dic 27 2008

Tres tristes treguas

Tag: ETA,La semana,PSOEIgnacio Escolar @ 21:26

Una, dos y tres. ¿Es el tres un número mágico? ¿Divino? El triángulo del ojo que todo lo ve, los tres reyes magos y la santísima trinidad así lo creen; también José Luis Rodríguez Zapatero. El tres es número primo, es la primera cifra de pi (3,14), es la mínima expresión de jefatura de gobierno oligárquico con capacidad de desempate; por eso los romanos optaron por el triunvirato. Tres patas son malas para un banco pero con ellas se hace un trípode, que es el soporte óptimo porque también desempata y por eso nunca cojea. Tres deseos concede el genio de la lámpara. Tres reyes van por la mar, tres tristes tigres, tres cerditos. Tres oportunidades tuvo ETA y aquí se acabó el cuento, ni una más. Y no lo digo yo, lo dice Zapatero con voz solemne en una frase inspirada por Rubalcaba: “La democracia ha dado tres oportunidades a ETA de terminar su indigna aventura de crímenes sin sentido. ETA ha desperdiciado las tres oportunidades. Ya no habrá más”.

Ya no habrá más, sentenció también José María Aznar. Para el ex presidente del Gobierno, con dos negociaciones era más que suficiente. Si él, el del trío de las Azores, no lo logró ¿quién podría hacerlo? Y por eso le dijo al PSOE que no se dejase engañar otra vez, que no habría dos sin tres. Zapatero pensaba que a la tercera iba la vencida, y por eso usó tres adjetivos para definir el proceso de paz: largo, duro y difícil. La negociación arrancó formalmente tres meses después de que ETA anunciase una tregua después de tres años sin matar. Tres trimestres más tarde, a los nueve meses, una bomba voló el módulo D del aparcamiento de la T4, el cuarto parking de la cuarta terminal de Barajas. Y con el cuatro, y con dos muertos, se acabó el encantamiento de la tercera.

Tres años atrás, cuando parecía que el triángulo cuadraba, las cosas se veían de otra manera. Lo explicaba así el mismo Zapatero: “Cuando hablé del horizonte de paz se me acusó de ingenuo, de no saber adónde iba, de dar bazas a los violentos. Pero ahora hay un alto el fuego permanente, la mejor oportunidad para lograr la paz. No consentiré que nadie la ponga en cuestión. No consentiré que los ciudadanos pierdan esta oportunidad”. Atentos al análisis semántico: al igual que ahora, la oportunidad era también entonces la idea fuerza de la declaración. Es una palabra que encanta a los políticos, pues mira al futuro con optimismo y aúna la coyuntura realista con las rebajas soñadas; la oportunidad es como la promesa, pero además se cumple. La oportunidad sigue hoy en boca de Zapatero pero el sujeto ha cambiado. Las oportunidades entonces no eran para ETA, eran para los ciudadanos.

Zapatero ahora se niega a sí mismo tres veces. Al igual que sus predecesores en La Moncloa, intentó acabar con la violencia terrorista por la vía habitual, por la que ha funcionado en todo el mundo ante otros fenómenos terroristas: por la negociación. Y tenía razón al intentarlo. A diferencia de los anteriores presidentes, Zapatero no tuvo de su lado al principal partido de la oposición, y tenía razón al protestar por ello, al acusar al PP de desleal, de oportunista. Y ahora -al igual que Felipe, que Aznar- Zapatero comete el mismo error que sus predecesores, ese que él criticó cuando desde el PP le acusaban de ingenuo por intentarlo otra vez, ese adanismo del que la sartén González acusó al cazo: pensar que si el primer hombre fracasó en el intento, nadie más en la historia podrá afrontar tan titánica tarea. Si yo no logré arrancar a Excalibur de la roca, nadie podrá. Tres oportunidades y ni una más. ¿Para ETA o para los ciudadanos?

Tres negociaciones en tres décadas de democracia. No han sido pocas y la responsabilidad última del fracaso de todas ellas es siempre de los que matan, de los terroristas. Pero se equivoca Zapatero si cree que ETA -que ‘la ETA’, como la llaman algunos, empeñados en dotar a la banda terrorista de personalidad definida y homogénea- es una estructura única, inamovible y eterna. La ETA que se sentó en Argel no es la misma que negoció con Aznar. La ETA que reventó la tregua en la T4 ya está en prisión. La ETA que se encuentre dentro de unos años el hombre o la mujer que ocupe La Moncloa después de Zapatero será otra muy distinta a la de hoy. Ni todos los terrorismos son iguales ni todas las bandas terroristas son siempre la misma cosa.

“Intentar salvar vidas vale la pena, aunque uno se deje jirones”, decía Zapatero no hace mucho. “No es que sólo valga la pena, es que no me lo perdonaría a mí mismo. Intentar salvar vidas desde los principios democráticos. Sería un presidente sin alma, sin entrañas”. Intentar salvar vidas no sólo vale la pena o es una cuestión de autoestima: es una de las obligaciones mínimas que se espera de éste y de cualquier otro presidente. Zapatero negoció con ETA no sólo por convicción personal, lo hizo porque era su responsabilidad, porque en aquel momento era el camino más despejado hacia la paz. Hoy ese camino está cerrado y la mejor manera de salvar vidas es la lucha policial. Puede que más adelante la oportunidad para la paz regrese. Habrá que intentarlo de nuevo. Salvar vidas siempre vale la pena, aunque el cuatro no sea un número primo, ni tenga tanto refrán, ni cuente con la bendición cabalística de Zapatero.

—————-

P.D. Como apunta Drow_male en los comentarios, la democracia no ha negociado tres sino cuatro veces con ETA. La primera, la que parece que Zapatero olvida, fue la negociación de UCD. No fue inútil: consiguió que ETA pm cambiase definitivamente las armas por la política.


dic 13 2008

Contra natura

Tag: La semanaIgnacio Escolar @ 23:10

Lo natural es parir con dolor, morirse antes de cumplir los 30 años, la suciedad, la enfermedad. Lo natural es que uno de cada diez niños no sobreviva al parto, que una de cada veinte madres fallezca al dar a luz. Lo natural es que sólo sobrevivan los más fuertes, que los ciegos no lean. Nada más natural que el sarampión, que el cáncer, que la caries, que la peste, que la malaria.

La lucha contra natura es el verdadero motor de la historia. Es lo que de verdad nos diferencia del resto de los seres vivos: nuestra capacidad para sobrevivir a la naturaleza, por dura que sea, y en cualquier parte del mundo. Por eso hay humanos en el ártico y en el ecuador. La inteligencia es el medio, no el fin: es la forma más útil que han encontrado nuestros genes para perpetuarse, para inmortalizar esa ininterrumpida herencia de ADN que un día consiguió salir del agua, encender el fuego, cincelar sobre piedra la primera palabra, llegar a las estrellas. ¿Jugar a ser dios? Llevamos haciéndolo desde el momento en el que el homo sapiens inventó una herramienta y se convirtió en creador. Porque ningún otro ser vivo había modelado su realidad de tal forma como para que lo humano se convirtiese en la medida de las cosas.

El miedo también es natural, otra estrategia genética de supervivencia. Y de él nace una forma de miedo más refinada, que es la superstición. Veinte siglos de Iglesia Católica nos contemplan en defensa de lo natural, del orden establecido, de la comodidad de los márgenes explorados del conocimiento, del dogma contra la razón. La mala noticia es que vamos para atrás; antes había al menos espacio para la duda. “Porque, no pudiendo en manera alguna la verdad oponerse a la verdad, necesariamente ha de estar equivocada o la interpretación que se da a las palabras sagradas o la parte contraria”, admitía León XIII sobre las contradicciones entre los descubrimientos de la ciencia y la fe católica en su encíclica Providentissimus Deus, en 1893. Un siglo largo después, la doctrina vaticana se ha vuelto mucho más inflexible.

Hace décadas que triunfan en Roma las tesis de la contrarreforma frente al aperturismo del Concilio Vaticano II. Ganaron los que argumentan que la Iglesia Católica retrocede porque cede, que aquellos intentos por acercar a dios a la sociedad son la causa de la pérdida de fieles, que no es la fe la que tiene que adaptarse a los tiempos sino los tiempos los que tienen que detenerse para la fe. Es la montaña la que debe moverse, no Mahoma. La verdad no debe oponerse a la verdad. Y la verdad está en la Biblia, no en la ciencia, sentencia ahora Ratzinger frente a la vieja duda de León XIII.

Toda tecnología lo bastante avanzada es indistinguible de la magia, decía Arthur C. Clarke. Y la magia es la matriz del milagro, por eso fe y ciencia siempre se han llevado mal, porque compiten entre sí en el mercado de la esperanza. El milagro de la vida, su magia, es hoy una tecnología lo bastante avanzada como para que dos mujeres puedan compartir la maternidad natural de un bebé, para que una ponga el vientre y la otra su ADN. Pronto llegará el siguiente paso: que una mujer pueda tener un bebé mezclando su carga genética con el de otra mujer, su pareja, sin necesidad de que intervenga un varón. Ya se ha hecho con ratones. El siguiente salto es aún más alucinante pero no por ello mucho más lejano: a partir de una célula, de un pequeño pedazo de piel, se podrán crear espermatozoides con los que una mujer podría fecundarse a sí misma, sin necesitar el ADN de nadie más. ¿Contra natura? No mucho más que la penicilina o el viaje a la Luna. Sólo cambia nuestra capacidad de asombro.

Lo natural no es bueno por naturaleza, pero tampoco malo. Nada más natural que el ser humano, que su afán diario por aferrarse a la vida. Lo natural es morirse pero también luchar contra la muerte, por eso ahora vivimos casi cien años. Algunos genetistas aseguran que esa fecha de caducidad de los seres vivos, que ese límite a la inmortalidad, responde a una lógica darwinista, pues lo que no muere no evoluciona y hace falta transformarse en abono para dejar sitio a lo nuevo. En el siglo XX bastaron los antibióticos y lavarse las manos para duplicar una esperanza de vida que nadie sabe hasta dónde se puede prolongar en este siglo.

Lo natural también era que un amor durase toda la vida, pero es que antes la vida duraba muy poco. Respondía a una lógica: crear familias lo bastante estables como para proteger a la prole. Lo natural, en cualquier caso, es mucho más simple que un matrimonio: consiste en ese impulso ancestral, grabado a fuego en nuestra herencia genética, que lucha por perpetuar nuestro ADN. Para la naturaleza lo demás es superfluo, accesorio. Lo natural no sabe de peras y manzanas. Lo natural es el amor, aunque las que amen y quieran amar a un hijo, a su hijo, sean dos mujeres enamoradas.


nov 29 2008

El laicismo acomplejado

Ahora que Rouco propugna el olvido hay algo que conviene recordar. La propia Iglesia Católica, en el concordato que dejó bien atado el posfranquismo, se comprometía a autofinanciarse en el futuro, sin cargo a los Presupuestos Generales del Estado. La promesa de Roma fue en vano y hoy, tres décadas después, el dinero público a modo de cepillo no sólo no disminuye sino que aumenta. Franco definió al español como católico, heterosexual, de derechas y castellanoparlante. Tras treinta años de democracia, los gays se pueden casar, las otras lenguas españolas se estudian en las escuelas (por mucho que escueza a algunos), el centro izquierda consigue más votos y ¿la Iglesia? Bien, gracias. La reserva espiritual de occidente sigue incorrupta. O al menos lo parece, dados los pocos avances que se han podido lograr en el camino a la modernidad, en la básica separación entre la Iglesia y el Estado que en Europa marcó el siglo XIX y en España aún no hemos resuelto en el siglo XXI. La Transición no se atrevió, y por eso dejó a los muertos de la cruzada en las cunetas y a los capellanes en el Ejército. La asignatura está pendiente y parece que lo estará muchos años más.

Desde el Gobierno, la estrategia es clara, pero el horizonte es lejano. Y asusta dar grandes zancadas. ¿Romper el concordato? Ni de broma. ¿Sacar la religión de los colegios? Ahora no toca. ¿Eliminar la financiación pública a la Iglesia? Demasiado pronto. Zapatero se autoimpone un límite: no se puede hacer una reforma tan ambiciosa que después, cuando más tarde o más temprano gobierne el PP, la derecha lo tire para atrás. Pero tiene un plan: romper con el debate Iglesia-Estado, no plantearlo como un enfrentamiento, y dejar que sea la propia sociedad, cada vez menos religiosa, la que disuelva poco a poco los privilegios del Vaticano.

La razón por la que los obispos han sido tan hostiles contra la Educación para la Ciudadanía no es ese supuesto adoctrinamiento (mira quién habla). Lo que les preocupa es que esa asignatura obligatoria y necesaria acabará con la dicotomía de ética versus religión. La ética, los valores ciudadanos, son para todos y la religión para los que lo deseen. Con la Ciudadanía dentro del programa educativo, la religión ya no necesita una asignatura alternativa, por lo que, por pura lógica docente, debería quedar en el horario escolar como la primera o la última materia del día. Los alumnos que quieran dar religión tendrán que madrugar o quedarse un rato más en el colegio. El Estado seguirá dando esa opción, pero supondrá un pequeño esfuerzo para quien la pida por puro respeto al resto de los alumnos, la mayoría no creyente o no practicante.

Lo mismo debería suceder con la casilla del IRPF, un modelo que se copió del alemán pero para coger sólo lo peor. En Alemania las personas religiosas cuentan con una casilla en la declaración de la renta para destinar parte de sus impuestos a la Iglesia. Pero, a diferencia de España, esa cruz supone pagar más dinero. Y cuando vas a casarte, el cura te pide la declaración. Aquí los católicos pueden quedar bien con su dios en el IRPF sin que eso le suponga nada en su bolsillo.

Lo que sí se abordará en esta legislatura será la reforma de la Ley de Libertad Religiosa y ahí veremos de nuevo a los obispos con las pancartas. Un pequeño grupo de expertos, cuatro personas, ya está trabajando en un primer documento que ha encargado Fernández de la Vega. La reforma se basa en dos ejes: la neutralidad del Estado para salvaguardar a esa mayoría para la que la religión es indiferente y el desarrollo de la libertad religiosa para dar respuesta a la mayor pluralidad de creencias. Para ambos objetivos, terminar con los símbolos religiosos en el ámbito público es básico. Es una cuestión de convivencia. En España ya viven un millón de musulmanes. Si no queremos que sus hijos, españoles, exploten como los coches de las afueras de París, conviene hacer un esfuerzo para que lo católico deje de ser el último valor obligatorio de la España de pesadilla que soñó Franco. Esos chavales no pueden pasarse los primeros años de su vida en una clase donde un crucifijo sobre el encerado les recuerde a diario que ellos no son de allí.

Pero sacar las cruces de las clases no será lo más difícil, pues tampoco quedan tantos. Será más complicado que salgan de los cuarteles. La reforma de la ley, además, está supeditada al calendario de otras leyes sociales, como el aborto o la eutanasia. Y hay también una fecha que el Gobierno tiene muy presente: agosto de 2011. En ese mes, Madrid será la sede de la JMJ, la Jornada Mundial de la Juventud, un enorme evento que monta el Vaticano, con visita del Papa incluida. Si, como antaño, van a excomulgar a los que voten liberal, mejor que la ley ya esté aprobada cuando venga Ratzinger.


nov 22 2008

La caza del oso ruso

Milagros del capitalismo refundado: se puede comprar el 30% de la primera petrolera española, una de las más importantes del mundo, sin poner ni un sólo euro. Al menos, eso intenta la rusa Lukoil, que ha aprovechado la compleja situación accionarial de Repsol para colarse en una multinacional donde todo cambia para que su presidente, Antoni Brufau, siga igual. Antes de seguir con el relato de los hechos, les presento a los protagonistas del partido.

En un rincón del campo, acorralada, está Sacyr Vallehermoso, una gran constructora con una situación financiera alambicada. La empresa que preside Luis del Rivero debe a los bancos 18.500 millones de euros, siete veces más de lo que vale en bolsa, 23 veces más que su beneficio bruto anual (por su propia seguridad, no intente hacer esto en casa). Hace dos años, cuando la burbuja inmobiliaria aún no había explotado, cuando el dinero era barato, Sacyr puso en marcha un ambicioso plan de expansión. Para diversificar su negocio y que no todo fuese ladrillo, compró a crédito el 20% de Repsol. Pagó caro, a 26,9 euros por cada acción, y hoy los títulos de la petrolera española valen la mitad. Sacyr, además de ser el primer accionista de Repsol, también cuenta con un 91% de Itinere, una empresa de autopistas. Ahora que la burbuja del ladrillo ya ha explotado, ahora que el precio del petróleo se ha desplomado, ahora que hasta los políticos inspiran más crédito que los bancos, Sacyr necesita vender para no ahogarse en su propia deuda. Hoy mismo es probable que cierre el acuerdo para vender Itinere, su otra gran inversión sin pies de ladrillo: una concesionaria de autopistas que probablemente comprará un fondo de infraestructuras del banco Citigroup por unos 7.500 millones de euros. Si dependiese de Luis del Rivero, las ventas de Sacyr se acabarían aquí, su compañía mantendría su porcentaje de Repsol a la espera de tiempos mejores. El problema es que ya no depende de él: la pelota está en manos de la banca.

En el centro del juego, para variar, está Emilio Botín. El Santander y Citigroup lideran el crédito sindicado concedido a Sacyr para comprar el 20% de Repsol. Prestaron 1.154 millones cada uno. También entraron en la operación Caja Madrid (933 millones), Calyon (563), ING (300), BPI (250), BCP (150), Popular (100), Banesto (100), Commerzbank (100) y el Sabadell (50); ninguno de ellos está como para regalar el dinero. La garantía para el crédito fueron las propias acciones de Repsol, pero con una condición: que si la cotización bajaba por debajo de los 21,2 euros, Sacyr tendría que poner sobre la mesa nuevas garantías. Hace más de tres meses que la acción de Repsol vuela muy por debajo de este límite: el viernes cerró a 13,90 euros y es difícil que vuelva a repuntar a corto plazo. Repsol es una de las petroleras que más sufre la caída del precio del petróleo, pues sus contratos en Latinoamérica, en Argentina o Brasil, establecen precios mínimos que ahogan su margen cuando el precio del barril de crudo baja de 140 a 50 dólares en apenas cinco meses. Y si el petróleo y el ladrillo caen a la vez, ninguna de las nuevas garantías que Sacyr puede ofrecer basta para convencer a los bancos.

Pero la partida no la han puesto en marcha los bancos. Ha sido Antonio Brufau, jugador del que más pague. El presidente de Repsol ha aprovechado el escenario para cobrarse viejas deudas. Nunca se ha entendido con Luis del Rivero, que lleva dos años intentando echarle del sillón aprovechando su posición de primer accionista de la petrolera. Ha sido el propio Brufau el que ha liderado la operación para traer a Lukoil hasta España. ¿Las condiciones? Hay una fundamental: su permanencia al frente de Repsol con un nuevo contrato, con un nuevo blindaje. Cuenta para ello con el respaldo de su antigua casa, La Caixa, que tampoco está contenta con del Rivero y también quiere aprovechar la coyuntura para apuntarse en los libros una plusvalía que no viene nada mal con la que está cayendo. La Caixa también pone la cama: no sólo vendería parte de sus acciones sino que también financiaría la operación. Para los legos en economía chiripitifláutica la jugada es marciana: la caja catalana presta a Lukoil el dinero para que compre sus acciones… con las propias acciones como garantía.

Lo que está claro es que la petrolera rusa está dispuesta a comprar, pero sin poner un duro. El monto total de la operación asciende a los 9.000 millones de euros, pero los rusos pagarán con dinero del monopoly. No podrían hacerlo de otra manera: su liquidez es de 1.300 millones de euros, tienen que pagar antes de fin de año créditos por 1.500 millones y hace unos meses, en junio, abordaron otra gran compra, una refinería en Italia por la que han pagado 1.350 millones de euros. Y no está el mercado como para pedir más créditos. La petrolera está dispuesta a comprar a 27 euros por acción, mucho más de lo que pagaría si comprase los títulos en la bolsa, pero con la condición de no poner un duro en efectivo ni tampoco más garantías que las propias acciones: simplemente pretenden cambiar el 20% de Sacyr por la deuda de la constructora, tal cual está, y comprar otro 10% con un nuevo crédito que lideraría La Caixa. Los bancos han pedido más garantías, pero dan por buena la jugada, pues permite cambiar un deudor asfixiado por otro al que se le supone más solvencia. De momento les vale para no tener que provisionar pérdidas y después ya veremos. Sin embargo, si Lukoil se sale con la suya y compra sin más garantías que las propias acciones, está por ver que los rusos después se queden si la cotización de Repsol sigue a la baja y no les dejan mandar.

Para Lukoil, la compra de Repsol interesa por varios motivos, todos ellos muy distintos a los intereses geoestratégicos de España y la UE. A la petrolera rusa le vienen bien las refinerías y la red de gasolineras (más de la mitad de las españolas son de Repsol), pero no necesita los contratos de extracción que tiene Repsol en Latinoamérica, pues a Lukoil le sobra con Siberia. El Gobierno teme que, si Lukoil consigue el control de Repsol, pague la deuda vendiendo esas reservas por las que tantas gestiones políticas se han hecho. Además, creen que la operación es una bofetada a Obama nada más empezar su mandato: con Repsol, la llave también para Gas Natural y Unión Fenosa, Rusia controlaría los únicos gasoductos de abastecimiento a Europa que aún no son suyos tras derrotar militarmente a Georgia. El papel del régimen de Vladimir Putin en la jugada es más que evidente: el propio vicepresidente ruso fue quien soltó el globo sonda de Gazprom al tiempo que Lukoil negociaba.

Pese a que la operación, que lleva en marcha varios meses, está ya muy madura, el Gobierno aún cree que es posible pararla. La solución pasa por La Caixa y también por el propio Luis del Rivero, que tendría que renunciar a ser Brufau en lugar de Brufau y aceptar mandar menos a pesar de ser el accionista con más títulos de la petrolera. Si Ia venta de Itinere se cierra ya, las posibilidades de que Sacyr no se vea obligada a vender aumentan bastante. El problema es que, desde el Estado (que no desde el Gobierno), hay también altas instancias que no quieren cazar al oso ruso.


nov 15 2008

Las deudas que deja Bush

Tag: La semanaIgnacio Escolar @ 23:40

Cuando el ego es tan grande que no cabe en el yo, se refugia en el plural mayestático para parecer más alto. Viene de la retórica romana, del latín: pluralis maiestatis, plural de majestad. Lo usaron los reyes y los papas, la sangre azul y el purpurado de Roma. Consiste en cambiar la primera persona del singular por la del plural, nosotros en lugar de yo, y así hacer multitud donde sólo hay una persona más, otro mortal. La lengua es arquetipo de la cosa y en la letra del plural mayestático se suele esconder la soledad. Cuando un líder se sabe respaldado, no necesita de estas trampas. Ahora que los reyes se llenan de orgullo y satisfacción ellos solitos, el plural mayestático sólo lo usan los fanfarrones; los que presumen de lo que carecen.

“Lo que le debemos a Bush”, tituló el viernes un artículo José María Aznar en el diario francés Le Figaro. Debemos, primera persona del plural. ¿Nosotros? Como no me reconozco en la deuda, miro al Aznar mayestático. Sus compromisos pendientes con el peor presidente de Estados Unidos que vieron los tiempos son muchos. Le debe, entre otras cosas, una plaza en la Universidad de Georgetown, los pies encima de la mesa del rancho Crawford, la inspiración para unas frases dignas de esculpir en piedra (“siempre tendrás un bigote a tu lado”) y un puesto en el consejo de administración de la mayor compañía de medios del mundo, News Corp. Las deudas son suyas, pero las letras las pagamos nosotros. La medalla del Congreso costó su buena factura: dos millones de euros en lobby para un honor que ni siquiera llegó a recibir. El equipo de baloncesto de Georgetown cuenta ahora con un patrocinador atípico: el Ayuntamiento de Madrid donde trabaja doña Ana Botella a las órdenes de Ruiz-Gallardón, you know now. Y sus pies encima de la mesa –la otra foto, junto con la de las Azores, que mejor define al ex presidente del Gobierno– nos costó una guerra donde ya han muerto más de cien mil civiles.

Pero Aznar, el último que aún reivindica la pisoteada figura de George W. Bush, cree que las deudas del mundo con el pato cojo superlativo son otras. “Nos ha transmitido su mejor herencia: la herencia de la libertad”, dice su último fan. “La historia le hará justicia”, declama Aznar ante su espejo; como si al absolver la memoria de Bush pudiese salvar también su alma.

Claro que hay cuentas pendientes entre George W. Bush y el mundo, pero el sentido de la deuda es el contrario al que señala Aznar. La herencia que deja el presidente estadounidense que legalizó y justificó la tortura como método válido para los interrogatorios no es la libertad. Lo que nos lega Bush es el deterioro universal de los derechos humanos, el desprecio interesado ante el cambio climático, un Oriente Medio en guerra eterna y la mayor crisis económica desde la Gran Depresión.

Ayer, en Washington, se celebró un funeral peculiar. El muerto no sólo presidía la ceremonia sino que hacía de anfitrión, incluso hablaba. Con Bush de cuerpo presente, el G20 enterró su nefasto legado. Es cierto lo que dice Pedro Solbes, uno no desayuna por la mañana y por la tarde refunda el capitalismo, pero los pasos que ayer se dieron tampoco han sido pequeños; no ha sido una reunión inane.

La declaración oficial que ayer difundió el G20 ocupa siete folios y sólo dedica dos párrafos a explicar las causas de la crisis. Pero tampoco necesita mucho más para criticar los excesos de una era, la del neoliberalismo donde el estado estorbaba, la del mercado ácrata que se autorregulaba. Habla el G-20: “La combinación de normas reguladoras laxas, prácticas de gestión de riesgos poco sólidas y la utilización de productos financieros cada vez más complejos y opacos hicieron vulnerable el sistema financiero internacional”. ¿Los responsables? Para los líderes reunidos en Washington están claros: “Los organismos reguladores y sus supervisores en muchos países avanzados no han sido capaces de detectar ni evitar los riesgos creados en los mercados financieros”. George W. Bush, supervisor, como presidente, de uno de esos eufemísticos “países avanzados” (tampoco hace falta señalar), firma el documento, como el reo que acepta su condena.

El G-20 también cuestiona otra de las señas de identidad de la política económica de Bush, su libre comercio asimétrico: mientras pedía a los países emergentes que abriesen sus fronteras al mercado, EEUU mantenía sus defensas más altas que nunca. En el documento, los países del G-20 se comprometen a no levantar nuevas barreras proteccionistas para el comercio de mercancías y capitales. Aunque no habla de las muchas que ya existen.

Pero lo más interesante está aún por venir. Concretamente, el 30 de abril de 2009, la fecha para la nueva cumbre del G-20. Ayer fue el último acto de Bush. Lo mejor que nos deja no es mérito suyo: se llama Obama.


nov 08 2008

Urgencias contra la memoria

Tag: La semanaIgnacio Escolar @ 23:11

Y, al fin, a la Fiscalía le entró prisa. Urgencia. Había que hacer algo, y pronto. El fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Javier Zaragoza, despertó en la mañana del viernes, 7 de noviembre de 2008, y, tras leer la prensa, convocó de emergencia a los 15 jueces de la Sala de lo Penal. Algunos de ellos tuvieron que interrumpir otros trabajos –minucias sin importancia: el caso “Saqueo”, sobre la corrupción del Ayuntamiento de Marbella en la era Gil, y otro juicio de terrorismo etarra–. Había una emergencia que así lo justificaba, algo importantísimo y prioritario. Siete décadas después de la Guerra Civil, tras treinta años de democracia, la España que presume de séptima potencia mundial esconde bajo la alfombra, en las cunetas de las carreteras, decenas de miles de desaparecidos, cadáveres sin nombre en fosas comunes. Torturados, fusilados. La Justicia no podía esperar ni un minuto más. Había que bloquear cuanto antes al juez que, al fin, estaba intentando abrir esas fosas, cerrar esas heridas.

Según la fiscalía, la emergencia estaba justificada. Justificadísima. Había que tomar esa medida cautelarísima, en el lenguaje jurídico, porque el proceso iniciado por Garzón podía causar “perjuicios irreversibles de difícil reparación”. En la práctica, la decisión de urgencia sólo bloquea tres de las 25 fosas que Baltasar Garzón había ordenado abrir: una sin más relevancia política, en La Serna, y dos mucho más sonadas: la del poeta Federico García Lorca, en Granada, y un osario del Valle de los Caídos. ¿Perjuicios irreversibles? ¿Los de quién?

Para juzgar la responsabilidad de los actos de la Fiscalía, nada como la jurisprudencia y la hemeroteca. Año 1998. El mismo juez Garzón, como ahora, abre un proceso a otra dictadura, la del general Augusto Pinochet. El Gobierno, como ahora, dice que respeta las decisiones de la Justicia, que no se inmiscuye, mientras la Fiscalía, como ahora, pone todo tipo de palos en las ruedas. Habla Alfredo Pérez Rubalcaba, 9 de agosto de 1999: “El Gobierno no puede esconder su responsabilidad ante las actuaciones del fiscal general del Estado y del fiscal jefe de la Audiencia Nacional”. “Fue el Gobierno quien los nombró” por lo que “no puede decir que no tiene nada que ver con lo que hace el fiscal general o el de la Audiencia Nacional. Hay una responsabilidad que hemos reclamado, ya que la Fiscalía está defendiendo tozudamente a Pinochet”. No hay más preguntas.

Facilitar la memoria

Dice la Ley de la Memoria Histórica que “atendiendo a una muy legítima demanda de no pocos ciudadanos que ignoran el paradero de sus familiares, algunos en fosas comunes, se prevén medidas e instrumentos para que las Administraciones Públicas faciliten a los interesados que lo soliciten las tareas de localización y, en su caso, identificación de los desaparecidos, como una última prueba de respeto hacia ellos”. La palabra clave es el verbo: facilitar. ¿Cómo? La fórmula es ambigua y, de momento, esta parte de la ley aún está por concretar. Hace unos años, el PSOE tenía una respuesta mucho menos abstracta. En el debate de los Presupuestos Generales de 2003, Jesús Caldera, entonces portavoz del grupo socialista, pidió que se incluyese una partida de un millón de euros para ayudar a las asociaciones de voluntarios que, con sudor y palas, están recuperando de las cunetas esa memoria podrida que muchos han preferido olvidar. Tras casi cinco años de Gobierno socialista, nada se sabe de ese dinero.

Es cierto que José Luis Rodríguez Zapatero ha sido el único presidente democrático que por lo menos ha abordado el problema, pero la solución es aún incompleta: que el juez Garzón en poco más de un mes haya facilitado la apertura de más fosas comunes que todos los gobiernos de la democracia en treinta años así lo demuestra. El trabajo, sin embargo, permanece incompleto. A Garzón no le queda mucho más margen de maniobra, pues la votación de la Sala de lo Penal el viernes –diez votos a favor de la Fiscalía, cinco en contra– permiten pronosticar sin mucho riesgo que su proceso contra el franquismo no irá más allá.

Sin embargo, las esperanzas de que algún día se haga Justicia no acaban aquí. “Si a Garzón no le dejan, lo hará un juez de fuera”, pronosticaba ayer el historiador Julián Casanova en una entrevista del periodista Diego Barcala en Público. No es sólo un deseo al viento: al igual que la Audiencia Nacional ha procesado a las dictaduras de Argentina o Chile, otro juez no español podría abrir un proceso contra el franquismo en un tribunal de Argentina o México. La Asociación por la Memoria Histórica ya está en ello. La Audiencia Nacional y su Fiscalía, por coherencia, tendrían poco que alegar.

Dice Zapatero que “el franquismo ya está juzgado por la historia”. No basta con esa condena. No basta con facilitar. La memoria, para que no se olvide, hay que ejercerla.


nov 01 2008

La reina sale del armario

El reino ideal de Sofía Margarita Viktoria Frideríki Glíxmpourgk no es esta España donde los homosexuales también tienen derecho al matrimonio, la religión es opcional en los colegios y a los niños les enseñan que el ser humano viene de la evolución, y no del paraíso. En el mundo de Sofía las leyes son naturales antes que leyes, aunque hay una que es sagrada: la Constitución. “No hay que ser republicano ni monárquico, sino cons-ti-tu-cio-na-lis-ta”, dice Pilar Urbano que dijo la reina “mientras con la yema del dedo medio marca cada una de las siete sílabas sobre el cerco metálico de la mesa”. Cons-ti-tu-cio-na-lis-ta. A la carta magna me encomiendo.

Si las opiniones sobre lo divino y lo humano las hubiese difundido el rey, habría incumplido el artículo 56 de la Constitución, donde se le asigna un papel de arbitraje y moderación que le impide lo que ha hecho su señora: tomar postura sobre temas que dividen la opinión pública, cuestionar las leyes aprobadas por el Parlamento y que él mismo firma. No ha hablado el rey, sino su esposa, pero ella tampoco es una ciudadana más. También aparece en la Cons-ti-tu-ción, donde se fija su papel como regente, y forma parte de la Corona, esa ins-ti-tu-ción a la que el Código Penal protege con especial dedicación. La reina Sofía tiene derecho a tener una opinión, pero no a difundirla. No se trata de que su visión sea de izquierdas o de derechas. Sería igual de grave si, en lugar de criticar políticas progresistas, se hubiese mostrado como la soberana más revolucionaria de palacio. A la institución que ella representa se le conceden muchos privilegios a cambio de pocas cosas. La fundamental: que respete la neutralidad política. Si quiere opinar de asuntos sensibles, algunos de ellos pendientes de resolución del Tribunal Cons-ti-tu-cio-nal, que antes dimita.

La reina ha hablado con tal desparpajo, con tal irresponsabilidad, que la Zarzuela ha intentado zanjar el patinazo con una explicación imposible, donde sólo faltan la clásica excusa del “error informático” y el perro que se come los deberes. La conversación privada más grande que vieron los tiempos consistió en 15 sesiones de trabajo y 638 preguntas por escrito de la que han salido nada menos que 320 páginas. Las inexactitudes no se encontraron a pesar de que Zarzuela revisó el texto durante cuatro días. Nadie dijo nada aunque la editorial Planeta, poco sospechosa de activismo republicano, envió tres copias previas a palacio para su visto bueno: una para la casa del rey, otra para la homenajeada y otra más para la secretaría de la reina. La autora tampoco es nueva en la corte. Pilar Urbano no sólo firmó una biografía de Sofía de Grecia donde toda la familia Borbón-Frideríki colaboró activamente, sino que también es amiga íntima de Laura Hurtado de Mendoza, miembro del Opus Dei como ella y secretaria personal de la reina desde 1970 hasta hace dos años, cuando se jubiló de forma pero no de facto.

A la vista de lo sucedido, la duda es qué ha podido pasar para que los mosqueteros reales permitiesen tamaño traspiés, que no beneficia nada el vals monárquico. Hay opiniones para todos los gustos, desde los que creen que la reina se ha desmelenado a los 70, que a la vejez viruelas, hasta los que buscan algún ajuste interno en la fontanería de la Zarzuela o, más que un tropezón, una zancadilla de la entrevistadora. Es difícil de saber con certeza, tal vez un poco de todo. Pero puestos a elucubrar, me quedo con la explicación más simple: se les pasó. No calcularon lo ofensivas que podían ser esas palabras para muchos de sus ‘súbditos’. En un ambiente conservador, como se presupone un palacio, ¿a quién le va a escandalizar que a la reina no le gusten las reinonas de las carrozas del orgullo gay? En realidad, ni siquiera es ésta la primera ocasión en la que la reina sale del armario y se muestra como lo que es, una persona profundamente conservadora. “La España que yo conocí, más que una dictadura, era una dictablanda”, dice la reina. “Franco era monárquico” explica Sofía, “un hombre sencillo, con ganas de agradar y muy tímido ”. “Era un dictador, pero no un tirano”, dice sobre el golpista acusado de crímenes contra la humanidad que sólo en la fosa común de Málaga enterró a más civiles, más de 5.000, que todas las víctimas del genocidio de Pinochet. Palabra real: “Mi marido fue tajante, desde el primer momento, diciendo: ‘Delante de mí no se habla mal de Franco”.

No se escandalicen, que ya no toca. Las citas no salen del último libro de Pilar Urbano sino de la biografía que publicó la misma autora hace 13 años. Como nadie protestó, la Casa Real no habló, en aquella ocasión, de conversaciones privadas inexactas.

Papelón no sólo de la reina, también de los políticos. En pocas semanas, el partido socialista obrero que fundó Pablo Iglesias ha salido en auxilio de la banca, del ejército y del rey. Sólo falta la Iglesia, Santiago y cierra España. En lugar de pedir a la Casa Real, a la que mantenemos con nuestros impuestos, que explique exactamente a qué inexactitudes se refiere o si el error es general, generalísimo, los dos grandes partidos se han enrocado en defensa de reina. Las críticas, tanto del PSOE como del PP, se las está llevando Esteban González Pons, verbo florido, verso suelto, pero que en esta ocasión ha dicho lo que deberían haber dicho todos los políticos: que “la institución no debe hablar”, que “el rey y la reina, si son, son como la bandera y a la bandera la vemos cumplir con su papel en los actos oficiales pero no hacer declaraciones no neutrales”.

Dice la Cons-ti-tu-ción que el rey es irresponsable. Fue un avance histórico, costó una invasión francesa de la mano del traidor Fernando VII. Artículo 64.2: “De los actos del Rey serán responsables las personas que los refrenden”. De los actos de la reina, ¿quién se responsabiliza?


oct 25 2008

Los siete pecados capitalistas

Tag: La semanaIgnacio Escolar @ 22:58

1- La lujuria especuladora

Un barco petrolero tarda más de cuatro semanas desde que sale del Golfo Pérsico hasta que llega a Estados Unidos. En ese tiempo, puede que la carga se haya devaluado tanto que el dueño del barco se arruine con el trayecto, que haya pagado por el crudo un precio mayor en el puerto de origen de lo que cobrará cuando llegue a la refinería. Para evitar este riesgo -en el petróleo y en otros mercados de materias primas-, se inventaron los contratos de futuros: una fórmula que consiste en pactar de antemano el precio de venta del pedido para una fecha determinada. Cuando se cierra el contrato, ni el comprador ha pagado ni el vendedor ha entregado la mercancía; pero el compromiso es igual de firme.

En aquel momento parecía una buena idea. El problema vino después, cuando los especuladores se aprovecharon de este mercado ideal para los trileros, pues se puede vender y comprar lo que aún no se tiene. Si apuestas con cientos de millones de dólares en el mercado de futuros a que el petróleo subirá, en efecto, el petróleo sube y tú ganas; en economía las profecías tienden a cumplirse si hay dinero suficiente. Los mismos inversores que primero crearon la burbuja punto com y después la burbuja del ladrillo, consiguieron elevar el precio del barril de crudo de 40 hasta 140 dólares en solo cuatro años. Impunemente.

2- La pereza de los reguladores

Por suerte, la burbuja del petróleo explotó a mediados de este verano. ¿La razón? Un pequeño cambio en la regulación de la SEC (el organismo que controla la bolsa estadounidense) obligó el 14 de julio a los especuladores que estaban jugando a la baja contra la cotización de los bancos a que respaldasen sus apuestas con acciones, por lo que tuvieron que sacar su dinero del mercado de futuros del petróleo para no perderlo en banca. Desde esa medida, que no buscaba atajar la burbuja petrolífera sino proteger a los bancos de los caníbales, el precio del crudo no ha dejado de bajar. El 14 de julio, cada barril costaba 144 dólares. El viernes rozó los 60 y sigue cayendo, pese a que la OPEP ha recortado su producción un 5%. Si basta con un pequeño cambio regulativo, tan sencillo que ni siquiera se vota en ningún Congreso, para evitar comportamientos tan dañinos para la economía mundial como la burbuja del petróleo, ¿por qué tanta pereza a la hora de evitar la especulación?

Han tenido que temblar las catedrales de Wall Street para que la mayoría de los organismos reguladores, también la CNMV española, se atreviesen a prohibir determinadas prácticas especulativas. De momento, estas restricciones son temporales, aunque en el debate mundial sobre el nuevo capitalismo muchos piden que sean permanentes. Para ello hace falta un paso previo, tal vez el único que se dé en la cacareada cumbre del 15 de noviembre: la puesta en marcha de un organismo supranacional para vigilar la economía globalizada. Alguien con algo más de prestigio internacional que el FMI.

3- La envidia del paraíso fiscal

Una cadena es tan débil como su eslabón más débil. En un mundo donde las fronteras existen para las personas pero no para el dinero, de poco vale que el G20 se comprometa a asumir nuevas normas si no aísla a un G40 del que apenas se habla: los 40 países ladrones, los 40 paraísos fiscales. Según la OCDE, en estas cuevas piratas se esconden de los impuestos entre 5 y 7 billones de dólares, una cifra que equivale al 13% del PIB mundial. La mitad de las multinacionales que cotizan en el español Ibex 35 tienen empresas en estos paraísos fiscales, con lo que eluden pagar impuestos a ese mismo erario público al que ahora piden ayuda. En los últimos 20 años, el dinero que guardan estos países se ha multiplicado por seis. Curiosamente, la distancia entre los sueldos de los altos directivos y los trabajadores ha crecido en ese tiempo en una proporción similar.

4- La codicia de los directivos

En 1980, un alto ejecutivo estadounidense ganaba de media 42 veces más que un trabajador. Hoy gana 364 veces más: en solo un día lo que los demás en todo el año. El problema no es solo la desigualdad social, que también. Lo más preocupante es que se premie a los ladrones y a los inútiles. En palabras de la canciller alemana, Angela Merkel, “comprendo que gane mucho quien hace mucho por su empresa y sus empleados; pero ¿por qué se debe ahogar en dinero a los incompetentes?”. Es lo que a veces pasa cuando la retribución del primer ejecutivo está supeditada al corto plazo de la bolsa y no al largo plazo de la empresa. En muchas ocasiones (Enron es el ejemplo más sonado pero no el único), los fuegos artificiales que tanto gustan a los inversores bursátiles van contra los intereses de la propia compañía. A la larga, la cotización bursátil también se hunde. Pero suele ser después de que el alto directivo haya vendido sus stock options.

5- La gula de los inversores

Lo que es bueno para el directivo no es bueno para su empresa. Lo que es bueno para el especulador del petróleo no es bueno para la economía mundial. Lo que es bueno para el vendedor de hipotecas subprime no es bueno para el banco que presta el dinero. En todos los fallos del capitalismo que ahora han aflorado hay un elemento común: una distorsión perversa en el sistema de recompensas donde no se premia al que genera riqueza sino al que la destruye.

El capitalismo ha funcionado sobre una premisa que suele ser cierta: del egoísmo individual se obtiene un progreso colectivo. La ambición de los empresarios también es buena para los trabajadores, pues todos ganan aunque sea en menor medida. Sin embargo, el castillo de naipes se hunde cuando se premia al pirómano, cuando la recompensa del que da préstamos hipotecarios a gente sin trabajo no está supeditada a que esas hipotecas se paguen sino a vender todas las posibles -su comisión iba en ello-. Lo mismo sucedía en el siguiente nivel, donde el que respaldaba estas hipotecas subprime tenía como negocio agruparlas con otras miles y venderlas en el mercado. Que se cobrasen o no tampoco era su problema. Tampoco era problema de las agencias de calificación, que estuvieron garantizando la salud del sistema hasta dos minutos antes del hundimiento; por algo cobraban de los mismos bancos a los que avalaban. No era problema de nadie y ha acabado siendo problema de todos.

Aunque las subprime es el pastel más famoso, no es el único tóxico que ha engullido el mercado en estos últimos años de dinero fácil y hambre financiera voraz. El capital se empachó porque no sabía qué comía: el mercado de derivados consistía en vender paté de cerdo como si fuese foie gras de oca; cuestión de una bonita etiqueta. Funcionó bastante bien hasta que a alguien se le ocurrió mirar qué había dentro de la lata.

6- La ira del planeta

Dice José María Aznar, y no es el único inconsciente, que ahora que los bancos van mal no hay dinero para salvar el planeta. La realidad es la contraria, pues detrás de uno de los fenómenos más preocupantes de la economía están precisamente los desastres generados por el cambio climático en la agricultura mundial. La crisis alimentaria es un problema económico en su realidad más cruda, pues aquí no se pierden ahorros sino vidas humanas. La lucha contra la contaminación es, en realidad, el mejor ejemplo de los males del capitalismo: solo se soluciona con regulación estatal, hace falta coordinación internacional, sus beneficios son indudables y, en resumen, nunca lo abordarán aquellos que solo piensan a corto plazo, aunque sea la inversión más rentable, con diferencia. ¿Hay acaso alguna mejor que salvar el planeta?

7- La soberbia del PIB

¿Un país más rico es un país mejor? No siempre. Según los datos del PIB, México está a punto de superar a España. ¿Es un país como México, donde hay familias que pierden su casa porque no pueden pagar las letras de una licuadora, un país mejor que España? México también es el país desarrollado donde mayor es la brecha entre ricos y pobres, según el último informe de la OCDE que se presentó hace unos días. Por desgracia, la desigualdad, la educación o la sanidad no cuentan con indicadores tan precisos como la inflación, el paro o el PIB. Los datos económicos son difíciles de esconder. Sin embargo, los indicadores de desarrollo humano no son homogéneos ni sistemáticos, los políticos pueden apostar a que, con una buena campaña publicitaria, hasta la sanidad pública más deteriorada pasará por buena.

Una vez más, es un problema de recompensas. Lo que es bueno para el PIB no siempre es bueno para la sociedad, de poco sirve que aumente la riqueza si solo se benefician de ello los que ya son ricos, los mismos que nunca lo pasarán verdaderamente mal por mucho que se agrave la situación económica. En España, por ejemplo, la crisis va por barrios. Esta semana abrirá en la milla de oro de Madrid la exclusiva joyería neoyorquina Tiffany’s. Los hay que siempre desayunarán con diamantes.

—————–

Otros artículos en este blog sobre la crisis económica:
La tentación de Gorbachov
No mires hacia abajo
In Marx we trust
La semana en la que el capitalismo tampoco cambiará


oct 11 2008

La tentación de Gorbachov

Un mensaje para las naciones del mundo del presidente estadounidense, George W. Bush: “Estamos metidos en esto juntos y saldremos juntos”. Primera persona del plural: nosotros. “Debemos asegurar que las acciones de un país no contradigan o minen las acciones de otro. En un mundo interconectado, nadie ganará hundiendo la fortuna de otro país”, siguió Bush, rodeado de los ministros de Economía de los países del G7, hace unas horas frente al jardín de la Casa Blanca. La peor semana de la historia de la economía mundial se cierra con un nuevo milagro: Estados Unidos abraza el multilateralismo, aunque sea forzado por los acontecimientos y de forma temporal. Después de abordar la nacionalización parcial de la banca, cuando ya solo queda cerrar las bolsas por un rato (hay países que ya lo han hecho), el último emperador reconoce al planeta Tierra que también es humano.

“Los europeos son de Venus, los estadounidenses son de Marte”, se burlaba el politólogo neocon Robert Kagan de los ciudadanos del viejo continente que tomaban las calles para protestar contra la invasión de Irak. Nenazas. No hace tanto de esa historia. “Hay que olvidar la idea de que estadounidenses y europeos comparten una visión del mundo”, decía Kagan. “Sus perspectivas sobre la eficacia y la moralidad del poder son divergentes: mientras Europa rechaza el poder y lo cambia por un mundo de leyes, reglas, negociaciones y cooperación, Estados Unidos recuerda la historia y es consciente de que la verdadera seguridad, el verdadero poder, depende de la posesión y el uso de la fuerza militar”, concluía este teórico, ahora asesor del candidato republicano John McCain.

Cañones o mantequilla. Pero las divergencias no acaban aquí ni son tan simples. Estados Unidos apuesta por la pistola y se dispara en la rodilla, se desangra en Irak. Europa defiende la palabra, pero se muestra incapaz de lograr una sola voz; ni siquiera puede aprobar una constitución común. Desde que acabó la Segunda Guerra Mundial –que fue el verdadero fin de la Gran Depresión– dos visiones de la economía y de la política han competido en el occidente democrático. El modelo europeo, basado en la colectividad. El estadounidense, construido sobre la individualidad. La persona frente a la sociedad. El yo frente al nosotros.

Era Europa quien defendía que el Estado está para algo más que reclutar soldados. Pero el crash de 2008 ha llegado a Europa justo cuando había abandonado su propio sueño, en pos de la pesadilla americana. Dice ahora Nicolas Sarkozy que hay que “moralizar el capitalismo financiero”. Es el mismo Sarkozy que afirmaba hace un año que las recetas liberales eran las únicas posibles para salvar Francia. Peor aún lo pasará Reino Unido, el portaviones de EEUU en Europa. Allí fue el laborismo y su tercera vía quien abrazó la receta tóxica de los mercados financieros desregularizados como manera de aunar lo mejor de ambos mundos: la solidaridad europea con la tremenda capacidad emprendedora estadounidense. Esa “innovación financiera” que elogiaba Gordon Brown.

Dice el sociólogo español Manuel Castells que Barack Obama será el Mijail Gorbachov americano: “EEUU afronta una crisis magnificada, si no provocada, por la invasión de Irak”, asegura Castells. “A la URSS le pasó en Afganistán”. Gorbachov, premio Nobel de la Paz, no es profeta en su tierra. En Rusia, Mijail es tremendamente impopular, pues se le hace responsable del colapso de la URSS. Le acusan de haber sido demasiado blando.

Sea quien sea el nuevo presidente estadounidense, tendrá que gestionar el fin de la supremacía, la decadencia de la superpotencia que ganó la Guerra Fría. Se acabó el liderazgo unilateral. EEUU deberá acostumbrarse a dialogar en un escenario mundial donde ya no será el único gigante. Las arenas movedizas de las subprime se tragaron el imperio. Mientras Rusia negocia un enorme préstamo para Islandia –un país en bancarrota–, los fondos soberanos de China y los países árabes compran a precio de ganga lo que aún queda en pie.

El Gorbachov americano, sea quien sea, tendrá una tentación, la misma que probablemente tuvo Mijail: perpetuar la supremacía estadounidense desde la fuerza de las armas. Seguir en Marte en vez de poner los pies en la tierra. Tras la primera Gran Depresión, llegó la segunda gran guerra.


oct 05 2008

No mires hacia abajo

correcaminos-coyote.jpgLa física de los dibujos animados tiene dos leyes sagradas: el Correcaminos siempre gana y el Coyote es capaz de flotar en el aire por tiempo indefinido, de anular la ley de la gravedad, siempre y cuando no sea consciente de ello. El magnetismo terrestre no vuelve a funcionar hasta que el pobre Coyote mira hacia abajo y ve el precipicio. Mientras no tenga miedo, mientras viva en la ignorancia de su comprometida situación, podrá seguir en el aire como si nada. Lo mismo le pasa a la economía.

“Lo estúpido no fue prestar dinero a gente que no lo podía pagar sino preguntar cuánto valían de verdad esas casas hipotecadas. Si no llega a ser por esa estupidez, todo habría seguido en marcha sin problemas”, dice irónicamente un dúo de humoristas británicos en un vídeo, que circula por Internet, donde se explica de forma tan rigurosa como divertida la crisis de las subprime. El mercado financiero flotaba en el aire, como el Coyote, como el ladrillo de la burbuja inmobiliaria. La confianza, aunque esté cimentada en la ignorancia, es una de las fuerzas más poderosas de todas las que impulsan la economía.

Pero la confianza también es fundamental incluso cuando se tienen los pies en el suelo. Ningún banco, ni siquiera el más boyante, sobreviviría si todos los ahorradores perdiesen la fe y pretendiesen sacar su dinero al mismo tiempo. Hace ya décadas que la banca no guarda sus depósitos bajo llave en el sótano y el sistema se basa en la estadística, en normativas legales más o menos laxas según el país y, sobre todo, en la confianza. No se alarmen, que si miran hacia abajo nos caemos, pero el Fondo de Garantía de Depósitos del que tanto se habla en estos días suma en España la increíble cantidad de 6.500 millones de euros: el 0,016% de todo el dinero depositado en las cuentas corrientes españolas. Por suerte, la estabilidad de la banca no depende sólo de este fondo. También hay más de 30.000 millones en provisiones para aguantar el chaparrón.

Confianza, pero también estadística aplicada. El Fondo de Garantía de Depósitos no puede alcanzar el cien por cien de todas las cuentas, pues, si los bancos no pudiesen tocar el dinero que guardan, la economía se congelaría. Los 6.500 millones tampoco llegan, ni de lejos, para cubrir los 20.000 euros por titular de cada cuenta a los que obliga la ley en caso de que todos los bancos se hundan al mismo tiempo, pero la estadística dicta que eso no pasa. En caso de que un banco quiebre –uno, y no todos a la vez–, el fondo sí basta para reflotarlo y así evitar que los ahorradores pierdan su dinero. Eso es, por ejemplo, lo que se hizo hace unos años con Banesto. En España, la estadística es favorable: nunca en la historia moderna un ahorrador ha perdido el dinero de su cuenta corriente por una bancarrota. Y no es que no hayamos tenido ocasiones. Una de las crisis bancarias más graves de la historia fue aquí, en España, a finales de los 70, y ni siquiera entonces se volatilizó una sola peseta de las cuentas corrientes. De aquel crash sí quedaron regulaciones bancarias más exigentes que en el resto de Europa y también un Banco de España con experiencia en pastorear a las cajas y bancos más débiles con una política de fusiones que ha evitado más sobresaltos.

En el Gobierno aseguran estar tranquilos: “Para lo que ha caído, los bancos españoles están bastante bien”. El lunes pasado, el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, se reunió con José Luis Rodríguez Zapatero y le garantizó que, a día de hoy, la banca española no afronta ningún colapso a la vista y aguanta bastante bien el terremoto internacional. Tal vez, si la cosa empeora mucho más, alguna entidad bancaria pueda sufrir. Pero el Gobierno tiene claro que, llegado ese caso, saldría al rescate. Zapatero, que ya defendió públicamente durante su visita a la ONU el polémico plan Bush, hace una distinción entre dinero público para salvar una empresa, como la inmobiliaria Martinsa, y dinero público para salvar un banco. Para el presidente del Gobierno, salvar a un banco es otra cosa, pues lo que está en juego son los ahorros de los ciudadanos.

Zapatero esta semana quiere recuperar la iniciativa económica con tres reuniones extraordinarias en La Moncloa. Una, la ya sabida con Rajoy. Otra, con los empresarios y los sindicatos para hablar de empleo, aunque en el Gobierno creen que flexibilizar aún más el despido no sirve de nada en la actual coyuntura. Y una tercera reunión, tal vez la más importante de todas, con los banqueros y presidentes de las principales cajas. El orden no tiene por qué ser este, aunque las tres están previstas para esta semana, cada una en un día distinto.

La posibilidad de esta cita con los banqueros llevaba tiempo en estudio. El objetivo es que los bancos abran de nuevo el grifo del crédito a las ahogadas empresas, especialmente a las Pymes. La confianza no sólo es fundamental en los que ahorran, también en los que prestan. Y la gran banca española, que tiene músculo como para comprar gangas en otros países, puede ayudar a que la crisis sea más llevadera si existe un gran pacto entre todo el sector del que la banca también saldría beneficiada, aunque aumentase la morosidad. Para que este acuerdo sea posible, es muy importante el apoyo del PP, que controla la segunda mayor caja, Caja Madrid, y tiene una gran influencia en el BBVA. Aunque no pacten los presupuestos, Zapatero y Rajoy tienen temas de sobra de los que hablar.

En Europa también es una cuestión de confianza. Y la cosa se complica cuando los socios de la UE comienzan a competir entre ellos por la confianza de los ahorradores. Es difícil mantener la fe en el sistema bancario cuando los gobiernos no paran de repetir lo bien que va todo al tiempo que se lían a codazos para ver quién coge sitio en el bote salvavidas. La decisión de Irlanda, que anunció esta semana su compromiso unilateral de garantizar la totalidad de los depósitos de sus bancos, no deja de ser, en el mejor de los casos, un brindis al sol bastante arriesgado. El Gobierno irlandés no tiene tanto dinero: si esos bancos quiebran, la siguiente bancarrota sería la del propio Estado. La medida es también bastante cuestionable desde el punto de vista moral, pues libera a los bancos de parte de su responsabilidad, lo que les puede llevar a asumir mayores riesgos: si la cosa va mal, pagan los contribuyentes. Es lo que tiene el liberalismo asimétrico, el comunismo de empresa, donde las pérdidas están nacionalizadas pero los beneficios siguen siendo privados.

Mientras tanto, Sarkozy ha asaltado la escena. No sólo es ese ego inversamente proporcional a su estatura, sino también un intento de contrarrestar, con malabares, sus problemas de imagen en una Francia que este viernes entró técnicamente en recesión. Entre los gobiernos de los países de la UE ha sentado fatal que desvelase parte de los planes europeos contra la crisis cuando aún no estaban pactados y se estaban negociando. Avisar, antes de que salga del horno, de que se está cocinando un fondo europeo de 300.000 millones de euros para ayudar a los bancos con problemas no es precisamente el mensaje más tranquilizador. Si preparan más vendas, es que hay más heridos. Para mayor enfado, la cacareada propuesta ni siquiera era suya, sino de Holanda, un país con un gobierno bastante más discreto.

Mañana y pasado, en la cumbre del Ecofin –la reunión mensual de los ministros de Economía europeos– se debatirá a fondo sobre este tema. Si la desunión política habitual no lo impide, habrá novedades, tal vez la aprobación con matices del plan que intentó apropiarse Sarkozy. También se hablará de la supervisión de los bancos, donde hay dos posturas. Francia quiere que esté sólo en manos de los países de origen de cada uno de ellos. Es decir, que al Santander lo controle sólo España y a BNP sólo Francia. Mientras que la propuesta que respalda España es que los controles estén en ambos lados, como sucede ahora, y se agilicen los protocolos por el método más sencillo: unificándolos. El Ecofin también intentará pactar un funcionamiento común para los fondos de garantía de depósitos. En España, el dinero de ese fondo, que aportan todos los bancos, se guarda y no se toca. Pero en Holanda, por ejemplo, el dinero lo comprometen los demás bancos: están obligados por ley, pero el fondo no está disponible de verdad hasta que se necesita.

La semana girará otra vez alrededor de la economía, un mundo donde la percepción de lo que sucede es tan trascendente como los hechos en sí. Las reuniones en La Moncloa o en Luxemburgo serán tan importantes por lo que se diga dentro como por lo que expliquen fuera los que en ellas participen. La clave, en cualquier caso, es no mirar hacia abajo.

Artículo editado hoy en Público – Ilustración de Javier Olivares


sep 20 2008

La semana en la que el capitalismo tampoco cambiará

En estos días extraños en los que la patronal pide un paréntesis en el libre mercado, George Bush nacionaliza las pérdidas de la banca y el Gobierno comunista chino puja por comprar el único gran banco de inversión que aún no ha quebrado, ¿alguien sabe en qué cueva se esconde el Fondo Monetario Internacional (FMI)? En Corea del Sur se acuerdan mucho de él. Hace una década, durante la crisis de los tigres asiáticos, a finales de los 90, el FMI puso una condición innegociable para rescatar al país del terremoto financiero: que el gobierno no ayudase a los bancos y demás empresas al borde de la bancarrota. Decían los apóstoles del FMI que era mejor para la economía que esas compañías quebrasen porque así el ‘ajuste’ –ese eufemismo– sería mucho más rápido. Medicina neoliberal: la mejor manera de sanar al enfermo es matarlo para que su hijo ocupe pronto su lugar en la fábrica.

Ahora que el enfermo es Estados Unidos la receta es muy distinta. No es país para corralitos. “Está muy bien decir ‘dejen que el sistema financiero siga, que consiga su equilibrio’ (…) pero cuando se enfrentan ataques especulativos, los precios se pulverizan y parece que las grandes corporaciones van a colapsar, es natural que el gobierno intervenga y diga ‘no podemos dejar que esto suceda”, argumenta ahora Raghuram Rajan, ex economista jefe del FMI. Y así, como lo más natural del mundo, el país donde supuestamente mejor funciona el mercado descubre que la mano incorrupta y milagrosa de Adam Smith, de tan invisible, ni está ni se la espera. “La intervención del Gobierno era esencial, dado el precario estado de los mercados”, explica George Bush, presidente de los Estados Socialistas de América.

Entre los 700.000 millones de dólares de este último empujón y lo que ya llevan gastado en los demás ‘rescates’, la factura ya ronda los dos billones de dólares; cerca del 15% del PIB anual estadounidense. Es probable que esta losa –un nuevo éxito para los libros de historia de la era neocon de Bush– agudice aún más otro proceso que ya está en marcha: la decadencia del imperio americano, el fin de la hegemonía unilateral de la que disfruta EEUU desde la caída del muro de Berlín. ¿Será también el fin del capitalismo tal y como lo conocemos? ¿Aprenderá el mundo de sus errores? ¿Nacerá de estas cenizas un nuevo modelo económico donde el libre mercado sea un método y no un fin? Por desgracia, la respuesta es no.

Hay una viñeta de Tintín que describe muy bien qué ha sucedido en los mercados financieros durante los últimos años. Es uno de los gags de “Aterrizaje en la Luna”. Tintín avisa a la tripulación, que flota ingrávida, de que en pocos segundos el cohete entrará dentro del campo de gravedad de la Tierra. “Sujetaos a algo”, grita Tintín. Y los inefables detectives Hernández y Fernández obedecen. Hernández se agarra a Fernández. Fernández se aferra a Hernández. Y, cuando la gravedad regresa, ambos se van al suelo.

La explosión de la burbuja inmobiliaria ha recordado al mercado la manzana de Newton: que lo que sube tiene que bajar. “Hemos llevado al capitalismo a su perfección, hemos acabado con el riesgo”, presumía hace unos años un bróker de la City londinense. El invento, sobre el papel, parecía bueno. El riesgo también se puede vender, y sobre eso se desarrolló el capitalismo abstracto sobre el que se levantaba el castillo de naipes que ahora se ha desmoronado. Doy hipotecas a los que no las pueden pagar, al tiempo que emito un bono (con una rentabilidad menor que el tipo de interés que cobro al hipotecado) que me permita recuperar el dinero lo antes posible y así volverlo a prestar otra vez. Esos bonos de cobro dudoso, los de las hipotecas de los pobres, quedan en teoría compensados por otros más seguros, los de las hipotecas de la clase media. Se mezcla el chóped con el jamón y así el riesgo desaparece; la banca siempre gana y los pisos nunca bajan de precio. Con esa misma fórmula, repetida mil veces, el riesgo se coló en la máquina y ascendió más y más hasta el corazón de las finanzas. Por el camino, una serie de vigilantes privados a sueldo del vigilado (que alguien pruebe ese mismo método en las cárceles, a ver qué tal) certifican que el enfermo goza de buena salud. Todo va bien mientras gira el carrusel. Todo va bien hasta que vuelve la ley de la gravedad –los hipotecados dejan de pagar, primero los pobres pero después también la clase media– y la banca se estrella contra el suelo mientras se pregunta qué paso, si no había riesgo posible. Si AIG Hernández sujetaba a Lehman Brothers Fernández. Y viceversa.

En realidad, ni siquiera es un invento nuevo. Ya pasó otra vez hace poco más de 20 años, en el crash de 1987. En aquella ocasión, los bonos basura –que era como se llamaba a esos bonos de alto riesgo- fueron también una de las causas que llevaron a Wall Street a su lunes negro, el 19 de octubre de 1987: la mayor caída de la bolsa desde 1929. En aquel momento, igual que ahora, se habló de nuevos controles más estrictos para evitar los excesos del capitalismo abstracto. Entonces, igual que ahora, se decía que el mercado había aprendido la lección, que el crash serviría de vacuna para la siguiente fiebre. Es obvio decir que de poco valió.

El capitalismo no es malo, lo han dibujado así. Es el peor sistema económico posible, a excepción de todos los demás. Sí, el mercado libre es la fuerza más poderosa de la galaxia, la búsqueda egoísta de la rentabilidad mueve el mundo, para lo bueno y para lo malo. Pero su voracidad es tan grande que siempre encuentra el camino para sortear –o desmantelar, a través de esa subespecie del poder económico llamada poder político– las regulaciones con las que sus víctimas intentan defenderse de sus excesos. Cada dos o tres décadas, más o menos, el mercado se olvida de que también es mortal, el cielo financiero se desploma sobre nuestras cabezas y hay que ceder al chantaje y pagar con los impuestos los errores de los bancos porque la alternativa es aún peor. Cada dos o tres décadas, la intervención del Estado demuestra ser la única vacuna para salvar al capitalismo de su avaricia caníbal. Cada dos o tres décadas, el libre mercado recuerda, por las malas, que hasta los deportes más agresivos necesitan un árbitro. Y entonces todo cambia para que todo siga igual.


sep 13 2008

El chantaje del ladrillo feroz

Ahora, que llegó el invierno, ¿debe la hormiguita Estado alimentar a la cigarra inmobiliaria? ¿Deben pagar con sus impuestos las familias, las mismas que ya sufren las hipotecas, los errores provocados por la voracidad inconsciente de los que dispararon los precios de los pisos durante la burbuja? ¿Se merece el ladrillo tanta clemencia? Sin duda, los empresarios del yate y el avión privado no. Pero, ¿y sus escudos humanos? ¿Y sus trabajadores y demás víctimas colaterales?

El dilema no es sólo moral, también técnico: ¿sirve de algo mantener artificialmente con vida al ladrillo en un país donde la especulación inmobiliaria ha dejado cientos de miles de casas vacías y un litoral adosado? Obviamente, a largo plazo no. Pero, ¿se merece el ladrillo una muerte digna, lo menos dolorosa posible, aunque sólo sea por el bien del resto de la economía?

En el Gobierno hay dos respuestas ante estas preguntas. Aunque todo el gabinete está de acuerdo en que los empresarios que se forraron durante la burbuja inmobiliaria tienen que asumir ahora las vacas flacas, que no se puede perpetuar un modelo agotado, que la prioridad son los trabajadores y no los empresarios, existen también dos puntos de vista sobre cómo capear el ladrillazo. Por un lado, Pedro Solbes y su equipo creen que el Estado no debe intervenir ni siquiera en lo más mínimo. A eso se refería el vicepresidente económico con esa desafortunada frase que le encumbró esta semana: “Si la recesión sirve para limpiar la economía, la situación no tendrá más importancia”. La reconversión ahora le toca al ladrillo feroz; se siente. En el otro lado, Miguel Sebastián defiende que el Estado se moje y no sólo mire. Que la solución al incendio no puede ser esperar a que las cenizas abonen la siguiente cosecha. José Luis Rodríguez Zapatero, por su parte, busca su propio término medio mientras reparte los tantos entre ambos equipos. De momento, en el marcador van empate a uno, aunque el que remonta es Sebastián.

“Si los créditos del ICO que se anunciaron este miércoles hubiesen llegado antes, Martinsa se podría haber salvado”, asegura un economista próximo al Gobierno que defendió, en su momento, ayudar a la inmobiliaria de Fernando Martín. Miguel Sebastián apoyaba aquel rescate que nunca llegó. “Dejar caer a Martinsa cuando su salvación dependía sólo de 300 millones de euros fue un error”, dice un importante empresario español. “Martinsa tenía créditos con bancos extranjeros, si dejas que una empresa así de grande se derrumbe, el precio que paga el conjunto de la economía es mucho mayor por la mala imagen exterior y también porque provoca el cierre de un montón de empresas más pequeñas, que se quedan sin cobrar”. Sin embargo, en este primer pulso ganó Pedro Solbes, que contó con el apoyo del Gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez. Mafo y Solbes convencieron a Zapatero de que no había que actuar porque suponía un peligroso precedente, pues no era siquiera la inmobiliaria con más deuda, y porque el batacazo de Martinsa no era fruto de la crisis económica sino de su propia voracidad. La principal razón de su derrumbe era que había intentado comerse a una empresa más grande, Fadesa, y se le había cortado la digestión. Ayudar a Martinsa era premiar al tiburón.

El empate entre ambas visiones llegó este miércoles, cuando Zapatero anunció en el Congreso que el ICO destinará 3.000 millones de euros en préstamos a las inmobiliarias que saquen pisos en alquiler. Según las cuentas que maneja el Gobierno, con estas ayudas se salvarán cinco o seis grandes constructoras, aunque habrá otras que se hundirán de todas formas. La medida es una de las muchas propuestas de Miguel Sebastián y llevaba ya tiempo en estudio. La cara larga de Solbes ese día en el Congreso explicaba muchas cosas: el vicepresidente económico no conocía la redacción del discurso del presidente, aunque sí estaba informado de estas nuevas ayudas –el ICO depende de Economía-. Tal vez si lo hubiese leído antes habría evitado uno de los errores de Zapatero ese día en el Congreso: hacer un pronóstico sobre el crecimiento del PIB apenas unas horas antes de que la Comisión Europea vaticinase un futuro más negro, que España entrará en recesión antes de fin de año. Solbes conocía con antelación que se haría público ese dato. Es probable que también supiese el detalle: Joaquín Almunia, el comisario europeo de Asuntos Económicos, suele avisar a su viejo colega.

En la decisión de Zapatero, que dio su visto bueno a los préstamos del ICO entre el lunes y el martes, pesó mucho el reciente rescate de los gigantes hipotecarios Fannie Mae y Freddie Mac. “El ejemplo estadounidense influyó por dos razones”, explican fuentes de Moncloa: “Primero, que si el país supuestamente más liberal del mundo interviene es porque la situación es aún peor de lo que todos pensábamos. Y también, que después de una medida así, no habría críticas contra el Gobierno por intervencionismo ni tampoco desconfianza de los mercados internacionales”. No es la primera vez que la política económica de George Bush inspira a Zapatero. Los 400 euros llegaron pocas semanas después de que EEUU anunciase cheques de entre 300 y 1.200 dólares a los contribuyentes con mayores problemas para pagar su hipoteca.

Las divergencias entre ortodoxos y pragmáticos no terminarán aquí y habrá, en las próximas semanas, novedades tanto en el discurso como en la práctica. Sobre la mesa de Zapatero descansan muchas otras propuestas del lado que defiende moverse, del lado de Sebastián. Entre las que se barajan, con la oposición de Mafo y Solbes, está aumentar aún más el gasto público con un nuevo plan de infraestructuras que reactive la economía. “El problema es que en España no hay hueco para más carreteras y ferrocarriles de alta velocidad más allá de lo que ya está previsto en el PEIT (Plan Estratégico de Infraestructuras y Transporte), que llevará el tren de alta velocidad a cada capital de provincia; pero las infraestructuras también pueden ser tecnológicas”, afirman fuentes de Industria. Además, se tarda tiempo en poner en marcha un plan así, pues los plazos de la obra pública son siempre largos. “Las únicas dos maneras posibles de meter rápidamente inversión pública en la economía pasan por la rehabilitación energética de edificios o el I+D”, dicen las mismas fuentes. “Una red wifi gratuita para todas las ciudades españolas, que se podría hacer pactando con las telecos y la CMT en un año y medio. O instalar placas solares en las casas, aunque para eso habría que negociar con las eléctricas”.

Negociar con el sector privado, en cualquier caso, es clave. “El estado no debe hacer las cosas, sino inducirlas”, dicen desde Industria. Sin embargo, hay un paso que de momento nadie se atreve a dar, aunque es la solución habitual a las crisis económicas cuando el crédito se agota, la que suele adoptar Alemania o Francia cuando vienen mal dadas: pactar con la banca.

“Rodrigo Rato lo habría solucionado así: cuatro llamadas de teléfono a los cuatro banqueros que mandan y un pacto secreto, de esos que no se pueden contar. Tú me ayudas abriendo el grifo del crédito a las empresas, yo a cambio modifico la ley para que la morosidad esté más perseguida”, afirma un ex ministro socialista. El problema es que, desde Rato, las cosas han cambiado mucho. El PSOE no tiene el control sobre la gran banca que disfrutó el PP y el Estado español, después de las privatizaciones, no mantiene acciones en la banca como las que tiene Francia. “Podríamos hablar con el Santander y con La Caixa, pero ninguno de los dos aceptaría asumir más riesgos si no se mojan también Caja Madrid y el BBVA, y a esos los controla el Partido Popular”, reconoce un economista cercano al Gobierno: “Sólo sería posible con el acuerdo del PP”. Y ni siquiera con un pacto así está claro que se pueda hacer. “Con la crisis actual, la banca española también tiene problemas para conseguir financiación en el extranjero, no pueden asumir muchos riesgos alegremente”, dice un diputado socialista. Y lo peor aún está por venir.

———————-

Hoy en Público: Las inmobiliarias sólo han perdido un tercio de lo que ganaron durante los últimos cinco años


sep 06 2008

Los archivos quemados del franquismo

La Stasi no cayó a la vez que el muro de Berlín. Aquella siniestra policía del pensamiento aguantó casi dos meses más, y en ese tiempo se llevó a la tumba muchos de sus secretos. Tras el 9 de noviembre de 1989, el día en el que las dos mitades de Berlín volvieron a abrazarse, las trituradoras de papel funcionaron sin descanso en la sede de la policía secreta de la Alemania soviética. No pararon hasta el 15 de enero de 1990, cuando miles de manifestantes tomaron al asalto el edificio al grito de “entregadnos nuestros expedientes, nos pertenecen”.

Algunos historiadores creen que aquel 15 de enero no fue un día heroico sino, en realidad, la fecha del último crimen de la propia Stasi. En la RDA, una de cada cincuenta personas espiaba a sus vecinos para la policía secreta. Sus nombres estaban guardados en aquel edificio. Entre los asaltantes, además de honrados berlineses, también había muchos cómplices del régimen que querían entrar en el archivo para eliminar su propio pasado. Para borrar la memoria.

Pero ni el asalto del 15 de enero ni los dos meses de trituradoras bastaron para destruir el ingente archivo secreto de la Stasi. El monstruo no tuvo tiempo para devorarse a sí mismo. El nuevo Gobierno salvó toneladas de documentos, 33 millones de páginas guardadas en 20.000 bolsas de plástico, que el gran hermano no pudo deglutir.

Hoy, la antigua sede de la Stasi en el numero uno de la calle de los Normandos, en Berlín, alberga un museo de la memoria. Desde 1992, los alemanes pueden consultar, de forma confidencial, su expediente. La mayoría de los datos que aparecen en estos ficheros son, en apariencia, irrelevantes: qué marca de tabaco fuma, qué prefiere para comer. Servían para doblegar la voluntad del interrogado, pues si la policía sabe hasta el color de la ropa interior ¿qué secreto se puede ocultar?

Decenas de miles de alemanes han revisado estos ficheros entre el miedo y la curiosidad. Alemania, forzada por un siniestro siglo XX, es probablemente el país del mundo que mejor conoce la receta para que una sociedad se perdone a sí misma. Y la solución nunca pasa por la amnesia. La represión de la RDA no habría desaparecido si se hubiesen borrado los archivos. Pero que esos ficheros aún existan, que se puedan consultar, es una lección para que la historia no se repita, además de una mínima reparación moral para los cientos de miles de alemanes que pasaron décadas hablando en voz baja hasta debajo de las sábanas de sus dormitorios.

En España no hubo revolución. No cayó ningún muro y la dictadura tuvo tiempo de sobra para borrar las huellas de sangre más flagrantes antes de que llegase la democracia. Para dejar todo atado y bien atado. Con Adolfo Suárez de presidente y Rodolfo Martín Villa al frente del Ministerio de Gobernación (ahora llamado Ministerio del Interior), la Guardia Civil quemó en su cuartel general de la calle Guzmán el Bueno de Madrid miles de documentos comprometedores sobre la represión, traídos de toda España.

Martín Villa -hoy presidente de Sogecable- también ordenó la destrucción de la mayoría de los archivos de la Falange y demás organizaciones del llamado “Movimiento Nacional” en 1977, poco antes de las primeras elecciones democráticas. Según publicó el historiador y político Josep Benet, recientemente fallecido, la quema de archivos fue sistemática. Entre otros ficheros, Martín Villa mandó destruir en 1977 el gran archivo del Movimiento Nacional de Barcelona, donde se guardaba la mayor parte de la documentación sobre la represión franquista en Catalunya. Benet fue elegido a finales de ese mismo año senador por Barcelona y una de sus primeras propuestas parlamentarias fue detener la destrucción de archivos y crear una comisión que se ocupara de salvar los que aún quedaban intactos. El gobierno de Suárez no se dio por aludido.

Pese a los esfuerzos por borrar todo rastro, por casar lo viejo y lo nuevo desde el olvido, muchos archivos se salvaron de la quema. En parte, gracias a la dificultad técnica de eliminar cuarenta años de legajos comprometidos –la burocracia es igual de lenta cuando crea, transforma o destruye–. Pero también porque hubo héroes anónimos que ignoraron la obediencia debida y escondieron algunos de los documentos lejos de las hogueras. Hace unos años, durante una obra para instalar un cable eléctrico en un cuartel del Ejercito, apareció un falso techo lleno de legajos de esos que algunos preferirían que no existiesen. Hace unos meses, alguien encontró en el Archivo General de la Administración, en una docena de cajas olvidadas, un exhaustivo recuento de fosas comunes, pueblo a pueblo, que había hecho el propio régimen franquista durante los años 50.

Todos estos documentos, los que se salvaron de la quema, serán vitales en la investigación que acaba de comenzar Garzón. Ojalá el juez consiga encontrar al minotauro en su laberinto y la Justicia llegue hasta el final, hasta donde no quiso mirar la Transición. Lo tiene muy difícil, pero el camino que recorre es útil aunque no logre terminarlo. Si con esta investigación consigue elaborar un censo de los desaparecidos y fuerza a la Administración a hacer públicos sus archivos sobre la represión, ya será un éxito mayor que la frustrante ley de la Memoria Histórica.

Tanto el censo de la represión como la luz para los archivos no sólo servirían como mínima reparación a las familias de las víctimas, que reclaman algo tan sagrado como poder enterrar a sus muertos. También son imprescindibles para frenar el revisionismo franquista, ése que intenta sanear el arbol genealógico de la derecha dando por buenas las raíces. “Del otro lado hubo muchas más barrabasadas”, dice con impunidad la víctima Manuel Fraga, el presidente fundador del PP. La gran diferencia es que los muertos de su lado, el lado golpista, descansan en camposanto con su honor en el BOE. Mientras tanto, 130.000 desaparecidos ni siquiera existen en los papeles.


jul 05 2008

El castellano se rompe

Hay dos teorías sobre cómo vender diarios a toda costa. Los periodistas ingleses del sensacionalista Daily Mirror aseguran que no existe ninguna noticia, por importante o llamativa que sea, que merezca repetir en primera plana más de dos días consecutivos; que el lector, a la tercera portada, se aburre y bajan las ventas. En España la escuela es justo la contraria. Los sensacionalistas patrios han demostrado que la mejor fórmula para vender periódicos, si la ética profesional no es un problema, consiste en encontrar un tema bandera y perseverar en él hasta que, por insistencia, la noticia adquiera la importancia necesaria como para que se note en el quiosco, en la convivencia y, si es posible, en el Congreso de los Diputados. ¿Sólo dos portadas? Todo lo contrario: doscientas si hacen falta. “Si no pasa nada, tendremos que hacer algo para remediarlo: inventar la realidad”, decía el ciudadano Kane, William Randolph Hearst. Si resulta que España no se rompe, si la mochila de la conspiración ya no es bórica, si después de presumir de poner y quitar presidentes del Gobierno ya no podemos ni con el líder de la oposición… tendremos que hacer algo para remediarlo. Tú pon el manifiesto que ya te traigo yo a los intelectuales. Vamos a descubrir el Mediterráneo y después nos indignaremos porque el agua está salada.

Inventar la realidad, y en ello están. Aunque parezca increíble escuchando según qué radios, leyendo según qué diarios, el modelo educativo bilingüe con el idioma menos conocido como lengua vehicular no fue un invento de catalanes, gallegos, mallorquines, valencianos o vascos. Décadas antes de que naciesen las ikastolas, la clase alta española ya enviaba a sus hijos a colegios donde el profesor no se dirigía a ellos en castellano sino en italiano, francés, inglés o alemán. Esperanza Aguirre, por ejemplo, estudió en uno de estos centros de élite, el Instituto Británico de Madrid, y gracias a eso hoy puede presumir de hablar un inglés muy superior a la media de nuestros políticos sin que por ello se haya convertido en una analfabeta en su lengua materna. La teoría pedagógica era entonces la misma que ahora: como el entorno en el que crece el niño es castellanoparlante, la mejor manera para que aprenda bien dos idiomas es que use el otro durante las siete horas al día que pasa en la escuela.

Los mismos que consiguieron que media España se hiciese experta en los componentes explosivos de la Goma 2 ECO ahora han descubierto escandalizados, con unos cuantos años de retraso, que en las escuelas públicas catalanas los niños son escolarizados en catalán. Como si fuese una novedad, como si no fuese un modelo educativo que –con sus pros y sus contras– no hubiese arrancado en 1980. Estos planes de estudios llevan en marcha 28 años y hace ya más de una década que todos los alumnos catalanes están escolarizados en catalán. El desarrollo de este modelo llegó a su plenitud precisamente cuando gobernaba el Partido Popular, en unos años en los que Esperanza Aguirre y Mariano Rajoy eran ministros de Educación, cuando José María Aznar presidía el Gobierno y hablaba catalán en la intimidad.

Cuando nació este modelo educativo, provocó un encendido debate. Se argumentaba que los estudiantes catalanes serían analfabetos en castellano, que se resentiría la convivencia, que se crearían ciudadanos de primera y de segunda, que sufrirían las clases más desfavorecidas. Hoy se sigue diciendo lo mismo con una gran diferencia: que ya no se discute sobre un modelo teórico por probar sino acerca de una realidad donde los resultados no son los que los agoreros pronosticaron hace casi tres décadas. Los estudiantes catalanes llegan a la selectividad con un nivel de castellano similar a los de otras comunidades autónomas con una sola lengua. Nadie que haya pasado por Barcelona más de media hora puede decir sin mentir que exista un sólo alumno catalán que no sepa castellano, esa lengua perseguida que todo el mundo habla, en la que se publican la mayoría de los diarios, que está en casi todos los canales de la radio y la televisión.

Dice el manifiesto por la supremacía del castellano que “son los ciudadanos quienes tienen derechos lingüísticos, no los territorios”. Y a renglón seguido pide para el castellano una serie de ventajas exclusivas en el territorio español. No es la única contradicción, ni siquiera la más grave. Lo más indignante de este debate recurrente, que como muchos otros rebrota sólo cuando no manda la derecha nacionalista española en La Moncloa, es que las supuestas víctimas de la supuesta opresión lingüística –los catalanes, los vascos, los gallegos– por quien se sienten mayoritariamente agredidos es, precisamente, por aquellos en Madrid que dicen ser sus defensores. En toda Catalunya, hay 23 padres, entre más de un millón de alumnos, que han pedido oficialmente que sus hijos sean escolarizados en castellano. Mientras tanto, en el País Valenciano hay 93.700 alumnos de primaria que estudian en castellano a pesar de que escogieron el catalán.

Pero el modelo educativo catalán o vasco no sólo es defendible porque allí donde se aplica sea respaldado por la gran mayoría de los ciudadanos. Una política no se vuelve acertada sólo porque casi todos estén de acuerdo –aunque sí por ello se legitima democráticamente, que no es poco–. Hay otros argumentos. El fundamental: ¿cuál es la alternativa? ¿Crear colegios para castellanoparlantes y colegios para catalanoparlantes? ¿Una escuela para los niños de fuera y otra para los del pueblo y que queden los domingos para jugar entre ellos un partido de fútbol? No creo que ésta sea la mejor receta para cohesionar una sociedad y ayudar a la integración de los menos favorecidos, los inmigrantes.

Rasgarse las vestiduras porque de nuevo viene el lobo y el castellano se rompe no es sólo una operación para vender periódicos. Como la mayoría de las campañas de la derecha mediática, también tiene su tiro político y, en este caso, la carambola es triple. Por un lado, sirve para mantener prietas las filas de la derecha –no me sorprendería que la próxima manifestación del siglo en la madrileña plaza de Colón tenga el ‘Pujol enano, habla castellano’ como lema-–. Por el otro, sirve como palanca para el juego interno del PP, para impedir el giro moderado de Mariano Rajoy y evitar que se acerque a los nacionalistas. La tercera carambola se llama UPyD, que es quien pone los intelectuales –los primeros abajofirmantes son casi los mismos que ya bendijeron el manifiesto fundacional del partido de Rosa Díez– y quien preocupa de verdad al PP.

El momento en el que se lanza esta campaña tampoco es casual. El manifiesto surge pocos días después de que Rajoy haya ganado el espinoso congreso del PP casi por goleada, cuando intenta cambiar su discurso para bajar del monte, alentado desde los mismos medios que perdieron en el intento de moverle del sillón. El líder del PP tiene un papel complicado, es el Michael Corleone del Padrino III, ese de “justo cuando pensé que ya estaba fuera, me vuelven a arrastrar hacia dentro”.

Mariano Rajoy tiene dos opciones: dejarse arrastrar a una campaña que sabe que de nuevo condenará a su partido a la marginalidad política en aquellos sitios donde el bilingüismo es algo que se conoce de primera mano y no por boca de los tertulianos y los columnlistos; o permitir que sea UPyD quien rentabilice esta guerra en la España monolingüe. La decisión es difícil si sólo se valora la mera eficacia electoral, si no se reflexiona también sobre el daño que estos incendios provocados tienen sobre la convivencia. Con campañas así, con la lengua por bandera con la que atizar al otro, es como de verdad se rompe España.


jun 15 2008

Una comida de cortesía

Tag: La semana,PPIgnacio Escolar @ 12:48

Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre comieron juntos ayer. A las 15:00, en un comedor privado del Club 31, un restaurante exclusivo junto a la Puerta de Alcalá, en Madrid. ¿Novedades? Muy pocas. Hablaron de cómo ven el PP, de la crisis, de la selección española, del mar y de los peces. Rajoy reconoció que había hecho algunas cosas mal, pero no ofreció ningún puesto en su equipo a Esperanza. Tampoco hace falta. Por su doble condición de presidenta autonómica y presidenta del PP de Madrid, tiene garantizado un asiento en el Comité Ejecutivo Nacional. Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre comieron juntos ayer, pero el río sigue igual de revuelto. Aunque el congreso de Valencia pinta ahora para Rajoy mucho mejor que hace unas semanas. Ya llueve menos.

A falta de siete días para que Rajoy renueve como presidente del PP, todo el pescado parece estar vendido. ¿Otra candidatura alternativa? Ni está ni se la espera. Después de que Juan Costa renunciase a dar el salto, el congreso del Partido Popular en Valencia se presenta mas aburrido de lo que los superlunes de los últimos meses permitían pronosticar. El tráiler ha sido mucho mejor que la película. Las incógnitas para el próximo fin de semana son menores: quién será el sustituto de Ángel Acebes como secretario general, como número dos del partido, y qué porcentaje de voto en blanco cosechará Rajoy en su nombramiento. “Por encima del 15%, sería un escándalo”, asegura uno de los críticos, un diputado del PP.

Para secretario general, los nombres que más suenan son dos: Pío García Escudero y Javier Arenas. Al ex ministro de trabajo campeón, algunos le llaman el cocinero, porque dicen que es él quien está a los fogones, removiendo el guiso, el que diseña la estrategia marianista. Pero Arenas, que ya fue secretario general con Aznar, no quiere repetir. Prefiere que el partido lo lleve Pío García Escudero para así ocupar él el puesto de Pío y volver a Madrid como portavoz en el Senado sin verse obligado a dejar la silla de Sevilla.

A Pío, la jugada le convence menos. Al igual que Arenas, él también prefiere su actual puesto como portavoz en el Senado. La solución a este conflicto de intereses dependerá del poder de persuasión de Mariano. Según aseguran desde su entorno, sólo recurrirá a un tercer nombre si no le queda más remedio.

Más allá del recuento de bajas y heridos, para los ejércitos en la guerra del PP, Valencia ya es una batalla amortizada. Los críticos ya miran hacia el futuro y hacen cuentas sobre sus fuerzas. “Hay unanimidad en el PP”, dice uno de ellos. “Es unánime hasta en los que le respaldan. Mariano Rajoy no es el líder que necesita el partido y no repetirá como candidato”. Según ese análisis, en el PP sólo existen hoy tres familias: los marianistas –una minoría que ha unido su destino al de su jefe–, los que quieren que Rajoy se marche cuanto antes y los que prefieren que se vaya en 2011. De momento, ganan los últimos, los que lidera Camps, pues Rajoy sigue. Pero en apenas un año hay en el horizonte tres elecciones donde el presidente del PP pasará nuevos exámenes: las gallegas, las vascas y las europeas.

Las dos elecciones autonómicas serán, según apuntan las encuestas, los tragos más duros. No parece probable que el PP consiga recuperar la Xunta de Galicia y también sufrirá un tremendo descalabro en Euskadi, donde el portazo de San Gil ha agravado aún más una situación que ya era muy mala. Los marianistas ya están poniendo la venda por si la herida. Su argumento es que de los resultados autonómicos responderán los dirigentes regionales, no Rajoy.

Con las europeas, este truco ya no sirve, aunque el escenario no será tan malo para Rajoy. Desde el PSOE, temen que la situación económica les pase factura. Desde el PP, también temen… al fuego amigo de El Mundo y de la Cope. En esas elecciones, donde el votante siente que no se juega nada importante, es más fácil quedarse en casa o votar a UPyD. Dependerá del cabeza de lista que, en el PP, podría ser Alberto Ruiz-Gallardón. Al alcalde parece que le gusta la idea, siempre que sea con billete de vuelta: que no suponga dejar la alcaldía de Madrid (es posible, pues no son cargos incompatibles). Sabe que de Bruselas es difícil regresar.


« Página anteriorPágina siguiente »