuncia que sigue. Sabe que se pasó de frenada. Como Bono en el año 2000, se equivocó por exceso de soberbia y por falta de piedad. Muchos barones del PP, los mismos que han animado a Rajoy para que aguante, no han perdonado a la lideresa esa ambición, que no supo o no quiso ocultar ni siquiera durante la campaña electoral. Tampoco quieren al frente a alguien que no tome prisioneros, como demostró en su pelea con Gallardón.

Esperanza Aguirre aún no lo ha confirmado públicamente, pero todos dan por hecho que presentará batalla. Muchos creen que también la ganará.


mar 29 2008

Rajoy, la sinestesia, la copia y la nostalgia

Sinestesia

Gran parte del éxito de Ferran Adrià descansa en la confusión de los sentidos, en separar forma y fondo, textura y sabor. Cuando el genial fogonero catalán deconstruye una tortilla de patatas y traduce el plato más ibérico en una copa donde al fondo hay cebolla frita, en medio huevo y arriba puré de patata, Adrià no sólo crea una curiosidad culinaria. Está jugando con uno de los conceptos clave del arte abstracto: la sinestesia. Su tortilla del siglo XXI, como llama a esta receta, sabe a tortilla; pero, desde la vista, parece un helado. Y se come con cuchara, o incluso se puede sorber con pajita.

En medicina, los sinestésicos son aquellas personas que mezclan sus percepciones sensoriales hasta el punto de poder oler sonidos o saborear colores, una peculiaridad que se da con más frecuencia entre los autistas, pero que es común en mucha más gente de lo que podría parecer. En el arte, la sinestesia es una figura retórica que busca asociar emociones a los sentidos físicos, a la vista, al oído o al tacto. En la política, la sinestesia o la deconstrucción –separar forma de fondo– es un juego mucho más complejo. Y aquí mi duda: cuando Mariano Rajoy, esta semana, desvele su nuevo equipo, ¿será la tortilla de patata de siempre o una tortilla deconstruida?

Cuando el líder del PP anunció, el 11 de marzo, que quería seguir al frente de su partido mandó dos mensajes contradictorios entre sí. Por un lado dijo que el PP era un partido previsible, lo que implica que no hay voluntad de grandes cambios. Por el otro, aseguró que se presentaría al congreso con su propio equipo, como si los Zaplebes de los que se ha rodeado fuesen una imposición del pasado. Mañana se conocerán los nombres del cuaderno azul de Rajoy, y pueden pasar dos cosas. Que todo cambie para que todo siga igual: un sorbete de tortilla con el sabor del PP de toda la vida pero aspecto más moderno. O que la anunciada renovación se quede en nada. Ya saben, el PP es un partido previsible que, desde la metáfora sinestésica, huele a puro, sabe a manteca (colorá) y tiene un futuro negro

Copia

La Cast Courts es una mezcla entre la cueva de Alí Babá y las fallas de Valencia. Se trata de una sala en el Victoria and Albert Museum, en Londres, dedicada a las reproducciones en yeso y cartón piedra de las obras maestras del arte de ayer, de hoy y de siempre. En una pequeña habitación se exhiben el David y la Piedad de Miguel Ángel, la Columna de Trajano o el Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela, entre otras maravillas. Es como un disco de grandes éxitos. Es como el almacén donde Indiana Jones guarda el arca de la alianza. Es como el catálogo de lo que los ingleses no pudieron robar para el British Museum.

La mayoría de estas copias fueron hechas entre el XVIII y el XIX para que los estudiantes londinenses pudiesen contemplar las grandes maravillas de la humanidad sin salir de casa. Antes, era común encontrar este tipo de copias en los museos. Viajar no era sencillo. Hoy, en el mundo de Internet y las aerolíneas de bajo coste, la copia está peor vista (pese a que, cuando es una copia digital, es tan perfecta como el original). Aunque tenga su validez como juego sinestésico, a nadie le gusta que le den gato por liebre.

En palabras de un político del PP, crítico con la continuidad de Rajoy: “Imagínate que Zapatero hubiese perdido las elecciones y, en lugar de dimitir, decide echar a Blanco y a Rubalcaba y seguir él al frente como garante de la renovación”. Dicho de otra manera: ¿qué Mariano Rajoy es el original y cuál es la falsificación? ¿El centrista que ahora, otra vez, nos quieren presentar o el extremista que convirtió la pasada legislatura en los cuatro años más crispados de la democracia? El original, en cualquier caso, es un jarrón chino que, por suerte, ya está en el museo… de cera. Se llama José María Aznar. Su copia digital, su delfín a dedo, ahora quiere ser él mismo. Pues ya era hora.

Nostalgia

En realidad, es otra forma de sinestesia donde todos los recuerdos, con el tiempo, huelen bien. Los expertos en mercadotecnia que deciden las promociones de los periódicos o los coleccionables tienen muy estudiado el fenómeno. “Lo que más vende es la nostalgia”, me explica uno de ellos. “Las personas relacionamos nuestros recuerdos más bonitos con objetos, con series de televisión, con canciones, con películas”. En realidad, no echamos de menos a la abeja Maya, a Heidi o a la muñeca Mariquita Pérez. Lo que de verdad añoramos es nuestra infancia.

La nostalgia hace que la memoria falle. Cualquier tiempo pasado fue mejor porque tendemos a olvidar lo malo; por eso los melancólicos no deben volver a los lugares donde fueron felices, pues corren el riesgo de destrozar el recuerdo.

En política, nada provoca más nostalgia que el poder perdido. Y el PP llegó a La Moncloa gracias a un arma, la crispación. Ha idealizado el recuerdo, pues en su memoria desdibujada olvida el matiz clave: que contra aquel gobierno del último Felipe había argumentos con los que sostener la crispación. Los GAL existieron. Roldán se fugó a Laos. La conspiración del 11-M o la entrega de Navarra, mientras tanto, pertenecen al género de ficción.

Mariano Rajoy, ante el próximo congreso, habría de recordar que el PP consiguió la mayoría absoluta del año 2000 gracias a otra arma infalible: la moderación. Aunque aquel Aznar que hablaba catalán en la intimidad fuese sólo una falsificación de sí mismo.


mar 22 2008

Cuatro tareas para el nuevo Gobierno

1- Que la factura de la crisis económica no la paguen los más débiles.

Alan Greenspan no es ningún catastrofista apocalíptico. Pero el ex presidente de la Reserva Federal lo ve crudo: “Es la peor crisis financiera desde la Segunda Guerra Mundial”. Greenspan, en su análisis –que publicó en Financial Times este lunes– se refiere a la economía estadounidense. Pero en el mundo globalizado da igual el matiz. España llega a las vacas flacas mundiales con dos factores propios, uno bueno y uno malo. El bueno: que los graneros del Estado están llenos, que las cuentas públicas guardan un superávit importante que permitirá que el trago sea más fácil. El malo: que el ladrillazo nacional fue mayor y más dura será su caída. El nuevo gabinete de Zapatero se juega gran parte de su éxito o su fracaso en la gestión económica. Pedro Solbes ya ha avisado: en el primer Consejo de Ministros se aprobarán varias medidas económicas. ¿Brutales? No: ahora no hace falta más liberalización ni despidos más baratos, sino más obra pública. Tiene su aquel que Keynes y la intervención estatal sean de nuevo la receta mágica para salvar al capitalismo de su propia locura.

2- Que España sea de verdad un estado aconfesional.

Palabra de Zapatero (entrevista en La Vanguardia, 2 de marzo de 2008): “Ha habido obispos que se han extralimitado. Pondré los puntos sobre las íes y las cosas muy claras si obtengo la confianza de los ciudadanos”. Y los ciudadanos le han dado su confianza, así que, en confianza, habrá que esperar que Zapatero después del verbo se haga acto y ponga a los obispos en su sitio. Dejar las cosas muy claras con la Iglesia pasa por mentar a la bicha, al concordato. Si Zapatero se deja de parábolas y decide actuar, no le faltarán apoyos ni en la sociedad ni en el Congreso. Salvo el PSOE, todos los partidos políticos de la izquierda en España con representación parlamentaria, hasta la UPyD de Rosa Díez, llevan en su programa derogar ese acuerdo preconstitucional que da a la Iglesia Católica unos privilegios económicos y una influencia en la educación pública más propios de un régimen integrista que de un país democrático de la Unión Europea.

La solución, curiosamente, está en el texto del propio concordato, que se firmó en enero de 1979: “La Iglesia Católica declara su propósito de lograr por sí misma los recursos suficientes para la atención de sus necesidades. Cuando fuera conseguido este propósito, ambas partes se pondrán de acuerdo para sustituir los sistemas de colaboración financiera”. Casi 30 años después, del propósito de autofinanciación del Vaticano ni se sabe ni se espera. Ha hecho falta subir el importe de la casilla del IRPF, ésa que cada vez menos gente marca (en los últimos años sólo uno de cada tres contribuyentes se declaró católico) para que la Iglesia aceptase pagar el IVA. ¡Aleluya!

3 Que todos los impuestos sean públicos, incluido el canon.

Una comparación reveladora. La Iglesia Católica cobra anualmente del dinero público unos 140 millones de euros. El canon digital, ese impuesto privado que pagamos cada vez que compramos, por ejemplo, un teléfono móvil, supondrá al año 115 millones de euros. Si yo fuese esa religión milenaria que dio apellido a los reyes que fundaron este país me sentiría dolido en el orgullo. Y después contrataría a los abogados de la SGAE.

Dice Zapatero que el canon es una “solución temporal” y que habrá que buscar, en el marco europeo, una solución definitiva. No hay que irse muy lejos, en la propia Europa hay ejemplos de cómo permitir el derecho a la copia privada al tiempo que se ayuda al sector cultural a superar la reconversión digital. En Noruega, el canon se paga no gravando directamente a los consumidores sino a cuenta de los presupuestos del estado. Y, lo mas importante, la gestión y el reparto del dinero la hace el Ministerio de Cultura, y no entidades privadas.

Se puede debatir mucho sobre la necesidad o no de que el Estado subvencione la cultura. Es discutible si estamos ante la crisis de la música o sólo ante la crisis de las discográficas. Pero lo que es indudable es que los impuestos, en una sociedad moderna, son monopolio del estado. Si es el Gobierno el que permite que se cobre el canon, que sea el Ministerio de Cultura el que lo gestione.

4 Que las mujeres no tengan que mentir a un psicólogo para poder abortar.

Vivimos en un país hipócrita. En 1984 lo era mucho más. En aquellos años, el aborto era libre, siempre y cuando te pudieses pagar un viaje a Londres. En 1985 se aprobó la ley del aborto. Desde entonces, la interrupción del embarazo en España ha sido libre, siempre y cuando la mujer que quería abortar acudiese a la sanidad privada, no viviese en Navarra y mintiese al psicólogo, cómplice necesario.

Vivimos en un país hipócrita. En el año 2004, el PSOE se comprometió en su programa electoral a sustituir la vetusta ley por una ley de plazos, que establezca de forma clara en qué semanas se puede abortar sin más supuestos que la voluntad de la mujer. En el año 2008, acosado por la derecha, el PSOE se comprometió sólo a estudiar si hace falta una reforma. Ojalá dentro de cuatro años el compromiso del PSOE no sea crear un grupo de expertos que evalúe el informe sobre la posibilidad de una reforma del aborto. Ya basta de hipocresías.


ene 12 2008

El terrorismo no justifica la tortura

Rubalcaba quiere creer. “Esta es la versión que me ha proporcionado la Guardia Civil y que yo aquí quiero hacer mía”, aseguró el ministro del Interior el pasado lunes cuando explicó ante los medios qué hacía un detenido por terrorismo ingresado en la UCI de un hospital con hematomas por todo el cuerpo, una costilla rota y el pulmón perforado. Han pasado seis días desde aquella comparecencia y, a lo largo de la semana, hemos conocido varios detalles que ponen en duda la versión de la Guardia Civil que Alfredo Pérez Rubalcaba dio entonces por buena: que el otro detenido también está lleno de magulladuras, que un testigo presencial de la detención denunció en el juzgado que investiga los supuestos malos tratos que la detención no fue violenta y, lo más grave, que el juez Fernando Grande-Marlaska, en un auto judicial, corrobora que ambos detenidos cuentan prácticamente la misma versión de los supuestos malos tratos a pesar de que han estado incomunicados desde su detención.

Es cierto: se pueden poner peros a estas pruebas. El testigo de la detención es familiar de un histórico dirigente etarra, un detalle biográfico que, de momento, no invalida su declaración aunque sirva para ponerla en entredicho ante la opinión pública (a todo esto, ¿quién filtró este dato a la prensa y por qué?). Y también hay una discrepancia entre ambos detenidos en el, por otra parte, detallado relato de los supuestos malos tratos. Según el auto de Grande-Marlaska, Igor Portu dice que escuchó un disparo y pensó que era una simulación de una ejecución mientras que Mattin Sarasola, el otro presunto etarra, asegura que “le colocaron una pistola en la sien, pero no le dispararon”. Por lo demás, los relatos son idénticos.

Alfredo Pérez Rubalcaba, durante esa misma comparecencia, también anunció que colaboraría con la investigación judicial ya que “no hay nadie más interesado en que se conozca hasta el final la verdad de lo sucedido”. No dudo de la voluntad del ministro en aclarar el incidente, aunque discrepo en que no haya nadie más interesado que él en conocer la verdad. Nos interesa a todos. Tras un año plagado de éxitos policiales en la lucha antiterrorista, lo que menos necesitamos es que la sombra de la tortura, el fantasma de los GAL, sirva otra vez de excusa a los terroristas.

No hay que olvidar que lo que diferencia a ETA de cualquier otra banda de asesinos es que, por desgracia, cuenta con el apoyo de una parte de la sociedad vasca, que encuentra en episodios como el de esta semana el alimento para su injustificable respaldo al terror. Jamás acabaremos con ETA hasta que toda la sociedad vasca les dé la espalda. Por esta razón, que los detenidos estén acusados de crímenes tan graves como el atentado de la T4 no debería impedir una investigación seria, como la que pusieron en marcha durante el verano de 2005 los entonces ministros del Interior, José Antonio Alonso, y de Defensa, José Bono, cuando un detenido murió en el cuartel de la Guardia Civil de Roquetas, en Almería. En aquella ocasión, una de las primeras respuestas del Gobierno fue apartar de su puesto durante seis meses a todos los guardias civiles implicados. Que ahora hablemos de terrorismo no debería servir de excusa para no tomar medidas disciplinarias igual de contundentes. Todo lo contrario.

Contra la demagogia

Frente al dolor del terror es sencillo apelar a las tripas de la sociedad. Es probable que, si se hiciese una encuesta, una gran parte de los españoles respaldaría la pena de muerte o incluso la tortura en casos de terrorismo. Está en la responsabilidad de los políticos no caer en la demagogia, no exaltar los peores instintos. No alimentar ese monstruo. Por eso están completamente fuera de lugar declaraciones como las de José Bono esta semana, cuando a cuenta de este debate se enfundó en el traje de Harry el Sucio y dijo aquello de “si tiene que haber bajas, que no sean nuestras”. Como si la lucha antiterrorista fuese una película de Hollywood, como si fuese necesario matar o morir, como si el fin justificase los medios.

En los últimos años, tras el 11-S, el mundo ha sufrido una regresión en la defensa de los derechos humanos. En la lucha contra la tortura, Occidente ha retrocedido décadas, dando la razón a aquel viejo argumento soviético, que aseguraba que la defensa de los derechos humanos por parte de Estados Unidos era una simple fachada propagandística y no una verdadera convicción moral. Guantánamo ha cumplido esta semana seis años y se ha convertido ya en ruido de fondo. La responsabilidad es compartida: no sólo de George Bush sino también de los países europeos, que no hicieron preguntas cuando los aviones aterrizaron camino del limbo de la base militar.

Por supuesto, no es comparable la sospecha de un episodio aislado, como el de Sarasola y Portu, con la certeza de cientos de detenidos y seis años de prisión y torturas sin juicio. Pero en ambos casos el principio es el mismo: los derechos humanos son para todos, incluso para los asesinos más siniestros. Es eso lo que nos diferencia de ellos.


ene 12 2008

El pluriempleo de Rodrigo Rato

El que fue máximo responsable de la política económica ficha por el mayor banco. El que fue máximo responsable de las obras públicas monta una asesoría para las principales constructoras españolas. Rodrigo Rato: de vicepresidente económico, al Santander de Emilio Botín. Francisco Álvarez Cascos: de ministro de Fomento, a consultor de sus antiguas contratadas. El roce hace el cariño.

Lo de Rato llega en un momento peculiar. Mientras Mariano Rajoy hace de los malos presagios sobre la economía su bandera para las elecciones, su rival por el dedazo de Aznar demuestra que, con el PP, llegar a fin de mes es posible. Rato cobrará del Santander 200.000 euros anuales por dos reuniones al año. Rajoy habla de subir las pensiones y tiene en quién fijarse. Además de los 200.000 euros del Santander, Rato –sin ser jubilado– cobra una pensión vitalicia del FMI de 54.536 euros anuales. Rajoy dice que España está al borde del abismo financiero, aunque sin duda hay muchos a los que cada vez les va mejor. Rato, además de la pensión del FMI y del sueldito a tiempo parcial del Santander, también gana cuatro millones de dólares al año por su empleo en el banco Lazard.

No está descartado que, en los próximos meses, el que fuera gran gurú económico del PP encuentre algún trabajo más. España va tan mal que muchos se ven obligados a recurrir al pluriempleo para sobrevivir. La economía bien entendida empieza por uno mismo. Sin embargo, sorprende que Rato deje claro que por él no pasa la crisis justo en este momento, a menos de dos meses de las elecciones. Según cuentan en el PP, el ex vicepresidente económico de Aznar advirtió a Rajoy de la oferta de Emilio Botín e incluso se ofreció a retrasar el anuncio hasta pasado el 9 de marzo. El candidato del PP respondió que no hacía falta.


ene 05 2008

El rey y la conspiración de silencio

La noticia del compromiso del príncipe Felipe con Letizia Ortiz, el 1 de noviembre de 2003, me alcanzó en un congreso de prensa en Buenos Aires. “Los periodistas gallegos son unos boludos”, me espetó un compañero de profesión argentino: “El titular de hoy es que el príncipe se casará con una periodista plebeya y divorciada, y ningún diario español cuenta que la novia ya estuvo casada hasta el quinto párrafo”. Y tenía toda la razón.

No seré yo el que considere que un divorcio es una tara vergonzante y creo más en los reyes magos que en la sangre azul. Pero el estado civil de la princesa no era sólo un asunto del corazón. No lo es nunca al menos para una monarquía, pues nada es más importante que el matrimonio y el apellido cuando un trono es hereditario. Don Alfonso de Borbón, tío del actual rey y primogénito de Alfonso XIII, se vio obligado a renunciar a sus derechos sobre la corona tras su boda con una plebeya. Para la Iglesia católica, la que casa a los jefes de estado en este estado aconfesional, su divorcio tampoco era un tema menor. No creo que el cardenal Rouco Varela –el mismo que se manifestó hace una semana contra el divorcio– haya consagrado ningún otro matrimonio en el que uno de los novios llegase divorciado al altar. Sin embargo, aquel 1 de noviembre de 2003, mientras la prensa de todo el mundo ponía el acento en que el heredero español iba a casarse con una divorciada, en España los diarios bailaban el vals monárquico y ocultaban, cuando no ignoraban por completo, uno de los matices clave de la noticia. Sólo hay algo peor que la censura: la autocensura.

“En España existe una conspiración de silencio en la que participan todos los medios de comunicación en torno a la familia real”, reconocía John Carlin en un artículo publicado en el año 2000 en el diario El País a cuenta de los 25 años de reinado de Juan Carlos I. “Y tiene su razón de ser”, sostenía el periodista británico. Los partidarios de la autocensura real, de la conspiración de silencio, argumentan que, a diferencia de lo que sucede en Inglaterra, nuestra monarquía es aún frágil, por lo que hay que cuidarla pues su fin podría ser también el fin de nuestra democracia. “La autocensura de los medios españoles ha sido, en este caso, una demostración de responsabilidad cívica”, aplaudía Carlin.

Tabú primero de España

En estos últimos cuatro años, desde que se anunció el compromiso principesco, las cosas han cambiado en los medios españoles, aunque no tanto como parece. Del tabú inicial hemos pasado a debates en televisión sobre el peso de la princesa. Se abrió la veda para hablar de la familia real en los mismos programas donde se debate sobre el edredoning de Gran Hermano. Los eufemismos siguen ahí; una separación se traduce, en borbonés, como un “cese temporal de la convivencia”. Pero algunos diarios ya se atreven a llamar a las cosas por su nombre y, cuando Elena de Borbón y Jaime de Marichalar se dieron tregua, pocos titularon con el cese del temporal, como si se tratase de una borrasca pasajera.

Sin embargo, ese tabú primero de España que nació el 23 de febrero de 1981 continúa firme. Aquella noche, tras el golpe de Tejero y Armada, el rey consiguió el apoyo unánime de todos los medios de comunicación, que dejaron su figura al margen de la actualidad. A partir de entonces, del rey no se habla y hoy se sigue sin hablar.

Hace 32 años, cuando heredó de Franco la jefatura del estado, al rey le pusieron el mote de Juan Carlos ‘el Breve’. Nadie confiaba en que hoy seguiría aquí. Hace dos años, cuando se cumplieron tres décadas de su reinado, sus 30 años de paz, algunos medios le colgaron el apelativo de ‘el Grande’. Estos días, a cuenta de su 70 cumpleaños, la conspiración de silencio se ha quedado sin adjetivos con los que edulcorar aún más las hagiografías reales. Y es cierto que en estos últimos 32 años España ha vivido el mejor periodo de su historia. Pero dentro del binomio monarquía democrática, tiene más mérito en nuestro éxito la democracia que la monarquía, que es irresponsable según la Constitución tanto para lo bueno como para lo malo. Al rey hay que estarle agradecido por traer sin sangre la democracia a España. Pero para muchos, la Transición es algo tan lejano como la isla de Perdidos, algo que sólo existe en la tele, en Cuéntame como pasó. Y los agradecimientos se ganan, no se heredan.

El tabú real sólo se ha roto en la parte inane del cotilleo, la de la prensa del corazón, y sin tocar nunca al rey. No hay más libertad de expresión por publicar unas fotos de la princesa en bikini. No hay más transparencia en las cuentas del rey por nombrar a un interventor civil, y no militar, si de todas formas no se cuenta qué se hace con el dinero. Con nuestro dinero. Puede que en España, en el año 2000, existiese una conspiración de silencio en la que participaban todos los medios de comunicación. En el año 2008, que ahora empieza, ya no es así. Al menos en Público, por responsabilidad cívica, no es así.


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