dic 27 2008
Tres tristes treguas
Una, dos y tres. ¿Es el tres un número mágico? ¿Divino? El triángulo del ojo que todo lo ve, los tres reyes magos y la santísima trinidad así lo creen; también José Luis Rodríguez Zapatero. El tres es número primo, es la primera cifra de pi (3,14), es la mínima expresión de jefatura de gobierno oligárquico con capacidad de desempate; por eso los romanos optaron por el triunvirato. Tres patas son malas para un banco pero con ellas se hace un trípode, que es el soporte óptimo porque también desempata y por eso nunca cojea. Tres deseos concede el genio de la lámpara. Tres reyes van por la mar, tres tristes tigres, tres cerditos. Tres oportunidades tuvo ETA y aquí se acabó el cuento, ni una más. Y no lo digo yo, lo dice Zapatero con voz solemne en una frase inspirada por Rubalcaba: “La democracia ha dado tres oportunidades a ETA de terminar su indigna aventura de crímenes sin sentido. ETA ha desperdiciado las tres oportunidades. Ya no habrá más”.
Ya no habrá más, sentenció también José María Aznar. Para el ex presidente del Gobierno, con dos negociaciones era más que suficiente. Si él, el del trío de las Azores, no lo logró ¿quién podría hacerlo? Y por eso le dijo al PSOE que no se dejase engañar otra vez, que no habría dos sin tres. Zapatero pensaba que a la tercera iba la vencida, y por eso usó tres adjetivos para definir el proceso de paz: largo, duro y difícil. La negociación arrancó formalmente tres meses después de que ETA anunciase una tregua después de tres años sin matar. Tres trimestres más tarde, a los nueve meses, una bomba voló el módulo D del aparcamiento de la T4, el cuarto parking de la cuarta terminal de Barajas. Y con el cuatro, y con dos muertos, se acabó el encantamiento de la tercera.
Tres años atrás, cuando parecía que el triángulo cuadraba, las cosas se veían de otra manera. Lo explicaba así el mismo Zapatero: “Cuando hablé del horizonte de paz se me acusó de ingenuo, de no saber adónde iba, de dar bazas a los violentos. Pero ahora hay un alto el fuego permanente, la mejor oportunidad para lograr la paz. No consentiré que nadie la ponga en cuestión. No consentiré que los ciudadanos pierdan esta oportunidad”. Atentos al análisis semántico: al igual que ahora, la oportunidad era también entonces la idea fuerza de la declaración. Es una palabra que encanta a los políticos, pues mira al futuro con optimismo y aúna la coyuntura realista con las rebajas soñadas; la oportunidad es como la promesa, pero además se cumple. La oportunidad sigue hoy en boca de Zapatero pero el sujeto ha cambiado. Las oportunidades entonces no eran para ETA, eran para los ciudadanos.
Zapatero ahora se niega a sí mismo tres veces. Al igual que sus predecesores en La Moncloa, intentó acabar con la violencia terrorista por la vía habitual, por la que ha funcionado en todo el mundo ante otros fenómenos terroristas: por la negociación. Y tenía razón al intentarlo. A diferencia de los anteriores presidentes, Zapatero no tuvo de su lado al principal partido de la oposición, y tenía razón al protestar por ello, al acusar al PP de desleal, de oportunista. Y ahora -al igual que Felipe, que Aznar- Zapatero comete el mismo error que sus predecesores, ese que él criticó cuando desde el PP le acusaban de ingenuo por intentarlo otra vez, ese adanismo del que la sartén González acusó al cazo: pensar que si el primer hombre fracasó en el intento, nadie más en la historia podrá afrontar tan titánica tarea. Si yo no logré arrancar a Excalibur de la roca, nadie podrá. Tres oportunidades y ni una más. ¿Para ETA o para los ciudadanos?
Tres negociaciones en tres décadas de democracia. No han sido pocas y la responsabilidad última del fracaso de todas ellas es siempre de los que matan, de los terroristas. Pero se equivoca Zapatero si cree que ETA -que ‘la ETA’, como la llaman algunos, empeñados en dotar a la banda terrorista de personalidad definida y homogénea- es una estructura única, inamovible y eterna. La ETA que se sentó en Argel no es la misma que negoció con Aznar. La ETA que reventó la tregua en la T4 ya está en prisión. La ETA que se encuentre dentro de unos años el hombre o la mujer que ocupe La Moncloa después de Zapatero será otra muy distinta a la de hoy. Ni todos los terrorismos son iguales ni todas las bandas terroristas son siempre la misma cosa.
“Intentar salvar vidas vale la pena, aunque uno se deje jirones”, decía Zapatero no hace mucho. “No es que sólo valga la pena, es que no me lo perdonaría a mí mismo. Intentar salvar vidas desde los principios democráticos. Sería un presidente sin alma, sin entrañas”. Intentar salvar vidas no sólo vale la pena o es una cuestión de autoestima: es una de las obligaciones mínimas que se espera de éste y de cualquier otro presidente. Zapatero negoció con ETA no sólo por convicción personal, lo hizo porque era su responsabilidad, porque en aquel momento era el camino más despejado hacia la paz. Hoy ese camino está cerrado y la mejor manera de salvar vidas es la lucha policial. Puede que más adelante la oportunidad para la paz regrese. Habrá que intentarlo de nuevo. Salvar vidas siempre vale la pena, aunque el cuatro no sea un número primo, ni tenga tanto refrán, ni cuente con la bendición cabalística de Zapatero.
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P.D. Como apunta Drow_male en los comentarios, la democracia no ha negociado tres sino cuatro veces con ETA. La primera, la que parece que Zapatero olvida, fue la negociación de UCD. No fue inútil: consiguió que ETA pm cambiase definitivamente las armas por la política.